El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 17 de Junio de 2.012.
Por Rubén Vicente
Al iniciarse el siglo diecinueve (el siglo de la industria),
nuestro planeta se hallaba inmerso en Las Guerras Napoleónicas (léase: la
quinta guerra mundial). [4]
En ese contexto, el único país del mundo que tenía ya bien
desarrollada la revolución industrial era Gran Bretana, cuya monarquía
constitucional implicaba el funcionamiento de un parlamento imperial en el que
la cámara alta (la cámara de los lores) operaba como la corte suprema de
justicia, y la cámara baja (la cámara de los comunes) estaba íntegramente
conformada por miembros de la nobleza, y aún no había plebeyos. [5]
Esas prácticas ciertamente no monárquicas, sino más bien, republicanas, eran una
rareza únicamente propia de La Francia de la segunda revolución de
1793 (la revolución republicana robespierina), de la cual Napoleón era su hijo
dilecto, incendiándose toda Europa (La Gran Leitania), justamente, por su
férrea decisión de integrar a todo trance a los magnates plebeyos sin título de
nobleza al parlamento francés, incluso a los no católicos y aún a los judíos,
pero sin que ello implicara que el régimen político galo fuera una auténtica
democracia constitucional, pues a pesar de haberse declarado la abolición de la
esclavitud y de haberse reconocido la existencia previa al estado de los
derechos fundamentales a la vida, a la libertad, al honor y a la propiedad
(léase: los derechos civiles = los derechos humanos = the human rights), lo
cierto que ello era una realidad únicamente en la metrópolis europea del
gran imperio francés, y no en las posesiones, colonias y dominios de los
restantes continentes (Oceanía, Asia, Africa y América). Conste.
Y el caso específico de los EEUU no era una excepción, ni
mucho menos, a lo ya dicho respecto de Gran Bretaña y de Francia, pues al otro
lado del Atlántico Norte, la esclavitud recién cesaría seis décadas y media más
tarde. Conste.
Bajo esa comprensión, El Gran Imperio Ruso (La Gran Rusia =
La Gran Madre = La Matrioshka) era un estado tricontinental, extendido
desde La California Española hasta la línea imaginaria que recorre el curso de
los ríos Elba y Oder, que separaban La Polonia Rusa de La Polonia Prusiana;
donde la monarquía constitucional de
cuño británico, se combinaba con la burocracia administrativa de perfil francés
absolutista pero ilustrada y con el modelo económico es el capitalismo de
estado proteccionista colbertista. [6]
Sin embargo, al morir Catalina La Grande (1796), ya
funcionaba la academia imperial de las artes y de las ciencias, en tren
de nuclear materia gris, orientada a la planificación y a la ejecución de
proyectos y de programas que implicaran el lanzamiento tardío de la
revolución industrial rusa, con doscientos años de retraso respecto
de la británica (200).
En ese contexto, sobrevino la coronación de su magestad, el
Mcl. RW ® Dr. Pablo I Romanoff (46), quien reinaría y gobernaría durante cinco
años (5), durante los cuales, lo único que tendría importancia crítica eran,
obviamente, las guerras napoleónicas, y nada más, claro está.
Bajo esa comprensión, debe aclararse que Rusia era entonces
un país monetariamente ultra estable donde, increiblemente, aún no existía moneda de papel
(léase: el papel moneda = los billetes y los bonos), circulando únicamente el
metálico (el oro y la plata).
Las exigencias del esfuerzo bélico comenzaron a vaciar
progresivamente las arcas imperiales, optando el monarca por establecer los
primeros impuestos inmobiliarios, pagados por la nobleza propietaria de los
latifundios, y por emitir la primera moneda nacional rusa (léase: el rublo),
obviamente, respaldado en cada vez menos
metálico (léase: la inflación), provocadora de un incipiente proceso de aumento
de los precios de los bienes y servicios no basado en la ley económica natural
de la oferta y la demanda, sino más bien, en el exceso de circulante (léase: la
caristía).
Ello empezó a generar la caída del alto nivel de vida
de absolutamente todos los rusos, fueran esclavos u hombres libres, campesinos
o burgueses, plebeyos o nobles, de la hidalguía o de la grandeza. En ese
contexto, los latifundistas de la nobleza comenzaron a parcelar sus feudos y a
venderlos a los magnates plebeyos, que se convirtieron en pequeños propietarios
(los minifundistas) que, motus propio, empezaron a manumitir a sus esclavos,
transformándolos en libertos y en sus arrendatarios perpétuos (léase: los
enfiteutas = los pequeños terratenientes = los labriegos = la primera
reforma agraria), formando una masa de individuos (los varones, las
mujeres, los niños y los ancianos = las familias) que, no obstante, continuió atada
a la economía de subsistencia que le daba de comer (léase: los siervos de la
gleba = el proletariado rural = el auténtico pueblo ruso = los narodni).
No obstante, una considerable minoría de esa parte más baja
de la población rural, optó por
abandonar a su familia y a la gleba que le daba sustento, para radicarse en las
grandes ciudades de absolutamente todo el imperio (Vankovar, Valdivostok,
Taimyr, Comi, Helsinsky, San Petersburgo, Nodgorod, Moscú, Baku, Kiev, Vildna,
Riga y Varsovia), tratando de obtener empleos privados (léase: el trabajo) como
emplados domésticos, como dependientes de comercio o, incluso, alistándose como
soldados razos de las ramas rusas del ejército sacro imperial (das reich
wehrmatch) y de la armada sacro imperial (das reich krieg marine).
Pero la verdad es que no todos ellos lograron obtener un
trabajo urbano, quedando excluídos de las oportunidades de tener en las
grandes ciudades una vida materialmente digna, cayendo rápidamente en la
miseria, en la ignorancia, en el marginamiento y en la explotación, es decir,
en la indigencia, generadora de la nueva clase
social desclazada de los que no usan ropa interior (léase: los
sans culotes rusos = el lumpen), que pronto se entregó a la prostitución
femenina y al bandolerismo másculino, pero a lo largo y a lo ancho de todo el
imperio, claro está.
En síntesis, al iniciarse la centuria decimonónica, en Rusia
todo había empezado a cambiar de manera casi imperceptible, pero de una vez y
para siempre, y en forma negativa (léase: la involución), con el rublo,
con la inflación, con la carestía, con la pequeña burguesía rural, con la
presión impositiva, con el proletariado (rural y urbano), y con el lumpen,
exclusivo de las grandes ciudades, pero sin
revolución industrial, claro está. Conste.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos,
veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la
información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] Al morir Catalina La Grande, le
sucedió su primogénito natural Pablo I (1796-1801).
[4]
La primera guerra mundial fue La Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La
segunda guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Española (1702-1713). La
tercera guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Austríaca (1742-1748). La
cuarta guerra mundial fue La Guerra de los Siete Años (1756-1762). Y la quinta
guerra mundial fueron Las Guerras Napoleónicas (1799-1814). Todas fueron
guerras mundiales, porque se libraron escaramuzas, combates y batallas
en los cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América) y en los
tres océanos (Atlántico, Indico y Pacífico). La Gran Guerra Mundial (1914-1918)
y La Segunda Gran Guerra Mundial (1939-1945) fueron grandes guerras mundiales porque, técnicamente hablando, a
diferencia de las anteriores, en ellas dos se emplearon las armas de
destrucción masiva (ADM´s). Conste.
[5] El
acceso de los magantes plebeyos no poseedores de títulos de nobleza (léase: la
alta burguesía industrial), recién se operaría con la aprobación de La Ley Electoral (1832), que le otorgó derechos políticos
activos a toda la ciudadanía del imperio, excepto a los esclavos, que
fueron universalmente manumitidos y transformados en libertos, pero a los que
el nuevo régimen electoral sólo les reconocería sus derechos civiles y sus
derechos políticos pasivos, restringiendo sus derechos políticos activos
de los libertos a cero, por
incumplimiento de las condiciones legales necesarias para ser elegidos para
desempeñar cargos públicos, como eran la falta de escolaridad primaria, de la
renta anual que mínimamente se exigía para ser considerado como un
contribuyente y del certificado policial de buena conducta, que la policía
imperial británica (léase: Scotland Yard) les negó sistemáticamente hasta que
no cumplieran las otras dos exigencias (instrucción básica y pago de los
impuestos), siendo entonces una situación paradógica, en la cual, de hecho (in
fact), los libertos quedarían siendo por varias décadas, auténticos ciudadanos
de segunda (léase: los kelpers).
Conste.
[6] En Rusia
no existieron un Turgot o un
Necker que llevaran a la economía nacional hacia un capitalismo mixto de la era
napoleónica, con formación, desarrollo y encumbramiento político de las
empresas privadas nacionales. Conste.
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