Año I – Primera Edición – Editorial: 00000090 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 5 de Diciembre de 2.011.
El Directorio
Por Rubén Vicente
Estábamos paseando con Betina por la principal de Pinamar, a mediados de los 90´, cuando de repente, quede hechizado por la tapa de un libro escrito por un tipo de acá, pero que trabajaba para los de allá, pero desde hacía un cuarto de siglo, y que proponía un tomazo, del que yo creo que poco o nada sabe la mayoría de la gente, empezando por mi, claro está, pero que por suerte, hoy registra numerosas entradas en el google, que es de donde extraigo la imagen que ilustra este artículo, para no tener que hacer otro escaneo gallego de la tapa del que tengo en mi biblioteca, aunque mi ejemplar no tiene a Lenin, sino más bien, un gran escudo de la Unión Soviética.
Por si algún joven no lo sabe, les cuento que Isidoro Gilbert fue el jefe de la oficina argentina de la agencia de noticias Tass de Moscú, que era la agencia oficial del gobierno soviético (1970-1995), que no tuvo jamás ningún problema con ningún gobierno, militar, radical o peronista. Conste.
Gilbert cuenta una historia alucinante. Dice que desde diciembre de 1917, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), empezó a transferir clandestinamente información, dinero y armamentos a todo el mundo, y también a la Argentina, para que las organizaciones de izquierda (radicales, anarquistas, socialistas y comunistas) tuvieran con qué organizar la subversión de las instituciones capitalistas, democráticas, liberales, patrióticas y cristianas del estado burgués, haciendo la revolución e instaurando el estado comunista en nuestra nación, obviamente, aliado con la URSS.
La tarea le fue encomendada al canciller soviético (León Trotsky), quien envió agentes del NKVD (antecesor del KGB) a Buenos Aires, tomando contacto con el secretario general del flamante Partido Socialista Internacional (PSI), Dr. Orestes Ghioldi (a) El Hermano de Américo, que luego cambiaría su nombre por el nuevo de Partido Comunista Argentino (PCA), que tuvo una más que activísima participación en los levantamientos revolucionarios de La Semana Trágica (1918), en La Patagonia Rebelde (1920) y en El Quebrachazo Santafecino (1921). [3]
Todos los paros generales, de alcance nacional, por tiempo indeterminado, con tomas de fábrica, con movilización en la vía pública y con finalidades revolucionarias (léase: todas las huelgas), organizadas primero por la Federación Obrera Argentina (FOA) y luego por la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), entre 1922 y 1939, fueron financiadas por el PCA y, a su través, por el NKVD. Right?
Sin embargo, al estallar La Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el PCUS tomó la decisión de suspender la ayuda revolucionaria a los partidos comunistas aburguesados, que no materializaban la revolución en sus paises (léase: les cortaron los víveres por inútiles).
Fue entonces cuando al secretario general del PCA, Dr. Victorio Codovilla Abraham (a) Vitorio, se le ocurrió una idea auténticamente genial. Y si, porque convocó a su escritorio a un grupo de afiliados que tenían ciertas características especiales, que eran muy interesantes para su proyecto de autofinanciamiento del comunismo vernáculo, porque todos eran jóvenes, judíos, universitarios e hijos de importantes empresarios porteños o bonaerenses.
A ellos les hizo firmar contradocumentos, en virtud de los cuales, recibieron el dinero soviético remanente en poder del PCA, con el objetivo de invertir esos fondos revolucionarios en la formación del capital de nuevas sociedades anónimas, en las que ellos figurarían como principales accionistas (51%), presidentes de los directorios y gerentes generales (léase: The Chief Excecutive Officers = The CEO´s), posicionándose ante la sociedad civil argentina como los nuevos empresarios comunistas, que luego serían conocidos colectivamente con el nombre de los barones rojos.
El objetivo comunista era hacer plata, convirtiendo a esas empresas en contratistas del estado (municipal, provincial y nacional), gobernara quien gobernara (conservadores, liberales, radicales, demócrata progresistas, socialistas o militares), para convertir a los barones rojos en grandes magnates argentinos, que derivaran un porcentaje fijo de sus ganancias corporativas a las arcas del PCA, independizándose de la tutela financiera soviética, y haciendo la revolución en la Argentina, pero sólo cuando las circunstancias lo permitieran, o sea, nunca. ¿Cómo?
Y claro, porque está bueno llenarse de guita capitalista pero tener un discurso comunista, llamándose a esa paradógica forma de pensar y de actuar, contradictoriamente, con el nombre de el progresismo (ups). [4]
Y les salía un negocio redondo, porque los barones rojos no sólo fueron contratistas del estado, engordando sus empresas pseudo revolucionarias, sino que además, en 1957, es decir, en el tercer año del gobierno militar de La Revolución Libertadora, los barones rojos se reunieron a puertas cerradas y pactaron liquidar sus deudas pendientes con la tesorería del PCA, organizando una especie runfla de dinero y de poder, es decir, algo así como una logia, que recibiría el nombre de El Directorio, cuyo primer maestre sería el Dr. Guillermo Walter Klein (ups). [5]
En la nómina de miembros fundadores de El Directorio figuraron, por ejemplo, tipos como Juan Aleman, Roberto Aleman, Bernardo Grinspun, Juan Vital Sourrille, Mario Brotherson, José Ber Gelbard, Julio Broner, Isidoro Graiver, Mariano Perel (p) y varios otros del mismo rango. ¡Guau!
En 1967, Grinspun se asoció con el ex diputado nacional Raúl Alfosín (a) El Gallego, para conformar el capital de una nueva sociedad comercial, que comenzó a girar bajo la razón social de Credibono SA, con domicilio legal en la ciudad de Buenos Aires.
Y en 1981, El Directorio hizo el mejor negocio privado de su historia, cuando adquirió la mayoría accionaria (51%) de la firma Coca Cola de Argentina SA, controlada de Coca Cola Company NV de Nueva York, matriz del Coca Cola Group de los EEUU; que financió la campaña presidencial de Alfonsín (1983); hecho muy criticado por los justicialistas de su contrincante, Dr. Italo Argentino Luder (a) La Garraspera, empezando por compañero de fórmula justicialista, Cro. Herminio Iglesias (a) Te Quemo el Cajón, que decía que la Coca Cola era una empresa yanki, sin saber que en realidad era pro soviética, claro está.
En otras palabras, estamos el horno, ja ja já.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
[3] Américo Ghioldi integraba el Partido Socialista Argentino (PSA) de Juan B. Justo, de Alicia Moreau de Justo, de Alfredo Palacios y de Mario Bravo. Practicaban el socialismo democrático (la revolución democrática = la revolución impura). Sin embargo, tres lustros más tarde, el PSA, igual que el PCA, integraron la Unión Democrática contra Perón, y diez años más tarde, apoyaron abiertamente al gobierno militar de La Libertadora (1955-1958), así que, de democráticos, ambos partidos tienen muy poco, por no decir nada, claro está.
[4] La experiencia argentina demuestra que nuestros progresistas son tipos que viven como capitalistas, pero enarbolan ideas de izquierda. Más que progresistas, yo prefiero llamarlos con el nombre genérico de los gorilas comunistas, cuyo pensamiento ha calado hondo en la mentalidad de buena parte de los porteños en las tres últimas décadas. Tanto es así que había un programa cómico de la TV, cuyo protagonista era El Gordo Porcel, en el había un sketch, en el cual, la protagonista era la inefable Susana Brunetti, que hacía de chica joven de familia rica que iba al puesto de diarios de EL Gordo Porcel para comprar revistas (que ni bien se descuidadaba, le eran hurtadas), esgrimiedo su discurso progre, cuyo latiguillo era: “Ah sí. En casa somos todos comunistas. Madre, padre, perro, gato. Todos comunistas” (sic). En uno de los capítulos del programa, ella le cuenta que está organizando un te canasta para recaudar fondos para los niños pobres, con cajas de alfajores. Porcel le dice que está bien que les regalen alfajores a los chicos pobres, pero ella le aclara: “No, no, no, querido. A ellos les vamos a regalar las cajas nomás. Los alfajores los vamos a comer nosotros con el té” (sic). Para mi, eso pinta de cuerpo entero lo que es un gorila comunista.
[5] Su hijo desempeñaría veinte años más tarde, el cargo de secretario de programación económica del ministerio de economía de la nación, cuando el ministro era el Dr. Alfredo Martinez de Hoz (a) Joe (a) El Chicago Boy.
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