martes, 21 de febrero de 2012

164 Historia (Argentina)

Año I – Primera Edición – Editorial: 00000164 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 19 Febrero de 2.012.



Habría Que Hacerle Un Monumento de Cemento
Por Rubén Vicente

Exactamente el sábado trece de febrero del año mil ochocientos uno, con el sol en la constelación del aguador (acuario) y la luna en la casa del gallo (léase: acuario), mientras la cristiandad celebraba la estividad de San Ágabo; en la villa de Salto, dependiente del municipio de San Nicolás, perteneciente a la provincia de Buenos Aires, que era la capital del virreinato del Río de la Plata, gobernado por su magestad, Tte. Cnel. Gral. RW ® Dr. Dn. Gabriel Miguel de Avilés y del Fierro; en el seno de una familia de prósperos comerciantes locales, sobrevino en nacimiento de un niño católico apostólico romano (el primogénito), que fue bautizado bajo el nombre de José Valentín Olavarría.

A los seis años, fue enviado a Buenos Aires, donde comenzó la escuela primaria, bajo el régimen pupilo, administrado por los frailes de la orden de los mercedarios. Pero cuando terminó, no quizo seguir estudiando, y a pesar de su corta edad (12), se las arregló para convencer a sus padres de que lo dejaran incorporarse al cuerpo rioplatense del ejército sacro imperial (das reich wehrmatch), con el grado de aspirante, comenzando a desempeñarse como letrinero del primer regimiento de granaderos a caballo, liderado por el entonces Cnel. RW Dn. José Francisco de San Martín.
Con Los Granaderos de San Martín, el Asp. Olavarría pasó a Tucumán, y depués a Mendoza, integrándose a El Ejército de los Andes, con el grado de soldado, pasando a Chile, en donde participó de los combates de Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú y Bío Bío, siendo suscesivamente ascendido a los grados de cabo, sargento, teniente y capitán.
A los veinte años de edad (1821) pasó a formar parte de El Ejéricito Expedicionario Auxiliar del Perú, con el grado de teniente coronel y, a la renuncia del Gral. San Martín, junto a los granaderos a caballo, sirvió a las fuerzas gran colombianas lideradas por el Cap. Gral. EGC Dn. Simón Bolivar, participando en los combates de Cochabamba y de Junín, como así también, en La Batalla de Ayacucho, que puso fin a La Guerra de la Independencia (1810-1824), siendo ascendido al grado de coronel y operándose su pase a retiro.
Regresó a Buenos Aires, y el gobernador, Gral. Brig. EPU ® Dn. Martín Rodriguez, emitió un decreto en cuya virtud, el Cnel. Olavarría fue incorporado con el mismo grado al ejército bonarense, siendo designado como jefe del regimiento de caballería de la guarnición militar de Salto. En ese contexto, dirigió a sus subordinados en La Batalla de Ituzaingó, en el marco de La Guerra Contra el Brasil (1824-1828).
Él era un guerrero de la independencia y un coronel de la nación, y por eso, como era y se sentía políticamente unitario, no quizo participar en La Seunda Guerra Civil Argentina (1829-1835), pidió el retiro, se compró una chacra en las afueras de la villa bonaerense de Mercedes, y organizó su explotación agropecuaria, viviendo allí con su mujer, y después, con sus hijos.
Igual que tantos otros unitarios, después de la llegada al poder del gobernador de la provincia de Buenos Aires, y en encargado general de los negocios de La Confederación Argentina, Brig. Gral. ECA ® Dn. Juan Manuel de Rosas (a) El Señor de los Cerrillos (a) El Restaurador de las Leyes (a) El Tirano Federal, el Cnel. Olavarría decidió levantar campamento, yéndose con su familia a vivir a la capital de la república oriental del uruguay (Montevideo), a donde falleció como consecuencia de la tuberculosis, en mil ochocientos cuarenta y cinco.
Paralelamente, los mapuches de La Arucanía terminaban de conquistar La Patagonia y de exterminar a los tehuelches (el genocidio), cruzando el río Colorado, es decir, la frontera efectiva con La Confederación Argentina, avanzando hasta la línea del río Salado. Veinte años más tarde (1866), el ejército argentino, al mando del Cnel. EA Dn. Pedro Barros, lideró las operaciones militares de recuperación, volviendo a establecerse la frontera efectiva en la línea del río Colorado.
En ese contexto, al llegar a El Arroyo Tapalqué, el segundo jefe de la expedición, Cnel.  EA Dn. Inacio Rivas, dispuso el lavantamiento de una nueva instalación militar, que recibió el nombre de El Fortín Olavarría, obviamente, en honor al ilustre guerrero de la independencia, que sería el núcleo primigenio a partir del cual comenzaría a poblarse una nueva localidad, distante una legua (léase: cuarenta cuadras), que recibió el nombre de Tapalqué Nuevo, que posteriormente, cambiaría su nombre por el nuevo de Olavarría, que hoy es la cabecera del partido bonaerense del mismo nombre. [3]
Desde entonces, Olavarría experimentó un crecimiento vertiginoso. Sólo después de transcurridos cinco años desde su fundación (1871), ya habían diez quintas y veinte puestos de comercio. Para 1880 comenzaron a radicarse en Olavarría y sus alrededores inmigrantes germanos procedentes de Rusia, conocidos como Los Alemanes del Volga, que comenzaron a desarrollar la agricultura del trigo, levantando los primeros pequeños molinos locales, tanto harineros como aceiteros, empleando el fluído como insumo artesanal en la elaboración con alambiques de origen y procedencia británica de las primeras partidas domésticas de alcohol de quemar (léase: el biocombustible = el etanol).
Dos años antes de que terminara el siglo diecinueve (1898), llegaron a Olavarría las vías del ferrocarril general del sur (léase: El Roca), instalándose el andén, la cabina de señales y la oficina de telegrafía, mientras se inauguraba la comisaría de la policía bonaerense y la sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Desde el comienzo del siglo veinte, comenzaron a radicarse en Olavarría los inmigrantes italianos, básicamente dedicados al comercio, mientras los indios aculturados y los gauchos descastados se mudaban a La Patagonia, convirtiéndose la ciudad y el partido en un reducto casi exclusivo de inmigrantes europeos (alemanes volgueses e italianos de norte), fundadores de La Sociedad Filantrópica de Socorros Mutuos Giusepe Garibaldi.
Para entonces, todo el partido de Olavarría estaba poblado por siete mil almas, novecientas de las cuales residían en la cabecera. En ese ámbito se crió un chicho descendiente de italianos, que se llamaba Alfredo Fortabat Pourtale, que se graduó como bachiller en Mar del Plata y después, de ingiero civil en la UBA. El padre (Luciano Fortabat) le cedió un gran terreno baldío de su propiedad. Él lo hipotecó y con la plata del crédito del banco provincia, contrató a la firma Geope SA, que era la constructora más grande a América Latina, que inició la explotación de un yacimiento de granito rojo, cal, arcilla y arena (la cantera), pero que también diseñó y construyó una fábrica de cemento portland, alimentada con materias primas de la cantera. Así nació la firma Loma Negra SA (1924).
Dos años después, Fortabat negoció con la intendencia, asfaltar la avenida principal de Olavarría, a cambio de que ella cambiara su nombre por el nuevo de Luciano Fortabat; mientra Loma Negra ya era la primera cementera del partido, proyectando sus negocios a los colindantes. Y justo antes del estallido de La Crisis del Treinta, la empresa invirtió sus gananacias en el financiamiento de la construcción de un barrio de viviendas para los obreros y sus familias, que recibió el nombre de La Villa Fortabat, que contaba con un campo de deportes y con un salón para eventos sociales.
En 1931, los obreros conformaron una asociación civil sin fines de lucro, bajo la razón social de Club Social y Deportivo Loma Negra, nombrando como presidente de la comisión directiva al Ing. Alfredo Fortabat, que ya era uno de los nuevos empresarios más prósperos de toda la provincia bonaerese.
En 1942, mientras terminaba de inaugurar sus flamantes oficinas en la capital federal, sin haberse divorciado, el Ing. Fortabat se casó en segundas nupcias vía Montevideo con su secretaria jovencita y casada de la clase patricia vernácula que, por parte de madre, era la bisnieta del ex presidente uruguayo, Dn. Manuel Oribe y, por parte de padre, era nieta del pionero nacional de los tranvías y los ferrocarriles argentinos, Dn. Federico Lacroce, es decir, con la Bach. María Amalia Lacroze Reyes Oribe de Fuentes (a) Amalita (21).
Alfredo y Amalita se amaron en cuerpo y alma durante treinta y cuatro años (34), hasta que justo dos meses antes del golpe de estado que instauró el gobierno militar de El Proceso de Reoganización Nacional, el Ing. Fortabat falleció, dejando viuda al gran amor de su vida que, desde entonces, empezó a ser conocida en todo el país y sus alrededores como Amalia Lacroce de Fortabat, o simplemente, como Amalita Fortabat.
En sus más de treinta años de viudez, Amalita no solo desmostró que fue una muy buena alumna de su marido, sino que además, probó que tenía grandes condiciones para el liderazgo empresarial, y también, para la filantropía y para la política nacional desde las sombras, pues tanto Italo Luder como Raúl Alfonsín, recibieron sus millones para financiar las dos campañas presidenciales de las primeras elecciones generales de la nueva democracia constitucional argentina (1983-2012).
Junto a Dn. Eduardo Constantini, Amalita Fortabat se convirtió en la magnate del cemento argentino y en una de las grandes cultoras de la filantropía nacional, revalidando sus títulos de gran dama del patriciado vernáculo, sino que también supo ser una gran señora de alcoba, que le contaba a sus amigas que se sentía como una chiquilina de quince años, cuando era la amante del principal referente de la junta coordinadora nacional de la unión cívica radical, Dn. Enrique Nosiglia (a) El Coti que, en ese entonces, también se divertía con la modelo top de la Argentina (Raquel Manchi).
En la última década del siglo veinte, Amalita financió el encumbramiento futbolístico del club social y deportivo de la empresa (Loma Negra), que se convirtió en el semillero del que salieron varios adolecentes y jóvenes que desfilaron por la cama de la señora, que se ve que le gustaba darse los gustos en vida, porque para eso era vieja, viuda, magnate y amante de la filantropía, qué joder.
En fin, habría que hacerle un monumento de cemento, al Cnel. Olavarría, al Ing. Fortabat y a Amalita. Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] En 1871, el congreso nacional aprobó un proyecto de ley del presidente francmasón-liberal de la nación, Prof. Domingo Faustino Sarmiento (a) El Loco.

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