Año I – Primera Edición – Editorial: 00000148 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 3 de Febrero de 2.012.
El Legado de Un Hombre Honesto
Por Rubén Vicente
A principios del siglo quince los tártaros eran imparables. Su imperio musulmán, de alcance mundial (sic), dejaba libres de su dominio económico, diplomático y militar (léase: geopolítico) sólo las cuatro perisferias (4), que eran América, Oceanía, El Africa Subsahariana y El Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los Mil Años = 800 - 1815 = La Europa Cristiana = La Primera Proto Unión Europea), con capital en Viena, gobernado por la dinastía austríaca de Los Hagsburg.
En 1410 fue coronado un nuevo sacro emperador (Segismundo I), con plena conciencia de que debía operar políticamente para superar, nada más ni nada menos, que El Cisma de Occidente, que tenía espiritualmente dividida a la iglesia católica apostólica romana contra si misma, a punto tal, que la gobernaban dos antipapas, que se habían excomulgado recíprocamente, que eran Pedro Martín de Luna (a) Benedicto XIII, con sede en Roma, y Baltassare Cossa (a) Juan XXIII, con sede en Venecia. [3]
Segismundo sabía que, desde la caída del imperio romano del occidente, hacía ya casi mil años atrás, había dos familias muy ricas, cultas, prestigiosas e influyentes (léase: las dos familias eminentes) que se alternaban en el gobierno secular de la ciudad del Tiber (Roma) que, además, detentaban el control fáctico de los sínodos eclesiásticos, poniendo y sacando papas a su antojo, a vista y paciencia del clero romano (la curia). Ellos eran Los Crescencio y Los Colonna.
Por eso, el sacro emperador se alió políticamente con Los Colonna, siempre más dispuestos a favorecer los intereses vitales del sacro imperio que los de la iglesia. Sobre esa base, Segismundo I emitió un decreto sacro imperial (de raescriptum = el rescripto) en cuya virtud convocó El Concilio de Constanza (1415-1417). [4]
Luego de dos largos años de sesiones a puertas cerradas (con llave = con clave = cónclave), los cardenales europeos, auxiliados por el espíritu santo, procedieron a la elección de un nuevo pontífice, recayendo el nombramiento en la persona de su eminencia reverensídisima, el señor arzobispo de la arquidiócesis del Lacio, Mrs. Dr. Dn. Oddone Colonna, quien comenzó a gobernar la iglesia bajo el nombre eclesiástico de Martín V.
Inmediatamente después de su coronación, Martín V confirmó las excomuniones de Benedicto XIII y de Juan XXIII, dejando completamente reunificada la iglesia católica apostólica romana bajo su máxima autoridad espiritual. Además, Martín V organizó la recoronación en Roma de Segismundo, demostrando que el sacro imperio le era completamente fiel a la iglesia.
Desde los puntos de vista espiritual y material, Europa volvía a estar unida, hacia el interior y hacia el exterior, siendo superadas las diferencias entre los hospitalarios y los ex templarios, ahora conocidos bajo el nombre de los hanseáticos, pero también, quedando los cristianos europeos en condiciones de lanzar La Cruzada de Oriente, contra los tártaros, cuyas fronteras occidentales con el sacro imperio estaban fijadas en el río Oder, que hoy separa Alemania de Polonia, que era tártara, claro está. [5]
En semejante contexto, una logia hospitalaria del principado alemán de Bohemnia (los rosacruces) sería el origen de la discordia, tanto eclesiástica como sacro imperial.
Su nuevo gran maestre (el gran rabí) era su excelencia, el señor rector de la Universidad de Pagra, Pe. Johannes Hus, de entonces cincuenta y nueve años de edad, quien desde su cátedra de teología, comenzó a sostener que el clero católico apostólico romano está podrido hasta los cimientos (sic), fundamentalmente, por su adicción a los placeres de la carne y a la codicia de sus procederes (léase: la corrupción eclesiástica).
En ese entonces, era más que usual que los sacerdotes tuvieran amantes, concubinas e hijos públicamente reconocidos como tales, y la iglesia tenía el poder de establecer impuestos y de percibir regalías por las actividades económicas desarrolladas en sus grandes latifundios, incluyendo la explotación de la prostitución, en los burdeles urbanos de su propiedad. ¿Qué tull? [6]
Martín V se vio ante una encrucijada, debiendo optar entre dejar que siga la fiesta y que la iglesia tuviera financiamiento ilimitado para La Cruzada del Oriente o bien, parar la fiesta y apoyar la reforma eclesiástica propuesta por El Padre Hus, que propiciaba una iglesia pobre, como la de los primeros tiempos, donde cada feligrés estableciera una unión espiritual íntima, directa y libre con Dios, es decir, una unión puramente esotérica, alejada de la liturgia de la misa, controlada por un sacerdocio éticamente inepto para el cumpliento de su misión sagrada.
Su santidad la hizo fácil, sometiendo El Padre Hus a la autoridad del tribunal del santo oficio de la inquisición, que lo condenó a la hoguera, bajo el crimen espiritual (el sacrilegio) de la blasfemia (1419), y listo, porque muerto el perro se acabó la rabia. ¡Te voy a dar a vos reforma eclesiástica!
En principio, pareció una solución, pero los antiguos seguidores de El Padre Hus, es decir, los husistas, recibieron el apoyo militar y político de su alteza, el monarca del principado de Bohenmia, Cnel. Gral. RW ® Dr. Dn. Johannes I Ziska, quien declaró que más importante que el pan y el vino, que representan el cuerpo y la sangre de Cristo, era El Caliz de la Ultima Cena, motivo por el cual, los nobles bohemios husistas que lo siguieron, recibieron el nombre de los calicistas.
Los calicistas de El Príncipe Ziska creían que era inminente El Fin del Mundo, y por eso, declararon la independencia de Bohemia respecto del sacro imperio y organizaron la iglesia cristiana de la nación bohemia, es decir, la iglesia husista, cuyo pontífice máximo (el papa husista) era, justamente, El Príncipe Ziska, quien declaró, nada más ni nada menos, que la abolición de la propiedad, eclesiástica y sacro imperial, convirtiéndola en una propiedad del estado nacional bohemio. ¿Cómo?
Fue entonces cuando su santidad (Martín V) le ordenó al sacro emperador (Segismundo I) que organizara La Cruzada Contra los Calicistas (1421-1432), que terminó con el experimento separatista de Bohemia, con la rebelión de los calicistas, con la iglesia husista y con el estatismo husista-calicista.
En ese contexto de triunfo del catolicismo apostólico romano, Martín V les ofreció a los nobles husistas vencidos (los calicistas), nada más ni nada menos, que el perdón de los pecados, pero algunos prefirieron continuar viviendo en el limbo espiritual de la excomunión, conociéndoselos posteriormente con el nombre de los ultraquistas. [7]
Desde el punto de vista teológico católico apostólico romano, la irreductibilidad de la posición espirtual de los ultraquistas, que eran capaces de vivir excomulgados, era inaceptable, correpondiendo la intervención de la inquisición, para condenarlos a todos a la muerte en la hoguera, pero la verdad, era que Europa estaba con la cabeza puesta en La Cruzada del Oriente, y no necesitaba ninguna otra maldita guerra de religión intracristiana, motivo por el cual, Martín V decidió hacer de cuenta que los los husistas radicalizados (los calicistas), que preferían vivir excomultados (ultraquistas), directamente, no existían, pues sólo eran numerosos en el principado de Bohemia, y nada más, claro está. ¡Vó no esistís!
En el resto del sacro imperio, el husismo fue un fracaso en toda la línea, en lo económico, en lo político y en lo religioso, pero su visión de una iglesia reformada, alejada de la lascivia y de la codicia caló muy hondo entre los campesinos y los burgueses bohemios, que cien años más tarde darían la vida por la ideas de Martín Lutero y de Juan Calvino, que fueron los dos grandes mentores de La Reforma Protestante, que fue el principio del fin del sacro imperio, claro está.
La lección que nos enseña la historia es que las grandes transformaciones de la humanidad comienzan siempre por lo espiritual en general, y por la religión en especial, porque todo lo demás viene por añadidura. Al revés, la cosa termina mal. [8]
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] El antipapa romano ejercía influencia absoluta en materia religiosa y política sobre toda La Europa del Mediterráneo, mientras el papa veneciano la ejercía sobre todo el norte del viejo continente, es decir, sobre La Europa Rubia de Ojos Azules.
[4] En ese entonces, Constanza era la capital del cantón del mismo nombre, perteneciente a La Federación Forestal (léase: La Foresta = La Confederación Helvética = Suiza).
[5] Mi mujer (Ema Dobrinsky Nuñez) viene de polacos que son rubios como el sol y de calchaquíes que son negros como la noche. Sin embargo, su piel es completamente blanca, pero se broncea con increible rapidez, lo cual es propio del tejido epitelial de los tártaros, también conocidos como los kasajos (léase: los cosakos) y, además, sus rasgos faciales guardan una inconfundible aire tártaro, que no se ven sus dos hermanos netamente polacos, ni en sus otros dos hermanos, evidentemente calchaquíes. En síntesis, caprichos de la genética.
[6] Y después se quejan del presidente del Paraguay, Msr. Dr. Dn. Fernando Lugo (a) El Obispo.
[7] Durante toda la edad media (476-1453) la totalidad de los cristianos de Europa creían que la peor de todas las desgracias espirituales era que la iglesia católica apostólica romana, que era la asamblea de los fieles creyentes en Nuestro Señor Jesucristo, dispusiera la privación de la gracia divina de participar en la cena católica, es decir, en la misa, y de recibir el cuerpo y la sangre de El Salvador (la comunión). Dicha privación era conocida con el nombre de la ex comunica o, alternativamente, con el nombre de la excomunión.
[8] El ateismo es la base espiritual del comunismo, que concretó sus objetivos a partir de la revolución bolchevique que dio origen a la Unión Soviética, que fue el estado lider del bloque comunista de la guerra fría, que sólo tuvo viencia real entre 1917 y 1991, es decir, durante sólo setenta y cuatro años (74), esto es, menos de un siglo, contra los mil años (1.000) o diez siglos (10) de vigencia del sacro imperio, que era cristiano, porque sin Dios no hay imperio posible, porque la religión es el alma del imperio, de la misma forma que el imperio es el cuerpo de la religión, y ninguno de los dos puede vivir sin el otro, claro esta.
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