lunes, 9 de enero de 2012

75 Geopolítica Regional (Argentina)

Año I – Primera Edición – Editorial: 00000075 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 21 de Noviembre de 2.011.



Alterados por p
Por Rubén Vicente

Por iniciativa de la presidente justicialista neocamporista de la nación, Dra. Dña. Cristina Fernandez de Kirchner (a) La Reina, fue creado el ministerio de ciencia, tecnología e innovación productiva, con el objetivo de promover el estudio de las ciencias básicas (las matemáticas, la física y la química), de las ciencias aplicadas (la cosmología, la geología, la biología y la antropología), de la ingeniería en todas sus especialidades y de la técnica que normatiza los descubrimientos y los inventos (léase: los manuales de uso), es decir, de las cuatro fases preclusivas del proceso tecnológico (4), que es el alma de las revoluciones industriales de los siglos dieciocho, diecinueve, veinte y veintiuno originando, hasta ahora, las eras eléctrica (1819), calculomática (1867), electrónica (1944), telemática (1962), tecnotrónica (1973), cibernética (1983), biocibernética (1999), nanológica (2002) y sincrotrónica (2011). [3]

Obviamente, para el común de los mortales, todo eso es chino básico, pero está claro que, desde la política, se está pretendiendo que las nuevas generaciones argentinas (los lactántes, los infantes, los niños, los adolecentes y los jóvenes) no estén condenadas por la vieja cultura nacional, centrada en la dogmática del derecho (léase: basta de meijo el dotor), para sumergirlas, a través de la educación formal, en el apasionante mundo de la tecnológia, que es la llave de la llamada sociedad del conocimiento, cuyos protagonistas estelares son los científicos, los ingenieros y los técnicos, es decir, la raza de los tecnólogos, tanto rurales y urbanos como civiles y militares, porque más necesaria que la mano de obra calificada es el cerebro de servicio selectivo, y mucho más, para una nación con una infraestructura y una industria tan dependientes como la nuestra.

Para eso los argentinos somos mandados a hacer. Y si, porque si algo sobra en nuestro país, pero desde siempre, es el individualismo, la indisciplina, el sentimentalismo, el ingenio, la creatividad y la audacia que son, justamente, los principales rasgos de personalidad que carácterizan el espíritu de la civilización tecnológica, que nos negó nuestra propia historia íbero-aborigen, tan impregnada de oscurantismos paganos como de confecionalismo anquilosante, a pesar del laicismo sarmientino y del industrialismo pellegrinista decimonónicos, o del proto tecnologicismo peronista de mediados del siglo veinte, que nos dieron nuestros propios premios nóbeles en ciencias duras (Bernardo Housay, Luis Federico Leloir y César Milstein), que fueron las primeras voces que gritaron en el desierto de nuestra supina ignorancia de la contemporaneidad.

Hemos recuperado la democracia para siempre, estamos saliendo del fondo del mar en medio del vendaval mundial y, como si eso fuera poco, resulta que nos damos desfachatamente el lujo de volver a empezar a pensar en grande, como si nadie cortara las calles, como si no hubiera inseguridad, como si a nadie le importara el dólar, o como si a nadie le divirtiera ya el baile del caño, el venus o el fobal. ¡Qué fenómeno¡ ¡Qué tipos más raros que somos los argentinos! Siempre fanáticos en todo, pero más que nada, con lo nuevo, y de eso se trata justamente la innovación tecnológica de la que ahora nos gusta llamar con el nombre de la civilización dos punto cero, que está buena. ¿Verdad?

Metete en el futuro. Andá a Tecnopólis, que cierra en una semana, y después, silencio, porque los tecnólogos son como kung fú, porque están, pero no se los puede ni ver ni escuchar, porque son como monjes chinos, que meditan en vez de hablar, ja ja já.

Y hacé de El Canal Ecuentros tu favorito, y vas a ver la tecnología en acción, que empieza con las ciencias básicas y, primero que nada, con las matemáticas, explicadas bien facilongas por el Karl Sagan de las pampas rioplatenses, que es el Prof. Dn. Adrián Paenza (a) Calculín, que acaba de presentar,  nada más ni nada menos, que en El Maipo (qué lo parió), su nuevo libro titulado con el nombre de ¿Cómo, esto también es matemáticas?, personalmente aupiciado por Cristina, que dijo algo que nos debería poner a reflexionar a todos, pero a todos, y es que: "Por cada setecientos abogados que se reciben en el país, se gradúa un solo físico…" (sic).

Ella dice que eso es un horror, pero yo digo que es de terror. Y claro, porque la relación 700:1 es garantía de involución nacional y popular, por más humanista y cristiana que sea nuestra intención de mejorar.

Por eso, termino diciendo que, en vez de estar trastornados por la crisis, sería mejor que estemos alterados por p, porque es mucho más saludable, divertido y útil. ¿Verdad?

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] La era eléctrica se basa en el conocimiento de la física de los neutrones; la calculomática, en la utilización intensiva de la numeración binaria, la electrónica, de la  válulas frías (léase: los transistores); la telemática, de los satélistes orbitales; la tecnotrónica, del microsofware; la cibernética, de la internet; la biocibernética, de la biotecnología; la nanológica, de la ultramicrominiaturización y la sincrotrónica, del conocimiento del tiempo en sintido físico.

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