martes, 3 de enero de 2012

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Año I – Primera Edición– Editorial: 000000032  [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 7 de Octubre de 2.011.


El Ave Fenix es Inmotal
Por Rubén Vicente

Después de los tiempos terribles de la desintegración del imperio romano (-753 a.C. a 476 d.C.), que fue la alta civilización más importante de la antigüedad y durante cuya vigencia fue forjada la unidad espiritual de Europa, a través de la conversión de la casi totalidad de los habitantes y gobernantes al cristianismo (476-800), quedó instaurado El Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los Mil Años = La Primera Proto Unión Europea), extinguido al concluir las guerras napoleónicas (800-1815). [3]
La Santa Alianza (1815-1856) y El Concierto de Europa (1856-1871), no fueron más que la continuación del mismo proceso de integración política del viejo continente en otros términos, más nacionales que imperiales.
El Segundo Imperio Alemán (La Pequeña Alemania = Das II Reich = 1871-1913) y el Tercer Imperio Alemán (Das III Reich = La Segunda Proto Unión Europea = 1933-1945), fueron dos intentos fallidos de reconstrucción de la unidad europea bajo el liderazgo de Alemania, impedida por la insólita oposición de Gran Bretaña, que provocó La Gran Guerra Mundial (1914-1918), La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y La Guerra Fría (1946-1991), estrechamente aliada, por no decir humillantemente subordinada, a los EEUU. [4]
Gracias a ello, esa fue La Europa Dividida que, sin embargo, supo construir lazos de paz, seguridad y cooperación, para forjar el Benelux (1946), el Comecom (1947), El Pacto de Varsovia (1948), la OTAN (1949), la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (1950), el Mercado Común Europeo (1957), la Asociación Europea de Libre Comercio (1958), la Comunidad Económica Europea (1972) y la Unión Europea (1993), cuando recién había concluído la guerra fría, se había extinguido la Unión Soviética y los EEUU ingresaban imperceptiblemente en la larga fase geopolítica evolutiva del declive, que precede a la decadencia futura, si es que ya no estamos en ella.
La UE se amplió con la incorporación de los ex satélites soviéticos de Europa Oriental, que también se sumaron a la OTAN (2005), mientras Rusia lidera la Comunidad de los Estados Independientes (CEI) y brega sin descanzo por la conformación de La Casa Común Europea (CCE), o si se prefiere, por la República Federal de Europa (RFE), con capital en la ciudad belga de Bruselas.
Son ya más de veintisiete siglos y medio de ininterrumpida convivencia feliz o trágica, pacífica o bélica, pero convivencia al fin, en el marco de una gran familia, cuyos miembros comparten los mismos símbolos de pertenencia a una comunidad telúrica, racial, lingüística y religiosa, es decir, a una comunidad ciertamente nacional, por ahora dividida en veinticinco estados, pero integrados a una estructura indiscutiblemente política, que busca extenderse desde el Atlántico Norte hasta los Urales, y por qué no, hasta El Estrecho de Bering.
Como en todo proceso político, hay quienes se oponen a la unidad material y espiritual de Europa, sean de adentro o de afuera, nada más que porque esa unión significaría el principio del fin de su propia existencia. No es causal, sino causal, la actual guerra del mercado contra el estado, y tampoco lo es la amenaza planteada por el terrorismo internacional, que sólo parece musulmán pero, en realidad, viene enmascarado desde la otra orilla del Atlántico, y no hace falta decir más, porque claro está.
A ese fenómeno de ingerencia foránea, Europa le debe sus males actuales, y no tanto a la inflación monetaria, al deficit fiscal de sus economías o al default implícito de los gobiernos de algunos de sus estados miembros.
La dependencia energética de Rusia condicionará cada día más la integración de las dos Europas actuales a favor de la unficación  continental, y la debilidad extrema del dólar determinará el cada vez mayor distanciamiento de Europa respecto de los EEUU, con impacto negativo directo, en términos de eventual fractura encubierta ma non tropo de la OTAN. Es sólo cuestión de tiempo, pues a pesar de las marchas y de las contramarchas, las brevas no dejarán de madurar.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] En términos antropológicos, la palabra alemán (deutsche) denota la fusión telúrica, racial, lingüística y religiosa de los celtas, los griegos, los romanos, los germanos y los escandinavos, es decir, de los europeos de la alta edad media.

[4] Jamás olvidemos que Eduardo VIII quería tanto la unidad de Europa como Adolf Hitler, y que el gran destructor de esas ilusiones fue Winston Churchill (1874-1965), y no tanto el nazismo o Wally Simpson.

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