domingo, 11 de marzo de 2012

186 Geopolítica (Argentina)

Año I – Primera Edición – Editorial: 00000186 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 11 de Marzo de 2.012.





Hagamos Las Cosas Bien
Por Rubén Vicente

Trataré de ser claro y conciso, pero no me pidan milagros en una materia extremadamente compleja, como es el sistema monetario de las naciones civilizadas.

Hay dos grandes modelos de banco central, que son el británico y el estadounidense. En el primero, el parlamento de su magestad es el que a través de una ley fija el valor de la libra esterlina contra el oro de la reserva monetaria nacional, estableciendo un tipo de cambio fijo y convertible (oro por libras y viceversa); mientras la misión legal del banco central (The Bank of England) es hacer absolutamente todo lo que tenga que hacer para preservar, pero a como de lugar, el valor legalmente establecido de la libra esterlina, como así también, su convertiblidad con el oro de la reserva monetaria, al tipo de cambio fijo determinado por la ley, y nada más, aunque se venga el mundo abajo.
Ello es así porque, del respaldo, del valor fijo y de la convertibilidad de la moneda, depende la estabilidad de las finanzas (los bancos, las bolsas, las aseguradoras y hacienda pública), de la que depende la estabilidad de la economía (la producción, la infraestructura, la industria, el comercio y la tecnología), de la que depende la estabilidad del empleo (rural y urbano, civil y militar). Right?
El otro gran modelo es el estadounidense. Lo mismo respecto a que el congreso federal es el que determina el tipo de cambio fijo y convertible entre el oro y el dólar, y también lo mismo, respecto a que hay un banco central (La Fed) cuya misión funamental es preservar el valor del dólar frente al oro, manteniendo a toda costa la convertibilidad fija entre el metal amarillo y el billete verde. Hasta ahí, es exactamente lo mismo.
Pero además, si el congreso federal estadounidente emite una declaración de emergencia económica nacional, la Fed puede suspender la convertibilidad entre el oro y el dólar, y puede intervenir en el mercado financiero, como si fuera un operador privado (las personas, las empresas y los bancos privados), arbitrando diversos mecanismos para prestar dinero a mediano plazo con tasas promocionales (léase: los créditos blandos), convirtiendo al gobierno de los EEUU en su principal cliente, es decir, actuando como su agente financiero. Así configurada, La Fed es un banco central, pero también, sólo en épocas de emergencia económica, es un banco nacional de desarrollo.
Ahora bien, el modelo británico inspiró el estatuto orgánico del Banco Central Europeo (BCE), mientras que modelo estadounidense inspiró al Brasil, para mantener un banco central de tradicional estilo británico, pero creando además el Banco Nacional de Desarrollo (BND), que cumple la función de estimular la actividad económica en épocas de emergencia económica.
En la Argentina, desde 1935 tenemos el Banco Central de la República Argentina (BCRA), cuya carta orgánica era un calco de la de The Bank of England, pero además, copiamos al Brasil, en eso de tener el Banco Nacional de Desarrollo (Banade), creado durante la primera presidencia de Perón, pero liquidado durante la primera presidencia de Carlos Memen. [3]
En 1999, siguiendo la monda mundial de aquel entonces, Roque Fernandez ordenó vender todo el oro guardado en las cámaras subterráneas del BCRA, mientras perdían valor las reservas en dólares frente al euro. En 2001, Domingo Felipe Cavallo propuso aprovechar la flamante paridad mundial entre el euro y el dólar (1:1), para cambiar los dólares de nuestras reservas monetarias nacionales por oro, por plata y por euros, pero carecía de maniobrabilidad política para hacerlo, pues la urgencia del problema de la deuda pública tapaba la importancia de reformar el sistema monetario nacional.
El congreso nacional cometio el sacrilegio de aprobar el proyecto de Eduardo Duhalde de salida de la convertibilidad, de devaluar nuestra moneda frente al dólar y de aumentar la presión fiscal a niveles exponenciales. Semejante inyección de heroína pura, le hizo sentir a la gente, a las empresas y al gobierno que empezábamos a salir de una crisis económica que jamás existió en realidad (el efecto tango). [4]
Y Néstor Kirchner asumió el gobierno con el apoyo de sólo el veintitres por ciento de apoyo popular (23%) y no tenía otra opción que de aceptar las feroces condiciones duhaldistas imperantes. Sin embargo, lo que él hizo fue políticamente heroico, pues se lanzó al desendeudamiento nacional, pero sin sacrificar el futuro de los trabajadores, de las pymes ni del gobierno elegido por el pueblo, aunque no les guste a los fondos huitres, que presionan sobre el gobierno de los EEUU, para que presione en el GAFI, para ponernos de la lista negra.
En ese contexto, luego de haber ganado la reelección con el cincuenta y cuatro por ciento de los votos (54%), Cristina Fernandez de Kirchner le propone al congreso de la nación la reforma de la carta orgánica del BCRA, manteniendo sus funciones tradicionales de preservar el valor del peso argentino, pero agregándole la de actuar, además, como si fuera el Banade, transformando a la autoridad monetaria nacional en La Fed de la Argentina, o algo por estilo, justamente, porque seguimos en emergencia económica, por culpa de la debilidad del dólar en que está conformada nuestra reserva monetaria nacional.
Quien haya estudiado la historia monetaria, financiera y económica de los EEUU, sabrá que La Fed fue un gran instrumento de preservación del valor del dólar como moneda del comercio mundial, y que también sabrá que el dólar fuerte fue un gran potenciador de la economía nacional de la primera potencia capitalista; pero también sabrá que ello fue asi sólo mientras el valor del dólar frente al oro y frente a las divisas extranjeras lo determinaba anualmente el congreso de los EEUU y no La Fed.
El día que el congreso norteamericano autorizó a La Fed a emitir dinero sin respaldo en metálico (la inflación), que fue en el mes de agosto de mil novecientos setenta y uno, los precios, los salarios, las tarifas, las multas y los tributos dejaron de bajar, y empezaron a subir, pero en forma constante (la carestía), hasta que estalló mal en septiembre del dos mil ocho, iniciándose la crisis mundial (the subprime crisis = el efecto jazz = la gran recesión = la segunda gran depresión = 2008-2014), que le está haciendo perder a los EEUU, nada más ni nada menos, que la supremacía mundial, claro está.
Siendo así, la gran lección histórica para el gobierno de Cristina es que hay cuidarse muy bien de que sea el congreso nacional el que tenga la atribución legal de fijar los tipos de cambio entre el oro, el peso argentino y las divisas extranjeras, como lo manda la constitución nacional, no permitiendo que sea el BCRA el que tome a su cargo esa tarea, porque si no, por más buenas intenciones que valgan, a la corta o a la larga, a la Argentina le terminará ocurriendo exactamente lo mismo que a los EEUU, y nada más, claro está.
En otras palabras, la fórmula del éxito es reservas monetarias en metálico; billetes circulantes completamente respaldados en ese metálico a un tipo de cambio fijo, aunque no sea convertible, y lo demás, que hagan lo que quieran y cómo quieran, porque lo fundamental, que es que no exista ni inflación ni carestía, quedaría suficientemente garantizado, para bien del gobierno, de las empresas y de los trabajadores.
Por eso digo que hagamos las cosas bien. No sé si me explico.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.



[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Durante la era menemista (1989-1999), el Producto Bruto Nacional (PBI) se triplicó, pasando de cien mil millones de dólares (100 MMD´s = 0,1 BD´) a trescientos veinte mil millones de dólares (320 MMD´s = 0,32 BD´s). Ello fue posible, fundamentalmente, a que las reservas monetarias nacionales en dólares duplicaban el circulante, rigiendo la convertibilidad entre el dólar y el peso, a tasa fija, es decir, uno a uno (1:1). Por eso, había estabilidad y ya no era necesario incentivar el desarrollo, porque la confianza hacía que el monto de inversiones privadas fuera de nunca fuera menor a cien millones de dólares por semana (100 MD´s/S), a cuatrocientos millones de dólares al mes (400 MD´s/D) y casi cinco mil millones de dólares al año (5.000 MD´s/A), totalizando quinientos mil millones de dólares en la última década del siglo veinte (500 MMD´s = 0,5 BD´s); sin contar las privatizaciones. Conste.

[4] Durante el debate de ese proyecto de ley duhaldista, el diputado nacional demótrata progresista Rafael Martinez Raymonda explicó que las reservas monetarias nacionales alcanzaban a diecinueve mil millones de dólares (19 MMD´s), mientras que con una paridad de uno a uno entre el dólar y el peso (1:1), el circulante era de catorce mil millones de dólares (14 MMD´s) y la deuda pública consolidada de nuestro país implicaba sólo el uno y medio por ciento del producto bruto interno (1,5%/PBI). Consecuentemente, Martinez Raymonda sostuvo que, técnicamente hablando, no había ninguna razón válida para aprobar el proyecto, concluyendo que lo que en realidad buscaba toda la oposición, no era más que cuestionar el modelo de la convertibilidad, que le dio a la Argentina una década de progreso sostenido, de modernización de toda su estructura económica y de alta competividad en el mercado global, siendo el único problema pendiente de solución la capacitación laboral para la nueva economía, que era la causa real del desempleo vigente en ese entonces, que era del treinta por ciento (30%). Conste.

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