Año I – Primera Edición – Editorial: 00000098 [1]
El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 15 de Diciembre de 2.011.
Y Al Qué No Le Gusta…
Por Rubén Vicente
Cuanta más indigencia, mayor es la necesidad imperiosa de los indigentes de zafar de esa situación moralmente desesperante. La mayoría soporta ese diario martirio social con un estoicismo digno de la canonización, viviendo en la villa y trabajando fuera de ella, como domésticas o peones, para gente que jamás comprenderá lo que es el infierno en vida, pero de por vida.
Los menos, casi siempre adolecentes y jóvenes, resuelven su conflicto existencial de modo expeditivo, lanzándose al fondo del abismo, comenzando ellas a ejercer la prostitución y ellos a salir a robar, haciendo justicia por propia mano, y listo, total, mejor vivir mal y ser un malviviente, que seguir sumergido en la ignominia que ellos no causaron, obvio.
Pero una selecta minoría, por inusitada conciencia de auto superación personal, que se ve que no es más que pura iluminación divina, ve en hacerse policía una salida honorable para su penuria interminable. Y piden el trabajo, y van a la academia un par de semanas, y visten el uniforme con la chapa, y calzan la reglamentaria, y se suben la patrullero que sale a las calles feroces, para comenzar a ganarse la vida dignamente, sirviendo a la comunidad y debiendo enfrentar frecuentemente a sus pares sociales desmadrados.
A poco de andar en el servicio público, empiezan a darse cuenta que ese idilio con el pueblo y sus instituciones no es eterno ni mucho menos. Los barrios obreros, con sus casitas de material, son sus campos de batalla en cada jornada de trabajo, donde el enemigo no es sólo la delincuencia que los diezma, sino también, el vecindario que los odia visceralmente, nada más que porque saben que ellos son la flor del fango de la villa que tienen a pocas cuadras.
Y al volver a la comisaria, se dan cuenta que los superiores chapalean como cerdos malditos en la inmundicia execrable de la caja, que debe ser alimentada de las maneras más deleznables, porque los de arriba de todo no quieren otra cosa que financiamiento para sus campañas, importándoles un rábano la seguridad ciudadana, aunque vivan declamando hipócritamente a favor de los derechos humanos y de la democracia constitucional.
Así terminan siendo los guardianes del orden de un sistema en el que los de abajo no quieren laburar, los de arriba no quieren invertir y los de más arriba no paran de afanar, y así no se puede. Y al que no le gusta … [3]
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
[3] No pienso robarle derechos de autor a nadie, estén inscriptos o no, y menos a un indigente, que ni se cómo se llama, pero un mediodía, me dijo mientras me llevaba al trabajo, lo que él pensaba de la situación nacional: “Vea señor, yo no fui a la escuela. No sé leer ni escribir. Vivo en un cuarto de pensión con mi mujer y mis cinco hijos. Siempre llevó una bolsa con comida para que no pasen hambre, y pago el alquiler, aunque tenga que trabajar dieciseis horas por día acá sentado, porque no quiero que se crien viviendo del plan trabajar como éstos que cortan Alem… Yo me crié en el campo y trabajé diez años de peón; así que, de campo sé. Y hace diez años que son taxista en esta ciudad; así que de ciudad sé. Y le digo lo que yo veo que pasa en este país. Los de abajo, no quieren laburar; los de arriba, no quieren invertir; y los de más arriba, no paran de afanar. Y así no se puede, vio”. Sinceramente, un estadista, que haría quedar a Winston Churchill a la altura de un poroto. Aunque no lo conozca, sea este mi respetuoso homenaje a su gran sabituría personal.
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