El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 22 de Agosto de 2.012.
La Gran Guerra Mundial
Por Rubén Vicente
Entre
1889 y 1914 tuvo lugar un proceso geopolítico que la historia universal conoce
con el nombre de La Paz Armada. Fueron veinticinco años (25), durante los cuales, el mundo
bipolar del siglo diecinueve (el siglo de la industria), que primero fue
anglo-ruso y luego fue anglo-germano, dejó confirurado un escenario mundial
caracterizado por el incremento constante de la tensión económica,
diplomática y militar (leáse: la confrontación geopolítica) entre Gran Bretaña
y Alemania, por el control exclusivo y excluyente del mundo entero (orbis), es
decir, por la supremacía global.
Sin
embargo, al comenzar el siglo veinte (el siglo de la alta tecnología), la
humanidad estaba covencida de que se había iniciado una era de paz y de
progreso universal que no tendría fin, justamente, gracias a la alta
tecnología, capaz de generar cuantas revoluciones industriales fueran
necesarias, hasta satisfacer completamente toda la demanda global de bienes, de
servicios y de dinero, sin que fuera necesario dirimir los conflictos existentes
entre los estados miembros de la comunidad internaciónal, a través de una
espantosa gran guerra mundial que nadie quería, por la sencilla razón de que en
la misma era altamente probable que los bandos en pugna emplearan, nada más ni
nada menos, que las tenebrosas armas de destrucción masiva (léase: Las ADM´s),
en su primera versión de las armas químicas, supuestamente
capaces de exterminar millones de personas en unos pocos días. Ups.
Psiquiátricamente,
la demencia implica el divorcio entre la mente y la realidad. Eso era
justamente lo que estaba ocurríendo con la gente, dementizada ex profeso por
los servicios de inteligencia militares en pugna secreta, pues si la gente no
quería la guerra, los políticos tampoco y los gobiernos no apoyarían los
programas de armamentos británico y alemán, obvio.
Pero
una cosa era la gente y otra muy distinta eran los complejos estratégicos
nacionales, que forzaban el esmerilamiento de las relaciones
internacionales, a través de el doble mensaje psicótico de proclamar la
paz mientras se armaban para la guerra.
En
ese contexto, se llevó a cabo La Conferencia Mundial de la Paz de 1907,
celebrada en la capital holandesa (Amsterdam), en cuyo marco las grandes
potencias mundiales, a pesar de los discursos, de los documentos y de las fotos
para la posteridad, al año siguiente, sólo lograron la entrada en vigencia de
La Convención de Ginebra de 1908, que fue el acta de nacimiento de el
derecho internacional humanitario, y nada más, claro está.
A
partir de 1910 todo empezó a cambiar vertiginosamente, con el estallido de La
Guerra de los Balcanes, en cuyo contexto las grandes potencias europeas
fogonearon alevosamente los micro nacionalismos, probando las armas que
pensaban utilizar en su gran guerra mundial.
Los
astrólogos comenzaron a anunciar la inminencia del fin del mundo y, mientras
insólitamente, los gobernantes se olvidaban de sus declamaciones pacifistas de
la década pasada, el cielo envió su mensaje con El Cometa Haley (1910),
ocurriendo lo que nadie creía que pudiera suceder, como fue El Hundimiento del
Titanic (1912).
El
aire se cortaba con tijera y cualquier chispa podría incendiar el mundo. En
otro momento de la historia, El Magnicidio del Archiduque Francisco Fernando,
heredero del trono de Austria Hungría, hubiera sido la comidilla de las
cronicas policiales de todo el planeta, y nada más pero ese fue, justamente, el
hecho puntual que desató la tragedia.
Y
estalló La Gran Guerra Mundial (1914-1918) de La Entente Cordiale (Gran
Bretaña, Francia, Italia, Rusia y Japón) contra Los Imperios Centrales
(Alemania, Austria Hungría, Turquía y China).
Treinta
millones de bajas, entre muertos, lisiados, heridos, contusos, prisioneros y
desaparecidos (30.000.000). La
utilización masiva de las armas químicas. La expansión inducida de devastadoras
enfermedades virósicas en el viejo continente. El estallido de La Tercera
Guerra Civil Rusa. La caída de la monarquía y la instauración de la república,
primero social demócrata y pro británica (léase: menchevique) y luego comunista
y pro alemana (léase: bolchevique). Finalmente, la entrada en la guerra global
de los EEUU, aliados al bando de la entente cordiale.
Y
ganó La Ententente Cordiale (Gran Bretaña, Francia, Italia, Rusia, Japón y los
EEUU). En Alemania cayó el segundo imperio, instaurándose la república social
weimariana y pro británica, mientras Baviera se secesionaba, convirtiéndose en
una república socialista soviética pro rusa. También se extinguió el imperio
austro húngaro, instaurándose las repúblicas pro británicas de Austria y de
Hungría.
Y
Turquía quedo reducida a Anatolia, estallando un golpe de estado que terminó
con el imperio y dejó instaurada la república islámica, nacionalista,
anticomunista y pro estadounidense. Y en toda Rusia, la tercera guerra civil,
fogoneada por Gran Bretaña y por Alemania, no podía evitar la formación de
varias repúblicas socialistas soviéticas.
En
otras palabras, la gran guerra mundial había concluído, pero los intereses
estratégicos que la causaron seguían en pugna, no obstante la parodia de
los vencedores, que forjaron La Socidad de las Naciones (SN´s), liderada por
una Gran Bretaña en ya inocultable estado de decadencia imperial, que
fue abiertamente desairada por los aliados estadoudenses que no quisieron sumarse a su
proyecto capitalista británico, pero tan internacionalista como el comunismo
que decía que quiería desterrar de la faz de la tierra.
En
esa reedición soterrada de la paz armada, surgían dos novedades. El
capitalismo industrial-militar de los EEUU y la Organización Internacional del
Trabajo (OIT). Dos proyectos para el mundo que anhelaba una paz firme y
duradera pero que, otra vez, empezaba a marchar en la dirección contraria.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La
libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el
presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
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