El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 12 de Julio de 2.012.
El Socialismo IV
Por Rubén Vicente
Hasta ahora, hemos avanzado en el estudio de la
tercera ideología política contemporánea (léase: el asociacionismo), del
que deriva la doctrina ortodoxa de Charles Fourier (léase: el colectivismo) y
la doctrina heterodoxa de Pierre Prohudom (léase: el socialismo).
Vimos que el falansterismo colectivista furrieriano
implica la existencia de una autodefensa armada, de tipo paramilitar defensivo,
y por ende, necesariamente instrumental. Y vimos que en el socialismo
nacional prohudoniano, la idea de organizar una autodefensa armada sindical,
lisa y llenamente, no existe,
recordando que el nihilismo (léase: la guerrilla rural y/o el terrorismo
urbano), fue un invento anarquista de la primera revolución (1792-1796), de la segunda revolución anarquista (1830) y de la tercera revolución
anarquista (1848), que fueron tres
revoluciones objetivamente a-nar-quis-tas. Right?
No, digo porque hoy día se maneja sistemáticamente el
craso error de pensar que la primera revolución anarquista fue liberal
extrema, en el sentido de haber sido radical,
y de pensar que la segunda y que la tercera revolución anarquista fueron
revoluciones socialistas, cuando en realidad, en mi modesta oponión, eso es un
dislate de lesa historicidad, destinado a hacer ver como que el socialismo
era revolucionario, en el sentido violento del término, es decir,
intrínsecamente nihilista, pero desde antes de Carlitos Marx, cuando
ello es absolutamente falso de toda
falcedad. Conste.
En efecto, luego de la tercera revolución anarquista
(1848), la alta burguesía industrial
francesa tomó plena conciencia de que el modelo capitalista británico
dependiente, no hacía más que garantizar la progesiva pérdida de importancia de
Francia en el mundo entero (orbis).
Por eso, el gobierno convervador popular de Napoleón
III (1852-1871) sentó las bases del capitalismo industrial independiente del
neoimperialismo británico, lanzando la segunda revolución industrial en
Francia (léase: la revolución de la infraestructura = la minería, la energía,
los transportes y las comunicaciones), funcionando a base de capitales
franceses, de alta tecnología francesa, de maquinarias y de motores franceses,
y de ingenieros, técnicos y capataces franceses, garantizándose de ese modo,
nada más ni nada menos, por un lado, la independencia económica francesa y, por
el otro, la drástica reducción de la brecha económica, diplomática y
militar (léase: la brecha geopolítica) entre la segunda potencia mundial
(Francia) y la primera potencia mundial (Gran Bretaña).
En semejante contexto, Francia revalidó sus títulos
de gran potencia europea y mundial luego de la conclusión de La Guerra de
Crimea (1854-1856), cuando prácticamente forzó a Gran Bretaña a negociar la
conformación de una nueva sociedad comercial, con domicilio legal en Londres,
pero con administración central en París, integrada por los gobiernos de Gran
Bretaña (51%) y de Francia (49%), destinada a encarar la titánica tarea
franco-británica de diseñar, construir y operar, nada más ni nada menos, que El Canal de Suez. ¡Guau!
Bajo esa comprensión, inmediatamente después de la
coronación de Napoleón III, el parlamento francés aprobó una serie de proyectos
de ley que, en la práctica, significaron la confluencia ideológica del
conservadorismo popular gubernamental con el asocionismo socialista de el
movimiento obrero francés.
Dicha confluencia ideológica posibilitó que los
obreros franceses les fuera permitido formar sus sindicatos locales, sus
federaciones provinciales, sus confederaciones departamentales, sus
confederaciones generales regionales y su confederación general del trabajo de
la nación francesa, que recibiría el justo nombre de La Confederación General
del Trabajo (CGT), de más que obvia tendencia socialista, pero en el sentido
prouhdoniano de término, es decir, como expresión obrera de el
socialismo nacional (léase: el socialismo verdadero = el nacional
socialismo = el nazismo decimonónico = el nazismo original = el
grünismo francés), que es católico, laicista, federalista, revolucionario,
democrático y pro republicano (léase: el socialismo anti marxista de la
alianza de clases). Conste.
A esa nueva doctrina de gobierno tercero napoleónica
que es, a la vez, conservadora populista y nacional socialista, se la conocería
con el nombre el cesarismo. [3]
En ese contexto cesarista, la minoría
anarquista de la CGT francesa tomaría la grave e irreversible decisión de
participar en el primer congreso celebrado por una nueva asociación civil sin
fines de lucro, que comenzó a funcionar bajo la razón social de La Asociación
Internacional de los Trabajadores (léase: la sociedad internacional socialista
= la primera internacional = la
internacional a-nar-quis-ta), liderada por su primer secretario general
germano (Carlos Marx), del que hablaremos más adelante, obvio.
Pero por ahora, concluimos que el cesarismo fue el
responsable de que el socialismo, y ya no más el anarquismo, empezara a
ser la opción francesa de vanguardia en el campo ideológico del asociacionismo,
eclipsando para siempre a la ortodoxia colectivista de Charles Fourrier.
Desde Napoleón III en adelante, aunque Pierre
Prohudon estuviera preso, lo cierto es que su pensamiento nacional socialista
se convertiría en el ícono del socialismo francés, que no es otra cosa que el
auténtico nazismo decimonónico galo, y por eso el marxismo en Francia jamás
caminó, ni camina, ni caminará, y nada más, claro está, no jodamos.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado,
respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación
de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para
uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente
posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera
sería catastrófico.
[3] Del edecán de Napoleón (Chauvin) viene el chauvinismo. De la
confluencia del conservadorismo popular de Napoleón III (el neobonapartismo)
con el socialismo nacional (el prohudonismo) viene el cesarismo. Y del
cesarismo décimonónico con el europeismo hitlerista, convenientemente adecuado
a las condiciones imperantes luego de La Segunda Guerra Mundial (1939-1945),
vienen el gaulismo, el neogolismo y el post gaulismo, que
son las doctrinas que conviven en El Movimiento de la Nueva Mayoría Popular
(MNMP) del ex presidente Nicolás Zarkozy. Lo de El Frente Nacional del extinto
Jean Marie Le Penn, viene de la misma línea chauvinista, pero no confluye con
el socialmo, en ninguna de sus variantes, y su xenofobia es la misma que campea
en el alma de la nación francesa desde antes de la revolución francesa, cuando
gobernaban las dinastías de Los Valois y de Los Borbón, debiéndoselo encuadran
dentro de la ideología liberal y de la doctrina nacionalista (léase: el
liberalismo nacionalista = el nacionalismo liberal). Conste.
[4] Para el estudio del prohudonismo germano, véase El
Cisne Negro (Edictorial 28).
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