El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 27 de Junio de 2.012.
El Pueblo Elegido II
Por Rubén Vicente
En el año 1248 a.C., mientras se cumplían
exactamente cien años de sometimiento a la esclavitud de los
descendientes de los inmigrantes hebreos (los hicsos), en algún lugar de El
Imperio del Nilo (léase: Egipto), sobrevino el nacimiento de un varón, que fue
abandonado por su progenitora en una canasta que dejó flotar a la deriva en las
aguas del Nilo.
Obviamente, se trataba de un bebé bastardo,
engendrado por una prostituta hebrea y por su cliente egipcio, pero el nenito
tuvo tanta pero tanta suerte que fue rescatado de las aguas, nada más ni
nada menos, que por una esclava del faraón (Ramsés II), cuya ultra bellísima esposa
(Nefertiti) no le había dado hijos, y se fascinó con la idea de adoptarlo como
propio, bautizándolo obviamente con un nombre egipcio pero que, en hebreo se
traduce como Moshé (léase: Moisés). [3]
Moisés se crió y se educó en la corte del faraón,
pero cuando ya tenía veintiocho años de edad, mientras concluía su aprendizaje
del arte de la guerra, sobrevino un hecho terrible. Los jonios, oriundos de la
península balcánica, se lanzaron a la conquista de Egipto, cruzando El
Mediterráneo Oriental y estableciéndose en la parte asiática del imperio
(léase: El Bajo Canaán = Amurrú). [4]
En respuesta a la invasión de Los Pueblos del Mar
(léase: los jonios = los filisteos = los palestinos), el faraón (Ramsés II)
nombró a su único hijo varón adoptivo (Moshé = Moisés) como nuevo comandante en
jefe de la fuerza expedicionaria egipcia que recuperaría para el imperio nilopa
la soberanía sobre El Bajo Canaán (léase: Amurrú = Palestina).
Luego de batallar cincuenta años, finalmente, Moisés
concluyó su obra, pero de un modo ciertamente muy particular, porque resulta
que pactó con los invasores, nada más ni nada menos, que la
traición a su patria, repartiéndose las tierras palestinas con
los pueblos del mar y dejando conformados varios reinos palestinos
independientes de Egipto (Hazor, Filistea, Nabatea, Idumea y Hebrón), con
capital en la ciudad ex egipcia de Kharu Salám (léase: Ierusilán = Jerusalem = Jerusalén),
este último obviamente gobernado por Moisés, desde 1.168 a.C.
Inmediatamente después de su coronación, Moisés
envió embajadores de Kharnac, para negociar la firma de un tratado de paz,
amistad, navegación y comercio de Hebrón con Egipto que, de ese modo, reconoció
oficialmente la independencia hebrea.
El Tratado de Kharnac también implicó el
reconocimiento del derecho de nuevo gobierno de Jerusalén de convocar a todos
los esclavos hebreos de Egipto (léase: los hicsos) a vivir como esclavos, pero
ya no en Egipto, sino más bien, en Hebrón. [5]
Finalmente, Moisés decidió la adopción por parte de
todos los hebreos varones del culto ario, solar, masculino y monoteísta
palestino de Shamash, incluyendo la circuncisión ritual; como base de una
alianza militar estratégica anti egipcia entre los hebreos semitas y los
pueblos del mar (los jonios = los hijos del dios = tá philis teos = los
filisteos = de philistín = los palestinos).
Desde entonces, los hebreos tradujeron a su lengua
el nombre de Shamash, comenzando a llamarlo con el nombre hebreo de
Yahveh (léase: Yavé = Jehová), al que
empezaron a considerar como El Señor de los Ejércitos que, en hebreo, se dice Sebaot.
A partir del mismísimo momento en que los hebreos y
los palestinos establecieron esa alianza teopolítica en los nuevos estados
palestinos (Mitán, Aram, Casitia, Hazor, Filistea, Nabatea, Idumea y Hebrón),
comenzó la fusión racial
entre los semitas (los hebreos) y los arios (los palestinos), hasta que
llegaría un momento es que ya no fue posible diferenciarlos entre sí, salvo por
el idioma, claro está. Conste.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado,
respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre
expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente
documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la
República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] En la
antigüedad, las esclavas jóvenes y bellas eran destinadas a prostituirse en
burdeles urbanos (léase: la trata de personas). Los hijos habidos con los
clientes eran sistemáticamente arrojados a las alcantarillas pero, si la madre
sentía demasiado dolor de matarlo peor que a un perro, podía optar por lo que
hizo la progenitora de Moisés, cuyo nombre en hebreo significa, justamente, el
rescatado de las aguas.
[4] El sur
del antiguo país natural de El Canaán, que fue primero del pueblo originario de
los cananeos, fue invadido por Caldea, estableciendo allí el reino
caldeo de Amurrú, de donde a sus habitantes caldeos les vino el nombre
colectivo (léase: el gentilicio) de los amorreos. Posteriormente, los
inmigrantes hebreos (los hicsos) ayudaron a los egipcios a conquistar Amurrú,
obviamente, en perjuicio de los caldeos. Y en 1.220 a.C., El Amurrú Egipcio fue
conquistado por los jonios que venían de al otro lado de El
Mediterráneo, siendo conocidos entre los egipcios invadidos con el nombre de Los Pueblos del Mar. Cabe
aclarar que los jonios (léase: los pueblos del mar) eran gente de la raza
blanca indoeuropea, es decir, eran albos, albinos o, si de prefiere, arios, es decir, varones altos, delgados, rubios
de ojos azules; que le rezaban a un dios solar masculino, que llamaban con el
nombre de Shamash. Una particularidad del culto religioso ario solar
masculino y monoteísta de Shamash era el corte del prepusio de los
recién nacidos, es decir, la circuncisión ritual,
como señal simbólica de completa sumisión a la divinidad desde el mismísimo
nacimiento del varón. Y otra característica de los devotos de Shamash era que
ellos se llamaban a si mismos con el nombre coletivo de Los Hijos del Dios (tá
philis teos = los filisteos = de philistín = los palestinos), motivo por el
cual, los jonios invasores de El Bajo Canaán Egipcio, bautizaron a la tierra
conquistada con el nombre de el país
de los palestinos (léase: Palestina). Conste.
[5]
El pueblo elegido recuerda la migración de los hicsos a Hebrón con la alegoría
de El Cruce del Mar Rojo.
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