Año I – Primera Edición – Editorial: 00000120 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 12 de Enero de 2.012.
El Coraje de Amar
Por Rubén Vicente
Seguro que ya les conté que el 2010 fue el peor año de mi vida, en la salud, en el dinero y en el amor (una auténtica crisis de supervicencia). Sinceramente, le pedí a Dios o al diablo que me llevara, porque ya me daba lo mismo, pero ninguno de los dos quiso, y yo no sabía cómo seguir (la depresión).
Una noche de las mil de soledad que ya había vivido, me agarró la chiripiorca y me registré en una red de encuentros, publicando un aviso en el que ofrecía sexo, afecto, contención y sinceridad, a cambio de lo cual, dije que quería una mujer que fuera joven, soltera, sin hijos, cariñosa, sencilla y, sobre todo, fiel hasta la muerte, porque sin fidelidad no hay amor posible, claro está. ¡Eh! ¿Qué querés Vicentico? ¿La chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos ja ja já?
Y si, porque mi primera mujer (Betina Martelli) es un amor de persona, es mi hermana en Cristo, es mi amiga del alma y fue una excelentísima esposa (1985-2006), y aunque la relación no haya funcionado por esas locas que tiene la vida, yo no quería para mi un trastornada que me destroce el corazón, como lo hizo aquella infinitamente bella chiquilina irresponsable, que ni se merece que la nombre, nada más que por respeto al marido y a los hijos, claro está.
Y ya en junio de 2010, lo peor de la crisis ya había quedado atrás. Ya no quería morir, pero tampoco quería vivir (¿?), y con el apoyo espiritual de mis amigos más cercanos (Sandra, Alberto y Marcelo), abandone el limbo desquiciante y me animé a salir a la vida, a ver si me alcanzaba, y aparecieron tres mujeres suscesivas (aclaro), que son ángeles que Dios envió en mi auxilio (Mirta, Eva y Silvia), que fueron mis enfermeras de terapia intensiva, intermedia y general. Relaciones cortas; nada serio, pero gracias a ellas, el cielo me dio de alta y yo ya estaba para más, aunque jamás las olvidaré y siempre seguirán siendo mis queridísimas amigas del corazón, por el resto de mis días.
Entendeme. Vos viste cómo es esto del amor de un maduro separado hacía ya cuatro años, que es prueba error, hasta que encontrás lo que buscás, o no lo encontrás nunca, y tenés que andar sin rumbo hasta que te llegue la hora final.
Pero no, porque el ocho de enero del año pasado, veo un perfil que me suena muy bien, por la edad, por el estado civil y porque se ve que todavía no hay niños que hayan habitado su vientre. Y qué puedo perder, le mando un e mail. Total..
Cita a ciegas. Yo no tenía ni la más remota idea de que, el doce de enero de 2011, exactamente a las 21:30, con el sol en la constelación de la cabra (capricornio) y con la luna en la casa del tigre (léase: géminis), justo en la heladería de Luis María Campos y Arévalo (Las Cañitas), yo iba a empezar a conocer a Ema Dobrinsky (a) La Poloca (Aries - 38), que se equivocó y le preguntó con cara de asco a un gordo de pelo blanco y barba completa si yo era Rubén, y la sacaron vendiendo almanaques ja ja já.
Cuando se dio cuenta que yo era yo, que le hacía señas de es por acá, dice que le encantó mi sonrisa, y yo cuando ella se sentó en el auto para ir a La Veneciana a tomar café y ver qué honda, ya estaba pensando que yo a esta gorda la mató ja ja já.
Si ella o yo pudiéramos explicar lo que nos pasó aquella noche mágica en que todo comenzó, hoy no estaríamos enamorados. Lo único que me parece razonable para describirlo fue su conclusión de que se alinearon los planetas (sic).
Y si, porque resulta que nos gustamos muchísimo y nos llevamos de maravillas, en todo, pero en todo, todo, todo. No sé si me explico. Así que yo, que cuando veo a la presa lista para ser cazada disparo directo al corazón sin ninguna piedad, decidí no perder más tiempo, y le propuse una convivencia experimental. Total…
No me presiones, con los fines de semana juntos está bien. Son buenas, me dije, temiendo que fuera casada, o algo por el estilo. Fue un domingo, y el miércoles siguiente, yo ya me había olvidado de mis sueños, intentando disfrutar una realidad que pintaba tan placentera como efímera.
Mientras ibamos en el auto a cenar, me dijo estuve pensando en tu ofrecimiento. De qué me estará hablando esta mujer, me pregunté en silencio. Y en la cena, temblando como una hoja, me dijo acepto, quiero vivir con vos. Ah bueno, una tipa coherente, que cuando dice una cosa, no cambia de parecer al día siguiente ja ja já.
Y desde el domingo, seis de febrero, a la hora de la siesta, empezó el experimento de dormir en la misma cama, de compartir la misma mesa, de empezar a conocernos en las buenas y en las malas, de soñar juntos la vida y de querernos cada día más, para nuestra sorpresa, porque veníamos de ser dos malqueridos de larga data, y ella dice que yo soy el gran amor de su vida, qué loca está, por favor, ja ja já.
De mi que opine ella, pero de ella opino yo, y es que sobre todo y antes que nada, Ema Dobrinsky es una gran mujer, con mayúsculas, de esas que ya quedan muy pero muy pocas, contadas con los dedos de una mano. Y para decirlo en dos palabras, la amo.
Sinceramente, no sé en qué terminaremos, porque la vida es muy extraña, pero le agradezco a Dios sólo el haberla conocido, porque la humanidad se merece tener gente así, y para mi, ella es mi redención, y si por mi fuera, firmo contrato por las próximas veinte vidas, con opción a renovación, y ella dice que también, claro está, así que Dios dirá.
Nada más riesgoso que jugarse a mi edad por el amor de una hembra joven, que es una geisha, mezcla con Dña. Petrona C. de Gandulfo y con Canela, pero como siempre repetía mi madre cuando hablaba de las cosas del amor, citando a Don Alvaro de las Casas: "Andando el tiempo te lo perdonarás todo; todo, menos el haber sido cobarde" (sic). ¡Y creo que tenía toda la razón! ¿Verdad?
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
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