El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 16 de Agosto de 2.012.
El Socialismo VIII
Por Rubén
Vicente
¿Quién perdió y quién gano con La Revolución Europea
de 1848? Bueno, perdió, y más bien murió, la doctrina conservadora
extrema, es decir el reaccionarismo.
Eso de que nada debe cambiar, pero si cambia, lo obligamos a volver atrás a la
fuerza si hace falta, sencillamente, no iba más.
Europa evolucionó, y la derecha ahora quedaba en la
doctrina conservadora del progresismo. El centro se situaba en el
conservadorismo populista. Y la izquierda la doctrina liberal minarquista. El
resto (léase: el radicalismo, el anarquismo, el colectivismo, el socialismo y
el comunismo) era la ultra izquierda, absolutamente antisistémica a mediados de
el siglo diecinueve (el siglo de la industria).
Dentro del espectro ideológico del asociacionismo,
la doctrina ortodoxa (el colectivismo) también había muerto, y sólo persistiría
en América del Norte, y durante no más de veinte años. En cambio, la óptica
sexual del liberalismo anarquissta y del colectivismo urbano (léase: el
cooperativismo, el mutualismo y el ateneismo) estaba empezando a prender en
toda Europa Occidental, reduciéndose drásticamente los reductos de la moral
victorina, que ya empezaba a relajarse imperceptiblemente, en todos lados,
excepto en Gran Bretaña.
El único peligro real y concreto era el nihilismo
(léase: la guerrilla rural y el terrorismo urbano) pero, afortunadamente, tanto
en el anarquismo como en el colectivismo urbano, ese nihilismo era siempre
instrumental, pues si era posible la negociación, los pueblos no le daban
pelota a esas ideologías de que hablaban los intelectuales, y nadie más, claro
está.
Lo único que tenía futuro de verdad, era el socialismo nacional (el socialismo
verdadero = el nacional socialismo = el
nazismo decimonónico = el nazismo original = el grünismo = el
prohudonismo = la revolución en paz = la revolución impura); inspiradora de un
movimiento obrero organizado que pretendía, nada más ni nada menos, que la
independencia económica, la justicia social, la soberanía política, la
integración regional y contiental y la tercera posición, equidistante de Gran
Bretaña y de Rusia en el conflicto por la supremacía mundial (léase: la guerra
fría). Ese y no otro era el futuro de La Europa Nazi que se empezaba a venir.
En semejante contexto, un grupo de intelectuales de
la alta burguesía, pretendiendo imbuir a los trabajadores europeos de un nihilismo
sistemático, como modo de alcanzar la revolución autocrática (la revolución
pura) era un puro dislate psicótico que, obviamente, quedaba encapsulado
en pedorradas tales como La
Liga de los Comunistas (10.000), El Manifiesto del Partido Comunista y Karl
Marx, o a lo sumo Federico Engels, y ya está.
Pero esa nada comunista es lo que veían la masas
proletarias europeas. Atrás de esa fantochada microscópica de Marx y Engels
estaba Holanda, que quería una guerra franco-germana, para beneficiarse ella y su patrona (Gran
Bretaña), y el comunismo era su manera germinal de lograrla, o por lo menos de
avanzar, aunque eso no se viera a nivel popular.
Marx concluyó entonces con que la primera fase de la
revolución comunista (la concientización) había concluído, y ahora venía la
segunda fase (la agitación), que oradaría las base mismas del capitalimo
privatista.
Por eso, Marx empezó a decirle a quien quisiera
escucharlo que había recibido una herencia, y que la había invertido en la
compra de armamentos para los comunistas belgas, cuando la guita venía de Holanda.
Nada, lo expulsaron de Bruselas, y se fue a Londres, a donde empezó a escribir
para El Tribuno de Nueva York (1849).
Desde entonces, Marx comenzó a escribir El
Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, publicado casi coetáneamente con la
instauración del tercer imperio francés cesarista de Napoleón III (1852). La
idea expresada en esa obra era que el proletariado es escencialmente
comunista (¿¿???) y debía e lanzar la
guerra contra el estado capitalista burgués, pero ya mismo.
Y Marx y Engels se pasaron más de diez años pensando,
diciendo y haciendo boludeses (10), hasta le puso el ojo el servicio secreto
del gobierno de su graciosa magestad y, sabiendo que Marx era un agente
holandés fracasado, pero con cierto talento para escribir cosas ingeniosas,
sencillamente, lo reactivó.
Por eso, en 1864, mientras el mundo estaba
preocupado por La Guerra Prusiano Danesa, quedó conformada una nueva asociación
civil sin fines de lucro, que comenzó a girar bajo la razón social de La
Asociación Internacional de los Trabajadores (léase: la internacional
socialista = la primera internacional), cuyo primer presidente de la comisión
directiva era su alteza, el duque de Westfalia, Agte. NID C-3 Tte. Gral. GW ®
Dr. Karl Heinrich Pressburg Marx (a) Carlos Marx (a) Epicureo (a) Spartaco (a)
El Choborra (a) El Opioinómanoo (46).
Con fondos aportados por el servicioi británico, fueron
todos los intelectuales anarquistas, socialistas y comunistas, excepto el nazi
alemán (Karl Grün). Desde entonces, quedó planteada la puja ideológica
liberal-anarquista de Bakunin versus la asociacionista-comunista de Marx, que
ganó la pulseada, publicando el primer volumen de El Capital (1867), cambiando
la sede de la internacional socialista a Nueva York (1872).
Desde entonces, toda la ultra izquierda
internacionalista, fuera anarquista, colectivista, socialista o comunista,
reconoció como válido el análisis de la historia formulado por Marx y por
Engels.
Pero, afuera de la burbuja intelectual, ya era
demasiado tarde para pendejadas anarquistas o comunistas, porque el movimiento obrero organizado de
Germania era nazi, y luego de
La Guerra Franco Prusiana (1870-1871) se constituyeron El Segundo Imperio
Alemán (La Pequeña Alemania = Das II Reich) y La Tercera República de Francia;
uno gobernado por el conservadorismo populista de Bismark y el otro gobernado
por el nazismo militarias de León Gambeta (léase: el prohudonismo militar = el
cesarismo belicista = el neochuvinismo).
Medio minuto antes de la conformación de ambos
estados nazis (Francia y
Alemania), el comunismo tuvo un segundo de gloria (léase: La Comuna de París),
que podía repetirse, porque si esos barravravas pudieron una vez, podrían mil,
claro está. Por eso Marx escribió La Guerra Civil en Francia.
En 1877, Marx publicó La Crítica del Programa de
Gotha, oponiéndose al nazismo franco-alemán, llamándolo con el nombre de el capitalismo de estado, cuyo
máximo mentor en la Alemania de aquel entonces era el Dr. Wilhelm Liebnecht,
seguido en Austria Hungría por Fernand Lasalle.
Carlos Marx pasó a la inmortalidad después que su
mujer (Jenny), el catorce de marzo de 1883, exactamente un año antes de El
Congreso de Berlín, presidido por Bismark, que había desterrado el comunismo de
Alemania para siempre, luego de haber triunfado en La Guerra Cultural (léase:
die kulture campf), claro está.
Sin embargo, en la lápida de El Duque de Bielefeld,
está escrita la consigna: proletarios del mundo,
uníos (sic).
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería
que veremos,
veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación
de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19),
la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para
uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente
posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si
ocurriera sería catastrófico.
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