jueves, 22 de diciembre de 2011

23

Año I – Primera Edición – Editorial: 000000023

El Cisne Negro [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 29 de Septiembre de 2.011.


La Soberbia de la Estupidez
Por Rubén Vicente

Hubo una vez una gran nación llamada Gran Bretaña, que tuvo mucho que ver en los procesos de emancipación de las repúblicas latinoamericanas y que, en buena medida, fue el motor del desarrollo regional a lo largo de todo el siglo diecinueve, aportándole a  nuestros paises sus capitales sustentados por una moneda sana respaldada en plata y su alta tecnología de innovación, basada en los materiales críticos del carbón y el hierro.

En el caso específico de la Argentina, esa bendición económica y política tenía un contraluz en el Atlántico Sur que, no obstante, fue prudentemente administrado por nuestra diplomacia, que a principios de siglo veinte, sabía perfectamente que representaba los intereses del séptimo país del mundo, orgulloso de su relación con la primera potencia mundial de aquel entonces.

Paralelamente, nuestra región vio nacer y crecer una especie de segunda Gran Bretaña de este lado del Atlántico, que eran los EEUU, que ya desde la primera parte de la centuria decimonónica, intentaron reunir en un solo bloque a nuestras patrias jóvenes, pero liderado por ellos y sólo por ellos, bajo el influjo de su moneda permanentemente envilecida por la impresión de billetes sin respaldo y de su baja tecnología de imitación, sólo mejoradora de los productos ya existentes en el mercado, basada en los nuevos materiales críticos del petróleo intermedio y del acero de regular calidad comparativa.

La base agropecuaria de ambas economías y las aspiraciones geopolíticas excluyentes de liderazgo regional, hicieron que la relación bilateral fuera conflictiva, a lo largo de todo el siglo veinte, en el marco de una creciente asimetría, signada por un neoimperialismo de tono indisimulablemente agresivo para con nuestros pueblos.

El patrón oro-dólar y la bomba atómica fueron los dos únicos pilares de la supremacía mundial de los EEUU en la segunda mitad del siglo pasado, proyectada sobre una América Latina que evolucionaba convulsivamente hacia la industrialización dependiente y hacia la integración regional ambigua, primero de la mano de la Alemania nazi, luego de la Europa gaullista y después de la Rusia comunista.

Han pasado muchos años y esos sueños latinoamericanos, que también son argentinos, comienzan a hacerse realidad, bajo el liderazgo del Brasil y con la ayuda de China, mientras la hiperpotencia planetaria se ahoga psicóticamente en un vaso de agua, obstinada en sus guerras de codicia contra el terrorismo en Asia y Africa, y en la histérica tozudez de una comunidad de negocios que sólo mantiene la primera posición porque aún no existen alternativas creibles a su prepotencia provervial de la diplomacia del dólar o del gran garrote, lo mismo les da, porque sólo quieren que seamos sus malditos esclavos, claro está.

Y en medio de semejante drama global y hemisférico, América Latina y especialmente la Argentina padecen el malhumor de la estúpida soberbia negadora de la realidad, intentando infructuosamente bloquear nuestro acceso al crédito del banco del que todos nosotros formamos parte y anunciando que bloquearán también la cooperación en materia de desarrollo nacional, nada más que porque nosotros negociamos con nuestros acreedores de modo conveniente a nuestros intereses y no a los de los fondos huitres domiciliados en los paraisos financieros del Caribe angloparlante. Y habrá más, porque intentarán ponernos en la lista gris del grupo de acción financiera internacional y condicionarán sus ventas de armamentos a que nosotros aceptemos que sean de rezago.

En otras palabras, no pueden tolerar que nuestra economía crezca en medio del pandemonium, y no pueden tolerar que nuestra democracia constitucional sea tan libre como la de ellos, y no pueden tolerar nuestra alianza con el Brasil o nuestra lealtad latimoamericana, y no pueden tolerar que formemos parte del grupo de los veinte, ni tampoco pueden tolerar que estemos a favor del estado palestino.

Dicho de otro modo, no pueden tolerar que la Argentina luche por la independencia económica, la justicia social, la integración latinoamericana y la tercera posición internacional, equidistante de la globalización unipolarista y de la antiglobalización multipolarista (no way), porque somos un mal ejemplo que, si cunde, en ello les va la vida, y nada más, claro está.

Sepamos que los años por venir serán muy difíciles para nosotros, los latinoamericanos en general y para los argentinos en especial, porque están determinados a arruinarnos a como de lugar, antes que permitir que les hagamos un frente común en defensa de nuestras creencias, de nuestros ideales y de nuestros intereses. Preparémonos entonces para la heroica resistencia de la patria grande, recordando la máxima bolivariana de que el arte de vencer se aprende en las derrotas, para hacer realidad el adagio sanmartiniano de que seamos libres que lo demás no importa nada.

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.



[1] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario