miércoles, 1 de febrero de 2012

Año I – Primera Edición – Editorial: 00000146 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 1° de Febrero de 2.012.




La Reforma Constitucional
Por Rubén Vicente

Mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) dice que América Latina crecerá menos en 2012 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) define a nuestra región como un oasis de estabilidad (sic), a pesar de que la presidente de la nación, Dra. Cristina Fernandez de Kirchner (a) La Reina, dijo que ella no tiene la intención de reformar la carta magna de los argentinos, los medios masivos de comunicación social vernáculos insisten en sostener que operadores del oficialismo pretenden manejar el tema, con las miras puestas en la reelección sine die de la presidente justicialista neo evitista (léase: camporista = kirchnerista), y la oposición dice que no es momento, porque no es una prioridad para la sociedad.

¿Cuándo debe reformarse la constitución nacional? Hicimos la guerra de la independencia, pero no fue sino hasta cuarenta años después que sancionamos la primera ley fundamental, supuestamente concluída la guerra civil entre unitarios y federales. Sólo seis años más tarde, reeditada la antinomia entre el puerto y el interior, vino Cepeda y la reforma constucional de 1860, que no pudo evitar Pavón, ni la reforma de 1866, que consagraron los privilegios de la provincia de Buenos Aires ante el resto de un país, que quedó siendo federal de la boca para afuera.

Las reformas de 1896 y de 1949 fueron verdaderas reformas hechas en tiempos de paz, interna e internacional, que consagraron dos modelos históricos sucesivos (el liberal y el justicialista), varios de cuyos elementos fueron tomados en cuenta para la reforma de 1994, que pretende ser post moderna, pero que, en realidad, sólo aseguró la reelección de un presidente (Carlos Menem), que si bien no fue capaz de avanzar un paso más hacia la reelección sine die, por lo menos, tuvo margen político suficiente como para evitar que llegue a La Casa Rosa el tipo que hizo añicos el modelo, sin reemplazarlo por nada verdaderamente valioso, pues sólo devaluó, pesificó, metió aranceles de exportación de la soja y el petróleo, repartió plenes trabajar y tuvo que adelantar las elecciones en forma lastimosa.

Néstor Kirchner se convenció de que ese era el camino y siguió la ruta prefijada, agregándole el desendeudamiento nacional, mientras Cristina le adicionó la asignación universal por hijo.

El resultado del keynesianismo civilista de las administraciones Duhalde, Kirchner y Cristina ha sido la salida de la crisis del modelo neoliberal menemista, pero se ve que falta entrar en una nueva era (el peine fino), justo ahora que la crisis mundial aprieta obligando al ajuste.

Y bueno, alguna vez tendrá que ser, y mejor que sea en tiempos de paz y de estabilidad, como fue en 1896 y 1949, y no en momentos de agitación (1853 y 1860) o en época de grandes cambios de rumbo efímeros (1896 y 1994).

Todo lo que hay que cambiar, y el modo en que hay que hacerlo, es materia de una serie de artículos de El Cisne Negro titulados con el nombre de La Transparencia de las Instituciones, pero en punto a la reelección sine die del presidente de la nación, yo propongo que la futura reforma constitucional establezca (como aconseja el magistrado prostibulario) el sistema parlamentarista, con un presidente que reine pero no gobierne, y que lo haga en un período de veinticinco años (25), de modo tal que en un siglo tengamos sólo cuatro jefes de estado, dándole auténtica estabilidad a la figura presidencial, librándola de la carga política de andar teniendo que revalidar sus títulos cada cuatro años.

Eso dejémoselos a los primeros ministros que, bajo un eventual sistema parlamentarísta, deberían durar en sus cargos, en principio, diez años (10), para que tengamos uno nuevo en cada década, y nada más, claro está; con senadores federales que duren lo mismo, es decir, diez años (10) y con diputados que duren cinco años (5), de modo tal que haya parlamentarias cada cinco años (5), y listo.

Y si, porque gobernar no es ganar las próximas elecciones, sino más bien, es guiar al pueblo hacia su destino de grandeza, que es la gloria de la nación, y nada más, claro está.

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario