El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 8 de Abril de 2.012.
Algo Verdaderamente Grande V
Por Rubén Vicente
Oficialmente era un tratado de paz, amistad, navegación, comercio y de no agresión militar en caso de eventualidades bélicas en Europa. Extraoficialmente, los historiadores sostienen que el acuerdo implicaba la virtual repartición territorial de Polonia, y la neutralidad soviética ante el inminente estallido de una segunda conflagración militar planetaria.
Pero yo digo que, en realidad, El Pacto Molotov Ribbentop no fue más que la virtual anexión pacífica de la totalidad de La Unión Soviética al III Reich, porque si había algo que Hitler no quería, era vencer al comunismo soviético por las armas, porque tenía hiper claro que ni Napoleón logró conquistar Rusia.
Y Stalin no quería ni loco saber nada con una maldita guerra capitalista que arruinara todo lo que él había logrado construir para el comunismo, pensando que era realmente factible un entendimiento ideológico posible entre el comunismo y el nazismo, es decir, entre el socialismo real (el stalinismo) y el socialismo verdadero (el grünismo = el hitlerismo) porque, al fin y al cabo, ambos están viceralmente entroncados en el ámplio espectro de el socialismo, no existiendo posiciones auténtica y efectivamente irreconciliables entre ambas doctrinas socialistas.
Sobre esa base, La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) sería para Alemania una guerra en el frente occidental contra Francia y, sobre todo, contra Gran Bretaña, y tal como lo había calculado la geopolítica germana de Haushoffer, los EEUU se declararon neutrales.
Por eso, la segunda guerra mundial tuvo dos partes perfectamente diferenciables. En la primera, Alemania no paró de expandir las fronteras del III Reich, que llegó a abarcar casi toda Europa, desde los Urales hasta Gibraltar. Y la segunda que implicó el fracaso de La Operación ´Barbarroja´ en Europa Oriental y la pérdida suscesiva del norte de Africa, del sur y centro de Italia y de Francia Oriental. [3]
En semejante contexto, Hitler tomó las cuatro decisiones más importantes de toda su vida (4). La primera fue auspiciar una expedición arqueológica en La Francia de Vichy, liderada por el Prof. Dietrich Eckart, destinada a encontrar, nada más ni nada menos, que El Santo Grial, que fue hallado en la villa languedotina de Rennes Le Chateaux y fue puesto bajo la costodia de las SS de Himmler en El Castillo de Wewelsburg.
Tener en sus manos, nada más ni nada menos, que la fuente de la sabiduría eterna, era para Hitler la prueba irrefutable de que él venía a ser una especie de Abbadón, al que Lucero del Alba (Lucifer = El Angel Caído = Satanás) ya no podría seguir subyugando, condenando su alma oscurecida por el pecado a las llamas eternas del infierno. [4]
La segunda fue ordenar la planificación y ejecución de La Operación ´Solución Final´, destinada al exterminio masivo de los súcubos del infierno en la tierra, es decir, de los judíos (el holocausto = la shoa). [5]
La tercera fue ordenar la planificación y ejecución de La Operación ´Reinhart´, destinada a convertir las reservas de oro de los bancos centrales de los estados miembros del III Reich en lingotes de oro nazi, transportados fuera de Alemania, para financiar, nada más ni nada menos, que la instauración del El IV Reich en el Exhilio.
Y la cuarta fue ordenar la planificación y ejecucición de La Operación ´La Maison Rouge´, de selección de empresarios, políticos, militares y tecnólogos nazis ultra fieles a su persona, para involucrarlos en El Proyecto IV Reich.
Hitler siempre supo que Alemania no estaba en condiciones de ganar la segunda guerra mundial, y manos una guerra en dos frentes, pero luego de esas cuatro decisiones trascendentales, él estaba absolutamente convenido de que había hecho algo verdaderamente grande por Dios, por la iglesia católica y por la patria gran alemana.
Por eso, estaba completamente seguro de que, aunque ganaran la guerra los aliados, en realidad, ya desde ese mismo momento, la tenían irremediablemente perdida, y lo que habría de venir, no serían más que dificultades, que sólo han sido hechas para ser vencidas, y nada más, claro está.
Por eso, sus dos actos políticos finales en esa etapa fueron, por un lado, darle luz verde a su santidad, el papa, Msr. Dr. Dn. Eugenio Pacelli (a) Pío XII (a) El Papa de Hitler, para que habilite La Ruta de los Monasterios, también conocida como La Ruta de las Ratas y, por el otro, planificar y ejecutar La Operación ´Ave Fenix´, destinada a generar la falsa percepción mundial de su suicidio, en medio de la estrepitosa derrota del III Reich (1945).
Y si me dijeran que estoy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] La Conferencia de Terranova (1941), que determinó la alianza beligerante de Gran Bretaña y los EEUU, contra Alemania, convenció a Stalin de que si La Unión Soviética se sumara al bando de Los Aliados (léase: Las Naciones Unidas), Alemania sería militarmente triturada; Europa sería territorialmente repartida a favor de los británicos, los franceses, los americanos y los soviéticos y, sobre todo (supra tutto), El Imperio del Sol Naciente (Japón), no se atravería a atacar, ni a los EEUU ni a La Unión Soviética. Las sofisticadas redes de espionaje de Tokio y de Berlín, transmitieron la información de que Stalin traicionaría El Pacto Molotov Ribbentrop, no quedándoles a los japoneses y a los alemanes otra opción estratégica que anticiparse y declararle la guerra a Las Naciones Unidas (léase: los aliados), porque estaba transparentemente claro que, en semejantes condiciones, la segunda guerra mundial se había transformado en un conflicto bélico geopolíticamente excluyente (léase: ellos o nosotros = es a matar o morir). Conste.
[4] En el Libro de las Revelaciones de San Juan Apostol (léase: el apocalipsis), Abbadón es el demonio liberado por Dios Padre para encadenar a Lucifer por mil años, mientras tramita El Juicio Final.
[5] Recién entonces (1941) la segregación racial de Las Leyes de Neurenberg de los nazis en general, se transformó en la discriminación racial de los hitleristas en especial. La inmensa mayoría de los europeos habitantes del III Reich jamás supieron fehacientemente que los hitleristas serían capaces de incurrir en genocidio y, de buena fe, creyeron que todo lo que se decía en el extranjero no era más que pura propaganda aliada. Sin embargo, la verdad es doble. Por un lado, la discriminación racial (la operación solución final = el genocidio hebreo = el holocausto judío = la shoa) sólo se hizo efectivo sobre ciudanos de La Unión Soviética reputados como políticamente peligrosos, es decir, activamente anti nazis, que fueron debidamente detenidos, juzgados por cortes marciales de acuerdo con La Convención de Ginebra de 1907, y condenados a reclusión perpetua en los campos de concentración administrados por las SS, de acuerdo con las leyes alemanas en vigencia en ese entonces. Por el otro, el único exceso ética, moral, política, jurídica y religosamente reprochable fue alentar subrepticiamente los motines y las fugas de los prisioneros, otorgándole una falsa legitimidad a los fusilamientos en masa, las casi totalidad de los cuales involucró a comunistas activamente anti nazis que profesaban la religión yavista, es decir, a Los Judíos de La Rusia Ocupada, y no a los judíos recluídos en los campos de concentración del resto del III Reich. Sin embargo, obsérvese que el crimen internacional de genocidio no estaba aún tipificado en el período de vigencia de la shoa (1941-1944), y no lo fue sino hasta La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Por ello, su santidad, el papa, Msr. Dr. Dn. Joseph Ratzinger (a) Benedicto XVI, no habla de el genocidio judío de los nazis, sino más bien, únicamente, de la locura hi-tle-ris-ta del holocausto (sic). Conste.
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