El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 29 de Abril de 2.012.
El Chancho Más Querible del
Universo
Por Rubén Vicente
Damas
y caballeros. Este individuo se llama Sergio Héctor Sacheri (a) Sacho (Tauro –
55). Si piensan que está loco, se equivocan, porque en realidad, se quedaron
cortos, porque él está ré loco, pero además, como si eso fuera poco, es el gran lider afectivo del grupo
de los diez venerables jobatos de la promoción 1975 del glorioso y nunca bien
ponderado Instituto Inmaculada de Castelar, que todavía hoy, nos juntamos en su
casa comer los asados que él tan bien sabe preparar.
Y
sí, porque baste con decir que en su primera juventud Sacho fue empleado del
poder judicial de la nación argentina, y su misión era informarle a los presos
la condena impuesta por el juez. Un día, le tuvo que decir a uno que le tocaban
veinte años de prisión. El tipo se puso tan mal que se la quizo agarrar con él,
pero Sacho lo neutralizó con maestría, conservando el decoro propio de su
dignisima función, diciéndole amablemente mientras al tipo lo tenían que
esposar para que no lo mate: Jodete. Y ahora te quedás bien caliente
(sic), ja ja já.
Lo
paradógico de su brillante carrera tribunalicia no fue que no lo hayan echado,
sino más bien, que él haya renunciado voluntariamente, por haber concluído una
carrera universitaria absolutamente afín con la justicia criminal, como es la
veterinaria, que fue elegida cuando todos cursábamos cuarto año.
Se
planteó una conversación sobre la carrera que cada uno de nosotros pensábamos
seguir en la universidad. Él estaba indeciso, entre medicina o veterinaria,
porque decía que no soportaría que se le muera un paciente humano, agregando
que la veterinaria le resultaba muy interesante, preguntándonos a nosotros todo
serio, compenetrado en lo que estaba diciendo y en tono ultra científico: ¿Por
ejemplo, vos sabés cuánto acaba un chancho?¡Más de medio litro boludo¡ jua,
juah, juaahh.
No
puede ser lo simpático y buen tipo que es. De los de su clase, uno puede
encontrar dos, o a lo sumo tres, pero a lo largo de toda la vida, pero más no,
porque que se ve que los sachos deben andar esparcidos en distintos
ámbitos, para que los demás mortales podamos tener el orgullo y la
satistisfacción de dicir yo conozco un tipo con un gran corazón, que fue mi
compañero del colegio y hoy es mi amigo de la madurez.
Y
hablando de corazón, Sacho llegó a pesar ciento treinta y dos kilos. Le preguntamos
qué pensás hacer con tu salud, porque era más que obvio que corría riesgo
cardíaco, y más si a su edad seguía jugando al futbol todos los santísimos
sábados, como lo hacía desde que era
adolecente.
En
vez de decir voy a hacer un régimen estricto, nos miró fijo a los ojos y nos
respondió muy seguro de si mismo tengo todo bajo control (sic), y ahí
nomás peló la credencial de SOS Emergencias Médicas, ja ja já. ¡Qué
pedazo de turro, por favor¡
Pero
el año pasado se operó de las hemorroides; adelgazó y ahora está tan flor y
flor como luce en la foto de este artículo, que la saqué de Facebook, cuando
todavía era posible chorearse imágenes sin permiso del propietario, donde se lo
puede ver en su estado natural, siempre de buen humor y poniéndole el pecho a
la vida, que le dio cinco veterinarias, una hermosa casa, una buena mujer y dos
hijos que saben que su padre es un ejemplo de vida siempre honrada.
Nadie
olvidará jamás su envidiable estado atlético adolecente. Estábamos de
campamento de vacaciones de invierno en Tandil. Una noche lo agarraron a El
Enano Bianchini y lo ataron a la baranda del puente que cruza el lago. Se vengó
con la subrepticia autoría intelectual de un servidor, poniéndole un soruyo de
perro en la bolsa de dormir. A oscuras se metió, y al rato la carpa era una
cámara céptica. Sacho responsabilizó al enano de turno y lo corrió por todos
lados, dando sobradas muestra de agilidad, no obstante lo cual, a la vuelta en
tren, se mandó una docena de empanas fritas que eran un espanto, porque se ve
que no quedó traumatizado para nada con esa vivencia escatológica, ja ja
já.
Cuántas
cosas lindas vivimos con Sacho. Si no fuera por él, nuestro grupo se hubiera
desarticulado. Si, porque Sergio Sacheri es una especie de gran mamá gallina
espiritual que reune con su amor por la vida a sus diez vejetes polluelos fané
y descanyau, a picar la carne compartida o la pizza desabrida que nos sirven en
Plaza Alem, lo mismo da, porque la cosa es estar juntos una o dos veces al año,
recordando una y otra vez, las anecdotas del colegio secundario, o
enfracándonos en sesudos debates sobre la situación de Castelar, de Buenos
Aires, de la Argentina o del mundo entero, sin que falten los temas familiares
o de la salud de nosotros los jobatos y, por supuesto, el futbol, pues como
dije, Sacho es la gran gallina, pero de la bé, ja ja já.
En
otras palabras, un loco lindo y un tipazo, que cuando seamos ancianos y estemos
en el geriátrico, lo vamos a recordar con una sonrisa en los labios, pues de él
nadie se va olvidar, hasta que Dios diga basta, y después también, qué joder.
Por eso, hoy tengo ganas de que todos nosotros le gritemos:
¡Feliz
Cumpleaños Chancho Querido¡
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de
la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
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