lunes, 15 de abril de 2013

556 Historia (España)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000556 [1]

 
El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 15 de Abril de 2.013.




                                      Sentados
                            Niceto Alacá Zamora
                                y Manuel Azaña

La Guerra Civil Española II
Por Rubén Vicente

De la segunda revolución francesa (1793-1799), de la primera república española (1820-1823), de la comuna parisina (1871), de las dos revoluciones rusas de 1917, de la revolución alemana de 1918 y de la revolución bávara (1918-1923), salieron las ideas liberales, anarquistas, socialistas y comunistas que inspiraron la instauración de La Segunda Republica de España (1930-1939), con capital en Madrid, gobernada por su presidente liberal (Niceto Alcalá Zamora), pero a través de su primer ministro socialista (Manuel Azaña). 

De entrada nomás, salieron con los tapones de punta, vía la constitución republicana de 1931, que fue como pretender hacer en España, en  sólo una década, lo que a Francia, a Rusia y a Baviera, les había demandado décadas de sangre, sudor y lágrimas, y no en todos los casos había resultado cómo se esperaba, obvio. 

Pero se ve que como buenos ultra-revolucionarios, los republicanos españoles creyeron que podían ir por todo, de la noche a la mañana, sin darse cuenta que sólo generaban odio arriba y miedo abajo. 

Por más diversidad ideológica de izquierdas que valiera (liberales, anarquistas, socialistas y comunistas), en la práctica, que es lo que cuenta, los republicanos españoles, y aclaro que mi abuelo paterno lo era, se comportaron como anarquistas, que sólo quieren la destrucción hasta los cimientos de las instituciones feudales y precapitalistas existentes. 

Separaron a la iglesia del estado, confiscaron las propiedades de las órdenes religiosas, prohibieron la enseñanza de la religión en las escuelas, mataron sacerdotes y obispos insumisos, y expulsaron a un cardenal primado, bajo el lema diabólico de la descristianización. 

Degollaron el orden y la jerarquía militar, naval y policial, pretendiendo que las milicias campesinas y urbanas garantizarían la integridad terrritorial, la cohesión poblacional y la autodeterminación gubernamental. 

Hicieron cuanto pudieron para envilecer la moneda, generando inflación y carestía, mientras confiscaban lo ajeno, en el nombre de la reforma agraria, que en vez de alimentar a todos, sumió al pueblo en la hambruna que todavía hoy día, pretenden acharcarle al fascismo. 

Destruyeron la institución de la familia, con la ley del divorcio vincular, desalentando el matrimonio civil, y promoviendo deliberadamente la libertad sexual, la prostitución y el concubinato (léase: la degeneración).  

Cantaban loas al progreso, pero no crearon ni un maldito centro de investigación y desarrollo tecnológico, ni mucho menos, empresas auténticamente industriales, ni siquiera estatales, dejando que las existentes continuaran en las manos brítánicas, del mismo modo que hasta se los veía felices de que los sindicatos estuvieran descaradamente cooptados por la inteligencia soviética. 

Y hacían realidad sus sueños demenciales de las autonomías regionales, hechas sin la autorización de las cortes, causando el descuartizamiento de la soberanía nacional (léase: la desintegración territorial = el desmembramiento español), en el nombre de la libertad libertaria. 

Y a toda esa asfixiante pesadilla, la llamaban con el nombre de la revolución social. Pero las leyes de la historia no perdonan a las naciones suicidas, y pasó lo que tenía que pasar, que fue el estallido de La Guerra Civil Española (1936-1939). 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).  
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
 

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