Año I – Primera Edición – Editorial: 00000138 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 24 de Enero de 2.012.
La Serenidad de las Convicciones
Por Rubén Vicente
Nació en 1899 en la ciudad bonaerense de Pergamino, con el sol en la constelación del león (leo) y la luna en la casa del cerdo (léase: piscis). Allí hizo la primaria y el secundario, llegando hasta el cuarto año, dándose cuenta que su vocación no era ser maestro de escuela.
Por eso, sus padres lo inscribieron en El Pío IX del barrio porteño de Almagro, a donde se graduó de bachiller nacional, y dio el examen de ingreso para estudiar medicina, en la facultad de ciencias médicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Se graduó a los veintitrés años de edad y llevó a cabo su residencia en cuatro años (4), en el Hospital de Clínicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Ya convertido en un médico hecho y derecho, firmó un contrato de empleo público (la función) en cuya virtud comenzó a desempeñarse como médico del personal mayoritariamente socialista del Ferrocarril Nacional General Belgrano (FCNGB) en la capital federal, mientras la Argentina era gobernada por su presidente radical personalista, Dr. Hipólito Yrigoyen (a) El Peludo (76).
Después del golpe de estado de mil novecientos treinta, lo transfirieron a la localidad cordobesa de Cruz del Eje, donde se afilió a la Unión Cívica Radical Antipersonalista (UCRA), liderada en el orden nacional por el ex presidente de la república, Dr. Marcelo Torcuato de Alvear (a) El Pelado, cuyo partido, junto con los conservadores y los socialistas, formaban una coalición oficialista (La Concondancia = El Contubernio), que apoyaba al gobierno surgido del fraude patriótico, liderado por el Tte. Gral. EA ® Dn. Agustín Pedro Justo (a) Justito, cuyo canciller firmara El Pacto Roca Runciman (ups).
En paralelo a su función de médico ferroviario, el Dr. Arturo Humberto Ilia abrió su propio consultorio particular en Cruz del Eje convirtiéndose, obviamente, en uno de los pocos sino el único médico del pueblo, comenzando a entrarle suficiente dinero para comprarse una linda casa, buscarse una novia, casarse y tener hijos, para tener su propia familia, como Dios manda.
En 1940, cuando Ilia ya es un personaje socialmente encubrado en Cruz del Eje, el personalismo y el antipersonalismo radical depusieron sus viejas diferencias y se unieron en un solo partido nacional, con el nombre de la Unión Cívica Radical (UCR), liderada por el nuevo presidente del comité nacional, Dr. Arturo Sabattini (a) El Cordobés, que le ofreció la candidatura a senador provincial por el departamento de Cruz del Eje, jurando su cargo en 1941.
Dejó de ejercer la medicina y se metió de lleno en la política, pero con mayúsculas, es decir, en el gobierno de la provincia mediterránea, cuyo principal problema era la falta de agua, tanto para la ganadería, la agricultura, la pesca fluvial y lacustre, y la explotación forestal, como para el consumo agroindustrial y específicamente humano, tanto rural como urbano.
Fue autor de varios anteproyectos de ley de gestión del agua potable, que coadyubaron significativamente al desarrollo de la producción y de la industrias livianas de la alimentación y de la construcción. Para tranquilizarse y pensar bien las cosas, comenzó a tomar té de peperina, pero en cantidades industriales, haciéndole un efecto dopamina, que lo hacía lucir lento como una tortuga, y justamente, ese fue el apodo con que lo bautizaron sus colegas de la bancada provincial.
Quedó fuertemente impresionado por el golpe de estado nazi-facista del 43´, especialmente, con sus objetivos de independencia económica, de justicia social, de soberanía política, de integración latinoamericana y de equidistancia entre el capitalismo británico y el comunismo soviético, pero renegaba del autoritarismo militar y, por eso, siguió a Sabattini en su negativa de aceptar integrar una fórmula laborista para las elecciones generales de 1946, enrolándose en La Unión Democrática (UD), en las cuales, entró como diputado nacional por el pueblo de la provincia de Córdoba, integrando las comisiones de salud y de energía.
Como todos los radicales, defendió la postura intransigente de Ricardo Balbín, que no se bancaba el estilo caudillezco de Perón, y menos, las insolencias de su mujer, para con las clases pudientes argentinas, que despreciaban la participación sindical en el gobierno de la nación.
Y, lógicamente, siguió a Balbín en su designio inconfesable de apoyar el tercer golpe de estado de la historia nacional (la revolución libertadora), transformándose en un furibundo antiperonista que, sin embargo, estaba íntimamente de acuerdo con los objetivos políticos del justicialismo, sobre todo, en el marco de La Guerra Fría (1946-1991).
Por eso Ilia fue uno de los que apoyó la reforma consitucional de 1957, que consagró los derechos sociales, pero sin aceptar que los sindicatos pretendieran encumbrarse en el poder político, prefiriendo la tradicional democracia constitucional de partidos políticos, aunque el peronismo estuviera proscripto.
No obstante, se mantuvo expectante, pero no disimuló su simpatía por El Pacto Perón Frondizi, pues el mismo le permitía al radicalismo volver a La Casa Rosada, justamente, para hacer lo que había que hacer, que era concesionar el petróleo argentino a favor del capital y de la tecnología extranjera, para alcanzar el autoabastecimiento nacional en materia de energía.
Pero cuando vio las condiciones leoninas en que fueron otorgadas tales conseciones, se convenció de que Frondizi, no sólo había borrado con el codo lo que escribió con la mano, sino también, de que estaba coqueteando con el comunismo castrista, en abierta ruptura con las mejores tradiciones argentinas.
Como todos los políticos de ese momento, él tuvo que fijar sus posiciones, y aceptó apoyar el derrocamiento de Frondizi y, en los dos enfrentamientos entre azules y colorados, él apoyó la fragil democracia constitucional del Dr. José María Guido, que rechazaba las veleidades presidencialistas del Tte. Gral. EA Dn. Carlos Severo Toranzo Montero, aprovechando que su vencedor, Tte. Gral. EA Dn. Juan Carlos Onganía (a) Bigote, estaba dispuesto a auspiciar la reinstauración de la democracia constitucional en plenitud, para lo cual, aceptó el condicionamiento de proscribir al peronismo; logrando que el radicalismo lo nominara, nada más ni nada menos, que candidato a la presidencia de la nación, con el apoyo de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) de Ricardo Balbín, triunfando con el veintitres por ciento de los votos (23%), que fueron sepultados por el cincuenta y dos por ciento de los votos en blanco (léase: peronistas 52%).
Cualquier cosa le parecía bien con tal de que la Argentina fuera gobernada por la democracia constitucional, y no por los militares. Sus logros principales en materia de política interior fueron de abrogación de las concesiones petroleras; la nacionalización de la industria farmaceútica y la neutralización de dos conatos subversivos, uno vinculado con el ejército guerrilero popular de Massetti y el otro referido a la prohibición de ingreso al territorio argentino de El Avión Negro, que transportaba a nuestra nación a Perón (1964).
Pero no se vaya a creer por ello que Ilia era un gorila que no comprendía la validez de los objetivos geopoliticos del justicialismo (léase: la integración latinoamericana y la tercera posición internacional). Muy por el contrario, Ilia fue el que, junto a su canciller (Miguel Angel Zabala Ortiz), logró lo que nadie logró, que fue una declaración de la ONU que instó a Gran Bretaña a sentarse a negociar con la Argentina, nada más ni nada menos, que La Cuestión de las Malvinas, en implícito espaldarazo a la soberanía nacional sobre esas ínsulas irredentas.
Pero ahí no terminó la cosa. Gracias a Ilia, la Argentina se incorporó al Movimiento de los No Alineados (MNA), es decir, al Grupo de los Setenta y Siete (G-77), liderada por el Francia de Charles de Gaulle, que fue recibido con los honores correspondientes en La Casa Rosada.
Como si eso no fuera suficiente, Ilia también aceptó el pedido de su magestad, el monarca del Imperio de Irán (La Pequeña Persia), Mcl. EI ® Dr. Muhammad Reza I Pathlavy Aryamehr (a) El Rey de Reyes (a) El Shah, de formar a los científicos y a los ingenieros que liderarían El Plan Nuclear Iraní (PNI) que, como todos, tenía ostencibles fines pacíficos pero que, subrepticiamente, encubrían las ambiciones iraníes de tener la bomba atómica persa.
Era una colaboración verdaderamente antisistémica la de Francia, Irán y la Argentina, y fue esa la causa real por la que Washington le ordenó a Onganía que organice el derrocamiento del Dr. Arturo Humberto Ilia (a) La Tortuga que, como puede apreciarse, de lento tenía muy poco, y de patriota, lo tenía todo, aunque fuera antiperonista, claro está.
No confundamos respeto por las instituciones con debilidad en el ejercicio del poder, y no confundamos transparencia con cipayismo, y no confundamos bomba atómica con medicamentos, porque la vamos a pifiar fiero con Ilia, con su gobierno y con su legado.
La Tortuga estaba gobernado por la serenidad de las convicciones, erradas o no, pero convicciones al fin, que es justamente una de las cosas que le falta a la clase dirigente opositora actual, y nada más, claro está.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
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