Año I – Primera Edición – Editorial: 000000107 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 28 de Diciembre de 2.011.
La Revolución del Censo [3]
Por Rubén Vicente
En el año sexto de la era cristiana, la situación en el proconsulado romano de Palestina era material y espiritualmente explosiva. Muerto el monarca judeo-romano dinástico (Herodes Coatas), su hijo (Arquelao) era completamente inepto para mantener la integridad territorial, la cohesión poblacional y la autodeterminanción gubernamental.
Como si eso no fuera poco, los partidos político-religiosos del parlamento (el gran sanhedrín), es decir, los fariseos, los saduceos y los herodianos, estaban internamente divididos y, a la vez, enfrentados entre sí, pugnando por el control exclusivo y excluyente de las estaciones de la ruta de la seda (las madinas = los vilayatos = los guetos), que unía el comercio del oriente con el del occidente, desde Kyoto hasta Gadez (Cadiz), y viceversa, como así también, por espacios de poder en el gobierno proconsular y por el control del tesoro judío mundial (el banco central yavista = el kajal = la caja).
Y para colmo de males, los drúidas-budistas (los escenios = los nazireos = los nazarenos = los cristianos) y, sobre todo, su fuerza de choque (la milicia de los monjes guerreros = los celosos de la santísima trinidad = los celadores = los zelotes), subvertían todo el orden moral yavista, en todas las provincias (Golán, Canaá, Samaría, Judea, Petra y Neguev, también llamada Idumea), convirtiéndose en una auténtica amenaza para la seguridad del estado palestino, territorialmente controlado por esos guerrilleros al treinta y tres por ciento septentrional (33%), siendo sus dos bastiones las provincias norteñas de Golán y de Canaá, comenzando a extenderse su fuerza paramilitar al resto de Palestina y, también, a los proconsulados de Mesopotamia, de Siria, de Arabia y de Egipto, generando el insomnio del romano emperador (Augusto).
En semejante contexto, los yavistas liberales (los saduceos), liderados por Matatías Boetos, se reunieron en La Conferencia de Petra, para discutir las posibilidades de diálogo interconfesional y político con los escenios, con el objetivo de sentar las bases de una nueva creencia religiosa, en cuya virtud Dyaus sería identificado con Jehová, y viceversa, bajo la denominación común, neutra y aceptable para todos, de llamarlo con el nombre de griego de Teos (Deus = Dios), dejando de lado el tema de qué debía hacerse con la mujer de de Dios (Gaia) y con su hijo (Issa).
El plan de Matías era superar esas diferencias teológicas aparentemente insalvables (el sincretismo), para posibitar que un varón escenio se casara con una mujer judía y tuvieran un hijo varón escenio-judío, es decir, nasireo (nazireo = nazareno = cristiano), forjando una unión teopolítica en cuya virtud el pueblo elegido (los judíos) volviera a integrar La Gran Casa de Israel, y viceversa, provocando la reunificación la nación palestina, obviamente, contra los romanos.
Se llegó a un acuerdo y Matatías le encomendó la tarea de negociar con los escenios a su segundo de abordo, es decir, al gran rabino saduceo de La Baja Galilea (Canaá), esto es, a Cesarión Julio Ptolmaicas (a) Josías Barrabás (a) Joseph Bar Koshba (a) El Carpintero (a) San José (a) El Gran Impostor (a) El Siervo Sufriente (56). [4]
Quince días más tarde, San José presidió La Conferencia de Migdal (Magdala), de la que participaron los líderes saduceos y escenios, que fueron representados por su suegro, Joaquín Trencavel (a) Moshé Sharon (a) San Joaquín (86).
En ese contexto, San Joaquín explicó que el cuerpo, la mente y el espíritu son las tres partes inescindibles de la totalidad del ser humano, que por ello es uno y trino a la vez, de la misma forma que Dyaus, Gaia e Issa son las tres personas divinas (el padre, el hijo y el espíritu santo) que, hacia los terceros, se manifiesta como una sola entidad sobrehumana, llamada con el nombre de la santísima trinidad.
Se acordó reconocer que Dyaus es Jehová, y viceversa, dejando lo de Gaia y lo de Issa para otro debate a parte, en fecha a convenir, vinculado no con la escencia divina, sino con la naturaleza divina, siendo la consecuencia que ambas religiones (saduceismo y escenismo) fueran concebidas como igualmente monoteistas. [5]
Volvieron a reunirse posteriormente a puertas cerradas (con llave = con clave = cónclave) en la residencia jerusalemita de San José, los saduceos, los escenios y, también, los fariseos, liderados por Isaqar Hei Lamed Abraham Velayati (a) Haleluiah (a) Aleluya (a) Hilel, es decir, con el más grande de todos los teólogos yavistas de la historia universal, firmándose El Pacto del Monte de los Olivos, que documentó la unidad espiritual entre los esenios y los judíos (saduceos y fariseos) de Palestina, pero ad referendum de lo que dijera el sumo sacerdote fariseo del gran sanhedrín (el caifás) de El Templo de Jehová de Jerusalén (El Tercer Templo = El Templo de Herodes (a) El Templo de Satanás), Ananías Asmoneos que, sencillamente, dijo a todo que no, y no se hable ni una palabra más de esta locura sincretista. [6]
Pero al día siguiente, mientras la humanidad del mundo entero (orbis), desde Kyoto hasta Gadez (Cadiz), se preparaba para celebrar La Festividad del Sol Invicto (Mitra = David), sobrevinó el fallecimiento por ataque cardíaco de Ananías. Cuatro días más tarde, siendo el veinticinco de diciembre, Hilel reemplazó a Ananías y convalidó la unión de los escenios con los judíos (fariseos y saduceos), contra los herodianos de Arquelao y contra los romanos de Augusto.
A medianoche, mientras brillaban en el cielo los fuegos mitraicos (las cañitas voladoras), Jesús de Nazareth (23) ingresó de incógnito en el templo, se volvió transparente y luminoso (léase: fluorecente = la transfiguración), gritó sem jam forash, se abrió el gran muro, entró en el santo de los santos y le ordenó a Satanás que abandonara el lugar inmediatamente, para que volviera a ser el hogar de su legítimo propietario (Dyaus = Jehová = Teos = Deus = Dios).
Al día siguiente, una asamblea general del gran sanhedrín, presidida por Hilel, acordó aceptar la reincorporación de los herodianos del sheol, a cambio de que se arrepintieran de todos sus sacrilegios y de que le rindieran culto sincero a Jehová, traicionando su juramento de lealtad satánica con Arquelao.
Desde entonces, quedó sellada la unidad espíritual de todos los palestinos (los fariseos, los saduceos, los herodianos y los escenios), a través de la firma de El Tratado de Jerusalén, en cuya virtud se proclamó a Jesús de Nazareth como monarca de El Segundo Imperio de Jezreell (léase: Israel), esta vez, con capital religiosa y política en la ciudad sagrada de Jerusalén, quedando instaurada entonces la dinastía israelita-gaélica-romano-germana de Los Julius Ferer, nombrando como primer ministro a su hermano mellizo, Theodore Julius Ferer (a) Teodoro Barrabás (a) Toma Bar Koshba (a) Diodoro (a) Santo Tomás Apostol (a) El Evangelizador de la India. [7]
En otras palabras, a través de El Tratado de Jerusalén, esos malditos palestinos estaban declarando públicamente que desconocían abiertamente la autoridad legítima del monarca dinástico judeo-romano (Arquelao Coatas) y la del divino emperador romano (Ausgusto César), lanzándose psicóticamente, nada más ni nada menos, que a La Revolución Cristiana, dando inicio a La Guerra Civil Palestina.
Lógicamente, la misma sería ahogada en sangre, nombrando Augusto un interventor imperial romano (Cirino), que ordenó el exhilio dorado de su magestad judía (Arquelao) en La Galia Transalpina (Franconia) y la realización de un censo de población, que sería la base de cálculo de los nuevos impuestos al comercio de la ruta de la seda y a las tenencias de oro y plata del banco central judío (el kajal = la caja), para financiar un plan de obras públicas romanas, que darían trabajo a todos y que acabaría con la crisis económica y social (la pacificación); conociéndose todo ese proceso con el nombre histórico de La Revolución del Censo. [8]
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
[3] Aclaración previa. Luego de la disolución del Imperio de Jezreell (Israel), operada en el siglo octavo antes de nuestra era, que llegó a extenderse desde el Indo hasta Gibraltar, los seis estados residuales del oeste (Helenia, Anatolia, Siria, Egipto, Punia y Etruria) conformaron una confederación israelita occidental (la anfictionía), designada con los nombres alternativos de Samaría o bien, de La Gran Casa de Israel, con sucesivas sedes en la ciudades mediterráneas de Tiro, Sais, Cartago y Gadez (Cadiz), cuyo emblema identificatorio estaba conformado por dos triángulos equjiláteros cuyos vértices superiores se oponían entre sí, llamándoselo con el nombre de La Estrella de las Seis Puntas (por los seis estados miembros de la anfictionía mediterránea), que luego sería conocida como La Estrella de David (Koshba), que no es judía sino samaritana, ya que el estado israelita residual oriental, fue llamado con el nombre de Judá (Judea), que abarcaba desde el Indo hasta el Jordán, con capital en Jerusalén, que adoptó como símbolo patrio El Cuerno de Oro (el shofar), y no La Estrella de David de los samaritanos del occidente mediterráneo (los israelitas), motivo por el cual, desde entonces (814 a.C.), ser judíos orientales o ser israelitas occidentales era lo mismo que referirse a términos geopolíticamente opuestos y antagónicos. Conste.
[4] Ya hemos visto en el artículo anterior, titulado con el nombre de La Tribuna de las Arengas, que Julio César y Cleopatra tuvieron un hijo llamado Cesarión Julio Ptolemaicas, que fue salvado de la muerte por los sacerdotes de Osiris y escondido en el proconsulado de Palestina, donde adoptó las falsas identidades decapolitana de Josías Barrabás y hebrea de Joseph Bar Koshba, convirtiéndose en un magnate de la madera (la carpintería), que proveía catapultas para el ejército romano que, además de ser un lider de los escenios, logró posicionarse como sacerdote yavista (el levita judío) del partido teopolítico liberal del gran sanhedrín (los saduceos).
[5] Las cuestiones teológicas se plantean en términos esenciales, naturales y contingentes. La escencia es lo principal, mientras la naturaleza es lo accesorio y la contingencia varía según las circunstancias particulares de modo, tiempo y lugar.
[6] El primer templo de Jehová fue El Templo de Salomón, destruído hasta los cimientos por Nabucodonosor (586 a.C.). El segundo templo fue El Templo de Esdras (519 a.C.). El tercer templo fue El Templo de Herodes (20 a.C.) que, en realidad, era un templo romano que dejaba encerrado en su interior a El Templo de Esdras, que desde el año 40 a.C. estaba cooptado por El Angel Caído (Lucifer = Satanás), gracias a los conjuros diabólicos del sumo sacerdote de aquella época, Hircano II Egibi Asmoneos (a) El Nigromante (a) El Satanista, que fue el maestre de La Hermandad del Infierno (El Sheol), cuyo interés vital era evitar a toda costa el nacimiento de El Mesias de Israel, que destruiría el templo, expulsaría a los judíos del proconsulado romano de Palestina y les arrebataría el control monopólico del kajal y de la ruta de la seda.
[7] En arameo, la palabra mellizo se dice toma; traducible al griego como taoma; al latín como tomasius y al castellano como tomás.
[8] Diez mil zelotes fueron flagelados mediante la cruxificción (10.000), que era la pena de muerte que los persas daban a sus presos políticos, que fue importada por los griegos, y después por los romanos.
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