sábado, 9 de junio de 2012

277 Historia (América Latina)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000277 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Sábado 9 de Junio de 2.012.




             Luis XV Borbón

América Latina II 
Por Rubén Vicente 

Exactamente en 1713 concluyó La Guerra de Sucesión Española (léase: la segunda guerra mundial). [3] Desde entonces, quedó existiguida la rama ibérica de la dinastía sacro imperial gran alemana (léase: austríaca) de Los Habsburg, instaurándose la nueva francesa de Los Borbón, respecto de la cual deben tenerse presente tres cosas (3). 

La primera es que El Gran Imperio Francés (Le Plus Grand France) era el nuevo estado lider de El Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los Mil Años = 800-1815 = La Gran Leitania = El Nuevo Israel = La Europa Cristiana = La Primera Proto Unión Europea). 

La segunda es que, tanto el anciano monarca francés (Luis XIV Borbón (a) El Rey Sol (a) Le Roig (a) El Sacro Emperador (a) El Kaiser), estaba unido en santo matrimonio católico apostólico romano con una princesa sacro imperial integrante de la dinastía austríaca de Los Hagsburg (léase: María Teresa); motivo por el cual, por su conducto, Los Hagsburg continuaron detentando el control material del cuarenta y nueve por ciento de las acciones del sacro imperio (49%). 

Y la tercera es que el nuevo monarca francés (Luis XV Borbón y Hagsburg) ceñía la corona sacro imperial y era por lo tanto el sacro emperador (léase: el césar = das kaiser = el zar). Conste 

Bajo esa comprensión, se destaca el hecho de que, en virtud de Los Tres Pactos de Familia = 1733, 1743 y 1761), las ramas francesa y española de la dinastía sacro imperial de Los Borbón quedaron políticamente aliadas por sus vínculos de consanguineidad (léase: y, la sangre tira); motivo por el cual, en la prática (léase: de hecho = in fact), El Imperio Español (La Gran Iberia) quedó convertido el principal de los dominios de El Gran Imperio Francés (Le Plus Grand France) que, como hemos visto, era el estado lider del sacro imperio, claro está. 

En semejante contexto, el gran reino español de Las Indias (léase: La América Latina = La América Borbónica) abarcaba la totalidad del continente (léase: el hemisfério occidental), excepto El Canadá Oriental y las laderas orientales de La Cordillera de los Apalaches, en las que se extendían las colonias inglesas ilegales de La Nueva Inglaterra (The New England) y, también, El Brasil Oriental. 

Para entonces (1713), La América Latina franco-española ya tenía una antigüedad de más de doscientos veinte años de mentalidad alemana (220).  [4] Pero desde entonces, esa mentalidad alemana congénita comenzó a evolucionar, con la nueva influencia de la mentalidad francesa, hacia una nueva mentalidad latinoamericana, que fue siendo cada vez más una mentalidad francoalemana, y veremos de qué manera ocurrió semejante transformación psicológica y sociológica (léase: psicosocial). 

Al principios del período francoalemán de La América Latina (1715-1815), se habían desarrollado las actividades económicas primarias, secundarias y terciarias. [5]  

Pero una curiosidad latinoamericana era que dichas actividades económicas primarias, secundarias y terciarias, estaban bajo el control, casi exclusivo y excluyente, de los hijos de los franceses o de los españoles nacidos y criados en América y de sus desencientes, es decir, de los criollos (les creoles), en vez de estar bajo el control de los franceses y de los españoles europeos (léase: los franchutes y los godos), que ocupaban los altos cargos de gobierno eclesiástico, militar y secular (el gobierno civil = el gobierno político). Entonces, el gobierno era de los europeos pero el control material de la economía era de los criollos (léase: los latinoamericanos). 

Esa circunstancia sería magistralmente aprovechada por la que, en ese entonces (1713-1815), era la segunda potencia mundial, es decir, por El Imperio Británico (The British Empire), que estaba desarrollando en absoluta soledad, nada más ni nada menos, que la primera revolución industrial, a través del servicio secreto de su graciosa majestad (the british secret service). [6] 

En efecto, durante todo el siglo dieciocho (léase: el siglo de las luces), el servicio secreto británico, siempre exclusivamente controlado por elementos pertenecientes a la masonería mundial azul, le pusieron la proa a tres sectores sociales de importancia crucial en la vida de La América Latina (francoespañola). 

El primero fueron los jesuitas, que formaban parte de la misma masonería mundial azul, que ya vimos que brega por el fracaso de El Plan Divino de Salvación. El segundo fueron los indios americanos puros (los aborígenes, perdón, quise decir, los pueblos originarios). Y el tercero fueron los criollos. 

De esa manera, sin que en Viena, en París o en Madrid supieran absolutamente nada, en La América Latina (francoespañola) quedó conformada una alianza secreta que, en la base, tenía a los aborígenes, secretamente manipulados por los jesuitas, secretamente aliados con los criollos, convenientemente manipulados por el servicio secreto británico, delinéandose una suerte de pirámide subversiva, capaz de generar toda clase de hechos y de actos que, en la práctica, tenían por objeto provocar la desestabilización política francoespañola de Los Borbón en lo que hoy es nuestra región plantetaria. 

Esto se dio en los tres reinos indianos (Nueva Aragón, Nueva España y Nueva Castilla), pero también, en el gran reino francés de La Nueva Francia, con capital en la ciudad antillana de Puerto Príncipe, integrado por los reinos neofranceses de Haití y de La Luisiana. [7] 

La manera drástica de neutralizar la influencia subversiva de Gran Bretaña sobre los aborígenes, sobre los jesuitas y sobre los criollos fue que, luego de La Guerra de los Siete Años (léase: la cuarta guerra mundial = 1756-1763), el monarca ibérico (Carlos III Borbón (a) El Ilustrado) emitiera un decreto imperial (de reascriptum = el rescripto) en cuya virtud sobrevino la disolución de absolutamente todos los señoríos feudales menores (léase: los ducados, los condados, las baronías y los principados) integrantes de los tres reinos indianos de Nueva Aragón, de Nueva España y de Nueva Castilla. 

En ese contexto fueron instaurados los nuevos subreinos (léase: los virreinatos) de Las Filipinas, de Las Marquesas, de México, de Nueva Granada, de Perú y de Buenos Aires (léase: El Virreinato del Río de la Plata). Esos virreinatos neoaragoneses, neoespañoles y neocastellanos fueron dotados de plena autarcía, autarquía y autonomía, tanto eclesiástica como militar y secular (léase: civil = política). [8] 

En la práctica, ello significó la inversión de la ecuación geopolítica preexistente, caracterizada por la centralización económica y por la descentralización política, que fue reemplazada por la nueva de la descentralización económica y de la centralización política. 

De esa manera, lo que en Viena, en París y en Madrid se veía la gran solución al problemas de la subversión aborigen, jesuítica, criolla y británica, que ganaba espacio en forma progresiva, en realidad, no fue más que un auténtico tiro por la culata (léase: el efecto boomerang), que terminaría facilitando significativamente los planes inconfesables de Gran Bretaña en La América Latina (francoespañola).  

Ese proceso corrosivo de nuestras instituciones tendría su secretístimo punto culminante con la entrada en vigencia de El Plan Midland. [9] 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] La primera guerra mundial fue La Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La segunda guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Española (1702-1713). La tercera guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Austríaca (1742-1748). La cuarta guerra mundial fue La Guerra de los Siete Años (1753-1756). Y la quinta guerra mundial fueron Las Guerras Napoleónicas (1799-1814). Todas fueron guerras mundiales porque se libraron escaramuzas, combates y batallas en los cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América) y en los tres océanos (Atlántico, Indico y Pacífico). La Gran Guerra Mundial (1914-1918) y La Segunda Gran Guerra Mundial (1939-1945) fueron grandes guerras mundiales porque, técnicamente hablando, a diferencia de las anteriores, en ellas dos se emplearon las armas de destrucción masiva (ADM´s). Conste.
[4] Véase El Cisne Negro (Editorial 297).
[5] Las actividades económicas primarias eran en ese entonces la ganadería, la agricultura, la pesca, la explotación forestal y la minería acuífera, lítica y metalífera (léase: la producción). Las actividades económicas secundarias eran las las agroartesanías de la construcción, la alimentación, la indumentaria, la farmaceútica y las fundiciones. Y las actividades económicas terciarias son las vinculadas con el comercio, tanto interior como exterior. No existía a principios del siglo dieciocho (el siglo de las luces) ninguna clase  de actividad aunténticamente financiera (léase: bancaria, bursatil y aseguradora). Conste.

[6] Luego de La Guerra de las Dos Rosas (1455-1485), Enrique VII (1485-1509) creó el servicio secreto de su majestad inglesa (the english secret service), con el propósito de que los vencidos (léase: Los Plantagent) jamás regresaran al poder que desde entonces detentaban los vencedores (léase: Los Tudor). Durante su vigencia (1485-1707) el servico secreto inglés funcionó como una auténtica inquisición teopolítica, pero cuando fue instaurado El Imperio Británico (The British Empire = 1707) el servicio secreto de su graciosa majestad dejó de cumplir esa función, que pasó a manos de la nueva policía imperial británica (léase: Scotland Yard), reservándosele al servicio secreto de su majestad (the british secret  service) la misión de planificar y ejecutar operaciones de inteligencia exterior, pero en los seis continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa, América y Antártida). Por eso, podemos concluir dos cosas. La primera es que the british secret service es el servicio de inteligencia formal más antiguo de la historia universal. Y la segunda es que, para el momento en que le ordenó a comenzar a operar en La América Latina (francoespañola) ya tenía una larga experiencia de más casi dos cientos treinta años (230), contra nada de Francia y de España. Conste.

[7] El reino neofrancés de Haíti, con capital en la villa de Cabaret (léase: el cabarute, ja ja já), incluía los principados haitianos de Las Antillas Francesas y de La Guayana Francesa. El reino neofrancés de La Lusisiana, con capital en el burgo de La Nueva Orleans, incluía todos los actuales estados de El Medio Oeste (The Middle West) de los EEUU. Conste.

[8] La autarcía es un grado de descentralización administrativa mínimo, que implica para en ente autárcico la atribución de manejar sus propios fondos. La autarquía es un grado de descentralización administrativa intermedio, que sopone para el ente autárquico la atribución de darse su propia organización interna. Y la autonomía es el máximo grado de descentralización administrativa, que implica que el ente autónomo está dotado de la atribución de revistar la juridicidad de sus propias decisiones autárcicas y/o autárquicas (léase: el propio aparato judicial). Conste. 

[9] En 1801, su alteza, el duque de Burne, Tte. Gral. BRA ® Dr. sir Thomas Maitland (50), elaboró un documento que fue elevado a consideración del ministerio de guerra y marina del gobierno de su graciosa majestad británica, que posteriormente sería conocido con el nombre de El Plan Maitland. La materialización de los objetivos estratégicos suscesivos implicaban la conquista británica de  los virreinatos neocastellanos de Buenos Aires y de Lima, transformando los mismos en nuevos reinos británicos  de El Perú y de El Río de la Plata. La ejecución de El Plan Maitland tendría su primer movimiento efectivo con Las Invasiones Inglesas (1806-1807), continuando por el segundo, que fue La Guerra de la Independencia (1812-1824), prosiguiendo con el tercero, que fueron Los Bloqueos del Río de la Plata (1838-1849), y concluyendo con el cuarto, que fueron La Batalla de Caseros (1853), El Combate de Cepeda (1859) y La Batalla de Pavón (1862). Desde entonces, a pesar del restablecimiento de las relaciones diplomáticas de la Argentina con España, nuestra nación quedó completamente subyugada desde el punto de vista económico por Gran Bretaña, en el marco de La Organización Nacional (1862-1916). Conste.

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