miércoles, 18 de enero de 2012

118 Geopolítica (El Cercano Oriente)

Año I – Primera Edición – Editorial: 000000118  [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Sábado 7 de Enero de 2.012.



El Dinar de Oro Libio
Rubén Vicente

El pasado lunes cinco de septiembre de dos mil once, es decir, hace sólo tres meses atrás, cuando Muhammar Al Khadaffy aún estaba con vida, el Servicio Federal de Inteligencia (SFI) de Rusia permitió que se filtre a los medios masivos de comunicación del país euroasiático, vía Novosti, una información según la cual, las manifestaciones populares del pasado once de febrero en la capital de la república árabe de Libia, estallaron exactamente cinco días después de que el ministerio del petróleo emitiera una resolución administrativa que establecía que, desde esa fecha (léase: el seis de febrero), los pagos derivados de las exportaciones de hidrocarburos, debían ser abonados exclusivamente en oro.

La medida formó parte de una estrategia del gobierno de Khadaffy para fortalecer las reservas monetarias nacionales, conformadas por ciento cuarenta y cuatro toneladas de metal amarillo (144) y de respaldar íntegramente (100%) la inminente emisión de el dinar de oro, que sería el nuevo billete nacional libio, de curso legal y forzoso (léase: no convertible en metálico), que Trípoli pretendía que compitiera con el dinar kuwaití (la moneda más fuerte del cercano oriente), con el euro (la moneda continental europea) y con en dólar (la moneda mundial) en el comercio internacional (intra y extra zona) de los estados musulmanes de El Cercano Oriente. [3]

Un mes más tarde, el gobierno de Moscú reconoció al de Bengazi, anunciando que Rusia mantendría sus compromisos con Libia y que participaría de La Conferencia de París sobre La Cuestión Libia, mientras Pekín envió representantes en calidad de observadores, a la vez que Bengazi acusaba a China de retener indebidamente el oro libio, a pesar de que Pekín es el principal socio comercial de la nación árabe.

Inmediatamente después de ese evento, un canal privado de la television de la república árabe de Siria emitió un video en el que aparecía Khadaffy, felicitando al pueblo libio por su piadosa adhesión al Ramadán, anunciando que la lucha contra los rebeldes y contra el imperialismo occidental continuaría con las ayuda de las tribus de Trípoli, que él creía que eran leales a su gobierno (sic), con presunta sede en el nuevo cuartel general de campaña khadaffysta de la ciudad de Sirte.

Concomitantemente, los medios masivos de comunicación social internacionales destacaron que el gobierno de Bashar Al Assad estaba aislado pero, paralelamente, se profundizaba su alianza estratégica con Irán.

Ahora Khadaffy está muerto, su gobierno ya no existe, los títeres de Washington conducen los destinos de esa nación árabe desgarrada con el apoyo de los mercenarios de la CIA y Qatar se encarga de transportar el petróleo libio hacia el occidente europeo y norteamericano. Creo que es entonces un buen momento para deternerse a pensar.

El petróleo jamás fue el problema central de La Cuestión Libia, porque se pagaba en dólares cada vez más devaluados contra el oro, lo cual constituía un gran beneficio para el occidente y, a la vez, un serio perjuicio para todo el mundo musulmán, la mayoría de cuyos países tienen conformadas sus reservas monetarias en dólares (billetes y bonos).

Sin embargo, pagar el petróleo libio en oro, hubiera equivalido a duplicar la dependencia gopolítica del Occidente respecto a El Cercano Oriente.

Por ende, es probable que esa resolución administrativa haya existido y que la misma haya operado como el verdadero detonador de La Revolución de los Jazmines, o si se prefiere, de La Primavera Árabe de todo el cercano oriente iniciada de febrero próximo pasado en Tunez. Entonces, sumando, aún temenos guerras en Afganistán y en Somalía, más el acorralamiento de Mahmoud Ahmadinejad y de Bashir Al Assad.

Bajo esa comprensión, ese escenario evidencia cuatro puntos que habrá que seguir con detenimiento, que son el comportamiento de los gobiernos de Riad, de Tel Aviv, de El Cairo y de Ankara, porque por ahí de define el futuro de La Cuestión Libia, que yo creo que aún no está termnada, nada más que porque el oro lo tiene los chinos y el petróleo lo tienen los republicanos y sus amigos qataríes (no way).

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro era la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] El oro libio se halla depositado en cajas de seguridad pertenecientes al banco central de China. El dinar kuwaití cotiza a U$S 3,50 y las petroleras del emirato de Qatar se ofrecieron para exportar el petróleo libio a favor del gobierno rebelde de Bengazi. Toda la información disponible, permite concluir que Qatar es un aliado formal de los gobiernos republicanos de los EEUU, pero también, del reino unido de Arabia Saudita, cuyo jefe del servicio de intgeligencia (GDS) es el Dr. Turki Al Saud (a) El Príncipe Heredero del trono saudita quien, según los servicios de inteligencia del Occidente, es el monje negro que controla, nada más ni nada menos, que la red Al Qaeda, ahora liderada por el Agte. GDS C-3 Dr. Aimán Al Zawahiri (a) El Egipcio. Esto significa que Al Qaeda, Qatar, Arabia Saudita y los republicanos de los EEUU, a través de sus petroleras amigas, controlan el suministro del petróleo libio, más allá de que La Primavera Arabe de Libia (léase: La Revolución de los Jazminez), la haya organizado la CIA demócrata de Obama, que controla al gobierno de Bengazi sólo desde el punto de vista estrictamente político. Conste.

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