lunes, 2 de enero de 2012

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Año I – Primera Edición – Editorial: 000000030  [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 6 de Octubre de 2.011.


La Calidad de las Instituciones
Por Rubén Vicente

El estado es un ente compuesto por tres elementos, que son el territorio, la población y el gobierno. La función de este último es garantizar la integridad territorial, la cohesión poblacional y la autodeterminación gubernamental, interior y exterior. Para garantizar la integridad territorial se han inventado las fuerzas armadas. Para garantizar la cohesión poblacional han sido creadas las fuerzas de seguridad. Y para garantizar la autodeterminación gubernamental funcionan los servicios de inteligencia. Así de sencillo. Y todo lo demás es pura cháchara.

Sin embargo, existe una cosa que se llama derecho, que funciona en base a normas legítimas, válidas, vigentes y eficaces, es decir, jurídicas, para decirlo en una sola palabra. Y también hay otra cosa que se llama democracia constitucional, de modo tal que se forma una pirámide jurídica, en cuyo vértice está la carta magna y abajo vienen, en orden de importancia decreciente, las leyes del parlamento, los decretos del gobierno y las resoluciones administrativas de los ministerios, que pueden ser cuestionados en su juridicidad ante la judicatura, esto es, ante la corte suprema de justicia, las cámaras de apelación y de casación, y ante los juzgados de primera instancia.

Esa es la esencia del estado de derecho y es exactamente lo mismo, tanto a nivel de las provincias como de la nación, porque nuestra democracia constitucional es federal, digo, por si hubiera que aclararlo. Justamente, esa distribución del poder plantea problemas que resuelve la propia constitución, diciendo cuándo son competentes los entes gubernamentales o administrativos nacionales y cuando lo son los provinciales.

Bajo esa comprensión, la idea es que el parlamento mira hacia el futuro regido por las leyes, el gobierno mira hacia el presente del aquí y ahora emitiendo los decretos y las resoluciones, y los jueces miran al pasado, conociendo y resolviendo las cuestiones sometidas a su consideración, en base a los fallos, que son impugnables ante los tribunales jerarquicamente superiores.

Cada lechón en su teta, es el modo de mamar, le hizo decir José Hernandez a Martín Fierro que, aclaro por las dudas, no es sólo un premio de Aptra, sino la obra de bandera de la lieratura nacional y popular de la Argentina.

Digo, porque se ven cada cosas realmente increibles. Nada más recordemos La Masacre de Ramallo. Tenían copado un banco con rehenes cautivos. El operativo de recuperación del edificio y la liberación de los rehenes le correspondía a la policía, que tenía una fuerza especial integrada por psicólgos negociadores con los delincuentes, mientras el grupo de asalto preparaba la irrupción, sabiéndose perfectamente que las órdenes y la responsabilidad por sus consecuencias las debía tomar el jefe policial a cargo de la maniobra. Pero nada, porque se metió el juez a hacer de comandante policial, tomando él las decisiones sin arte ni parte, y la cosa terminó mal, con la muerte de los liberados, sin que nadie haya sometido a ese magistrado a juicio politico por mal desempeño de su cargo.

De esas hay miles, pero hay otra muy grosera de estos tiempos, que es emplear a la gendarmería, que está para cuidar las fronteras de la patria, en el resguardo del orden público en el conurbano bonaerense, donde pululan otra clase muy distinta de criminales, desconociendo olímpicamente la constitución nacional, la constitución bonaerense y ley que regula las funciones de la policía provincial.

Y más, mucho más, pero hay veces que el alejamiento de la realidad, es decir, la demencia, escala desde el nivel inferior de la fantasía hasta el intermedio de el delirio, cuando un juez federal aparta de la investigación a la policía federal y le encarga a la Side que se ocupe de develar el misterio del sindicalista ferrovario detenido y liberado, haciendo de un crimen (léase: el incendio de los trenes) una cuestión de seguridad nacional, bajo la modalidad de la amenaza global del terrorismo. ¿Cómo?

Todos podemos opinar y por eso yo digo que Cristina, vía Anibal, no debería permitir este pequeño desorden institucional ma non tropo, sino más bien, ordenarle inmediatamente a Nilda Garré que instruya un sumario, y que raje a quien tenga que rajar, o no, según corresponda, claro está, porque está en juego, nada más ni nada menos, que el prestigio institucional de la policía federal de la Argentina, y no es la de Somalía, con perdón de los somalíes, y también, obvio, la fama y la honra de la Side, a la que lógicamente, no le faltan enemigos ni detractores, porque a la gente no le gusta gran hermano, creyendo que está sólo para hacer cosas feas que, naturalmente, alguien las tiene que hacer, para que todos podamos echarle la culpa a alguien, pero resguardando la ley y el orden, en el único beneficio de la seguridad na-cio-nal, o no sindical o ferroviaria, claro está.

Además, el parlamento debería interpelar a ese juez, para ver si da o no da para someterlo a juicio político, por mal desempeño de su cargo, porque el que firmó la orden de detención, haya sido procedente o no, no fue la federal, sino él y nada más que él, claro está.

En sintesis, no es tan dificil mejorar la calidad de las instituciones, que de eso se trata en definitiva una democracia constitucional. ¿Verdad?

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho teóricamente posible, que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

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