miércoles, 18 de enero de 2012

115 Historia (El Cristianismo)

Año I – Primera Edición – Editorial: 000000115  [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 5 de Enero de 2.012.


            Paul Marcinkus


El Montepío del Bicentenario [3]
Rubén Vicente

Oficialmente, el cristianismo arrancó con la cruxificción, pero la verdad, es que El Plan Divino de Salvación comenzó a ejecutarse con la concepción en el seno materno de Jesús de Nazareth, a principios del año diciesiete antes de nuestra era, cumpliéndose el bicentenario, exactamente, en el año novecientos treinta y seis del calendario romano, equivalente al año ciento ochenta y tres de la era cristiana.

En esos primeros doscientos años, el cristianismo evolucionó, tanto por derecha como por izquierda. Sus primeros feligreses fueron los ladrones y las prostitutas (los esclavos = los pobres), que formaban la masa crítica en permanente expansión, gracias al rito escenio de la inmersión en las aguas, que administraban los monjes cristianos (los bautistas), algunos de los cuales (léase: los seguidores del bautista = los juanistas = los juanos), optaron por darle un contenido no judío a la nueva religión judeo-cristiana (el catolicismo), forjando la confluencia del credo escenio ortodoxo con la filosofía griega y con el derecho romano (el cristianismo del conocimiento = la gnosis = el gnosticismo).

Eso por derecha pero, por izquierda, los monjes guerreros cristianos (los zelotes = los cruzados), algunas veces operando en forma conjunta con los guerrilleros yavistas (los sicarios), desarrollaron el crimen organizado, en casi todos sus rubros (los asesinatos por encargo, los secuestros, la trata de blancas, el robo a mano armada, el tráfico de drogas y de armas y, sobre todo, el terrorismo), como quedó demostrado con El Incendio de Roma (66 d.C.), con La Guerra de Palestina (66-70) y con La Segunda Guerra de Palestina (134-135), de las que sobran los testimonios históricos, judíos y cristianos, claro está.

Todo esto mientras la iglesia cristiana universal      (léase: la iglesia católica) se iba organizando y estructurando formalmente. con epicentro en la ciudad del Tiber (Roma), desde donde emanaban las bulas de ordenación de los sacerdotes, los capellanes, los presbíteros, los curas de las parroquias y los obispos de las provincias eclesiásticas (las diócesis católicas), lideradas por el romano pontífice, a quien todos los feligreses cristianos, sin excepción, le reconocían la atribución, inequívocamente institucional, de expulsar a los indeseables (los herejes y los apóstatas), mediante la ex comunica (la excomunión), y de administrarle, por si o a través de la jerarquía eclesiástica, los siete sacrementos cristianos (el bautismo, la confesión, la comunión, la confirmación, el matrimonio, la extremaunción y el sacerdocio).

Los beneficiarios eran, justamente, los no cristianos, entre los que empezaron a figurar cada vez más y más miembros de la prefectura del pretorio (la policía imperial romana), de las fuerzas armadas (el ejército y la marina) y hasta de la administración pública romana (los censores, los cuestores, los lictores, los ediles, los decénviros, los pretores, los curadores, los procuradores, los legados, los comisionados y los senadores).

En otras palabras, en forma gradual y casi imperceptible, la iglesia católica se fue convirtiendo en sus dos primeros siglos de existencia, en una suerte de estado dentro del estado (el gobierno invisible paralelo), que fue la verdadera inspiradora de la invasión de los bárbaros, que entendieron que la mejor manera de ser aceptados por los romanos que, justamente, convirtiéndose al cristianismo, que sólo era perseguido cuando su brazo armado (los monjes guerreros = los zelotes = los cruzados) se desmadraban, organizando alguna acción violenta (el terrorismo católico), y nada más, claro está.

En ese contexto, repito, exactamente en el año ciento ochenta y tres de la era cristiana (el año del bicentenario del nacimiento del salvador), su excelencia, el señor director de la escuelas de leyes romanas de la ciudad romano galo transalpina de Albí, Pe. Kallistos Estoicos (a) Fray Kallistos, de treinta años de edad, dejó legalmente constituída una especie de asociación civil sin fines de lucro que, en el campo del derecho romano, sería considerada como una collegia (el colegio) y que, para la iglesia católica, se configuraría como una suerte de orden eclesiástica menor, que comenzaría a girar bajo el nombre de La Santa Hermandad del Monte de la Piedad, cuyo primer director (el maestro = el maestre = el rabí) sería, justamente, Fray Kallistos.

Bajo esa comprensión, evidentemente, la flamante orden eclesiástica menor de la santa hermandad del monte de la piedad tiene un nombre con doble sentido (?). En efecto, la palabra piedad es universal y expresa la crencia religiosa en cualquier culto, motivo por el cual, ante el mundo, podría lucir como el culto oficial a los máximos dioses imperiales romanos (Júpiter Capitolino y César Olímpico) pero, ante los católicos, sería una piedad que, obviamente, sería exclusivamente católica, claro está.

Además, el hecho de incluir un monte en el nombre de la nueva orden eclesiástica menor de la santa hermandad del monte de la piedad, revela también un doble sentido pues, por una parte, se podía interpretar que el nombre de ese colegio romano (léase: la orden eclesiástica menor) aludía algún monte circundante a la ciudad Albí, perteneciente a la provincia de Septimania, que es donde el mismo tendrá su sede, pero también, en la intimidad de la orden, la palabra monte aludía a una montaña, pero de piedras preciosas y de metales nobles, es decir, algo así como una montaña de dinero, esto es, a una especie de fondo de inversiones católicas, necesarias para financiar autónomamente la construcción de más y más templos subterráneos,  de cementerios, de escuelas primarias, de colegios secundarios y de hospitales (los sanatorios), organizados conforme la ley romana vigente en ese entonces, pero católicos, para la propagación de la fe (de propagana fide), en todo el mundo (orbis), claro está.

En otras palabras, un monte de la piedad (el monte pío = el montepío), sería la nueva herramienta operativa de Fray Kallistos, en materia financiera y económica que, al principio, se nutriría de las donaciones hechas por la feligresía católica plebeya de todas las provincias del proconsulado romano de La Galia Transalpina (léase: Franconia = Francia), pero que casi inmediatamente después, comenzarían a fluir desde todos los proconsulados romanos del occidente (Occitania), mezclándose con el producido del crimen organizado de los zelotes (los cruzados), en cada vez menos connivencia con los sicarios judíos, y en cada vez más connivencia con la policía imperial, claro está.

Dicho de otro modo, si los cruzados estaban cooptando la policía imperial, el ejército y la armada romanas, en una suerte de blanqueo del personal eclesiástico, también era justo a los ojos de Fray Kallistos, que también se blanqueara toda la descomunal fortuna clandestina de la iglesia católica (la guita negra), justamente, liquidándola e invirtiéndola en obras pías (de opus dei), necesarias para la evangelización, llamándole a toda esa guita blanqueada con el nombre eclesiástico de la caridad que, bien entendida, empieza por casa, obvio.

Expresado de otro modo, Fray Kallistos tienía bien claro que no hay poder espiritual sin sustento material y también sabía que no hay poder material sin dinero limpio que, previamente, haya sido debidamente lavado (léase: purgado), para luego abandonar, pero para siempre (sine die), las tenebrosas actividades que le dieron origen, en una especie de santificación del capital (léase: el capitalismo católico) evidentemente, hecha conforme a la parábola de los talentos, específicamente aludida por Nuestro Señor Jesucristo y, por supuesto, hecha en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, es decir, en el sagrado nombre de la santísima trinidad, y qué tanto joder con los usureros judíos.

Meses más tarde, como por arte de magia (léase: el soborno), su excelencia, el gobernador general (de curatoris = el curador) del proconsulado romano de La Galia Transalpina (Franconia = Francia), Gral. ER ® Dr. Atalos Pilatus Anastasius (a) Atalo Pilato Anastasio (a) Anastasio Pilato, de cincuenta y tres años de adad, otorgó a favor de El Montepío del Bicentenario, una concesión pública de exploración y de exploración de todos los yacimimientos minerales (acuíferos, líticos y metalíferos) en todo el terrotorio de la provincia romano galo transalpina de la isla de las Sardinas (léase: Sardinia = Cerdeña),

En otras palabras, a través del Fray Kallistos, la iglesia católica, se convirtió en una contratista del estado romano, motivo por el cual, desde ese momento la iglesia, por lo menos, en La Galia Transalpina (Franconia = Francia), ya no tendrá nada que temer, en términos de perscusiones contra los cristianos, claro está. [4]

Expresado en otros términos, hay corrupcciones y corrupciones y, sencillamente, no es lo mismo una corrupción egoista o satánica que una corrupción altruista y divina, y lo dice, implícitamente, nada más ni nada menos, que Fray Kallistos, es decir, el tipo puesto por la santísima trinidad (la divina providencia) para generar la propagación de la fe (de propaganda fide) en La Galia Transalpina (Franconia = Francia), claro está.

Siendo así, Fray Kallistos ya vería si el padre, el hijo y el espíritu santo, es decir, la santísima trinidad (la divina providencia), sencillamente, bendecirían o maldicerían esas auténticas malas prácticas (de mala praxis) del director de la escuela de leyes romanas de Albí haciendo que, bajo determinadas circunstancias, el fin justifique los medios. ¿Verdad?

La conclusión de todo esto es entonces que ya tenemos claro dos cosas. La primera es que el poder espiritual se sustenta en el poder material, y que el poder material viene del crimen organizado, que produce dinero malhabido, que es blanqueado (purgado) para luego financiar las obras pías (la caridad).

Y la segunda es que esa actividad inmoral e ilegal (las malas prácticas = de mala praxis) le sirvió a la iglesia católica del bicentenario para santificar el capital cristiano (el capitalismo católico), contra el capital impío (pagano romano y judío), convirtiéndose en la fuente del poder material que hizo avanzar, nada más ni nada menos, que El Plan Divino de Salvación.

Y si me dijeran que estoy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.






[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] He estudiado detenidamente el credo, la esoteria y la liturgia (la religión) del shintonismo, del taoismo, del confusionismo, del hinduismo, del budismo, del mazdeismo, del baalismo, del judaismo, del paganismo (egipcio, griego y romano), del critianismo y del islamismo, especialmente, del catolicismo apostólico romano, en sus respectivos contextos históricos, y me he convencido al ciento por ciento de que el catolicismo apostólico romano es, sencillamente, la religión verdadera, considerándome a mi mismo como un ultracatólico no practicante y extremadamente pecador. Conste.

[4] Quizá por esa razón, sea que a la iglesia católica apostólica romana de la nación francesa, se la conozca bajo el nombre de La Hija Mayor de la Santa Sede. ¿Verdad?

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