El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 16 de Abril de 2.013.
El Guernica de Picasso
Por Rubén Vicente
La
historia no perdona a los pueblos que se suicidan, por el creador y supremo
gobernante universal, suele salvar a las naciones que le sirven con fidelidad
inclaudicable, enviándoles un profeta, bajo el lema de que a Dios rogando y con
el mazo dando, obvio.
Siempre
depende de las circunstancias de modo, tiempo y lugar, pero esta verdad
ineluctable, se ha visto confirmada con Israel, gobernada por El Dios de los
Ejércitos (léase: Yavé Sebaot), pero a través de su profeta guerrero (David).
Y
se reconfirmó en la Iberia de La Guerra Civil Española (1936-1939), donde el
profeta era un absoluto don nadie de la perisferia militar africana.
Los
ángeles gurdianes luciferinos del gobierno republicano eran La Unión Soviética,
Francia, Gran Bretaña y los EEUU, mientras los divinos del bando insurrecto de la
gloriosa resurrección, fueron La Italia de Mussolini y La Alemania de
Hitler.
Esos
mismos ángeles batallaban en la guerra civil de La Palestina Británica
(1935-1948), pero donde más se dieron para que tengan, guarden y repartan, fue
en España, donde los ríos de sangre se convirtieron en un gran mar que todo lo anegó.
En
realidad, la guerra empezó en marzo, cuando el generalato de reunió en Madrid,
presidido por Francisco Franco, que planeba dar el golpe y poner en el poder al
golpista fallido y exhiliado (José Sanjurjo).
Cuando
el sábado dieciocho de julio estalló la insurrección, el ejército se dividió
entre los leales a la república, que controlaban el norte del país, y los
insurrectos que querían la monarquía, que dominaban el sur gibraltareño y el
este mediterráneo.
Siempre
fieles a su espíritu bestial, los bandos civiles y militares de la facción
republicana se fueron anarquizando hasta perder la unidad, la organización y
los territorios que, uno a uno, fueron cayendo bajo el poder implacable de la
zona nacional facista, liderada con puño de acero por Franco, que para
entonces, ya había sido bautizado por la prensa monárquica como El
Generalísimo.
Pero
Franco se hizo grande para los suyos, cuando ordenó suspender el asedio de
Madrid, para salvar la vida de los monarquistas, que resistían con heroismo el
cerco del gobierno republicano, en El Alcazar de Toledo.
La
Batalla de Madrid se hizo encarnizada, mientras el gobierno republicano
abandonó la capital, dejándola en manos de una junta militar leal, a la par de
que las cortes y el gabinete se trasladaban peligrosamente en avión hacia una
Valencia sitiada, pero capaz de aguantar.
Ya
estaba todo perdido para los luciferinos, pero su gran jefe (Azaña) no estaba
dispuesto a entregar las tierras del Cid, y le insufló su fétido aliento a los
súcubos, que recobraron su fuerza, ensayando una contraofensiva, que fue lo
suficientemente contundente, como para alargar innecesariamente el curso de la
guerra civil.
Y
ahí empezaron a tallar otros factores, como la directa intervención paramilitar
nazi-fascista y germano-italiana, y los intereses plutocráticos mundiales, y
las intrigas de la diplomacia franco-anglo-americana, armadora de Las
Brigadas Internacionales, de las que formaron parte muchos españoles no
católicos, sino judíos y musulmanes, nada más que por odio a Nuestro Señor
Jesucristo, no jodamos.
Para
mediados de 1938, la ecuación bélico geográfica se había invertido. Los
monarquicos controlaban toda España, mientras los republicanos conservaban el
sudeste mediterráneo y el noreste pirenaico, incluyendo Valencia, Barcelona y
Madrid.
Ambos
bandos negociaron en secreto con las grandes potencias, y mientras Alemania
anexaba Checoslovaquia, los republicanos aceptaban la disolución de las
brigadas internacionales, y los monárquicos decidieron el retiro de las
fuerzas italianas.
Pero
además, Franco negoció en secreto con París, Londres y Washington que,
si lo dejaban ganar, él haría que España fuera neutral, en la inminente
e imparable segunda guerra mundial que se avecinaba.
Dicen
que la magia no existe, pero la verdad, fue que con Franco tuvieron que hacer
magia, traicionando a los aliados republicanos, y permitiendo que los
enemigos monarquicos provocaran, nada más ni nada menos, que La Caída de
Valencia, La Caída de Barcelona y La Caída de Madrid, el sábado primero de
abril de 1939.
Abadón
traicionó a Satanás, y le revolución social soñada por la segunda república
española, le dejó paso al nuevo profeta de la resurrección ibérica, que
fue sin duda alguna El Generálismo. ¡Y a bur!
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la
segura circulación de la información contenida en el presente documento se
halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina
de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N°
26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]
Para
uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
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