miércoles, 13 de junio de 2012

281 Historia (Rusia)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000281 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 13 de Junio de 2.012.






La Gran Marcha Hacia El Este I 
Por Rubén Vicente 

Como ya referimos varias veces antes de ahora, y no está demás que lo repitamos hasta el cansancio, para entender a fondo de dónde venimos, a dónde estamos y hacia a dónde vamos, empecemos por recordar que luego de La Batalla de Kozovo (1385), el mundo entero (orbis) quedó formando parte del territorio de El Gran Imperio Tártaro (La Gran Tartaria), con capital en la ciudad hoy uzbequistaní de Samarkanda, bajo el poder de la dinastía de Los Khan (léase: Los Han), que toleraban la libertad de culto, pero que profesaban la religión oficial del islam de la sangre sagrada de El Profeta Muhamad (Mahoma), es decir, la shiia (el shiismo), pero en su versión no confesionalista sino laicista (léase: el alawismo). 

Por eso, a finales del siglo catorce de la era cristiana, es decir, hace sólo un poco más de seiscientos años atrás (600), nuestro planeta y la humanidad en él residente vivían en un mundo tártaro (de mundis tartarensis), completamente civilizado, en lo económico, en lo diplomático y en lo militar, es decir, como entidad política y geopolítica; abarcando los imperios vasallos (léase: los grandes khanatos) septentrionales de Yakutia, Altai, Siberia y Rusia y merionales de Mongolia, China, India, Persia, Arabia, Mesopotamia, Siria, Anatolia, Balcán, Egipto, Magreb y Andalucía. ¡Guau¡ 

Las cuatro excepciones perisféricas a ese mundo tártaro (4), eran América, Oceanía, El Africa Subsahariana y El Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los Mil Años = 800-1815 = El Nuevo Israel = La Europa Cristiana = La Gran Leitania = La Primera Proto Unión Europea), con capital en la ciudad austríaca de Viena, gobernado por la dinastía de Los Hagsburg, que profesaban la religión sacro imperial única del catolicismo apostólico romano.  

Por eso, a finales del siglo catorce de la era cristiana, la cosa era entre La Gran Tartaria Musulmana y La Gran Alemania Cristiana, porque digan lo que digan, Las Cruzadas (1096-1271) no habían terminado ni mucho menos, claro está. 

Y la frontera entre ambas grande potencias en pugna por la supremacía mundial estaba determinada por la línea imaginaria que corre de norte a sur por la península de Petsarn, el río Keni, el mar Báltico, el río Elba, el río Oder, el pie de las laderas orientales de La Cordillera de los Cárpatos, los cursos medio e inferior del río Danubio y, en el extremo oeste, por el curso del ríos Juncar al este y Tajo al oeste, que desemboca en El Atlántico Nororiental.   

En ese contexto, se destaca el hecho de que, dentro del gran khanato tártaro occidental de Rus (léase: Rusia), con capital en la actual ciudad de Gorod (léase: San Petersburgo), estaba el pequeño khanato meridional de Mocba (léase: Moscovia), gobernado por la dinastía católica ortodoxa griega de Los Hijos de la Nieve (léase: Los Nevsky). 

Sólo sesenta y ocho años después de La Batalla de Kozovo (1453), los tártaros conquistaron la ciudad portuaria comercial de Bizancio (léase: Constantinopla), que era la capital de El Imperio Romano de Oriente (el imperio bizantino), hasta entonces gobernado por la dinastía ex templaria y ahora hanseática de Los Estudiantes de la Geología (léase: Los Paleólogos), que profesaban la religión disidente del catolicismo ortodoxo griego, que cree en la superioridad de la autoridad material (léase: política) del monarca, y en la inferioridad de la autoridad espiritual (léase: religiosa) del jefe de la iglesia ortodoxa, es decir, justamente, de El Patriarca de Constantinopla, cuya diadema venían ciñiendo desde hacía cuatrocientos años (400) los miembros de la dinastía eclesiástica ex hospitalaria y ahora rosacruz de Los Celularios. 

Por eso, mientras la ciudad de Constantinopla cambiaba su nombre cristiano por el nuevo tártaro musulmán de Istambul (léase: Estambul), poniendo fin a la edad media (476-1453) y dando principio de la edad moderna (1453-1789), la clase dirigente romana oriental (léase:  la élite bizantina), integrada por las dinastías hanseática imperial de Los Paleólogos y eclesiástica rosacruz de Los Celularios, le rogó a Los Nevsky de Moscovia que les dieran asilo político en su khanato tártaro cristiano (Moscovia). 

En los siguientes veintiseis años (1453-1479), en Moscovia las cosas empezarían a cambiar, pero de una vez y para siempre, porque en ese cuarto de siglo crucial, vía una serie de sucesivos matrimonios católicos ortodoxos griegos, quedarían emparentadas las dinastías de Los Nevsky, de Los Paleólogo y de Los Celularios aclarándose que, a diferencia de la primera que era plebeya (Los Nevsky), las otras dos, es decir, Los Paleólogos y Los Celularios, pertenecían a la comunidad de los descendientes directos por consanguineidad de El Primer Hombre (Adán), de El Rey David y de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, a la comunidad de la sangre sagrada (el saint graal = el santo grial = la nobleza europea) que, en la concepción medieval reinante en ese entonces en esas lejanas tierras orientales europeas, tiene el derecho divino de gobernar el mundo entero (orbis), y nada más, claro está. 

En ese contexto, sobrevino el nacimiento del príncipe heredero al trono del khanato tártaro cristiano de Moscovia, que fue bautizado en la fe católica ortodoxa griega, bajo el nombre Janeo Basilios Paleólogos Nevsky  que, en el idioma local (léase: el ruso) se traducía como Iván Vailievich (1479).

Igual que absolutamente todos los niños de su clase dirigente tártara, el pequeño Iván fue a la escuela primaria y al colegio secundario, graduándose como abogado, con diploma expedio por la Universidad de Moscú, que era la capital del khanato cristiano de Moscovia. [4] 

Inmediatamente después, Iván se incorporó a la división rusa del ejército tártaro, con el grado de subteniente, comenzando a servir en el arma de caballería, aprendiendo rápidamente todo lo concerniente a las artes marciales tártaras (léase: el yudo, el karate, el sipalki, el aiquido, etc., etc.), pero también, a las artes marciales gran alemanas (léase:  la esgrima y la equitación), dominando la teoría de el arte de la guerra de a caballo (léase: la caballería), transformándose en un caballero, obvio.  

Dada su pertenencia a la clase dirigente tártara, el Sub. Tte. ET Dr. Iván Nevsky (22), se benefició con el régimen vigente de ascensos bianuales (1501). 

Sin embargo, su padre (Iván III Nevsky) emitió un decreto (de pragmaticae = la pragmática) en cuya virtud ordenó su nombramiento como primer monarca del nuevo ducado tártaro de Zarato, disponiendo su ascenso al grado de teniente general, operándose su pase a retiro y comenzando a gobernar bajo su nuevo nombre nobiliario de Iván I.  

Pero cuando sobrevino el fallecimiento de Iván III, su primogénito (Iván I), fue coronado como nuevo monarca de khanato tártaro de Moscovia, con el nuevo nombre nobiliario de Basilio III (1505-1533). 

Durante su reinado de casi treinta años (30), Basilio III fue el numen del cambio (léase: la cabeza pensante de la revolución), por varias razones. La primera fue que él organizó La Conferencia de Moscú, en cuyo contexto se reunieron todos los magnates plebeyos tártaro-rusos, los altos dignatarios de la iglesia ortodoxa griega local y los nobles cristianos locales, tanto moscovitas como bizantinos; dejando conformado El Gran Consejo de Moscovia (léase: el consejo de los bayardos = el parlamento de la élite tártaro cristiana). 

La segunda fue que, con el apoyo de el consejo de los boyardos, Basilio III formalizó su declaración pública de que, la primera Roma fue la del Tiber, y que la segunda Roma fue Bizancio (Constantinopla = Estambul), calificando a Moscú como La Tercera Roma; motivo por el cual, le cambió el nombre a su título tártaro de gobernador (el khan) por el nuevo de El César (léase: El Kaiser = El Zar), y también, se cambió el nombre de familia (léase: el apellido) de la dinastía moscovita de Los Nevsky por el nuevo de Los Hijos de la Nueva Roma (léase: Los Romanova = Los Romanov = Los Romanoff), inaugurando de ese modo la nueva dinastía moscovita de Los Ramonoff. 

La tercera fue enviar, en absoluto secreto mortal (la omertá), representantes diplomáticos oficiosos (léase: los nuncios) de su khanato tártaro cristiano a la capital sacro imperial (Viena), para negociar el apoyo del ejército sacro imperial (das reich wehrmatch) a su objetivo teopolítico de organizar un levantamiento general de la alta oficialidad cristiana de la división rusa del ejéricito tártaro, lanzando contra dicho ejército musulmán, nada más ni nada menos, que la rebelión cristiana, es decir, la santa cruzada rusa, claro está. 

Y la cuarta fue transformar a la iglesia católica ortodoxa griega de Moscovia en la nueva iglesia católica ortodoxa rusa, autonombrándose como supremo jefe espiritual de la misma (léase: el papa ruso), pero nombrando como primer titular del flamante y heterodoxo Patriarcado de Moscú, a su emienencia, el ex obispo de la ex diócesis ortodoxa griega de Galípoli, Msr. Dr. Dn. Miguel Celularios, quien comenzó a gobernar la nueva iglesia católica ortodoxa rusa con el nombre eclesiástico de Miguel I. 

Antes de morir Basilio III (1533), la santa cruzada rusa había concluído con una fulgurante victoria en toda la línea, dejando al gran khanato tártaro de Rus, convertido en El Gran Reino Sacro Imperial de Rusia, cuyo territorio recristianizado abarcaba una superficie de once millones de kilómetros cuadrados (11 M Km2), que limitaba al norte con El Océano Glacial Artíco; al  este en La Cordillera de los Urales, al oeste en el río Oder, y al sur con el río Danubio y con El Mar Negro, con capital en la ciudad sagrada de Moscú, inaugurando de esa manera la nueva dinastía sacro imperial rusa de Los Romanoff. 

Bajo esa comprensión, la totalidad de Europa Oriental (léase: La Transleitania) quedó íntegramente libre de la presencia tártara musulmana, posicionándose Rusia como la avanzada en la lucha por la cristianización del mundo entero (orbis), es decir, como la vanguardia sacro imperial vengadora de El Plan Divino de Salvación.  

Y fue así como quedó configurada, nada más ni nada menos, que La Rusia de los Zares de la dinastía sacro imperial oriental de Los Romanoff. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Leda era una muy hermosa adolecente griega de la que se anamoró Zeus, que la empezó a asediar en sueños. Como ella sentía repulsión por la lascividad impúdica del padre de todos los dioses del Olimpo, le rezó a la diosa consorte (Hera), para que la protegiera del modo que creyere conveniente. Los celos de Hera la llevaron a convertir a Leda en una ganza, que continuó su existencia feliz de la vida en una granja de la campiña helénica. Hasta que un día Zeus se enloqueció, bajó a la tierra, tomó a Leda y la llevó volando con él hacia una caverna situada en la actual Austria, y allí la violó reiteradamente, con la ferocidad propia de un gran felino de las selvas ecuatoriales. Saciada su sexualidad eternamente desenfrenada, Zeus regresó a su hogar, dejando a Leda abandonada en esa cueva estando embarazada de mellizos que nacieron de dos huevos de oro puro (léase: los dióscuros). Leda le dio su nombre a la caverna, al río austríaco que tiene su naciente en la misma, a toda la actual tierra austríaca y, también, a todo el viejo continente (Europa) que, en la mitología griega, recibía al nombre de La Tierra de Leda, que en alemán se traduce Leita, de donde viene el nombre de Leitania. Por eso los alemanes de Europa Central (Das Mitter Europe), llaman a los austríacos con el apodo de los gansos. Conste.

[4] En la onomástica de aquella época, a los nombres de pila del individuo le siguen el apellido materno y luego el paterno. Entonces, por la vía materna de Los Paleógogos, por el torrente de Iván corria sangre noble al cincuenta por ciento (50%). Conste.

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