El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 18 de Junio de 2.012.
La Gran Marcha Hacia El Este VI
Por Rubén Vicente
En
1801, sobrevino el fallecimiento de su majestad, el monarca de El Gran Imperio
Ruso (La Gran Rusia = La Gran Madre = La Matrioshka), Mcl. RW ® Dr. Pablo I
Romanoff (a) El Zar (47), sucediéndole su primogénito, es decir, su alteza, el
duque de Smolesko, Tte. Gral. RW Dr. Alexander Romanoff (74), quien fue reincorporado,
al sólo efecto de ascendido al grado de mariscal de campo, operándose su segundo
pase a retiro y comenzando a gobernar bajo el nombre nobiliario de Alejandro I
(1801-1825).
Durante
su reinado del primer cuarto del siglo diecinueve (el siglo de la industria),
Rusia comenzó a gozar y a sufrir absolutamente todos los efectos positivos y
negativos derivados de su participación finalmente victoriosa en Las Guerras
Napoleónicas (léase: la quinta guerra mundial). [3]
Por
eso, después de El Congreso de Viena de 1815,
que hizo evolucionar definitivamente al mundo entero (orbis) desde la edad
moderna (1453-1789) hacia la edad contemporánea (1789-1945), Rusia quedó
posicionada en el rango geopolítico de ser, nada más ni nada menos, que la
segunda potencia mundial, escoltando a Gran Bretaña.
Bajo
esa comprensión, quedó configurado el nuevo mundo bipolar anglo-ruso en
el que recién entonces se había operado la extinción de El Sacro Imperio
Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los
Mil Años = 800-1815 = La Gran Leitania = El Nuevo Israel = La Europa Cristiana
= La Primera Proto Unión Europea).
Sin
embargo, sólo en los papeles, Rusia, Escandinavia, Austria, Holanda,
Francia, España y Portugal, se unieron para conformar La Santa Alianza,
liderada por Gran Bretaña y secundada por Rusia, cuyo propósito formal era
establecer el equilibrio europeo post sacro imperio, pero cuyo objetivo
real era garantizar la vigencia de la monarquía, frente a la emergencia del
liberalismo radical, expreado en términos republicanos y nacionalistas, lo
cual, en la práctica, implicaba dejar geopolíticamente enfrentada a La San
Alianza contra La Confederación Germánica (léase: Germania) y contra
el resto del mundo entero (orbis), es decir, contra Mongolia, Turquía y
los EEUU, que eran algo así como los anticristos del siglo diecinueve
(el siglo de la industria). [4]
En
semenjante contexto de eurocentrismo congénitamente inestable, el zar
ruso (Alejandro I), tomó la decisión irreversible y lamenable de lanzar en su
vasto imperio tricontinental, nada más ni nada menos, que la
revolución industrial rusa, pero con capital, técnología, maquinarias y
técnicos capataces británicos,
sentando las bases para la configuración del nuevo modelo económico de el capitalismo
dependiente, justamente, de la gran rival geopolítica planetaria de Rusia (léase:
Gran Bretaña).
Bajo
esa comprensión, Alejandro I motorizó diversos proyectos políticos. El primero
fue crear el banco central ruso, para dotar a su gran nación de un sistema
monetario auténticamente contemporáneo. El segundo fue crear la bosa de
valores moscovita, para dotar a las ya tradicionales empresas del estado rusas
y a las nuevas empresas privadas británicas que operaban en Rusia de un también
contemporáneo mercado de capitales. El tercero fue planificar y ejecutar
un plan general de reorganización de la administración pública imperial, en sus
ramas eclesiástica, militar y secular (léase: la burocracia civil
contemporánea). [5]
El
cuarto fue otorgar concesiones de administración de las empresas del
estado a favor de magnates británicos, en el área de la infraestructura (la
minería, la energía, los transportes y las comunicaciones), quedándose los
extranjeros con el control material exclusivo y excluyente de los renglones
estratégicos de la economía imperial rusa.
Y
el quinto fue crear la policía imperial rusa (la okhrana), con la misión
institucional de desempeñar las funciones públicas de la inteligencia de estado
y de la seguridad del estado, pretendiendo garantizar de ese modo, nada más ni
nada menos, que la paz interior, desde la frontera este con La California Española
hasta la frontera oeste con Germania, obviamente, contra absolutamente
todos y cada uno de los elementos subversivos, entre los que ya entonces
de destacaban, el lumpen de las grandes ciudades, el proletariado rural y
urbano radicalizado, los nacionalistas y los republicanos, es decir, la
antimonarquía.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la
información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3]
La primera guerra mundial fue La Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La
segunda guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Española (1702-1713). La
tercera guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Austríaca (1742-1748). La
cuarta guerra mundial fue La Guerra de los Siete Años (1756-1762). Y la quinta
guerra mundial fueron Las Guerras Napoleónicas (1799-1814). Todas fueron
guerras mundiales, porque se libraron escaramuzas, combates y batallas
en los cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América) y en los
tres océanos (Atlántico, Indico y Pacífico). La Gran Guerra Mundial (1914-1918)
y La Segunda Gran Guerra Mundial (1939-1945) fueron grandes guerras mundiales porque, técnicamente hablando, a
diferencia de las anteriores, en ellas dos se emplearon las armas de
destrucción masiva (ADM´s). Conste.
[4] La
monarquía sopone el derecho divino a gobernar de los miembros de la comunidad
de los que portan en sus cuerpos la sangre sagrada (le saint grial = el santo
grial) de los que pertenecen al linaje de El Primer Hombre (Adán), de El Rey
David y de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, a la comunidad de la nobleza
europea; caracterizándose como un sistema de gobierno patrimonial. En cambio,
la república (léase: la cosa de todos = de res publicae), es un sistema de
gobierno personal, en el cual, la nobleza no otorga derecho a gobernar, pues el
que lo otorga, es la relación de pertenencia del individuo al estado, es decir,
la ciudadanía. La pertenencia a una determinada nación, es decir, la
nacionalidad, se da por la pertenencia del individuo a la comunidad telúrica,
racial, lingüística y religiosa, esto es, a la comunidad étnica, que
para los nacionalismos es lo único que da derecho a gobernar, no bastando sólo
con la ciudadanía.
[5] Los
hechos comenzaron a ser documentados; los documentos comenzaron a ser
registrados, los registros comenzaron a ser archivados, y los datos contenidos
en los archivos comenzaron a ser transmitidos de manera formal y regular. Todo
ello dio lugar al surgimiento de una actividad no productiva (léase:
parásita) que requería una estructura integrada por edificios, personal,
muebles y útiles y dinero (léase: las oficinas), quedando conformada la
administración pública imperial contemporánea, concebida como el gobierno de
las oficinas (léase: la
burocracia). Conste.
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