sábado, 14 de enero de 2012

91 Historia (Argentina)

Año I – Primera Edición – Editorial: 00000091 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 7 de Diciembre de 2.011.



Los Reservados de Guirsú
Por Rubén Vicente

Era 1975. Yo tenía casi diecinueve años de edad y cursaba el sexto año del bachillerato comercial, en el Instituto Inmaculada de Castelar (Partido de Morón, Provincia de Buenos Aires). Mis padres me autorizaron a viajar a San Carlos de Bariloche (Departamento de Bariloche, Provincia del Río Negro), con mis compañeros del colegio, en viaje de egresados. (¡guau!).

Viajamos en un micro grande de la empresa Ati SA de Buenos Aires. El Mono García se quedó dormido y El Enano Bianchini aprovechó para pasarle pasta dental por los agujeros de la nariz, y el mono se frotó toda la cara porque le picaba, ja ja já.

Mate y truco infaltables, mientras desaparecían las casas y nos metíamos en el campo y en la noche bonaerense, escuchando a los Beatles, Manal, Almendra, Sui Géneris y Pappo, y sin padres ni profesores que nos molesten con nada ni por nada. ¡Ahjj, qué placer!

En eterna sorna contra el pelado de inglés, que había vivido en Sudáfrica siete años, El Enano decía que él era Lord Bankein y a mi me puso Lord Vincent, y juntos, éramos The London Team, que fue imbatible en el naipe nacional, pero obvio, debíamos revalidar nuestros títulos dónde fuera.

Y nos dormimos y nos despertamos después de cruzar La Pampa, en un lugar de La Patagonia llamado Piedra del Águila. Horas después, El Chocón Cerros Colorados, que me pareció im-po-nen-te, y después de una monotonía muy embolante, el micro gira de golpe y en frente nuestro se extiende el Nahuel Huapi. Acá vive Dios, pensé, mientras me caían las lágrimas de la emoción, por tener un país así, que es de todos, pero que también es mío, qué joder.

Lagos azules, montañas grises, blancos picos nevados, flores amarillas y rojas y gente, mapuche y vikinga, por la ruta y en la ciudad, que parece Suiza,  o algo por el estilo. Hotel Catedral. Sencillo pero confortable, creo que con el enano y con Tucho Mendez como compañeros de cuarto. Fueron nueve días inolvidables, de dormir a la mañana, de hacer excursiones a la tarde y de salir a bailar a la noche. Cristina de no sé dónde era preciosa y me andaba atrás en Girsú, pero yo estaba loco con ir a los reservados con Azucena, que era de un colegio de monjas de La Matanza, y eso fue justamente lo que fue, porque nos matamos hasta que apagaron las brazas del hogar, ja ja já.

A la salida, quedo caminando con Billy Gonzalez, que tenía diez en todo (¡puaj!), y para hacerse el cheronca me dice que se la levantó a Cristina. Le pregunté si pasó algo, y él me aclaró que le sacó el tubo. Ah bueno, un matador, ja ja já.

Una tarde nos fuimos con Tucho a comprar sueters tipo bariloche. Él quizo ver uno del estante de arriba de todo y la señora se subió a la escalerita, y él me dijo qué ganas de faltarle el respeto a esta señora. La tipa lo escuchó y nos echó, mocosos insolentes, ja ja já.

Riquísimo el cocholate y las tortas de La Casa Suiza, y hermosa la confitería giratoria de El Cerro Catedral, y qué lindo fue lanzarnos en los trineos, y qué maravilla los lagos del sur, y que hermosos los bosques patagónicos, pero qué linda era La Finca Inalco, que era ecológica, nos dijo el guía. ¿Eco qué? [3]

Y meta dormir, y meta pasear, y meta bailar y meta no se puede decir, ja ja já. Y se acabó el tiempo y al micro de nuevo. Adiós Nahuel Huapi, adiós Bariloche, ni bien pueda volveré, y otra vez a la monotonía, y otra vez El Chocón, y en Piedra del Águila nos paran tres camiones militares. Se bajan y nos ordenan abrir el equipaje, nos sacan nuestra ropa y se hacen humo más rápido que volando. [4]

Seguimos, y un hora después, mientras yo dormía como un buey, siento algo que me aprieta fuerte la sien izquierda, con tanta mala suerte que lo agarro con la mano para ver qué era, abriendo los ojos y dándome cuenta que es el caño de un Fal, mientras el soldado morocho me grita abajo.

Todos contra el micro, con las manos contra la chapa de la carrocería y las piernas separadas, como diez minutos, abrieron las valijas, las cerraron sin tocar nada, y se fueron.

El chofer estaba blanco como una tiza, dicidiéndonos que le dijeron que los de antes habían sido los guerrilleros (sic) y que la semana pasada el ejército agarró a una chica volviendo de Bariloche en micro, que tenía explosivos en su bolsón.

¿Qué mierda quieren con mi patria estos zurdos hdp? Les agarré mucha bronca al erp y a los montoneros, porque no entendían que estábamos viviendo la democracia constitucional justicialista por la que ellos lucharon más que nadie y la gente quería paz y trabajo, y no seguir con la guerra revolucionaria, claro está.

Por eso, meses más tarde, cuando hasta mi viejo ya veía que se iba todo al jocara mal, desde la terraza de mi casa, aplaudí como loco los vuelos razantes de los caza de la séptima brigada aérea de Morón, liderada por el Brig. FAA Dn. Jesús Orlando Capellini, que según mi opinión, nos salvarían de la guerra civil, aunque tuviera que caer Isabel, pensaba yo, como tantos otros, que ni soñábamos que Tucumán sería pour la galerie, mientras la otra guerra de La Operación ´Noche y Niebla´ se libraría de un modo monstruoso, en las salas de tortura de las cárceles clandestinas de El Proceso, mientras todos aplaudíamos la largada del Rally desde el ACA en el 77´, o El Mundial 78´, riéndonos en la facultad de La Patricia Derián, y pensando que Hebe de Bonafini no era más que una vieja puta quilombera, sin saber que sus dos hijos vivos, sanos, salvos e ilesos trabajaban para Schoklender padre en España y sin saber que ella es de la CIA, del mismo modo que Estela Carlotto es de la DGSE de Francia, porque acá el que no corre vuela (y no me jodan).

Por eso, cuando a mi me preguntan en qué país vivía yo durante los años de plomo, yo le pregunto al que me lo pregunta, a dónde vivía él que, al igual que todos, ni se imaginaba los intereses inconfesables que se jugaron en la última etapa de La Tercera Guerra Civil Argentina (1955-1983).

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] Tenía un tanque de fibrocemento lleno de bosta, usada como combustible para la calefacción interna, que no daba ningún olor. Veinticinco años más tarde, vía Partrick Burnside, autor de El Escape de Hitler, Ed. Planeta (2000), me enteré que allí se habrían escondido Adolf Hitler y Eva Braun, luego de fugarse de Berlín, el treinta de mayo de 1945, viviendo allí hasta 1952, en que se mudaron a La Finca de los Tulipanes de la Estancia La Anita, de Mauricio Braun Menendez, con costa en El Glaciar Peritto Moreno, cercana a El Calafate (Provincia de Santa Cruz), donde El Fuhrer y su mujer habrían resido hasta 1959 y que en 2004 fue visitada por Néstor y Cristina con la reina de Holanda y su nuera argentina, es decir, a su alteza real, la princesa Máxima Zorraguieta van Orange zu Amsberg. Se ve que a los cuatro les interesaba la sencilla arquitectura local. No sé si me explico.

[4] Como diría el inefable Alberto Olmedo: “No privaron ilegítimamente de la libertad momentáneamente; pusieron en riesgo nuestra integridad física y vejaron nuestra integridad moral. Todo se los perdoné, pero que a mi me afanen el Montgomery de jean con cuello Mao, eso si que no se los voy a perdonar” ja ja já.

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