El
Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes
8 de Abril de 2.013.
El Neonazismo Argentino
I
Por Rubén Vicente
La
totalidad del planeta se hallaba inmerso en La Gran Guerra Mundial (1914-1918).
Pero acá, como siempre, nos mirábamos el ombligo, sin darnos cuenta de que las
colectividades británica y alemana, libraban su propia guerra secreta, en el
sur de Chile (léase: La Araucanía), y en el sur de La Argentina (léase: La
Patagonia).
Ya
existía la radiotelegrafía, que era capaz de comunicar, desde tierra y sin
alambres, a los buques de la marina de guerra británica (léase: the british
royal navy) y a las naves de la marina de guerra alemana (léase: das reich
krieg marine), con las estancias, araucanas y patagónicas, que eran casi todas
de ingleses o de alemanes, obvio.
Los
británicos eran los amos, tanto del Atlántico como del Pacífico, y tenían
suscriptos convenios con los gobiernos de Santiago y de Buenos Aires, para
atracar en los puertos chilenos y argentinos, pero los alemanes no.
Por
eso, el servicio de inteligencia de las fuerzas armadas germanas, ya tenía bien
desarrollado El Proyecto América Alemana, que implicaba el apoyo
logístico subrepticio de las colectividades germanas a la madre patria en caso
de guerra.
En
semejante contexto, un buque de gran calado de la krieg marine navegaba hacia
Las Islas Malvinas, para conquistarlas y usarlas como base naval alemana. Pero
las comunicaciones británicas de las islas de Ascensión y de Santa Elena,
captaron los mensajes y los descifraron, saliendo como chicotazo para Port
Stanley.
Tres
fragatas británicas forzaron la retirada del destructor alemán, que abandonó El
Atlantico Sur, internándose en El Pacífico Sur, donde fue alcanzado, redeado y
hundido, and go to the shell of your mother. Right?
Incluso
en guerra, las leyes del mar prescibían el rescate y salvamento de la
tripulación siniestrada. Por eso, los marinos alemanes fueron conducidos a La
Base Naval de Talcahuano (a) de la armada chilena, permaneciendo en ella en
calidad de prisioneros de guerra del gobierno de su graciosa majestad.
El
comandante Spee murió con El Desdren, y los prisioneros quedaron a cargo de su
segundo de abordo, es decir, del Tte. Nav. RKM Ing. Wilhelm Cannaris (28).
Nueve meses más tarde, con ayuda subrepticia de la colectividad germano
chilena, El Teniente Canaris se dio a la fuga…
Lo
primero que hicieron, fue entregarle un pasaporte falsificado, a donde figuraba
como chileno, pero como descendiente de madre inglesa, a nombre de Ramón
Reed Rosas.
En
una chata lo trasladaron al norte, dándole un burro en El Paso Puyehué, a lomo
del cual cruzó, nada más ni nada menos, que La Cordillera de los Andes,
llegando a la villa de San Carlos de Bariloche, donde empresarios de la
colectividad germano argentina lo guardaron en La Finca Inalco, de La
Estancia San Ramón, del departamento de Correntoso, del territorio nacional de
El Neuquén, que pertenecía al embajador argentino en Berlín, Dr. Enrique García
Merou (58).
Ahí,
El Teniente Cannaris se quedó varios meses, hasta que lo llevaron en chata otros quinientos kilómetros en la inmensidad
desierta de La Patagonia, dejándolo en el puerto atlántico de la villa de
Carmen de Patagones.
Y
se tomó un vapor, perteneciente a una empresa alemana, que lo llevó a Buenos
Aires, donde abordó un transatlántico de bandera británica, hasta llegar a Londres,
desde donde se las arregló para llegar a París y a Berlín, en 1916.
Mientras
hacía el curso de oficial de estado mayor, porque su sueño era llegar algún día
a comandar un submarino, El Teniente Cannaris elaboró un promenorizado informe
que elevó a conocimiento y consideración del alto mando naval alemán.
En
el mismo, Cannaris, que algo había escuchado hablar de El Proyecto América
Alemana, dijo que, para ganar la guerra, resultaba imperativo que la
inteligencia militar alemana se hiciera del control, exclusivo y excluyente,
de las señales telegráficas civiles y locales, de las estaciones ferroviarias y
de las oficinas de correo, poniéndolas a cargo de chilenos y de argentinos, que
fueran descendientes de alemanes, o afines, porque también hablaban alemán, los
ciudadanos del imperio austrohúngaro, aliado de los alemanes en la gran guerra
mundial, independientemente de cuál fuera su nacionalidad de origen (léase: austríacos,
polacos, rumanos, búlgaros, yugoslavos, húngaros, o checoslovacos), porque
todos tenían pasaporte austro húngaro, y porque todos sabían hablar, leer y
escribir en alemán.
El
informe del Teniente Cannaris fue cajoneado, pero las vueltas de la vida
hicieron que en 1934, Hitler lo nombrara, nada más ni nada menos, que director
general del servicio de inteligencia de las fuerzas armadas alemanas (Das
Awberh), decretando su ascenso al grado de almirante, operándose su pase
a retiro.
Desde
entonces, el Alte. RKM Ing. Wilhelm Cannaris (a) Ramón Reed Rosas (a) El
Submarinista (47), quedó a cargo de la conducción general de El Proyecto
América Alemana, estando en condiciones de concretar su objetivo de ganar el
control exclusivo y excluyente de las comunicaciones telegráficas
civiles, araucanas y patagónicas, con alemanes, con descendientes de alemanes o
con gente que hablara alemán, pero que fuera de absoluta confianza, es decir,
que fuera ultra nazi, no sé
si…
Pero
por las dudas, El Almirante Cannaris ordenó que los telegrafistas fueran
convertidos en agente secretos (léase: Los C-3´s) de la inteligencia militar de
El III Reich. ¿Está?
Y
yo te recomendaría que lo leas todo de nuevo, pero varias veces, para que te
quede hiper recontra claro cómo era la cosa acá, en el culis mundis,
porque más adelante, te voy a contar algo tan asombroso, que te vas a caer
sentado de ojete, ya vas a ver.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La libre
expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente
documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la
República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete
Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
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