El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 21 de Abril de 2.013.
El Origen Divino de La
Filosofía
Por Rubén Vicente
Alulín
fue el primer monarca dinástico de la historia universal. La Biblia lo recuerda
con el nombre de Adán, y él fue el rey de los sumerios, hace setenta
siglos atrás (70), siendo su reinado
el que separa la prehistoria de la historia antigua, cuya máxima expresión geopolítica
fue El Sacro Imperio Romano Cristiano (312 a 476 d.C.).
En esos cinco mil
cuatrocientos años que duró la edad antigua (5400), se sucedieron una gran cantidad de culturas y de
civilizaciones, en los cinco continentes, algunas de las cuales, sustituyeron a
la de los sumerios, en la supremacía política de una comunidad internacional,
que era absolutamente informal, pero no por ello, inexistente, sino más bien,
todo lo contario.
Sucesivamente, fueron
la de los acadios, la de los caldeos, la de los egipcios y la de los
israelitas, cuyo primer rey fue David, fue el fundador de la dinastía de Los
Elohim, cuyos sucesores (Absalón, Salomón, Hirán, Roboam y Jeroboam),
extendieron los dominios israelitas, hasta que el imperio sagrado, gobernado
por Jehová, llegó a extenderse, antes de su división en Judea al oriente y en
Samaría al occidente, nada más ni nada menos, que desde El Indo hasta
Gibraltar, abarcando todo El Cercano Oriente y toda La Cuenca del
Mediterráneo.
Pero la gloria de
Israel no se hizo de un día para el otro, sino que fue el producto de las
conquistas militares, de los pactos políticos y de las negociaciones
comerciales. Y fue durante el reinado de Hirán (937 a 900 a.C.), que la armada
imperial, que partió desde el reino israelita de Fenicia, se lanzó a la
conquista de El Mediterráneo Oriental, comenzando por las tierras asiáticas de
la península de Anatolia, y prosiguiendocon
las europeas de El Mar Egeo y de la península de Los Balcanes.
Allí, la civilización
antigua ya se había iniciado con el pueblo originario de los pelasgos, y había
proseguido con la cultura anatólica de los hititas, para luego centrar el eje
de su prosperidad material y de su florecimiento espiritual, en la suscesiva
supremacía egea y balcánica de los aqueos, de los eolios y de los jonios, todos
ellos oriundos del continente europeo (léase: los arios = los pueblos del mar).
Esos arios fueron los
forjadores de los principados independientes de una unidad cultural, que
recibió el nombre de La Hélade (léase: Helenia), de donde les vino el
nombre colectivo y común de los heládicos, más conocidos como los helenos.
Pero la invasión semita
de los israelitas de Fenicia (léase: los fenicios), que tuvo lugar a finales
del siglo diez antes del comienzo de nuestra era, sería la responsable de que
los principados helénicos se convirtieran miembros del nuevo reino
fenicio-israelita de Doria (léase: Dorah = Dora), con capital en la ciudad de
Atenas, de donde a los fenicios invasores del oriente mediterráneo, les vendría
el nombre con el que fueron conocidos en el occidente (léase: los dorios).
Los dorios no sólo le
darían unidad política única a a toda La Hélade, sino que durante su dominio,
harían florecer una cultura que la historia universal recuerda como una de las
refinadas de toda la edad antigua que, obviamente, fue la cultura helénica,
que culminaría en el siglo quinto antes de nuestra era, cuando ya Helenia era
el estado lider de esa comunidad de los estados de La Cuenca del Mediterráneo,
que formaban parte de la anfictionía israelita occidental de Samaría (léase:
Samar = El Nuevo Sumer).
Fiel a su espíritu
fundacional davidiano (léase: davídico), tanto en la Helenia de los dorios, es
decir, en la Helenia dórica, como en toda la anfictionía samaritana de
La Cuenca del Mediterráneo, la regla era la de la unidad en la diversidad, tanto material como
espiritual, y por eso, cada estado componente de la misma, tenía desarrollada
su propia versión cultural y política inequívocamente israelita.
Por eso, había una
concepción religiosa única, que evolucionó gradualmente, desde el
politismo inicial hacia el trialismo intermedio, culminando con un panteón
gobernado por una divinidad única (léase: el monoteismo relativo) que, en el
caso de Helenia, estaba representada por la figura de El Jehová del Egeo,
universalmente referenciado con el nombre de Zeus Peter, cuyo sucesor romano
sería Deus Pater (léase: Iú Pitar = Júpiter), y cuyo sucesor cristiano sería
Dios Padre, porque nada sale de la nada, y porque todo tiene un origen y una
continuidad, que se va transformando con el correr de los siglos pero que, en
el fondo, sigue siendo siempre fiel a si misma, obvio.
Y fue en La Hélade del
siglo quinto antes de nuestra era, donde nació y se desarrolló, en forma
embrionaria, pero completa, nada más ni nada menos, que la religión despojada
de la fe, que recibe el nombre de el amor a la sabiduría humana, también
conocida con el nombre alternativo de la
filosofía, que no es otra cosa que la primera versión de algo que
después se llamaría con el nombre de el ateismo, es decir, de la
religión sin dios, pero que igual es religión.
Y claro, porque la
filosofía es la religión de la sabiduría humana y no divina, porque ella también tiene su
dogma, tiene su esoteria y tiene su liturgia, es decir, tiene su conjunto de
creencias, tiene su vía individual de acceso a las mismas, y tiene su
ceremonial solemne y colectivo, respectivamente.
Y no por casualidad,
sino más bien, por causalidad, es que la filosofía helenica terminó
posicionándose como el verdadero fundamento racional y empírico de la
religión, primero griega, luego romana, y después cristiana.
Y si bien es cierto,
que el conjunto universal de la sabiduría, incluída la divina, debe recibir el
justo nombre de la magia, no lo es menos que la magia, despojada de la
superstición, conforma la materia de eso que conocemos con el nombre de la
religión, y que la religión, despojada de la fe, es la filosofía,
que nació en La Hélade, pero que se cultivó y evolucionó a lo largo de sus ya veintiseis
siglos de existencia (26), para ser
uno de los grandes fundamentos culturales, tanto del oriente budista y
musulmán, como del occidente judío y cristiano de el siglo veintiuno
(léase: el siglo de la era sinctotrónica). [3]
Por eso es tan pero tan
importante que, cuando no tengas nada que hacer, en vez de boludear tanto con
el facebook o con el twitter, te pierdas un cachito de tu valioso tiempo en ver
qué corno es eso de la filosofía, de la que tanto hablan los
intelectuales, no porque vos tengas que dejar de ser una persona sencilla, para
dejarte la barba, usar anteojos y fumar en pipa, sino para abras tu mente,
hacia el abordamiento de temas tan apasionantes como la vida y la muerte, el
amor y el odio, el vicio y la virtud, la guerra y la paz, la castidad y la
lujuria, la verdad y la mentira, la lealtad y la traición, y otras pedorradas
por el estilo.
Cachá un librito de
bolsillo, de esos que te podés comprar en el kiosco de la esquina de tu casa, o
encargáselo al diariero, o empezá por abrir Google y escribí filosofía, a ver
qué dice Wikipedia, y ponételo a leer despacito, para que los conceptos te
vayan entrando de a poco en el marote, y te puedo asegurar, que no te vas a
arrepentir, porque una pregunta te va a llevar a la otra, y esa, a la
siguiente, y así vas a entrar en una dimesión tan nueva como fascinante, y
tanto te va a empezar a gustar, que la tele, la compu y el celu van a seguir
estando buenos, pero nada que ver, al lado de coparse con las verdades
universales de la filosofía, que son universales, porque son válidas acá y en
la China, en los tiempos de Cleopatra y en los de Lady Gagá, y es para todos y
todas, no se si …
Y si me dijeras que
estoy muy equivocado, te respondería lo que siempre digo al terminar mis
artículos, y es que veremos, veremos y pronto los sabremos.
[1]
La libre expresión y la
segura circulación de la información contenida en el presente documento se
halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de
1995 (Art. 14), la Ley Nacional N°
26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete
Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
[3]
La era sinctotrónica,
está basada en los aceleradores de las
partículas subatómicas, que son el instrumento de la novena revolución
tecnológica, cuyo propósito fundamental es que la humanidad pueda viajar en
el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro, haciendo que, por ejemplo, un
viaje espacial hacia un planeta situado en el centro de La Vía Láctea, pueda
ser hecho en horas, en minutos, o incluso en segundos. Right?
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