martes, 5 de febrero de 2013

489 Historia (Francia)




Año II – Primera Edición – Editorial: 0000000489 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 5 de Febrero de 2.013.


 

El Diario de la Revolución VII
Por Rubén Vicente

En la noche de martes siete de abril de 1879, en El Palacio de Versalles, completamente harto de las idioteses de Necker, su majestad (Luis XVI), sencillamente, ordenó la redacción de un decreto imperial (de raescriptum = el rescripto) en cuya virtud declaró:

1) La disolución de los nuevos estados generales;

2) El inmediato desalojo del Palacio de las Tullerías; y

3) La ratificación del empréstito forzoso.

Listo, quedamos así. Qué me venís a negociar con esta gente, si está visto que no quieren aportar y, encima, te quieren apretar con el papelito (léase: la constitución). Qué se vayan al mierda, y listo. Pregunta: ¿Soy el rey o no soy el rey? Respuesta riojana: ¡Pero por favor querido¡ ¡El gusto de saludarle¡

Mientras tanto, en absoluta ignorancia de lo que ocurría en El Palacio de Versalles, en la casa de gobierno (léase: El Palacio de las Tullerías), todos los diputados de los estados generales se reunieron para la cena, que fue relativamente tranquila.

En efecto, todos hablaban de boberas, como los vestidos de las damas o la situación en Gran Bretaña, pero de Francia, absolutamente nada.

A las diez, todo el mundo a dormir, pero no, porque nada más que media hora más tarde, había diputados que empezaron a reunirse en sus habitaciones con otros diputados, extendiéndose estos encuentros hasta bien pasada la medianoche.

Sin embargo, lo curioso es que estos pequeños cenáculos reunían, fundamentalmente, a miembros de la aristocracia (el estado llano = el tercer estado = la izquierda = la gauche = los progresistas y los radicales), pero por separado, es decir, la izquierda moderada (le centre gauche = les progresistes = los progresistas) de El Duque de Mulon y la izquierda intransigente (le extreme gauche = le radicalisme = los radicales) de El Duque de Robespierre.

Sin embargo, exactamente a las dos de la mañana, mientras Necker, completamente descorazonado, ingresaba a El Palacio de las Tullerías, se llevaba a cabo el último conciliabúlo reservado (léase: la conspiración), justamente, entre El Duque de Mulon (léase: Mauricio Macri) y El Duque de Robespierre (léase: Luis D´ Elía).

Sinceramente, ni los espías gubernamentales se enteraron de qué estuvieron hablando. La cuestión es que, una hora más tarde, ambos se fueron a dormir, mientras los esclavos deambulaban por las habitaciones, tirando papelitos blancos, azules y rojos (léase: conservadores, liberales y radicales) por debajo de las puertas, pero sólo de los diputados de la aristocracia, tanto parisina como de el interior, pertenecientes, exclusivamente, a el patriciado (?). [3]

Exactamente a las nueve de la mañana del miércoles ocho de abril, se presentaronn en La Cámara de San Luis, los diputados de la nobleza, del clero y de la aristocracia, que integraban los nuevos estados generales en disolución, pero con la llamativa ausencia de la totalidad del patriciado (?).

No estaban y, según parece, no pensaban ir (?). Alquien se le acercó a Necker (léase: Abal Medina), para informarle al oido que los miembros del patriciado estaban, en este mismo momento, reunidos en el estadio del juego de pelota (léase: le jue de paume) de los jardines de la casa de gobierno, es decir, de El Palacio de las Tullerías (?).

Intrigado, Necker preguntó por qué estaban allí, en vez de ir a sesionar, respondiéndosele, también al oido, que sólo se sabía que estaban allí desde las siete y media de la mañana; que acababan de conformar un cuerpo que ellos llamaron con el nombre de la asamblea general de la nación francesa o bien, como la asamblea nacional, a secas; que habían elegido como presidente de la misma a su alteza, el duque de Mulon, Tte. Gral. RW ® Dr. Jean Silvain Bailly (a) El Astrónomo (a) Macri (64), que era el único miembro de la baja nobleza (la hidalguía) que no se hallaba presente en el recinto de La Cámara de San Luis y que, evidentemente, estaba con ellos, es decir, con el patriciado (?).

Finalmente, se le explicó a Necker que la así llamada asamblea nacional, sencillamente, se había declarado soberana (?), proyectando cursar una invitación, exclusivamente dirigida al resto de la aristocracia, es decir, a la baja nobleza, al clero regular, al bajo clero secular, para que se sume a esa organización espontánea (léase: informal) que era, evidentemente i-le-gal (léase: jurídicamente subversiva) aparentemente, con el propósito de elaborar y de aprobar, pero sin permiso de nadie, nada más ni nada menos, que la constitución nacional, y nada más, claro está.

Absolutamente contrariado porque nadie le había informado nada en forma oportuna, es decir, a la hora misma en que comenzó semejante conciliábulo, Necker preguntó por qué no fue despertado para hacerle conocer las novedades, respondiéndosele que fue porque era bien sabido el pésimo mal humor que le causaba que lo molesten cuando estaba haciéndole el amor a su mujer, de lo cual, ya había varias experiencias previas, como aquella vez, que mandó a matar al mensajero, claro está.

Fastidiado, Necker propuso un cuarto intermedio hasta la tarde, nada más que para calmar las cosas que, evidentemente, se le habían ido de las manos.

Pero nada porque, al mediodía (le midí), cuando ya todo no era más que hechos consumados, doce agentes secretos (léase: Los C-3´s) de la agencia de seguridad nacional francesa (Mariamme = Mariana = La Side Francesa), liderada por su director general, es decir, por su alteza, el duque de Nancy y conde de Murthey, como así también, principal accionista, presidente del directorio y gerente general (The Chieff Executive Officer = The CEO) de la firma Poincare SG de París, matriz del Groupe Poincare de Francia, Tte. Gral. RW ® Dr. Pascal Henri Poincaré (a) El Chango Icazuriaga, de cincuenta y dos años de edad (léase: El Conde de Murthey), fingiendo ser lacayos de la corte, sencillamente, fueron y vinieron, del palacio hacia la posada de invierno, a donde almorzaba el patriciado desmadrado, es decir, los miembros de la flamante asamblea nacional francesa, maniobrando para lograr concretar el objetivo de que el resto de la aristocracia concurra, a la tarde, al estadio del juego de pelota (le jue de paume), directamente, para incorporarse a la asamblea nacional y para dejar inaugurada, de esa manera, la crisis institucional, y nada más.

Coetáneamente, se conoció la novedad de que su majestad (Luis XVI) había decretado la disolución de los estados generales, que había ordenado el inmediato desalojo de El Palacio de las Tullerías, y que había decretado la ratificación de el empréstito forzoso.

Increiblemente, a las tres de la tarde, los restantes estamentos de la aristocracia, encabezados por su alteza, el duque de Robespierre, Tte. Gral. RW ® Dr. Maximiliano François Carraud (a) Luis D´ Elía (a) Maxim, de treinta y un años de edad (léase: El Duque de Robespierre), a vista y paciencia de los efectivos del cuerpo francés (l´ armée) del ejército imperial (das reitch wehrmatch), liderado por su jefe del estado mayor general (JEMG), es decir, por su alteza, el duque de Donnissan, conde de La Rochejaquelein y barón de Lescure, Mcl. RW Arq. Jean Marie Dufour, de sesenta y dos años de edad (léase: El Barón de Lescure = Luis Alberto Pozzi), que custodiaban El Palacio de las Tullerías, se incorporaron a la asamblea nacional que, increiblemente, emitió una resolución en cuya virtud declaró que el asiento físico del cuerpo sería, justamente, el estadio del juego de pelota (le jueu de paume) de los jardines de El Palacio de las Tullerías, y nada más, claro está.

Demencialmente, Abal Medina, perdón, quise decir Necker, le ordenó al El Barón de Lescure que, directamente, no hiciera nada, incluso si los miembros de la asamblea nacional entrasen o saliesen de El Palacio de las Tullerías que, de ese modo, se convirtió en algo así como el primer bastión de lo que bien podría ser denominado con el pomposo nombre de la revolución francesa, o algo por el estilo, claro está.

En otras palabras, el problema estaba dejando de ser el empréstito forzoso o la constitución, para evolucionar rápidamente hacia una situación de la crisis institucional, con un cuasi parlemento revolucionario, operando en la sede misma del gobierno imperial.

Siendo así, la cosa no estaba nada bien o, mejor dicho, estaba mal. ¿Verdad? [4]

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.



[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] Bajo esa comprensión, que es puramente subjetiva,  el blanco es el color del liberalismo, el azul lo es del progresismo y el rojo lo es del radicalismo. Siendo con ese razonamiento mio digo que, entonces, necesariamente, el conservadorismo tendría que tener otro color que, para mi, no es otro que el amarillo, por la sencilla razón de que la bandera papal, que es amarilla y blanca, indicaría una visión política que es, genéricamente conservadora (vgr.: amarila) y específicamente liberal (vgr.: blanca), pero jamás progresista (vgr.: azul), ni mucho menos, radical (vgr.: roja), claro está. Bajo esa comprensión, las banderas de Gran Bretaña, de Francia y de los EEUU, expresan una ideología subyacente que combina liberalismo genérico, progresismo específico y radicalismo excepcional. Por su parte, la bandera española es locamente conservadora y, a la vez, radical, mientras la bandera argentina es genéricamente progresista (vgr.: azul), pero de un modo suave (vgr.: celeste) y específicamente liberal (vgr.: blanca). Consecuentemente, podria concluir que la bandera argentina expresa una equlibrada ecuación ideológica que es liberal progresista o bien, progresista liberal, lo mismo da y que, por ende, no es conservadora, ni tampoco radical, claro esta. Sin embargo, ahí está el sol rampante de nuestra enseña patria, es es amarillo (vgr: consevador) indicando que, excepcionalmente, los argentinos somos conservadores, claro está. En síntesis, esta es, en pocas palabras, la heráldica gallega del Dr. Vicente, esto es, la heráldica vicentiana o, si se prefiere, la heráldica visantina, con ese. ¡Una maravilla¡ ¡Pero qué tipo boludo¡ A ver, seguí. Bueno, está bien.

[4] Bajo esta comprensión, queda claro que la fractura del orden institucional que implica la revolución francesa se operó, exactamente, el ………… ocho de abril de 1789, con el sol en la constelación de tauro y con la luna en la casa del…… (léase: ………..), a las siete de la mañana, cuando se reunió el patriciado en el campo del juego de pelota, para constituir la asamblea nacional, independientemente de la hora exacta de la votación; y no el catorce de julio, es decir, La Toma de La Bastilla, como dice la versión oficial. Entonces, la primera revolución francesa es de tauro con ascendente en aries. Conste.

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