El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la
Geopolítica
Miércoles 13 de Febrero de 2.013.
El Diario de la Revolución XV
Por Rubén
Vicente
El sábado quince de agosto de 1789, con un calor de cagarse, su alteza, el
duque de Copet, como así también, principal accionista minoritario (33%) del Thoulsson, Verne und Necker
Bank AG de Ginebra y, a la vez, ex primer ministro y flamante ministro de
finanzas del gobierno revolucionario de su majestad, Gn. Mcl. RW ® Dr. Matias
Jacques Necker (a) El Suizo (a) Juan Manuel Abal Medina (h) (a) Tengo un Plan (64),
se presentó ante la asamblea nacional francesa (léase: el parlamento imperial
revolucionario).
El objetivo de Necker era
someter a consideración de la misma, sencillamente, El Plan Necker que,
básicamente, comenzaría a ejecutarse con una medida de previo y especial
pronunciamiento, que fue aceptada por la mayoría, como era la declaración
oficial de la bancarrota nacional, y de la consecuente suspensión del
pago de los servicios de la deuda pública (interior y exterior), es decir,
de el quinto default francés en lo que iba del siglo dieciocho (léase: el
siglo de las luces).
Como contrapartida de
semejante declaración política, El Plan Necker implicaría la emisión de una
descomunal partida de nuevos francos franceses, que serían de curso legal y
forzoso, pero que carecerán, en absoluto, de respaldo en gemas o en metálico
(léase: el papel pintado = los patacones = los asignados = les assignes), ya
que El Diamante Regente, sencillamente, era la garantía prendaria que
deberá ofrecer Francia para poder negociar, cuando estuvieran dadas las
condiciones, una moratoria nacional (léase: el crédito stand by), con los
principales acreedores que eran, justamente, los propietarios del banco de Los
Necker, claro está. [3]
Bajo semejante
comprensión, serán emitidos nuevos francos franceses sin respaldo en nada
(léase: los asignados), por un monto total equivalente en febrero de dos
mil trece a la friolera de ciento cincuenta billones de dólares (150 BD´s). ¿Qué? [4]
Esa cifra, tan sideral como inédita
en la historia universal, equivalía a cincuenta y cinco veces el
producto bruto imperial francés del año mil setecientos ochenta y ocho (55).
Bajo esa comprensión, estaba
bien claro que Francia, sencillamente, se había vuelto completamente loca de
remate, como en los mejores tiempos del mentor del primer default galo (léase: John
Law (a) El Excocés - 1720), pero también, que el precio que debería pagar por
ese sexto festival monetario implicaría:
1) La pérdida definitiva de El Diamante Regente;
2) La pérdida definitiva
del gran reino francés de ultramar (La Nueva Francia = Melanesia, Polinesia,
Sarawak, Indochina, Madrás, Senegal, La Guayana Francesa, Las Antillas, Haití y
La Luissiana);
3) La pérdida
definitiva de la influencia francesa sobre todo el imperio español;
4) La pérdida
definitiva de la posición francesa de primera potencia del sacro imperio;
5) La pérdida
definitiva de la influencia geopolítica francesa en el mundo entero (orbis),
quedando reducida a la más que dignísima condición de pasar a ser, nada más ni
nada menos, que la segunda potencia
mundial, pero iniciando, coetáneamente, el larguísimo proceso histórico
de la dacadencia, del ocaso y de la extención;
6) La
hiperinflación, la hiperrescesión y el hiperdesempleo (léase: la stagflación);
y
7) La esclavitud
eterna de la deuda externa, por lo menos, durante los próximos doscientos
años (200), y nada más, claro
está (1789-1989).
Y todo por la maldita
revolución francesa que, para colmo de males, estaba a punto de fracasar
estrepitosamente, no sólo por La Segunda Batalla de París (léase: La Batalla
del Sena), sino también, por La Guerra de la Vandée, claro está.
Bajo esa comprensión, la
única conclusión posible era: Mon Dieu avec la révolution de merde.
Al día siguiente de la
entrada en vigencia de El Plan Necker, su alteza, la duquesa de L´ Isle, Mme. Cristine
Remugnan (33), abdicó sus bienes patrimoniales y su título de baja nobleza (léase:
la hidalguía) a favor de su marido, es decir, del director de la banda de
música de La Guanición Militar de Marsella (GMM), de cuerpo francés (l´ armée)
del ejército sacro imperial (das reich wehrmatch), Myr. RW Ing. Claude Joseph
Rouget (a) El Musicólogo (40) quien, desde entonces, comienzó a firmar toda su
documentación (privada y pública), bajo su nuevo nombre nobiliario de Rouget de
L´ Isle. [5]
Al otro día, la asamblea
nacional (el
parlamento imperial revolucionario), aprobó y, a la vez, oficializó un
documento doctrinario, titulado con el nombre de La Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, que era el manifiesto periodístico
judío del dario La Humanidad de París (léase: L´ Humanité).
A su respecto, procede destacar que,
justamente, era una declaración (sic) y, por ende, un conjunto de fines
políticamente consagrados con rango constitucional, esto es, un conjunto de
preceptos programáticos que, para convertirse en normas jurídicas,
requerirían una reglamentación legal, que las convirtiera en normas
jurídicamente operativas, es decir, de cumplimiento obligatorio, tanto
para el gobierno como para la justicia. Mientras ello no sucediera, estaría
todo muy lindo pero, en la práctica, sencillamente, estabamos exactamente igual
que antes y no pasó nada, claro está. Conste.
Consecuentemente, al concluir el mes
de agosto, teníamos La Batalla del Sena y La Guerra de la Vandée (léase: un
bolonqui infernal), pero también, teníamos
El Plan Necker (léase: la guita) y La Declaración de Derechos (léase: las
reglas de juego); es decir, dos de cal y dos de arena. ¿Verdad?
Por eso, durante el mes de
septiembre, los municipios autárcicos (léase: las comunas) comenzaron a ser cooptadas
por los sin calzón (les sans culotes = la masa urbana = el lumpen = las
guardias rojas), que las convirtieron en la nuevas comunas revolucionarias.
Éstas estructuraban sus propias
organizaciones paramilitares (léase: las autodefensas armadas = las milicias de
los indigentes = las patrullas de los miserables = las guardias revolucionarias),
que salían a los campos, para tomar el control de los establecimientos, con el
propósito de saquear los graneros privados; de liberar a los peones esclavos
(los juanes = los juanos = los chuanes = les chuans) y de sumarlos, pero como
hombres libres (léase: los manumitidos de hecho = los libertos de facto = los labradores)
de el ejército de la rabia rural (l´ armée des enragés).
Y se sumaron decenas de miles, por
razones de supervivencia (personal y familiar), los capataces y los
administradores de tales haciendas rurales (los terratenientes = los
campesinos), que finguiron unirse a la revuelta generalizada,
posicionándose habilmente como una suerte de suboficiales de esas tropas
insurgentes, ahora compuestas por los sans culotes, por los chuanes y por los
campesinos (léase: los rabiosos).
Lo propio ocurría con la pequeña
burguesía de los centros urbanos, que convirtió al ejército de los rabiosos en
un auténtico ejército popular del Sena, que era absolutamente informal y
descentralizado (léase: desorganizado), pero que, al fin y al cabo, era el
ejército del verdadero pueblo francés (léase: l´ armée de le vrai peuple
francaise), qué tanto joder.
A partir de entonces, la táctica
insurgente dirigió sus objetivos hacia la toma del control (to take over) de las
fortalezas militares y, sobre todo, de El Puerto de Le Havre, que era
el principal de Francia (La France) y, también, de todo el gran imperio francés
(le plus grand france), que era la primera potencia mundial, claro está.
En otras palabras, ya iban teniendo
los campos y las ciudades, las fortalezas y los puertos. Dicho de otro modo, iban
teniendo todo esos malditos de la revolución francesa. ¿Verdad?
Y si me dijeran que estoy muy
equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura
circulación de la información contenida en el presente documento se halla
jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995
(Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de
2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente
posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera
sería castastrófico.
[3] El Diamante Regente era la gema más grande del mundo entero
(orbis). La priedra preciosa había sido extraída hacía décadas de un yacimiento
de La India Francesa, y había sido cortado, pulido y facetado por artesanos
ashkenazíes de la ciudad bélga de Amberes. Era la principal joya de la
corona imperial francesa, y pesaba más cuarenta kilos (40). En la actualidad, su valor se
estima en cinco mil cuatrocientos millones de dólares (5,4 MMD´s = 0,005 BD´s).
Consecuentemente, El Diamante Regente podía servir, a lo sumo, para garantizar
un crédito stand by de la mitad de ese monto (50%), es decir, un crédito puente de dos mil setecientos millones
de dólares (2,7 MMD´s), equivalente
a una mierdita, digna de Mali, pero no de Francia, obvio. Right?
[4] Esa suma es exactamente igual a la totalidad de los
instrumentos monetarios nominados en dólares que circulan en la actualidad en
todo el mundo (orbis), bajo la forma de billetes, letras, acciones y bonos. Conste.
[5] El 20 de abril de 1792 se declaró
en París la guerra a Austria. Cuando el
alcalde de Estrasburgo, supo la
noticia, invitó a cenar a su casa a un grupo de oficiales, en la noche del 24 del mismo
mes. En este grupo de oficiales se encontraba El Duque de l´ Isle. En esa
reunión, el alcalde le pidió que
creara un himno patriótico para el acontecimiento que celebraban. Rouget de
Lisle compuso dicho himno y le dio el título de Chant de Guerre pour L'Armée du Rhin (léase: Canto de Guerra para el Ejército del Rin), que luego El General Nonaparte adoptaría como el himno del
ejército francés en campaña, y que posteriormente sería convertido en El
Himno Nacional Francés por el parlamento nacional galo (léase: La Marsellesa). Conste.
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