domingo, 1 de enero de 2012

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Año I – Primera Edición Simulada – Editorial: 000000029  [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolíca
Miércoles 5 de Octubre de 2.011.


Un Cambio Radical
Por Rubén Vicente

Las tierras, el trabajo, el capital, las semillas, los cultivos, las cosechas, las materias primas resultantes, su almacenamiento, el transporte, los insumos industriales, los productos (las harinas, los aceites, los biocombustibles, los medicamentos, etc.), la distribución, la comercialización, el consumo masivo, las exportaciones, los ingresos dinerarios derivados de la actividad en general, los tributos percibidos por el estado sobre las ganancias y las rentas privadas, su aplicación al financiamiento de los gastos y de las inversiones públicas, tanto rurales como urbanas y tanto civiles como militares, internas o externas.
Todo ese complejo as de intereses está en juego cuando hablamos de la agricultura, que es una de las principales actividades económicas de los paises productores y exportadores de materias primas, en los cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América), incluyendo obviamente a la Argentina.
Eso es así, pero también lo es que ese mismo esquema es empleado para desarrollar la agroindustria de las plantas alucinógenas, fundamentalmente, del cannabis, de la amapola adormidera y de la coca, de las que salen la marihuana, la heroína y la cocaína, el paco incluído, es decir, el narcotráfico, que es la base del mercado clandestino, del tráfico de armas, de la evasión fiscal, del contrabando, del lavado de dinero, del financiamiento del terrorismo, de la corrupción, de la formación de gobiernos invisibles y de la desestabilización política, tanto interna como externa, que también es fogoneada desde afuera, para eliminar a la competencia local, claro está.
México, Colombia y Bolivia son ejemplos regionales arquetípicos en la materia. La respuesta institucional conocida son los planes A (prevención), B (asistencia) y C (represión). El resultado es el más rotundo fracaso del estado y la desintegración de la sociedad. Ya es hora de que hagamos algo al respecto, para que el problema se convierta en la solución de nuestros paises, pero de una vez y para siempre.
Mirándolo desde la óptica del consumo, la verdad es que hay gente que la toma ocasionalmente, otra que es adicta y otra que, además, es violenta. Ese es el principal foco de preocupación política, básicamente, por eso de la inseguridad ciudadana, igual que como ocurre en mucha menor medida con los alcohólicos, pero no con los fumadores (aprovecho para pasar el chivo, je jé).
¿Qué sucedería si por mera vía de hipótesis nos imagináramos que se legaliza el narcotráfico, de la heroína, de la marihuana y de la cocaina (paco included)? Respuesta personal personalísima: nada (¿cómo?). Digo, sólo volvamos a leer el primer párrafo de este artículo para ver cómo sería la cosa con esos nuevos productos de la agricultura en el mercado legal.
Se mantendrían los programas de la educación antidrogas (la prevención) y los de salud antidrogas (la asistencia), válidos para los ocasionales y para los adictos, porque ya no habría violencia vinculada con el narcotráfico, porque todos tendrían acceso garantizado a los narcóticos (vía promo o subsidios públicos), y porque los narcoviolentos ya no tendrían razón de existir, reduciéndose el abordamiento represivo de las consecuencias negativas del flagelo a las mismas normas que regulan a la micro minoria los alcohólicos violentos, que no son una amenaza, ni para la sociedad en su conjunto ni para el estado, en su integridad territorial, en su cohesión poblacional o en su autodeterminación gubernamental, claro está.
Eso sin contar la dignificación de una actividad económica milenaria, incluyendo el trabajo y su organización sindical, o el gigantezco capital en blanco derivado de la misma (marcas y publicidad incluida), o el exponencial aumento de la recaudación fiscal, o la altísima disponibilidad de fondos públicos destinables, justamente, a la prevención y la asistencia, o el más que sustancial ahorro en términos de financiamiento de un aparato represivo desmantelado (el otro gran negocio, obvio).
No sé, digo, es sólo una idea hipotética, que someto a consideración de mis conciudadanos, rogando en mi fuero íntimo que reflexionen sobre la misma, y que si compartieran esta opinión, que la empiecen a conversar con sus allegados, a ver si se propaga y algún día llega a oidos de los gobernates, para que se den cuenta que es más negocio la legalización que la lucha, sobre todo, en términos de desplome de los índices de la corrupción, que es el nombre que la política le da a la pervesión de las instituciones de la democracia constitucional, que deben ser cada día más transparentes, claro está.

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.  





[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

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