viernes, 13 de enero de 2012

84 Historia (Argentina)

Año I – Primera Edición – Editorial: 00000084 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 30 de Noviembre de 2.011.



¿Jugamos una Partidita?
Por Rubén Vicente

Era 1971. En ese entonces yo tenía quince años, provenía de un hogar peronista, cursaba el tercer año del bachillerato comercial en un colegio de curas (El Instituto Inmaculada), y mi mejor amigo del barrio era Carlos El Rubio (Aries - 14), que era el hermano mayor de Jorgito El Mago (Sagitario - 12), y ambos eran los hijos de René Dana (a) La Turca (Cáncer - 38), que era la mujer de Juan El Marido de René (Tauro - 41), y vivían a la vuelta de mi casa, en el chalet de la calle Jonte 1.046 (Castelar, Morón, Buenos Aires), con los dos hijos de Juan, que eran Marcelo (?) y Nora (?), que eran raros, porque él sólo leía el patoruzú, miraba con cara de loco, y lo único que decía era chau cuando se iba, y la hermana, pobrecita, era deficiente mental, y deambulaba todo el día hamacándose sobre sus piernas, mirando a la nada y sonriendo embelesada, como si estuviera enamorada, vaya a saber uno de quién.

Los sábados y domingos mi madre (Dora - Capricornio - 48), no podía lograr tenerme sentado en la mesa del almuerzo familiar y, ni bien mi padre (Alberto - Piscis - 46) anunciaba que se iba a dormir la siesta, yo salía disparado para lo de Carlos El Rubio, pues tenía que ayudarlo a preparar todo para el ensayo de nuestra incipiente banda de rock nacional, que cambió de nombre tres veces en sus dos primeros años de existencia, aunque todavía no hubiéramos dado ni un maldito recital (Espuma, Crisis y Madre Tierra), pero igual estábamos más que decididos a presentarnos en El Festival Buenos Aires Rock (Barock), en el velódromo municipal, y yo decía que seríamos tipo Arco Iris, pero él sostenía que seríamos onda los Quilapayún. Perdón: ¿los quila qué? [3]

Carlos (batería) y yo (única voz), esperábamos a los que venían desde lejos, que eran Horacio Montesano, primera guitarra, Villa Luzuriaga (Tauro - 14); Daniel Coronel, segunda guitarra, Villa Real (Virgo - 16) y Angel Sasone, bajo, Caballito (Acuario - 16). [4]
De pronto, como todos los sábados a eso de las dos de la tarde, cuando faltaba para que llegaran los demás, aparecía Juan El Marido de René, todo despeinado, con los ojos claros y saltones lagañosos, pantuflas, pijamas y una robe de chambre rayada de colores rosa y gris que era es-pan-to-sa (parecía el internado de un hospicio), aceptando el primer amargo de la jornada que le alcanzaba La Turca, mientras él nos preguntaba sonriendo cordialmente: "¿Jugamos una partidita?"

Carlos El Rubio bajaba la cabeza y ponía cara de culo, y no quería saber nada, porque ya estaba harto de que él siempre le hiciera jaque mate antes de la décima jugada, pero yo no arrugaba, vanamente ilusionado en que algún día le haría tablas y después le ganaría, pero era im-ba-ti-ble.

Y partida va, partida viene, yo que soy un preguntero desde chico, lo empecé a interrogar dónde había aprendido a jugar así al ajedrez, y las charlas se hacían gratísimas, porque resultó que él era algo así como El Libro Gordo de Pepete (léase: el Google de los 70´), porque sabía de historia lo que le pidas, y me fascinaba hablar de política con él, que según dijo muy suelto de cuerpo, era marxista-leninista, justo en ese momento de los años de plomo. Qué cojones, pensé.

Y te digo más, trabajaba como periodista en el diario La Opinión de Jacobo Timmerman, y por él me enteré que el primer marido de La Turca y padre de Carlos y de Jorgito, también era marxista-leninista, compañero de la redacción del diario y escritor de novelas (Marcos Rivak (a) Andrés Rivera - 43), que venía a esa casa finde de por medio con su segunda mujer, para ver a sus dos hijos varones, y nos trenzábamos en fabulosos cuadrangulares, donde los que salíamos siempre hechos trizas éramos invariablemente Carlos y yo, obvio.

Andrés también hablaba de política, pero Juan era stalinista y él era maoista, y siempre nos contaba detalles nuevos de su largo viaje a China Popular, donde había sido corresponsal dos años (¡guau¡). [5]

Y yo, que tenía un padre, que había sido secretario general de la Federación Argentina del Personal de Gas del Estado (FAPGDE) en la época de Ilia, y que era más peronista que Lorenzo Miguel, si algo así era posible, pretendía discutirles a los dos juntos (Juan y Andrés), nada más ni nada menos, que de igual a igual, sin saber en realidad con quién estaba compartiendo el tablero en aquellos días, junto con mi formación política informal, de evidente influencia doble (léase: justicialista y marxista).

Hasta que más o menos a las cinco de la tarde caían Horacio, Daniel y El Gordo Angel, y se acababa el ajedrez y la política, dando paso a la música, que atraía a las chicas del barrio, que se venían con una torta y un par de coca colas de litro envasadas en botella de vidrio, a escucharnos ensayar hasta las nueve de la noche, y se ve que también iban buscar el primer novio, porque Marcela García (Escorpio - 14) estaba muerta con Carlos El Rubio, pero Alicia Motta (Aries - 16) a mi todavía no me daba ni la hora, aunque después se transformara en mi primer amor. [6]
Fueron cuatro años muy felices, pero en 1974, cuando ya toda esa barra transitaba la segunda adolecencia (16/20), las cosas cambiaron drásticamente, una tarde de verano, que entré a esa casa de la que me habían hecho una copia de las llaves del living de la entrada, porque me consideraban como de la familia, viendo en una de las paredes de ese ambiente, una leyenda estampada temblorosamente con aerosol de color verde claro chorreado, que rezaba: "¿Por qué no me coges más papá malo?". (¡chan!)

Ni hola dije. Había un clima irrespirable. El aire se cortaba con tijera. A Marcelo lo vi salir de la casa por ultima vez, porque después nunca más volvió a aparecer (¿?). De Nora me dijeron que estaba internada desde la mañana, en la clínica de Raúl Matera, y puteaban La Turca René y Juan El Marido de René, porque les pidió un millón de dólares para operarla (¿¿¿???). [7]

A los pocos días, Carlos y yo fuimos a La Heladería Bariloche, de la esquina de Arias y Santa Rosa, atendida por un matrimonio de suizos, que pasaban nuestro otoño-invierno allá y nuestra primavera-verano acá, pero ya estaba cerrada, porque era casi medianoche, y nos quedamos fumando ahí, decidiendo si nos íbamos al bowling o a dormir.

De la nada, salió un policía que nos gritó que nos pusiéramos contra la pared y separáramos las piernas. Yo no entendía nada, pero Carlos El Rubio me dijo callate, no hablés. El cana empezó a gritar para el lado de Santa Rosa, y vinieron tres policías más, que hablaron con él en voz baja, y luego en voz alta, dándonos cuenta que pensaban llevarnos detenidos (¿?) y que "… los vamos a pasar por la parrilla guachitos de mierda, y los vamos a rapar…" (sic).
Juro por Dios, por Nuestro Señor Jesucristo y por la Santísima Virgen María que yo no tenía ni la menor idea de qué mierda podía ser la parrilla, pero estaba seguro de que no era nada lindo. Pasó como media hora y nada, seguíamos los seis ahí. De pronto, de las sombras de la avenida Arias, cuyos postes de luz tenían las lámparas como quemadas o rotas, sale La Turca René, que venía caminando sola en remera, jeans y ojotas y, viéndonos así, se puso como una leona que le tocan los cachorros, y empezó a reputear a los policías, hasta que los tipos la redujeron y se la llevaron a ella para el lado de Santa Rosa, con nosotros dos contra la pared y el cana apuntándonos con la cuarenta y cinco, y nosotros cagados en las patas.

Como a la hora vuelve a aparecer René, sonriendo con dos policías, que no eran ninguno de los antes se la habían llevado, despidiéndola como si fuera La Reina de Inglaterra, o algo por el estilo, mientras le ordenaban al cana que nos tenía que nos largaran inmediatamente, y se hicieron humo los tres para el lado de Santa Rosa, y nosotros por Arias.

Mientras caminábamos los tres de vuelta para la casa de Carlos El Rubio, La Turca René la dijo su hijo que "… Ahí al lado de la heladería vive el nuevo jefe de la policía federal, comisario Villar, que es muy amigo de Juan, y cuando me vio y le dije que soy su mujer, se paró, se cuadró y me pidió mil disculpas por el mal entendido…" (sic).

Nos olvidamos, pero semanas más tarde, Carlos no empezó el colegio, porque decía que se sentía mal y, la verdad, estaba demacrado a pesar de la pileta y del sol. René me agarró a parte y me contó todo (leucemia). Desde entonces, mis visitas se hicieron diarias y con los demás de Madre Tierra seguíamos ensayando ahí mismo los fines de semana, a pedido de La Turca René, que le hacía creer a su hijo que pronto empezaría las clases normalmente. Pasó el tiempo y, después de cada transfusión de sangre, hecha en esa casa por una enfermera que, antes de retirarse, me miraba como pidiéndome que no me la creyera, porque no había más nada que hacer, Carlos decía que se sentía de maravillas, y que pronto volvería a tocar la batería y empezaría el colegio.
Las chicas dejaron de venir a vernos ensayar. Un día de invierno le pregunté a La Turca René dónde está Juan, que hace como dos meses que no lo veo. Como triste me dijo: "Se fue a Roma… Lo nombraron corresponsal allá… Nosotros nos vamos a vivir a Luján en diciembre, porque yo voy a empezar a estudiar ciencias de la comunicación social allá el año que viene", y nunca más se habló del tema.

Carlos no volvió a levantarse de la cama, aunque se la hayan pasado de su dormitorio al living para que viera los ensayos, obviamente, sin batería, pero se quedaba dormido y una noche, cuando los demás ya se habían ido y yo estaba por hacerlo, se despertó, tomó agua, me mandó a la cocina a traer un cenicero, me convidó un particulares sin filtro y charlamos sobre el tema Nora, hasta que se puso todo colorado y me dijo con los ojos celestes desorbitados, y lágrimas cayéndole detrás de sus lentes tipo John Lennon que tanto amaba: "Pato, te voy a pedir un favor que quiero que me hagas sin preguntarme nada, ni por qué ni nada… Borrate de acá… No vengas más… Vos no sabes quién es ese hijo de mil puta de Juan" (sic). ¿Qué? ¿Te volviste loco Carlitos?¿Si se fue a Italia? ¿Qué me me estás hablando?

Cuatro meses más tarde, justo el dos de noviembre (el día de todos los santos), Carlos Rivak Dana (a) Carlos El Rubio estaba muerto y enterrado. Mientras abandonábamos el cementerio de Morón, mi tío Oscar (Cáncer -37), que decía que él era nacionalista, me dijo: "Tenía razón lo que te decía tu amigo, porque esta gente anda en la subversión, y les van a reventar la casa con vos adentro. Hacerme caso. Dejá de ir. Creeme que yo sé lo que te estoy diciendo…" (sic). ¿De qué carajo me estás hablando tío?
                                             
Y ellos se fueron nomás en diciembre, y esa casa del pueblo quedó cerrada varios meses, sin que nadie más viviera en ella ni fuera alquilada a nadie. Sin embargo, los sábados y domingos, la parecita blanca del frente de la casa seguía siendo el punto de encuentro de los más veinte que nos juntábamos para jugar al futbol en la cancha de enfrente, que era de brea, porque era la ex playa de estacionamiento del supermercado Canguro, hasta que un domingo de mayo de 1975, exactamente a las seis y diez de la tarde, cuando oscurecía, aparecieron tres Dodge Palara  blancos con el techo vinílico negro (3), de los que salieron más de diez tipos de addidas blancas, jeans, camisa celeste, chalecos negros y escopetas (10), que rompieron la puerta de entrada a patadas y a culatazos y se metieron.

Estuvieron como media hora, y salieron con varias bolsas de arpillera llenas de no se qué, y se fueron arando, y no sé por qué, pero todos le hicimos caso a Nelson Veglia, que gritó: "Pusieron una bomba boludo, rajemos" (sic), y tuvo razón, porque no terminó de decirlo, que voló en pedazo la ventana del living con reja y todo. Obviamente, no volví a aparecer nunca más por esa cuadra y llegaba a la cancha de Canguro entrando por Santa Rosa.

Y en pleno proceso (1979), llegó a mis manos un libro publicado por los militares, titulado con el nombre de Los Argentinos Somos Derechos y Humanos, que hablaba las mismas pestes del terrorismo y de la guerrilla que se decían por la radio y por la tele todo el santo día y noche, con fotos de los cadáveres de las víctimas destrozados y de los cuarteles y comisarías atacadas, más el álbum de los responsables…

Bien. Dicho todo esto, yo ahora les pido a mis estimados lectores que se pongan la mano en el corazón y que se respondan ustedes mismos esta pregunta: ¿Si en ese libro, de tapas blancas y hojas con fondo rojo, cualquiera de ustedes, hubiera visto estampada la foto del vecino de la vuelta de su casa, con el que jugaban pacíficamente al ajedrez y conversaban animadamente de política, todos los sábados y domingos, durante cuatro años seguidos (4), y vieran que aparece en blanco y negro, bien peinado, de traje y corbata, con el nombre de Juan Gelman, sindicándolo como el máximo ideólogo de los montoneros en la clandestinidad y autor intelectual del asesinato de José Ignacio Rucci, ustedes qué hubieran sentido en sus almas?

Por eso cuando a mi me preguntan si yo vivía en otro país en la época de la subversión, insinuando que yo escribo en clave oficialista, para congraciarme con los cristinistas, yo le pregunto al que me lo pregunta dónde vivía él, porque está claro que piensa que yo vengo a ser una especie de boludín de Castelar, al que hay que darle clases de realidad histórica, porque le figura un ausente en el boletín de la vida, o algo por el estilo, sin saber que si Carlos El Rubio no se hubiera enfermado, Madre Tierra hubiera seguido ensayando allí, y tal vez, yo no hubiera escrito este artículo jamás, porque también estaría enterrado en el cementerio de Morón. Y si eso no es vivir la guerrilla en carne propia, yo le pregunto qué cosa lo es.

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.




[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] De esos chilenos, Carlos me hizo escuchar un long play, que él decía que estaba prohibido, y yo recuerdo una parte de una canción que decía: "Qué culpa tiene el tomate, si está sentado en la maata… Qué culpa tiene el tomate, si está sentado en la maata… Si viene un yanki ladroón, lo mete en una la lata y lo manda pa Nueva York… Si viene un yanqui ladroón, lo mete en una la lata y lo manda pa Nueva York…". Son unos perros, dejate de joder. Nos van tirar tomates chilenos, ja ja já, le decía yo.

[4] Horacio Montesano (a) Mesbo, que tenía una digitación tremenda, tipo Pappo o Richie Blackmore, terminaría siendo el guitarrista de Alejandro Lerner, de Ignacio Copani, de Julia Zenko y nuevamente de Lerner, continuando a la fecha. Y El Gordo Angel era el sobrino falopero del director de orquestas de tango Florindo Sasone. Se daba con ácido lisérgico (LSD), que nunca supe de donde lo sacaba, y estaba más loco que una cabra, pero era sencillamente genial con las cuerdas, que parecía Rinaldo Rafanelli. ¡Yeah¡

[5] Una vez contó que, con la ayuda de un traductor, le preguntó a un campesino chino por qué era comunista, y dijo que el tipo le respondió: "Antes de la revolución, nosotros vivíamos en una cueva y cazábamos para comer. Ahora vivimos en una casa provista por el partido y trabajamos en el campo del gobierno, que nos da una ración diaria de té y arroz, que jamás hubiéramos soñado disfrutar sin la revolución. Dentro de veinte años, nuestros hijos serán obreros, trabajarán en las fábricas, vivirán en las ciudades, comerán cerdo y peces, y andarán en bicicleta. Por eso somos comunistas" (sic).

[6] Nuestro tema principal, con música elaborada por Daniel y letra de Carlos, se titulaba con el nombre de La Libertad de Abarcar. Empezaba con una parte lenta y seguía con otra más rápida, diciendo más o menos:  “Caminando por las calles voy/Harto ya de la podredumbre/De este mundo/De este mundooo/Mil Preguntas sin repuesta/El Hambre… La hipocresía/¿Por qué?... ¿Por qué?...//Ya estoy cansado de todo esto/La solución es pensar/Pero si vamos a hacerlo/Todos debemos estar/Negros, blancos y amarillos/Todos debemos estar…//Todo el mundo habla, de Dios, de la perfección/Todo el mundo, todo el mundoooo/Y no saben, y no sabeeeen/Para qué lado tomar…//Y tu piensas que todó terminará/Y tu piensas que todó se arreglaraá/Aún la atómica del hombre/Inundará tu vejez/Y no podrás encontrar/Gente que te hable igual/Y puedas gritar al viento/Que yo ya comprendíii/Lo que todo el mundo amaba/Lo que yo nunca ví…/Libertaad…/Libertaad…/Libertad…///Ayer tirado en un banco/Me puse un poco a pensar/Cuántas cosas de este mundo deberían cambiar/Pensé tambien en palabras,que estarian ya de más/Ejemplo materialismo/Contra es hay que luchaaar//Todavía falta mucho para conformar al hombree/Eliminar la ignorancia/Dejar de lado la estancia, el Mercedes y el chofer..//Y tu no seas más tonto/Trata al menos de mirar/Como la gente no se amaa/Trata sólo de abarcar…”
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[7] Hoy serian casi diecisiete millones de dólares.

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