martes, 17 de enero de 2012

111 Historia (El Cristianismo)

Año I – Primera Edición – Editorial: 000000111 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 1° de Enero de 2.012.




El Juicio de Dios
Por Rubén Vicente

Insólitamente, en unos pocos meses, todo se cayó como un castillo de naipes. Increíble, pero lo cierto es que, de la noche a la mañana, Tiberio se animó a salir de su guarida de la residencia veraniega de La Isla de Capri, regresando a Roma, sólo para ordenar la conclusión del exilio gaélico transalpino de Arquelao, y su recoronación como procónsul dinástico judeo-romano de Palestina.

Cien buques de guerra de la armada imperial romana lo escoltaron hasta el puerto palestino de Ascalón, y una tropa de cinco mil hombres del ejército lo depositó ante el santo de los santos de El Templo de Jehová de Jerusalén (El Tercer Templo = El Templo de Herodes = El Ex Templo de Satanás).

Lo tuvo que recibir el lider de los fariseos, Isaqar Hei Lamed Abraham Velayati (a) El Persa (a) Haleluiah (a) Aleluya (a) Hilel, de gloriosos ciento tres años de edad, que ya estaba demasiado decrépito como para amonestar al nuevo procónsul judeo romano dinástico satanista de Palestina, prefiriendo dejar el manejo de la crisis en las buenas manos del sumo sacerdote (el caifás) del parlamento judicial palestino (el gran sanhedrín), Cesarión Julius Ptolemaicas (a) Josías Barrabás (a) Joseph Bar Koshba (a) El Carpintero (a) El Gran Impostor (a) El Siervo Sufriente (a) San José (80).

Fue todo tan repentino, que San José ni tuvo tiempo de avisarle a cuarto hijo, Peter Julius Ferer (a) Simeónidas Barrabás (a) Shimon Bar Koshba (a) La Roca (a) Petros (a) Petrus (a) San Pedro (46), que era el lider supremo de los monjes guerreros cristianos (los zelotes), a ver si podía empardar las fuerzas disponibles con la división palestina de la prefectura del pretorio (la policía imperial) y con la escolta militar romana de Arquelao. [3]

Una semana tarde, el gobierno usurpador israelita, liderado por El Mellizo de Jesús (Santo Tomás Apostol) fue completamente desarticulado, nombrándose como nuevo primer ministro judeo-romano-palestino al prefecto de Jerusalén, Isaac Egibi (a) Pontius Pilatus (a) Poncio Pilato (a)  El Ingeniero quien, por ser un judío secretamente convertido al cristianismo (el cripto marrano), garantizaba a todos los palestinos (paganos, fariseos, saduceos, herodianos y cristianos) que no habría represalias por haber jurado lealtad eterna a Israel.

Pero los herodianos del sheol se dieron vuelta en el aire y apoyaron a Arquelao en su decisión política de someter a juicio por alta traición al monarca del ahora extinto Segundo Imperio de Jezreell (Israel) que, públicamente, había reclamado para si, nada más ni nada menos, que el trono imperial romano de Tiberio, es decir, a Emmanuel I Julius Ferer (a) Jesusías Barrabás (a) Yeshua Bar Koshba (a) Jesús de Nazareth (a) Nuestro Señor Jesucristo (a) El Cordero de Dios (50), que estaba en sesión permanente de su gabinete fantasma, operando en absoluto secreto mortal (la omertá) en la mansión de su padre (San José) de El Huerto de los Olivos.

Lo entregó, nada más ni nada menos, que su segundo hermano menor y, a la vez, ex ministro del interior del disuelto gobierno israelita, Tadeus Julius Ferer (a) Tadeos Barrabás (a) Jehuda Bar Koshba (a) San Judas Tadeo (a) El Iscariote (a)  El Traidor que, a cambio, recibió la friolera de treinta talentos romanos de plata (30). [4]

El tribunal fue presidido por el caifás (San José). El fiscal fue el hijo de Hilel (Gamaliel) y el defensor fue el ex prefecto de la ciudad romano anatólica de Nocosia y, posteriormente, ex gran rabino de Roma, Levy Pulcher (a) Mateos Pulcher (a) Matatías Pulcher (a) Matías Pulcher (a) El Ex Satanista (a) El Exhorcitado (a) El Converso (a) El Cripto Marrano, cuyo nombre cristiano era Átalos Hunos Nicodemos (a) Atalus Huno Nicodemus (a) Átalo Hunos Nicodemo, que fue profesor de derecho romano (de ordo iudiciorum romanorum) de Emmanuel en la Universidad de Roma, y que fue convertido secretamente al cristianismo por El Cordero de Dios.

A los cargos de alta traición a Arquelao y a Tiberio se le adicionaron, obviamente, en concurso real, los de proclamarse Hijo de Dios (la blasfemia) y de flagrante apartamiento de la ley judía (la torah), implicando herejía, correspondiéndole en consecuencia la pena capital (la cruxificción) que, por orden del propio Jesús de Nazareth, Poncio Pilato no tuvo más remedio que convalidar, para que se cumplan las órdenes de ]Tiberio, pero también, profecías yavistas referidas, justamente, a El Cordero de Dios, aunque decretando el indulto de Barrabás (San Pedro), claro está.

Desde ese mismísimo momento, Nuestro Señor Jesucristo estuvo en condiciones legales de transitar el camino del dolor (el vía crucis), convencido al ciento por ciento de que su padre celestial (Dyaus = Jehová = Teos = Deus = Dios) obraría con él el mismísimo milagro que practicó con su abuelo paterno, Gaius Julius Caesar (a) Cayo Julio César (la resurrección), y nada más, claro está. [5]

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] Desde La Revolución del Censo del año seis de la era cristiana, los zelotes pasaron a la clandestinidad, operando con sigilo en toda Palestina. En el año del regreso de Arquelao a Jerusalén (33 d.C.), San Pedro se hallaba prófugo, y la policía imperial, ahora liderada por Sejano, no lo perseguía, aunque lo buscaba con discreción, para capturarlo, juzgarlo y condenarlo a muerte por sedición armada (la rebelión), pero pensando indultarlo, a cambio de ciertas condiciones a definir en el momento oportuno que, obviamente, había llegado.

[4] Iscarión era el nombre de la ciudad de la provincia romano palestina de Iscaria, perteneciente a la tetrarquía de La Alta Galilea (Golán), donde San Judas Tadeo tenía su propia residencia de verano, motivo por el cual, en Jerusalén, era públicamente conocido como Judas El Iscariote. Ello es así, aunque la iglesia católica apostólica romana no lo quiera reconocer, diferenciando psicóticamente a las personas de Judas Iscariote y de San Judas Tadeo, que fue exactamente la mismísima persona, claro está. Luego de La Reforma Monetaria de Augusto, comenzó a regir el patrón plata, en cuyo contexto, una onza romana pesaba trescientos veinticinco gramos. Diez onzas equivalían a un as. Dieciseis ases equivalían a un denario. Seis mil denarios equivalían a un talento que, consecuentemente, pesaba trescientos doce toneladas que, divididas por treinta y uno coma diez gramos que pesa una onza troy, da como resultado unas diez millones de onzas troy que, multiplicadas por treinta, nos da un resultado de trescientos millones de onzas troy de plata novecientos que, a valores de diciembre de dos mil once, cotizan a unos nueve mil millones de dólares estadounidenses billete (9 MMD´s), que es el importe del soborno cobrado por Judas Iscariote, a quien razones para traicionar a su hermano obviamente no le faltaban, claro está. Obviamente, semejante peso en oro no hubiera sido fácil de transportar a ningún lado, y por ello, es altamente probable que se le haya entregado una letra de cambio griega representativa de ese valor, también probablemente a cobrar en Roma, que era el único lugar de todo El Imperio Romano (La Magna Roma) donde podía hallarse esa cantidad de plata, extraída de las minas del proconsulado de Hispania, claro está. Así que no puede saberse a ciencia cierta si Judas Iscariote se ahorcó por remordimiento, o si fue ahorcado, luego de robarle su documento al portador. Conste.

[5] La técnica de volver a la vida a una persona es desconocida hasta el día de la fecha. Sin embargo, no porque no sea conocida estamos obligados a decir que no es posible provocar la resurrección de alguien.  Sabemos que mucha gente sostuvo que, días después de su muerte, Julio César se apareció ante todos en cuerpo y alma en La Tribuna de las Arengas de la capital romana y, luego, durante las siete noches (7) que duraron sus propios funerales habidos en El Coliseo Romano. También sabemos que Jesús resucitó a La Hija de Jairo y a Lázaro Guitta (a) El Hijo de Simón El Mago. Si pudo eso, bien pudo haber causado su propia resurrección. Lo curioso de esas cuatro resurrecciones (Julio César, La Hija de Jairo, Lázaro Gitta y Jesús de Nazareth) es que las apariciones se operaron por espacios breves, tal vez de no más de unos pocos minutos, sin que quienes escribieron sobre ellas (Suetonio y Los Evangelistas) hayan dicho ni una palabra sobre algún hecho posterior a la resurrección de los resucitados, lo cual también es un misterio, claro está. Si los seres humanos ya controlamos la técnica de la clonación y estamos estudiando la posibilidad de viajar en el tiempo y la teletransportación de un lugar a otro, que implicaría la desmaterialización en un lugar y la posterior rematerialización en otro lugar, para Dios, creador del universo, técnicas como esas o, incluso, la de la resurrección, no son imposibles, claro está. Entonces, lo más misterioso para mi no es que Dios haya operado la resurrección de Julio César o la de Jesús de Nazareth, sino que Dios haya dotado a un ser humano (léase: Jesús de Nazareth) del conocimiento de una técnica con la que volvieron a la vida La Hija de Jairo y Lázaro Guitta, que bien puede considerarse como un regalo del altísimo (el don divino). Consecuentemente, mi conclusión es que esa es otra razón por la que yo creo que, evidentemente, Jesús de Nazareth debe haber sido El Hijo de Dios (El Verbo Encarnado), o algo por el estilo, y nada más, claro está.

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