martes, 26 de junio de 2012

292 Historia (Israel)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000292 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 26 de Junio de 2.012.





El Pueblo Elegido I
Por Rubén Vicente 

Treinta siglos antes del inicio de nuestra era, el mundo entero (orbis) era un gran espacio geográfico poblado por una mayoría de individuos (varones, mujeres, niños y ancianos) que vivían inmersos en los estadíos antropológicos más bajos de la ferocidad, del salvajismo y de la barbárie. 

Pocas comunidades humanas conocían lo que es la civilización, que sólo se alcanza cuando las mismas tienen individual y colectivamente internalizados los conocimientos vinculados con el calendario, con la arquitectura, con los sistemas de pesas y medidas, con la moneda, con la producción rural y urbana, con el comercio, con la escritura y con la ley escrita. 

Para entonces (3.000 a.C.) la última glaciación corta aún hacía sentir sus últimos efectos gélidos, dejando habitable únicamente la franja limitada por los trópicos de Cáncer al norte y de Capricornio al sur, con la línea del Ecuador atravesando el centro de la misma. 

La civilización antigua sólo se había alcanzado en entre los ríos Tigris y Eufrates (actual Irak) y en el valle del Nilo (Egipto), donde ya había ciudades políticamente autónomas, que vivían alternando relaciones de violencia (la guerra) o de armonía (la paz), integrantes de los imperios mesopotámicos de Akkad (El Irak Central) y de Sumer (El Irak Meridional y Kuwait), como así también, el imperio del Nilo (léase: Egipto). [3] 

Exactamente en el año 1936 a.C., los acadios y los sumerios se unieron, para conformar El Imperio de Caldea, también conocido como el imperio caldeo, con capital en la ciudad de Ur (léase: Ur de los Caldeos), bajo el gobierno de su primer monarca (Ishbierra). El acto político inaugural de la civilización caldea fue la entrada en vigencia de El Código de Hammurabi, que fue el primer refrito de leyes dispersas en un cuerpo legal único de la historia universal, que regulaba absolutamente todas las cuestiones individuales y colectivas de la población. 

Como se dijo, el sur de Caldea era zona en la que vivían los sumerios (actual sur de Irak y todo Kuwait). Al oeste de ellos se extendía El Desierto de Moab, absolutamente seco, cálido en invierno y tórrido en verano, con lógicos días infernales y noches gélidas, por eso de la gran amplitud térmica que tienen los desiertos, obvio. 

En esa tierra inclemente de Moab vivía un pequeño grupo de individuos agrupados en familias y reagrupados en clanes salvajes, que habían aprendido a sacar agua del subsuelo, suministrándosela a las cabras que eran su alimento, necesario para estar fuertes para la guerra permanente que libraban entre ellos desde hacía miles de años, sólo interrumpida sólo por armisticios verbales que duraban unos pocos meses o a lo sumo años. 

Esos clanes moabistas le rendían culto a la gran señora de la noche, es decir, a la luna, a la que llamaban con el nombre de Heb. En el momento en que se constituyó el gran imperio caldeo y entró en vigencia el código hammurabiano, se le prohibió a los moabitas de Heb la entrada en las ciudades, dejándolos definitivamente excluídos de la civilización.  

Trataron de entrar a la fuerza, pero el ejército caldeo los rechazó, mientras el gobierno de Ur los ponía fuera de la ley, empezándoselos a conocer como Los Reos de Heb, es decir, como Los Heb Reos (léase: los hebreos). 

Fue en ese contexto, cuando se llevó a cabo una reunión de todos los jefes de los clanes hebreos, en algún lugar del desierto moabita, quienes decidieron deponer sus rencillas ancestrales y elegir un jefe único de todos ellos (el cacique de la tribu = el fuhrer, ja ja já). 

El primer cacique de la flamante tribu de los hebreos se llamaba Tarik, y él le encomendaron la misión de dirigirlos en la empresa colectiva de lavantar los petates y de mandarse a mudar con la música a otra parte, porque una cosa era vivir en el desierto todo el año y entrar a la ciudad una vez cada tanto, y otra muy diferente era que nunca más los dejaran entrar a comprar o a robar lo que les resultara necesario, claro está. 

Y vagaron por el desierto de acá para ella durante cuarenta años (1936-1896 a.C.) hasta que Tarik logró pactar con el cacique de la tribu de los cananeos de la actual Siria y El Líbano (Nimrod), quedarse a vivir en el país natural de El Canaán (léase: Caná) en forma permanente en el gran oasis de Gutta.  

Desde entonces, hebreos y los cananeos vivieron felices y comieron perdises, pero hasta que Tarik murió, siendo sucedido por su primogénito, llamado Ibrahim hijo de Tarik (léase: Ibrahim ben Tarik = Abraham), que no tuvo mejor idea que declararle la guerra hebrea a los cananeos del viejo Nimrod, hasta que le arrebató la totalidad, justamente, del gran oasis de Gutta.  

Los cananeos fueron esclavizados por los hebreos, que eran unos salvajes, pero no comían vidrio, y aprovecharon que entre sus esclavos había algunos que sabían construir casas de piedra como las que ellos ya conocían que existían en la lejana ciudad sudoriental de Ur de los Caldeos. Resultado: Veinticinco años más tarde ya existía la ciudad de Gutta, que con el correr de las décadas siguientes, se convertiría en la primera capital hebrea de un nuevo estado que sería conocido como El Reino de Damasco, pues el principal producto de consumo y exportación eran los damascos, obvio. 

Más o menos para el año 1.600 a.C., su majestad, el monarca del reino damaceno, que era el tátara nieto de Abraham, llegó a un acuerdo con el faraón de Egipto (Dyehuti I) para comenzar a radicar colonos hebreos en el imperio nilopa, a cambio de que los adoradores de Heb (léase: los hebreos) les ayudaran a los egipcios a colonizar el desierto que se extendía entre Damasco y Egipto, habitado por los salvajes amorreos, que eran aliados de los caldeos del este. 

En Egipto, los inmigrantes hebreos fueron colectivamente conocidos como los súbditos de Isaac, es decir, como los isaaquitas o bien, como los hicsos. Doscientos años más tarde, los hicsos ya se habían encumbrado en la totalidad de las actividades económicas egipcias (la ganadería, la agricultura, la pesca, la explotación forestal y la minería, tanto acuífera como lítica y metalífera), perfilándose como la nueva clase social de los magnates asiáticos, desplazando a la competencia local africana, bajo el lema de que cocodrilo que se duerme es cartera, ja ja já. 

Hasta que el nuevo farón (Amenophis IV) nombró como su nuevo primer ministro (léase: el gran visir) al cacique de los hicsos de Egipto (José). Los dos eran jóvenes, pero parece que José era un poco mayor y, como resultaba que ambos eran bixesuales, se hicieron amantes. Desde entonces, Amenophis empezó a decir que José estaba siempre con él porque tenía el don de la interpretación de los sueños. Y si, porque José lo hacía ver las estrellas, y no me pregunten en qué momento, porque no se los puedo decir y, además, ustedes lo saben de sobra. ¿Verdad? 

Juntos se creían que eran Lennon y Mc Arney, porque resulta que José lo convenció a Amenophis IV de que él, que debía venerar a los dioses egipcios más que nadie, porque la creencia religiosa del país nilopa era que el faraón era el hijo de los grandes dioses (el sol y la luna = Raá y Amón), tenía que imponer una nueva crencia en un nuevo dios, que fuera tan sólar y másculino como lunar y femenino a la vez, que terminaría recibiendo el nombre de El Halo del Sol (léase: Atón = Adón = Adonai = Adonis), que no tendría esposa, pero si una amante que, justamente, era la luna (Heb) que, en Egipto, cambiaría su antiguo nombre por el nuevo de Lilith. [4] 

La cuestión es que Amenophis IV emitió un decreto en cuya virtud impuso de prepo el nuevo culto religioso de Atón, pretendiendo forjar la nueva religión egipcia de el atonismo. El decreto establecía que, de ahí en más, todos los templos de todos los dioses de Egipto serían clasurados, licenciándose a sus colegios sacerdotales para siempre y trasladándose los tesoros templarios al nuevo templo del dios único (Atón), construído en la ciudad de Amarna. 

Fueron treinta y cinco años de guerra civil entre los feligreses monoteístas de Atón y los politeístas del pueblo, de sus colegios sacerdotales clausurados y de la mitad del ejército egipcio, contra el farón, su primer ministro, el gobierno y la otra mitad del ejército.  

El conflicto concluyó en 1348 a.C., con el manigidio de Amenophis IV; con el ajusticiamiento de José; con la abolición de el monoteísmo atónico; con la reinstauración del politeísmo egipcio ancestral y con el sometimiento a la esclavitud de absolutamente todos y cada uno de los descendientes de los inmigrantes hebreos, sin excepción (léase: los hicsos), y andá a la pmqtp, obvio. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] En griego, la frase meso pótamos significa entre ríos. De ahí que el gran valle limitado por el Trigris y por el Éufrates haya recibido el nombre de La Mesopotamia. Por eso, nuestra provincia de Entre Ríos, junto con las de Corrientes y de Misiones, cuyos territorios están encerrados entre los ríos Uruguay y Paraná, forman la región de La Mesopotamia Argentina.

[4] En la antigua mitología hebrea de Egipto, es decir, en la antigua mitología de los hicsos, Lilith era la luna negra (léase: la luna nueva), concebida como un ser femenino, enteramente gobernado por la sensualidad extrema de las pasiones desenfrenadas, es decir, por la lujuria, que la hacía indigna de ser la esposa legítima de Atón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario