martes, 7 de febrero de 2012

Año I – Primera Edición – Editorial: 00000152 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 7 de Febrero de 2.012.



La Mala Vida
Por Rubén Vicente

Hace años, conocí dos mujeres jovencitas. Les fui llevando la conversación, hasta que empezaron a hablar. Las dos me dijeron lo mismo.
Que venían de hogares decentes, pero que en la adolecencia sentían que empezaron a chocar mucho con sus padres, y decidieron aceptar la oferta de hombres jóvenes, de irse a vivir con ellos, yéndose de su casa contra la voluntad de sus progenitores, cortándose las relaciones entre padres e hijas.
A los pocos meses, quedaron embarazadas y sus hombres las abandonaron sin aviso ni razón, dejándolas solas frente a la vida y sin tener con qué vivirla.
Consiguieron trabajo en puestos no calificados, una de empleada de una empresa dedicada a la limpieza de oficinas y la otra como venderora en una panadería. Con eso se bancaron los gastos mínimos indispensables para pagarse una pieza de pensión, la ropa y la comida, de ellas y de sus bebés. Siempre había una vecina vieja que les cuidaba a los chicos mientras ellas trabajaban, pero no por mucho tiempo, restándoles apoyo de un día para el otro, sin ninguna explicación y dejándolas en situación de tener que trabajar y dejar a sus bebés sólos durante varias horas, o de no poder trabajar y ver a sus bebés y a ellas mismas morirse de hambre.
En esa situación límite, a las dos se les pasó por la cabeza que podían animarse a ejercer la prostitución y, desde entonces, su norte fue conectarse con hombres que les dieran dinero a cambio de sexo. Las dos obtuvieron trabajo rápidamente en dos saunas, pasándose veinte tipos por turno de diez horas promedio, a cambio de un ingreso mensual que les permitió alquilarse monoambientes, comprarse lindos muebles y artículos para el hogar, contratar domésticas para sus viviendas y niñeras para sus hijos, pagarse el gimnasio y la peluquería, comprarse buena ropa, tener celulares inteligentes y pagarse salidas caras con las amigas, que eran chicas de su clase.
Sus varones eran los clientes, pero de amigo, de amigovio o de novio ni hablar. Las dos preferían vivir tranquilas, porque no lo dijeron, pero era evidente que sentían odio por los mismos hombres que eran la fuente del dinero con el que se daban la vidurria bien debute.
Las dos coincidieron en que esperaban enamorar a un chichipío con plata, para que les compren o les paguen casa, auto, salidas, viajes, pilchas top, etc., convirtiéndose en los que ellas consideran que es una señora bien  (sic). En vez de tener veinte clientes por cada turno de diez horas, pretendían tener uno sólo a tiempo completo. Y si se daba, el plan era que se casaban, esperaban, y les pedían el divorcio, alegando imposibilidad moral de mantener la convivencia, quedándose con la mitad de todo, obvio.
Me salió de adentro y les pregunté qué harían con sus vidas despues del divorcio. Las dos dijeron lo mismo. Que ya para entonces, los chicos serían adolecentes haciendo sus propias vidas, mientras ellas tendrían tipos para que les mantengan el status, pero de vivir con ellos, ni locas.
Y no pude más y les pregunté por el amor. Una tenía la secreta esperanza de hallarlo algún día, en algún buen hombre que fuera capaz de amarla incondicionalmente, es decir, aceptando que ella le fuera infiel cuando se enloqueciera con alguna pierna. La otra dijo que el amor no existe, y que lo único que cuenta es de qué color es la tarjeta de crédito que tenés en la cartera, sosteniendo que si no tenés una dorada no existís.
O sea, una quería que la quieran, pero sin exigirle compromiso con la pareja de la que ella pensaba formar parte, y la otra sólo quería plata, y más plata, y más plata, para lo cual, seguiría bajándose la bombacha con quien la pusiera, hasta que ya no le fuera posible por razones de edad.
Curioso, pero las dos decían que sus hijos eran la luz de sus ojos, y cuando les pregunté si ellos sabían a qué se dedicaban para ganarse la vida, las dos respondieron que no, prefiriendo decirles cualquier cosa, menos que eran profesionales de la cama.
Jovenes, hermosas, altaneras, codiciosas, viciosas, pervertidas, infieles, embaucadoras, embusteras, calculadoras y estafadoras espirituales, de si mismas, de sus padres, de sus hombres y de sus hijos. En síntesis, mujeres sin ley, pero eso si, con cada vez más plata. Porque la plata  las hace sentir seguras, no se sabe de qué, pero seguras.
Como todas las chicas de su clase, ellas saben perfectamente que, de cada cien sólo una llega a concretar el anhelo de tener una buena posición, un tipo que las quiera e hijos que les salgan derechos. Y también saben que las otras noventa y nueve terminan viejas, enfermas, pobres como lauchas, y más solas que un perro que no tiene dueño, porque sus hijos le han dado vuelta la cara para siempre.
Y uno se queda pregúntandose cuál es el negocio de vivir la mala vida.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos, y pronto lo sabremos.











[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

1 comentario:

  1. Excelente Dr, muy buena interpretación de tema sabido, con conocimiento de causa; pero hay de todo en esta vida y como bien leí ayer muchas veces deberiamos situarnos en las otras zapatillas para entender, pero muchas escapa a nuestro entendimiento, tenemos preconceptos sobre moral y buenas costumbres y la mayoría atesora todo con dedo acusador(sociedad)...

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