Año I – Primera Edición – Editorial: 00000159 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 14 de Febrero de 2.012.
El Martir del Amor Conyugal
Por Rubén Vicente
En el lejanísimo año cuatrocientos noventa y cuatro de la era cristiana se cumplían dieciocho años de la caída del imperio romano del occidente, poniendo fin a la edad antigua y dando principio a la edad media.
Los bárbaros del norte de Europa tenían bajo su control la totalidad de Europa Occidental, desde el río Oder hasta el Atlántico Norte, mientras la ciudad eterna (Roma) formaba parte del reino ostrogodo de Italia, con capital en la ciudad de Rávena.
En toda Europa Oriental y en El Cercano Oriente, continuaba vigente El Imperio Romano de Oriente (El Imperio Bizantino), gobernado por su magestad, el Gn. Mcl. EB ® Dr. Dn. Anastasio I Isauros, quien creía que Nuestro Señor Jesucristo había sido un ser pura y exclusivamente espiritual, teniendo por ello una única natureza, llamándose su doctrina con el nombre de el monofisismo.
Fue entonces cuando su santidad, el papa, Msr. Dr. Dn. Galasio I Kabila (a) El Papa Negro, emitió un decreto espiritual (de bulae = la bula) en cuya virtud declaró la validez y la legitimidad teológica de la doctrina contaria de la doble naturaleza divina, esbozada por San Agustín de Ipona, según la cual, Jesús de Nazareth tenía un cuerpo físico, sujeto a las tentaciones de la carne. [3]
Sobre esa base, Gelasio formuló una distinción entre el poder espiritual y eterno del papa y el poder material y temporario del emperador (léase: el poder temporal = el poder político), decretando que las tentaciones de la carne eran un tema de exclusiva incumbencia eclesiástica y no imperial, como así también, la expulsión de la iglesia católica (la excomunión) del emperador bizantino (Anastasio I) y de todos los que penseran como él, incluyendo al patriarca de Constantinopla (Acacio I Celularios), provocando El Primer Cisma de Oriente, que dio lugar a la existencia de una iglesia católica ortodoxa griega (la iglesia bizantina), fiel a la autoridad política del emperador y de otra iglesia católica apostólica romana, sometida a la autoridad del papa.
San importante era para el papa Gelasio la cuestión del cuerpo como fuente de las tentaciones de la carne, que ordenó que se incorporara a la liturgia de la misa una nueva oración, proveniente del judaismo, titulada con el nombre hebreo de Kyrie Eleison (Señor Ten Piedad de Nosotros).
Pero además, ordenó la excomunión de todos aquellos cristianos que continuaran festejando cada catorce de febrero la festividad pagana de La Lupercalia, consagrada a la purificación del cuerpo contaminado por las tentaciones de la carne, reemplazándola por la nueva festividad católica apostólica romana de La Fiesta de la Carne (léase: El Carnaval), que al igual que la fiesta pagana, duraría cuatro días y cuatro noches, en las que sería lícito el más absoluto desenfreno (sexo, alcohol, drogas, juegos de azar, etc., etc.), para luego iniciar un período de cuarenta días y cuarenta noches de ayuno alimenticio y de abstinencia sexual (la purificación = la cuaresma), que concluría cuando se terminara La Semana Santa.
La conversión de La Lupercalia pagana en El Carnaval católico apostólico romano no era sólo la cristianización de un rito antiquísimo, sino más bien, la imposición de la primera gran limitación al descontrol absoluto de los sentidos (la vista, el oido, el tacto, el gusto y el olfato) de la humanidad prehistórica y antigua.
El carnaval católico fue la primera medida de profilaxis sexual de la edad media, conducente a la virtud católica. Cuatro siglos más tarde, su eminencia, el señor obispo de la diócesis de Baviera, Msr. Dr. Dn. Valentín Ferer (a) San Valentín, emitió un decreto espiritual (de bulae = la bula) en cuya virtud declaró la abolición, en su jurisdicción eclesiástica, de El Carnaval, sustituyéndolo por la nueva festividad de El Día de los Enamorados, en el cual serían bendecidos todos los matrimonios celebrados en ese año, incluyendo el de los sacerdotes católicos apostólicos romanos que, en ese entonces, podían contraer matrimonio. Right?
La primera festividad bávara de El Día de los Enamorados (El Día de San Valentín = The Valentine Day) fue celebrada el día catorce de febrero del año ochocientos setenta y uno, con el propósito de estimular el casamiento católico apostólico romano, celebrado entre un varón y una mujer, desalentando el matrimonio pagano aún subsistente en las zonas rurales, entre dos varones o dos mujeres (el matrimonio gay).
En represalia, un considerable número de campesinos paganos asaltaron e incendiaron la basílica de San Gelasio de Munich, sometiendo al obispo (San Valentín) a la sodomía y la cruxificción, siendo posteriormente canonizado como el santo patrono de los enamorados y de la festividad de San Valentín Martín.
Como si fuera un signo más de los tiempos psicóticos posteriores a La Segunda Guerra Mundial (1939-1945), exactamente en 1969, su santidad, el papa, Msr. Dr. Dn. Giovanni Baptista Montini (a) Paulo VI, emitió un decreto espiritual (de bulae = la bula) en cuya virtud declaró la invalidez absoluta (léase: la anulación) de La Festividad de San Valentín Martir, por entender que no estaba suficientemente acreditada su existencia histórica real (¿?).
Desde entonces, cada catorce de febrero, los protestantes del norte de Europa y de América del Norte (El Occidente Capitalista), tanto de vertiente luterana como calvinista, le rinden culto a El Día de San Valentín, mientras los católicos apostólicos romanos del resto del planeta tierra, con el debido respeto, siguen celebrando El Festival de la Carne (El Carnaval), con epicentro en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, pero en el nombre del padre, del hijo y de espíritu santo, y nada más, claro está.
Sin embargo, nadie sabe muy bien por qué, pero lo cierto es que la iglesia católica apostólica romana no celebra oficialmente El Carnaval, visualizándolo como una fiesta pagana (la lupercalia), mientras El Occidente Capitalista de la era de la globalización, hace centenas de miles de millones dólares de ganancia cada maldito año con El Día de San Valentín, convirtiéndolo en uno de los mayores eventos comerciales del mundo entero (orbis).
Pobre catolicismo apostólico romano. Cuánta estrechez mental. Cuánto desconocimiento de la doble naturaleza humana. Cuánta negación estúpida de la legítima sexualidad humana. Cuánta cerrazón espiritual a las tentaciones de la carne. Cuánta injusticia psicóticamente cometida contra la sagrada unión del varón y la mujer. Cuanto dinero dejado de percibir, que podría emplearse en matar el hambre de los indigentes del mundo. Cuánto fomento inconciente, y no tanto, de la homosexualidad, tanto masculina como femenina.
Debe ser por eso que la iglesia tiene tantos sacerdotes y monjes pederastas y pedofílicos. Porque no entienden para qué sacrificó su honor y su vida San Valentín Martir.
Verdaderamente, la iglesia católica apostólica romana está en deuda consigo misma y con toda su feligresía, dejando de defender la moralina victoriana (la ética de las formalidades = la etiqueta) y reconociendo la auténtica, sana y natural sexualidad humana bien entendida, que es entre el varón y la mujer, reconsagrando la validez del matrimonio de los sacerdotes, de los presbíteros, de los obispos, de los arzobispos, de los cardenales ordinarios, de los cardenales primados y, por supuesto, del papa, que es El Vicario de Cristo en la Tierra, que se casó en segundas nupcias con Santa María Magdalena, y nada más, claro está.
Por eso, contra todo lo que me quieran decir, yo sostengo como católico apostólico romano pecador, pero no tanto, que San Valetín es el martir del amor conyugal.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] Tanto San Agustín de Ipona como Gelasio I nacieron en el norte de Africa en el seno de familias de raza negra que gozaban de la ciudadanía romana desde hacía doscientos años (los kabilas). En su obra cumbre, titulada con el nombre Las Confesiones, San Agustín sostuvo que, antes de convertirse al cristianismo, era un adicto al alcohol, a la muscaria (el hongo alucinógeno de los escandinavos), a las mujeres de vida fácil y a los juegos de azar (los placeres de la carne).
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