El Cisne Negro [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolíca
Lunes 29 de Agosto de 2.011.
¿De Qué Nos Hacemos los Asombrados?
Por Rubén Vicente
Que los argentinos somos pacatos, hipócritas, exitistas y abnésicos selectivos, no es ninguna novedad. Nos encanta despedazar la honra ajena, pero si vemos cosas similares en otras partes, nos gusta barnizar la inmundicia con un manto de piedad, haciendo de cuenta que está todo bien y que no pasa nada.
Si vemos llegar a la presidencia de los EEUU al hijo de un alto jefe mafioso traficante de mujeres, alcohol, drogas y armas, encumbrado hasta ser considerado un respetabilísimo magnate y nombrado embajador en Londres, nos encanta comprar la propaganda oficial de que él fue el gran martir de los derechos civiles de los negros y que fue asesinado por negarse a enviar a Vietnam a la juventud de su gran nación.
Si vemos una hermosa adolecente iniciarse como prostituta y actriz porno para luego convertirse en el gran gato de un mafioso como Sam Giancana y, después, de la mano de grandes luminarias prefabricadas como Frank Sinatra, llegar a ser la que le canta el happy birthday ante el mundo al presidente de la primera potencia mundial, ni pensamos que su mujer cornuda era la hija del jefe de la rama francesa de El Sindicato del Crimen Organizado (George Bouvier), y que ya antes de enviudar fue la hembra del magnate greco argentino Aristóteles Onasis, que hizo su fortuna cobrando seguros por los barcos cerealeros que hundían sus amigos los nazis en el Atlántico durante la segunda guerra mundial.
Somos así de pedorros, porque aunque el puterío político ajeno sea tenebroso, nos fascina comemos la versión cinematográfica del gran Shakerspiare del siglo veinte, es decir, de los guionistas de la CIA, cuyos mercenarios cineastas hollywoodenses saben maquillar la terrible impostura más que magnificamente, y nosotros no paramos de comprar sin repudiar jamás (colonialismo cultural que le dicen).
Pero en cambio, si trata de la vedette y el almirante de las pampas del sur es otra cosa mihijito. Nos rasgamos las vestiduras, en La Recoleta y en La Isla Maciel, vinculando la cama y los mexicanos de oro con la dictadura genocida, olvidándonos de que nadie fue más encumbrado por el proceso que el máximo cómico popular de todos los tiempos (Alberto Olmedo); de que el presidente de Boca (Alberto J. Armando) suministró sus falcon verdes a La Triple A y contrató al drogadicto Diego Armando Maradona, que fue el gran ídolo de la eternidad futbolística de la era alfonsinista y dirigió la celeste y blanca en Sudáfrica 2.010, con la bendición el padrino Julio Grondona, nombrado por Videla y bancado por Cristina, por razones de estado, claro está.
Salvando las diferencias de modo, tiempo y lugar, la verdad es que, como personajes arquetípicos, Graciela Alfano es la Marilyn Monroe argentina y que Eduardo Emilio Massera es el JFK del escenario nacional. Ninguna diferencia real existe entre el crimen organizado estadounidense y el terrorismo de estado argentino, porque los negocios de ambos matan millones o decenas de miles, lo mismo da, siendo igualmente monstruosos, en grado de crimenes de lesa humanidad, y nada más, claro está.
El marino bien muerto está y El Frank Sinatra del grotesco nacional (Marcelo Tinelli) apartará sin miramientos a la diva del jurado de la verguenza, pero el gran circo de la hipocrecía vernácula seguirá deleitándose con los culos de las pendejas del caño y las escenas de pujilato gay, mientras la gran madre de todos nosotros repudia la prostitución genocida, olvidando que sus propios hijos fueron empleados a sueldo de Schoklender padre y que están vivos, sanos, salvos e ilesos en España. [2]
Entonces digo, por favor, dejémonos de joder con forradas y dediquemos nuestro tiempo a ver cómo es el mundo, para ver qué podemos mejorar acá, para ser la gran nación que sonaron nuestros próceres y nosotros mismos, claro está.
Dejemos de ser negreros con nuestros indigentes, dejemos de preferir la farándula a la constitución, dejemos de ser pacatos, hipócritas, exitistas y abnésicos selectivos. Seamos libres, que lo demás no importa nada, decía el libertador.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
[2] Los viejos no nos olvidamos de aquel capítulo de Tiempo Nuevo con Bernardo Neustadt, traido a la memoria popular por el joven historiador nacionalista Agustín Laje Arrigoni en su obra titulada con el nombre de Los Mitos Setentistas. Mentiras fundamentales sobre la década del ´70.
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