miércoles, 27 de junio de 2012

293 Historia (Israel)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000293 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 27 de Junio de 2.012.



El Pueblo Elegido II
Por Rubén Vicente 

En el año 1248 a.C., mientras se cumplían exactamente cien años de sometimiento a la esclavitud de los descendientes de los inmigrantes hebreos (los hicsos), en algún lugar de El Imperio del Nilo (léase: Egipto), sobrevino el nacimiento de un varón, que fue abandonado por su progenitora en una canasta que dejó flotar a la deriva en las aguas del Nilo.

Obviamente, se trataba de un bebé bastardo, engendrado por una prostituta hebrea y por su cliente egipcio, pero el nenito tuvo tanta pero tanta suerte que fue rescatado de las aguas, nada más ni nada menos, que por una esclava del faraón (Ramsés II), cuya ultra bellísima esposa (Nefertiti) no le había dado hijos, y se fascinó con la idea de adoptarlo como propio, bautizándolo obviamente con un nombre egipcio pero que, en hebreo se traduce como Moshé (léase: Moisés). [3] 

Moisés se crió y se educó en la corte del faraón, pero cuando ya tenía veintiocho años de edad, mientras concluía su aprendizaje del arte de la guerra, sobrevino un hecho terrible. Los jonios, oriundos de la península balcánica, se lanzaron a la conquista de Egipto, cruzando El Mediterráneo Oriental y estableciéndose en la parte asiática del imperio (léase: El Bajo Canaán = Amurrú). [4] 

En respuesta a la invasión de Los Pueblos del Mar (léase: los jonios = los filisteos = los palestinos), el faraón (Ramsés II) nombró a su único hijo varón adoptivo (Moshé = Moisés) como nuevo comandante en jefe de la fuerza expedicionaria egipcia que recuperaría para el imperio nilopa la soberanía sobre El Bajo Canaán (léase: Amurrú = Palestina).  

Luego de batallar cincuenta años, finalmente, Moisés concluyó su obra, pero de un modo ciertamente muy particular, porque resulta que pactó con los invasores, nada más ni nada menos, que la traición a su patria, repartiéndose las tierras palestinas con los pueblos del mar y dejando conformados varios reinos palestinos independientes de Egipto (Hazor, Filistea, Nabatea, Idumea y Hebrón), con capital en la ciudad ex egipcia de Kharu Salám (léase: Ierusilán = Jerusalem = Jerusalén), este último obviamente gobernado por Moisés, desde 1.168 a.C. 

Inmediatamente después de su coronación, Moisés envió embajadores de Kharnac, para negociar la firma de un tratado de paz, amistad, navegación y comercio de Hebrón con Egipto que, de ese modo, reconoció oficialmente la independencia hebrea.  

El Tratado de Kharnac también implicó el reconocimiento del derecho de nuevo gobierno de Jerusalén de convocar a todos los esclavos hebreos de Egipto (léase: los hicsos) a vivir como esclavos, pero ya no en Egipto, sino más bien, en Hebrón. [5]  

Finalmente, Moisés decidió la adopción por parte de todos los hebreos varones del culto ario, solar, masculino y monoteísta palestino de Shamash, incluyendo la circuncisión ritual; como base de una alianza militar estratégica anti egipcia entre los hebreos semitas y los pueblos del mar (los jonios = los hijos del dios = tá philis teos = los filisteos = de philistín = los palestinos).  

Desde entonces, los hebreos tradujeron a su lengua el nombre de Shamash, comenzando a llamarlo con el nombre hebreo de Yahveh (léase: Yavé = Jehová), al que empezaron a considerar como El Señor de los Ejércitos que, en hebreo, se dice Sebaot. 

A partir del mismísimo momento en que los hebreos y los palestinos establecieron esa alianza teopolítica en los nuevos estados palestinos (Mitán, Aram, Casitia, Hazor, Filistea, Nabatea, Idumea y Hebrón), comenzó la fusión racial entre los semitas (los hebreos) y los arios (los palestinos), hasta que llegaría un momento es que ya no fue posible diferenciarlos entre sí, salvo por el idioma, claro está. Conste. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] En la antigüedad, las esclavas jóvenes y bellas eran destinadas a prostituirse en burdeles urbanos (léase: la trata de personas). Los hijos habidos con los clientes eran sistemáticamente arrojados a las alcantarillas pero, si la madre sentía demasiado dolor de matarlo peor que a un perro, podía optar por lo que hizo la progenitora de Moisés, cuyo nombre en hebreo significa, justamente, el rescatado de las aguas.

[4] El sur del antiguo país natural de El Canaán, que fue primero del pueblo originario de los cananeos, fue invadido por Caldea, estableciendo allí el reino caldeo de Amurrú, de donde a sus habitantes caldeos les vino el nombre colectivo (léase: el gentilicio) de los amorreos. Posteriormente, los inmigrantes hebreos (los hicsos) ayudaron a los egipcios a conquistar Amurrú, obviamente, en perjuicio de los caldeos. Y en 1.220 a.C., El Amurrú Egipcio fue conquistado por los jonios que venían de al otro lado de El Mediterráneo, siendo conocidos entre los egipcios invadidos con el nombre de Los Pueblos del Mar. Cabe aclarar que los jonios (léase: los pueblos del mar) eran gente de la raza blanca indoeuropea, es decir, eran albos, albinos o, si de prefiere, arios, es decir, varones altos, delgados, rubios de ojos azules; que le rezaban a un dios solar masculino, que llamaban con el nombre de Shamash. Una particularidad del culto religioso ario solar masculino y monoteísta de Shamash era el corte del prepusio de los recién nacidos, es decir, la circuncisión ritual, como señal simbólica de completa sumisión a la divinidad desde el mismísimo nacimiento del varón. Y otra característica de los devotos de Shamash era que ellos se llamaban a si mismos con el nombre coletivo de Los Hijos del Dios (tá philis teos = los filisteos = de philistín = los palestinos), motivo por el cual, los jonios invasores de El Bajo Canaán Egipcio, bautizaron a la tierra conquistada con el nombre de el país de los palestinos (léase: Palestina). Conste.

[5] El pueblo elegido recuerda la migración de los hicsos a Hebrón con la alegoría de El Cruce del Mar Rojo.

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