Año II – Primera Edición – Editorial: 00000556 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 15 de Abril de 2.013.
Sentados
Niceto Alacá Zamora
y Manuel Azaña
La Guerra Civil
Española II
Por Rubén Vicente
De
la segunda revolución francesa (1793-1799), de la primera república española
(1820-1823), de la comuna parisina (1871), de las dos revoluciones rusas de
1917, de la revolución alemana de 1918 y de la revolución bávara (1918-1923),
salieron las ideas liberales, anarquistas, socialistas y comunistas que
inspiraron la instauración de La
Segunda Republica de España (1930-1939),
con capital en Madrid, gobernada por su presidente liberal (Niceto Alcalá
Zamora), pero a través de su primer ministro socialista (Manuel Azaña).
De
entrada nomás, salieron con los tapones de punta, vía la constitución
republicana de 1931, que fue como pretender hacer en España, en sólo una década, lo que a Francia, a Rusia y
a Baviera, les había demandado décadas de sangre, sudor y lágrimas, y no
en todos los casos había resultado cómo se esperaba, obvio.
Pero
se ve que como buenos ultra-revolucionarios, los republicanos españoles creyeron
que podían ir por todo, de la noche a la mañana, sin darse cuenta que sólo
generaban odio arriba y miedo abajo.
Por
más diversidad ideológica de izquierdas que valiera (liberales, anarquistas,
socialistas y comunistas), en la práctica, que es lo que cuenta, los
republicanos españoles, y aclaro que mi abuelo paterno lo era, se comportaron
como anarquistas, que sólo quieren la destrucción hasta los cimientos de las
instituciones feudales y precapitalistas existentes.
Separaron
a la iglesia del estado, confiscaron las propiedades de las órdenes religiosas,
prohibieron la enseñanza de la religión en las escuelas, mataron sacerdotes y
obispos insumisos, y expulsaron a un cardenal primado, bajo el lema diabólico
de la descristianización.
Degollaron
el orden y la jerarquía militar, naval y policial, pretendiendo que las milicias
campesinas y urbanas garantizarían la integridad terrritorial, la cohesión
poblacional y la autodeterminación gubernamental.
Hicieron
cuanto pudieron para envilecer la moneda, generando inflación y carestía,
mientras confiscaban lo ajeno, en el nombre de la reforma agraria, que en vez
de alimentar a todos, sumió al pueblo en la hambruna que todavía hoy día,
pretenden acharcarle al fascismo.
Destruyeron
la institución de la familia, con la ley del divorcio vincular, desalentando el
matrimonio civil, y promoviendo deliberadamente la libertad sexual, la prostitución
y el concubinato (léase: la degeneración).
Cantaban
loas al progreso, pero no crearon ni un maldito centro de investigación y
desarrollo tecnológico, ni mucho menos, empresas auténticamente industriales,
ni siquiera estatales, dejando que las existentes continuaran en las manos
brítánicas, del mismo modo que hasta se los veía felices de que los sindicatos
estuvieran descaradamente cooptados por la inteligencia soviética.
Y
hacían realidad sus sueños demenciales de las autonomías regionales, hechas sin
la autorización de las cortes, causando el descuartizamiento de la soberanía
nacional (léase: la desintegración territorial = el desmembramiento español),
en el nombre de la libertad libertaria.
Y
a toda esa asfixiante pesadilla, la llamaban con el nombre de la revolución
social. Pero las leyes de la historia no perdonan a las naciones suicidas, y
pasó lo que tenía que pasar, que fue el estallido de La Guerra Civil
Española (1936-1939).
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La libre expresión y la
segura circulación de la información contenida en el presente documento se
halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de
1995 (Art. 14), la Ley Nacional N°
26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es un
hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable,
pues si ocurriera sería castastrófico.
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