Año I – Primera Edición – Editorial: 000000041 [1]
El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 17 Octubre de 2.011.
Es Un Sentimiento. No Puedo Parar…
Por Rubén Vicente
En la historia argentina hubieron grandes epopeyas, guerreras y de las otras, pero indudablemente, la gesta civil más importante fue la de aquel diecisiete de octubre de mil novecientos cuarenta y cinco, en que los humildes dijeron basta, y en paz, hicieron tronar el escarmiento.
Fue de la mano de ese hombre, que les decía que mejor que decir es hacer y que mejor que prometer es realizar, pero que estaba preso, porque no todos sus camaradas de armas podían comprender todavía, en su cabal sentido, el valor inmenso de ese tórrido romance entre esa logia del ejército y los sindicatos de los obreros, que ya tenía la cara de su sorisa gardeliana.
Y fue también de la mano de esa compañera rubia, pero nacida del fango, la que movió cielo y tierra, para que se levanten los puentes y fuera obrado el milagro de la liberación, porque su amor era hacia él, pero si él los quería, entonces ella los amaría con alma y vida, porque la pasión era su ley.
Esa plaza que vio nacer a la patria, con el fuerte y la catedral, se llenó de negros grasientos de alpargatas, porque libros no, si sólo sirven para endiosar la explotación.
Esa Argentina opulenta pero avara, desdeñosa de sus hermanas de sangre, que estaba casada con un lord inglés, pero que le era infiel con un vaquero norteamericano, no sabía ni qué carajo quería de la vida, ni para ella ni para sus hijos, que miraban impotentes la ignominia.
Esa oligarquía vernácula, presta siempre al complot del irritante privilegio, que no se resignaba a tener que entregarle el poder a ese coronel traidor a los intereses de su clase, y menos a su puta concubina.
Esa clase pensante comunista pero aburguesada, qué debatía y debatía sin llegar jamás a nada, pero a nada, como no fuera importar ideologías abyectas o poner bombas en las facultades falsamente reformadas, convirtiéndose en meros revolucionarios de lechería, o en el peor de los casos, en litaratos del Jockey Club.
Ese peón de campo que está sólo y espera, que alguien le de una mano, para no perder lo poco que tenía en la pulpería del olvido, ahogando las penas en agua ardiente, pagada con los vales de los capangas, nada más que para nublarles la cabeza y dormirles el corazón atrás de la tranquera.
Todo eso se conjugó para sepultar de una vez y para siempre el pasado de la infame perfidia, abriéndole las puertas a una nueva y gloriosa nación justicialista, renacida de sus propias cenizas liberal-conservadoras, que se proyectaba ignorante pero confiada hacia el futuro, nada más que porque estaban él y ella, que para ellos, eran los nuevos padres de la patria redimida, para unir los uniformes con las polleras, y la bandera con los mamelucos, en la forja del acero de la resitencia del amor eterno, que no morirá jamás, aunque a veces sólo parezca que así sea.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1994 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario