Año I – Primera Edición – Editorial: 00000078 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 24 de Noviembre de 2.011.
Los Degenerados
Por Rubén Vicente
Allá por 1804, es decir, en plena era napoleónica y seis años antes de la revolución de mayo, nació en Francia un pibito, que fue bautizado con el nombre de Jacques Joseph Moreau de Tour et Morel que, obviamente, era de familia noble.
Hizo la primaria y el secundario con los dominicos y luego estudió medicina en la Universidad de París (La Sorbone), graduándose en 1827. Empezó a ejercer la profesión en el Hospital de la Salpetrie, que fue el primero de la historia universal en especializarse en las enfermedades mentales (el primer loquero contemporáneo).
Nueve años más tarde, ya era un psiquiatra hecho y derecho que, vaya a saber por qué, pero se le ocurrió la idea extravagante de hacer un largo viaje por el Oriente y, más precisamente, a la ex India Francesa (Madrás). Raro, pero no se quedó tres meses, sino cuatro años (1836-1840), regresando a París, con sus rutilantes treinta y seis años de edad.
Desde entonces, empezó a estudiar la posible relación existente entre las sustancias alucinógenas orientales (la marihuana, el hashish, el mekonio y el opio) y los distintos grados ascendentes de la psicosis occidental (la manía, el delirio y la locura), publicando los resultados de su investigación en una obra titulada con el nombre de El Hashish y la Locura (1845). [3]
Covertido en una autoridad psiquítrica, Morel empezó a estudiar la posible relación existente entre los defectos genéticos, congénitos y ambientales (léase: infecciosos, tóxicos y traumáticos) y la conducta de los condenados a prisión y reclusión, transformándose así en el primer precursor de una nueva rama de la ciencia que, posteriomente, recibiría el nombre de la criminología, en la que se basan absolutamente todas las políticas criminales contemporáneas, habidas y por haber, y todos los órdenes jurídicos criminales, en los cinco contientes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América).
En su obra titulada con el nombre de La Psiquiatría Criminal (1854), Morel expuso su teoría de la degeneración, incluyendo en la categoría de los degenerados a los onanistas, los voyeristas, los exhibicionistas, los pedófilos, los violadores, los homosexuales, las lesbianas, las prostitutas, los proxenetas, los bisexuales, los transvestidos, los transexuales, los mitómanos, los cleptómanos, los alcohólicos, los drogadictos, los jugadores compulsivos, los suicidas y los revolucionarios (ups).
Menos mal que no incluyó a los fumadores, ja ja já.
En sus concepciones se basaron los grandes maestros de la crimonología clásica (Lombroso, Garófalo, Ferri, Metzger, etc., etc.). Todavía hoy la escuela de psiquiatría estadounidense incluye sus definciones en El Manual de Diagnóstico y Estadística de Enfermedades Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, es decir, en el famoso y popular DSM, que es obligatorio tragarse en los cursos de especialización de derecho criminal de toda universidad que se precie de tal, mal que les pese a Freud, a Pichón Riviere, a Eva Giberti y a los garantistas pdrrs que supimos conseguir (léase: Lorenzetti, Zafaroni, Argibay Molina, Hayton de Nolasco y compañía).
Ah, y una cosita más que figura en los archivos del diario La Nación de Buenos Aires y que no me dejan mentir. En su tesis para optar al doctorado en psiquiatría de la Universidad de Santiago, elaborada en 1925, el entonces Lic. Salvador Allende, se apoyó en las concepciones de Morel y en su teoría de la degeneración, para sostener que todos los revolucionarios son, desde el punto de vista médico, unos enfermos mentales (sic), en las modalidades psicóticas de la manía paranoica (sic). [4]
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, repondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
[3] En la antigua India Mongol (1250-1711) había un secta musulmana que era de los comedores de hashish, es decir, los hashishin (léase: los asesinos), que no tuvieron mejor idea que la de ser los primeros en pretender la independencia de la provincia mongol indostaní de Sri Daria (léase: Afganistán), motivo por el cual, bien pueden ser caracterízados como una secta narco independentista.
[4] Este dato crucial para entender las verdades de la historia y de la geopolítica, me lo hizo llegar una mañana en fotocopia mi estimado amigo, el Lic. Roberto Sierra (a) El Flaco, de quien nadie en su sano juicio podría decir que es un nazi anti marxista, ni mucho menos. Bajo esa comprensión, entendí por qué la Unión Soviética no confiaba en Allende y lo dejó sólo frente a los propios socialistas y comunistas chilenos del Dr. Altamira quienes, por restarle su apoyo y el de los sindicatos y organizaciones estudiantiles trasandinas, causaron el vacío de poder que fue llenado por los militares, subrepticiamente fogoneados por Henry Kissinger desde la presidencia del consejo de seguridad nacional de los EEUU, mientras era presidente Richard Nixon (a) Dick (1969-1972 y 1973-1974). En una entrevista que le hiciera la televisión nacional chilena, el Dr. Altamira aseguró que Allende estaba sentado en un sofá, con una itaca sobre las piernas y, de pronto, sin previo aviso, se la puso en la boca y disparó (sic). Por eso, por ser revolucionario y suicida, Allende fue un degerado, en el sentido psiquíatrico que a esa palabra le daba Morel y sus seguidores. Conste.
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