miércoles, 17 de abril de 2013

558 Historia (España)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000558 [1]

 
El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 17 de Abril de 2.013.




La Guerra Civil Española IV
Por Rubén Vicente 

Cuando los aliados occidentales (léase: Francia, Gran Bretaña y los EEUU) pactaron por abajo de la mesa la traición a los rupublicanos, a cambio de que el bando enemigo (los monárquicos), se comprometiera a que, en caso de estallido de la segunda guerra mundial, España se mantendría rigurosamente neutral, se abrieron las puertas del infierno, y de él, emergió el cielo.
Y si, porque de buenas a primeras, como por arte de magia, la guerra civil española, que luego de tres años de odio, sangre, destrucción y muerte sin límites, estaba virtualmente estancada y empatada, insólitamente, entró en la fase de las definiciones, con las caídas sucesivas y casi inexplicables de Valencia, de Barcelona y de Madrid, bajo la espada vengadora de el profeta ibérico (léase: El Generalísimo Francisco Franco).
El mundo entero (orbis) se olvidó rápidamente de España, porque estalló La Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pero la nación ibérica no era más que ruinas humeantes, sobre las que estaba Franco, mientras las sabandijas que provocaron toda esa desgracia, huían como ratas, a una Francia que los había dejado de amar.
Todo el mundo se calló la boca. Ni la indigencia se atrevió a decir tengo hambre, prefiriéndose comerse las cáscaras de las papas (léase: las patatas), para poder sobrevivir a como diera lugar, antes de morir en el garrote vil vuelto a instaurar, a modo de la segunda inquisición purificadora. Sólo la voz del profeta, que prometía una España unida por la fe en Dios, y nada más. 

Fueron trece interminables años de aislamiento y de terrorismo de estado (13), pocas veces vistos hasta entonces, matizados por las visitas de Mussolini y de Hitler, o por la posterior ayuda de Perón, que sacó a España del hambre, permitiéndole resucitar de las más abyecta humillación nacional y popular. 

Era una tarea invisible la de Franco, cuya dictadura militar comenzó su obra de gobierno restableciendo el patrón oro, fijando la peseta no convertible, en una equivalencia fija de cien a uno con el dólar (100:1); que poco a poco, a fuerza de lapiz rojo, logró el superhabit fiscal, ordenando cortarle las manos a quien hiciera subir los precios, o se atreviera a reclamar mejoras salariales (léase: el pacto social, jé). 

La iglesia y las fuerzas armadas fueron limpiadas de elementos infectos, reorganizadas, refortalecidas patrimonialmente, rejerarquizadas políticamente y ré prestigiadas institucionalmente, devolviéndoseles el control de la sexualidad y de la educación del matrimonio y de la familia, para servir a la patria cristiana, joder. 

Era la paz de los cementerios, donde sólo se plantaban naranjos y se criaban cerdos, pero eso fue hasta que en 1952, cuando su santidad, el papa, Pío XII, dijo que ya era suficiente, y Eisenhower le ordenó al occidente de la guerra fría, restablecer relaciones económicas, diplomáticas y militares con España.  

Gran Bretaña miró con recelo, pero no dijo nada, cuando empezó a ver todo yanki en la península ibérica (léase: los jeans, los hot dogs, los ford, las kodak instamatic, la tevé en blanco y negro capitalista, etc.). 

Pero los british se enteraron de que habían perdido a España para siempre en 1959, cuando Eisenhower emplazó las bases norteamericanas de la OTAN en suelo ibérico; que fueron el motor que movió las nuevas grandes industrias españolas de la construcción, de la gastronomía, de la hotelería y de los juegos de azar (léase: la macro industria del turismo), que aniquiló el desmpleo e hizo volver el ya olvidado bienestar. 

Y aunque nadie se hubiera atrevido ni siquiera a soñarlo, la España de los setenta del siglo pasado (léase: el siglo de la alta tecnología) renacía de sus propias cenizas, convertida en una prospera colonia estadounidense que, sin embargo, gracias a Franco, no jodamos, supo negociar con los árabes de la OPEP, para tener petróleo abundante y a precios promocionales, a cambio de un enclave para sus capitales y narco magnates en Marbella. ¡Qué tull!  

La ira franco-británica se hizo indisimulable, cuando el MI-6 y la DGSE pusieron guita, instrucción y armamentos a los nacionalistas vascos, organizadores de Herri Batasuna (HB) y de Euskadi Tá Askatasuna (léase: La ETA), que empezaron a joder de nuevo con las pedorradas republicanas de la seseción de hacía treinta años. ¿Otra vez? ¡No puede ser! ¡Por favor! 

Pero no importaba, porque los musulmanes lavaron en España toda la guita de la heroína de El Triángulo de Plata de El Cercano Oriente, financiando sus empresas privadas españolas testaferradas, que pagaban impuestos suficientes, como para que el gobierno fascista de Madrid, decidiera crear La Sociedad Estatal de Participaciones e Inversiones (SEPI), que se posicionaría como el nuevo grupo de las empresas nacionales de minería, de energía, de transportes y de comunicaciones, es decir, de la nueva infraestructura nacional española y no extranjera, y qué tanto joder con los johnnies puñeteros. 

Y el broche de oro franquista, fue definir a España como un gran reino europeo que, a su muerte, sería gobernado por un rey, como Dios manda. 

En otras palabras, lo que hizo Francisco Franco con España, fue provocar la inversión del curso de la historia, sacándola de la muerte, y dándole una nueva vida, sobre bases tan material y espiritualmente sanas, que los españoles entendieron que la reconstrucción de la gloria del siglo dieciseis, sería posible nuevamente en el siglo veintiuno, o veintidos a más tardar, qué más da. 

Pero ya se sabe, que en toda mansión exhorcisada, siempre quedan sueltos algunos fantasmas impenitentes, que pueden ser terriblemente destructivos, obvio. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
 

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