jueves, 21 de junio de 2012

288 Historia (Rusia)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000288 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 21 de Junio de 2.012.





La Gran Marcha Hacia El Este VIII
Por Rubén Vicente 

En 1856, sobrevino el fallecimiento de su majestad, el monarca de El Gran Imperio Ruso (La Gran Rusia = La Gran Madre = La Matrioshka), Mcl. ER ® Dr. Nicolás I Romanoff (59), sucediéndole su primogénito, es decir, su alteza, el duque de Smolensko, Tte. Gral. ER Dr. Alexander Romanoff (38), quien fue ascendido al grado de mariscal, operándose su pase a retiro y comenzando a gobernar bajo el nombre nobiliario de Alejandro II (1856-1881). 

Durante sus veinticinco años de reinado (25), el nuevo zar ruso (Alejandro II) gobernó un mega estado tricontinental, donde se había operado la revolución industrial; se había alcanzado la independencia económica y se había consolidado la posición de Rusia como segunda potencia mundial, a pesar de la derrota en La Guerra de Crimea que, sin embargo, le permitió incorporar los nuevos dominios europeos orientales de Crimea, de Moldavia y de Besarabia garantizándose, por lo menos, el control exclusivo y excluyente de todo el norte de El Mar Negro. 

En 1869 se firmó El Tratado de Vancouver, en cuya virtud Rusia transfirió su soberanía sobre Alaska a favor de los EEUU, dejando desde entonces de ser una gran potencia tricontinental y convirtiéndose en sólo bicontinental euroasiática 

Pero ello fue a cambio de la firma de un tratado de paz, amistad, navegación, comercio y alianza (defensiva y ofensiva) de Rusia y los EEUU, dejando configurado el llamado Eje Moscú-Washington, obviamente, contra Gran Bretaña, propietario del nuevo dominio emancipado de la república federal de El Canadá, con capital en la ciudad oriental de Ottawa; pero además, del cobro de una compensación dineraria por un monto de sólo quince millones de dólares (15 MD´s) equivalentes, en junio de dos mil doce, a la insignificante suma simbólica de seiscientos millones de dólares (600 MD´s), que no se podían comparar con los más que pingues ingresos clandestinos que seguiría dando la red de contrabando de estado rusa en América del Norte (Norteamérica). [3] 

Con ese dinero estadounidense, Alejandro II financió la construcción de cuatro mega bases navales en Vladivostok, en Munsmark, en Kronstadt y en Sebastopol (4), resguardándose de las ambiciones expansionistas británicas en El Pacífico Noroccidental, en El Mar de Barents, en El Mar Báltico y en El Mar Negro, garantizándose la plena integridad territorial del imperio euroasiático, claro está. 

Pero además, a partir de 1871, Rusia comenzó a acercar posiciones geopolíticas en Europa Occidental (léase: La Cisleitania) con El Segundo Imperio Alemán (La Pequeña Alemania = Das II Reich), maniobrando para dejar establecido, nada más ni nada menos, que El Eje Moscú-Berlín, obviamente, contra Gran Bretaña, claro está. 

Desde entonces, conformados los ejes geopolíticos rusos (Moscú-Washington y Moscú-Berlín), imperceptiblemente, comenzaría el declive mundial británico, por la emergencia de tres potencias industriales competidoras y desafiantes (Rusia, Alemania y los EEUU) frente a lo cual, el gobierno de White Hole reaccionó pérfidamente, planificando y ejecutando una serie de operaciones de inteligencia de estado exterior, tendiendes a la desestabilización de la monarquía zarista, fundamentalmente, a través de La Hermandad de los Sabios de Sión, posteriormente también conocida como la hermandad de los hassídicos rusos, referecinados con el nombre colectivo de los jabadistas, que es la rama judeo rusa de la masonería mundial (la venerable hermandad azul = la masonería inglesa = la masonería anticatólica = la masonería antipapista = la masonería diabólica = la masonería satánica), que brega por el fracaso de El Plan Divino de Salvación, obvio. [4] 

Gracias a ella, la policía imperial rusa (léase: la okhrana) y la guardia imperial rusa (léase: los cosacos) fallaron estrepitosamente en su intento de desarticular la nueva influencia perniciosa y disolvente del socialismo científico (el socialismo internacionalista = el socialismo ateo, clasista y combativo = el socialismo revolucionario = el marxismo = el comunismo). 

La nueva ideología antisistémica fue la causa determinate de la primera insurreción general que dio lugar a la declaración de la existencia material, de la constitución formal, de la soberanía interior y de la independencia exterior de La República de los Urales (léase: Uralia), con capital en la ciudad de Merya, gobernada por su primer presidente provisional judío, marxista y pro británico, Dr. Joseph Lubavitch (a) El Segundo Pugachov (59), estallando entonces la segunda guerra civil rusa, durante la cual, el ejército ruso provocó el genocidio uraliano y la extinción a sagre y fuego de Uralia. 

Ojo por ojo y diente por diente, porque el Dr. Lubavitch fue detenido, juzgado y condenado a muerte, pero la insurrección jabadista, comunista pro británica se cobró venganza organizando, nada más ni nada menos, que el magnicidio del zar Alejandro II (1881), que todo lo cambiaría en el mundo entero (orbis), pero de una vez y para siempre, siendo ese el instante cero de lo que luego sería, también nada más ni nada menos, que la revolución marxista rusa, que tendría lugar en el siglo veinte (el siglo de la tecnología), claro está. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Véase El Cisne Negro (Editorial 287).
[4] El hassidismo nació en Europa Occidental (La Cisleintania) en el siglo dieciseis. Los hassídicos son los sefaradíes y los ashkenazíes que reconocen que Jesús de Nazareth fue, efectivamente, El Mesías de Israel, pero le adjudican la condición de judío y no de galileo, y además, no le reconocen su calidad de ser El Hijo de Dios, sino que lo creen un profeta de la talla de Moisés o de Elías. Finalmente, corresponde destacar que si los sefaradíes son ortodoxos y autosegregacionistas, los jabaditas rusos con ultra ortodoxos en sus creencias y ultra autosegregacionistas en su actitud hacia los no hassídicos y hacia los no judíos (léase: los goi). Véase: El Cisne Negro (Editorial 296), del 28 de Junio próximo, en el marco de serie titulada con el nombre de El Pueblo Elegido..

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