El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 16 de Marzo de 2.012.
La Primera Lección
Por Rubén VicenteHoracio Anasagasti nació en Buenos Aires (1879). Se graduó como ingeniero civil en la Universidad de Buenos Aires (1902), y se fue a Europa, a estudiar ingeniería mecánica, graduándose en 1906. Al regresar, se posicionó como el principal accionista, presidente del directorio y gerente general (The Chieff Executive Officer = The CEO) de una nueva sociedad comercial, que comenzó a girar bajo la razón social de Anazagasti y Cía, con domcilio legal en la ciudad de Buenos Aires, cuyo objeto social era, nada más ni nada menos, que la industria automotriz (¡guau!).
En realidad, era un taller con diez operarios, que trabajaba con autopartes de origen y procedencia europea y norteamericana, pero la idea era empezar a copiarlas y a fabricarlas acá, pero sin pagar las regalías (the royalties). Ups.
Como le fue relativamente bien, Anazagasti empezó a competir en carreras de autos y, a la vez, comenzó a diseñar una corrocería de su propia invención, colocándole un motor francés de doce caballos de fuerza y cuatro cilindros lineales, que se empezó a vender como el primer automóvil de frabricación nacional (made in argentina), bajo la marca Anazagasti, al precio de $ 6.000,00 m/n. [3]
En 1910, el Anazagasti sacó diploma de gran premio en La Feria Internacional del Automovil de Frankfurt. En enero de 1912, cuando Anazagasti y Cía. Ya tenía cinco años trabajando, salió al mercado el Anazagasti Sport, de 15 HP, que ganó La Carrera Rosario-Córdoba y que fue el primero en venderse en cuotas mensuales de $200,00 m/n. [4]
Por eso, el Ing. Anazagasti pensó que estaba para más, y llevó El Auto Argentino a correr El Gran Premio de Francia, llegando cuarto a la meta. ¡Bién¡
Pero cuenta la historia que en 1913, los clientes empezaron a retrasarse cada vez más en los pagos y, por eso, Anazagasti y Cía. se quedó sin capital para inportar hierro, acero y aluminio, para fabricar las autopartes de un motor para el Anazagasti Super Sport, de 30 HP, que quería lanzar al mercado nacional, y luego mundial para intentar competir, nada más ni nada menos, que con Daimler Benz, Renault, Roll Royce y Ford. [5]
Y estalló La Gran Guerra Mundial (1914-1918), y se paralizó el comercio transatlántico, y ya no hubieron más materias primas ni insumos importados, y entonces, la firma Anazagasti y Cía de Buenos Aires, directamente, quebró, obvio.
Para cuando ese gran taller automotríz argentino cerró sus puertas (1915), los cincuenta y un Anazagasti que circulaban por las calles porteñas funcionaban como modernos taxis (51); mientras el Ing. Anazagasti emigró a los EEUU, viviendo allá hasta poco antes de su muerte en 1932, cuando Henry Ford ya era el más grande fabricante de automóviles del mundo entero (orbis).
En otras palabras, un taller que copiaba por izquierda el diseño y fabricaba autopartes y repuestos, que armó cincuenta autos, los vendió mal y quebró.
Esa es la dura lección que Anazagasti aprendió y, a la vez, que nos enseñó a todos nosotros los argentinos, y es que no se puede montar una industria automotriz competitva, si los empresarios no cuentan con el capital suficiente; si los ingerieros mecánicos no se exprimen el cerebro para inventar sin copiar; si no se montan líneas de ensamblado y si los operarios no se capacitan en lo básico.
Porque en vez de pretender que todo sea Made in Argentina, tendríamos que proponernos que todo sea Thinked in Argentina, porque lo esencial es la tecnología, y la industria es lo de menos, claro está. ¿Cómo?
Te cuento. El pasado lunes doce de marzo, en La Casa Rosada, la presidente de la nación, Dra. Cristina Fernandez de Kirchner (a) lideró una micro exposición pública de maquinaria agrícola de industria ciento por ciento nacional (100% made in argentina), evidenciando que recién en el año 2012, nuestra nación es capaz de hacer exactamente lo mismo que los EEUU hacen desde el año 1900.
Y si, porque ellos, antes de fabricar su propia maquinaria agrícola, ya disponían de sus propios capitales, de su propia tecnología, de su propios combustibles, de su propia electricidad, de sus propias materias primas, de sus propios insumos industriales, de sus propias herramientas, de sus propias maquinarias, de sus propios motores, de sus propios instrumentos de precisión, de sus propios ingenieros mecánicos, de sus propios técnicos, de sus propios obreros calificados, de sus propias autopartes, de su propio método de ensamblado y de su propia red de distribución, comercialización y exportación; es decir, de su propia, auténtica y verdadera industria nacional. Conste.
Por eso no hay delima posible entre acero o caramelos. Los caramelos son muy ricos, pero sin acero no hay industria automotriz nacional posible, y sólo aspiraremos a la maquila, que no es lo mismo que la máquina.
Acá sobra cerebro. Acá sobra codicia. Juntemos cerebro y codicia y habremos puesto en marcha la máquina diabólica de la industria nacional, convirtiéndola en la más importante de la región, y después, del mundo. Si pudieron los japoneses, que nacieron de la bomba atómica, nosotros, que sólo perdimos La Batalla de Puerto Argentino, también podemos, y no me vengan con que ellos son un pueblo millonario, porque yo les respondo que sin en 1900 éramos la primera potencia de América Latina y la quinta mundial, también podemos.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] Equivalentes a dos millones y medio de dólares de enero de 2012 (2,5 MD´s).
[4] Equivalentes a ochenta y tres mil dólares de enero de 2.012 (U$S 83.000,00/M).
[5] Ninguna otra nación de América Latina podia soñar con un proyecto de semejante calibre, México y Brasil incluídos. La idea era ganar por la calidad, aunque se perdiera por el precio. Conste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario