domingo, 12 de agosto de 2012

339 Historia (Mundial)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000339 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 12 de Julio de 2.012.





El  Socialismo IV
Por Rubén Vicente 

Hasta ahora, hemos avanzado en el estudio de la tercera ideología política contemporánea (léase: el asociacionismo), del que deriva la doctrina ortodoxa de Charles Fourier (léase: el colectivismo) y la doctrina heterodoxa de Pierre Prohudom (léase: el socialismo). 

Vimos que el falansterismo colectivista furrieriano implica la existencia de una autodefensa armada, de tipo paramilitar defensivo, y por ende, necesariamente instrumental. Y vimos que en el socialismo nacional prohudoniano, la idea de organizar una autodefensa armada sindical, lisa y llenamente, no existe, recordando que el nihilismo (léase: la guerrilla rural y/o el terrorismo urbano), fue un invento anarquista de la primera revolución (1792-1796), de la segunda revolución anarquista (1830) y de la tercera revolución anarquista (1848), que fueron tres revoluciones objetivamente a-nar-quis-tas. Right? 

No, digo porque hoy día se maneja sistemáticamente el craso error de pensar que la primera revolución anarquista fue liberal extrema, en el sentido de haber sido radical,  y de pensar que la segunda y que la tercera revolución anarquista fueron revoluciones socialistas, cuando en realidad, en mi modesta oponión, eso es un dislate de lesa historicidad, destinado a hacer ver como que el socialismo era revolucionario, en el sentido violento del término, es decir, intrínsecamente nihilista, pero desde antes de Carlitos Marx, cuando ello es absolutamente falso de toda falcedad. Conste.  

En efecto, luego de la tercera revolución anarquista (1848), la alta burguesía industrial francesa tomó plena conciencia de que el modelo capitalista británico dependiente, no hacía más que garantizar la progesiva pérdida de importancia de Francia en el mundo entero (orbis). 

Por eso, el gobierno convervador popular de Napoleón III (1852-1871) sentó las bases del capitalismo industrial independiente del neoimperialismo británico, lanzando la segunda revolución industrial en Francia (léase: la revolución de la infraestructura = la minería, la energía, los transportes y las comunicaciones), funcionando a base de capitales franceses, de alta tecnología francesa, de maquinarias y de motores franceses, y de ingenieros, técnicos y capataces franceses, garantizándose de ese modo, nada más ni nada menos, por un lado, la independencia económica francesa y, por el otro, la drástica reducción de la brecha económica, diplomática y militar (léase: la brecha geopolítica) entre la segunda potencia mundial (Francia) y la primera potencia mundial (Gran Bretaña). 

En semejante contexto, Francia revalidó sus títulos de gran potencia europea y mundial luego de la conclusión de La Guerra de Crimea (1854-1856), cuando prácticamente forzó a Gran Bretaña a negociar la conformación de una nueva sociedad comercial, con domicilio legal en Londres, pero con administración central en París, integrada por los gobiernos de Gran Bretaña (51%) y de Francia (49%), destinada a encarar la titánica tarea franco-británica de diseñar, construir y operar, nada más ni nada menos, que El Canal de Suez. ¡Guau! 

Bajo esa comprensión, inmediatamente después de la coronación de Napoleón III, el parlamento francés aprobó una serie de proyectos de ley que, en la práctica, significaron la confluencia ideológica del conservadorismo popular gubernamental con el asocionismo socialista de el movimiento obrero francés. 

Dicha confluencia ideológica posibilitó que los obreros franceses les fuera permitido formar sus sindicatos locales, sus federaciones provinciales, sus confederaciones departamentales, sus confederaciones generales regionales y su confederación general del trabajo de la nación francesa, que recibiría el justo nombre de La Confederación General del Trabajo (CGT), de más que obvia tendencia socialista, pero en el sentido prouhdoniano de término, es decir, como expresión obrera de el socialismo nacional (léase: el socialismo verdadero = el nacional socialismo = el nazismo decimonónico = el nazismo original = el grünismo francés), que es católico, laicista, federalista, revolucionario, democrático y pro republicano (léase: el socialismo anti marxista de la alianza de clases). Conste. 

A esa nueva doctrina de gobierno tercero napoleónica que es, a la vez, conservadora populista y nacional socialista, se la conocería con el nombre el cesarismo. [3] 

En ese contexto cesarista, la minoría anarquista de la CGT francesa tomaría la grave e irreversible decisión de participar en el primer congreso celebrado por una nueva asociación civil sin fines de lucro, que comenzó a funcionar bajo la razón social de La Asociación Internacional de los Trabajadores (léase: la sociedad internacional socialista = la primera internacional  = la internacional a-nar-quis-ta), liderada por su primer secretario general germano (Carlos Marx), del que hablaremos más adelante, obvio. 

Pero por ahora, concluimos que el cesarismo fue el responsable de que el socialismo, y ya no más el anarquismo, empezara a ser la opción francesa de vanguardia en el campo ideológico del asociacionismo, eclipsando para siempre a la ortodoxia colectivista de Charles Fourrier. 

Desde Napoleón III en adelante, aunque Pierre Prohudon estuviera preso, lo cierto es que su pensamiento nacional socialista se convertiría en el ícono del socialismo francés, que no es otra cosa que el auténtico nazismo decimonónico galo, y por eso el marxismo en Francia jamás caminó, ni camina, ni caminará, y nada más, claro está, no jodamos.  

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos. 

[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Del edecán de Napoleón (Chauvin) viene el chauvinismo. De la confluencia del conservadorismo popular de Napoleón III (el neobonapartismo) con el socialismo nacional (el prohudonismo) viene el cesarismo. Y del cesarismo décimonónico con el europeismo hitlerista, convenientemente adecuado a las condiciones imperantes luego de La Segunda Guerra Mundial (1939-1945), vienen el gaulismo, el neogolismo y el post gaulismo, que son las doctrinas que conviven en El Movimiento de la Nueva Mayoría Popular (MNMP) del ex presidente Nicolás Zarkozy. Lo de El Frente Nacional del extinto Jean Marie Le Penn, viene de la misma línea chauvinista, pero no confluye con el socialmo, en ninguna de sus variantes, y su xenofobia es la misma que campea en el alma de la nación francesa desde antes de la revolución francesa, cuando gobernaban las dinastías de Los Valois y de Los Borbón, debiéndoselo encuadran dentro de la ideología liberal y de la doctrina nacionalista (léase: el liberalismo nacionalista = el nacionalismo liberal). Conste.

[4] Para el estudio del prohudonismo germano, véase El Cisne Negro (Edictorial 28).

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