El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 18 de Octubre de 2.012.
La
Izquierda Nacional VIII.
Por Rubén Vicente
Angel
Borlenghi nació en Buenos Aires, el primero de febrero de 1904. Hizo la
primaria en un establecimiento público porteño y el secundario en el Joaquín V.
Gonzalez. En 1922, empezó a estudiar contaduría en la UBA, y a trabajar como
empleado administrativo-contable en la firma Tiendas Israelitas Argentinas SA
de Buenos Aires, que giraba en el comercio bajo el nombre de fantasía de La Casa
Tía.
Se
graduó como contador público nacional, y se afilió tanto al sindicato de los
empleados de comercio de la capital federal como al partido socialista
argentino (1927). [3]
Dos
años más tarde, el Cdr. Borlenghi fue elegido por sus compañeros de trabajo
como delegado sindical, y otros dos años después, fue elegido secretario
general del sindicato de empleados de comercio de la capital federal. Y en 1933
fue electo secretario general de La Confederación Argentina de los Empleados de
Comericio (CAEC), con sólo treinta años de edad (30). ¡Flor de carrerón gremial!
Y
ahí empezó su carrera política, porque en 1937, se posicionó como
miembro del comité central de El Partido Socialista Argentino (PSA), y dos años
más tarde, mientras el planeta se conmocionaba, por el estallido de La Segunda
Guerra Mundial (1939-1945), el Cro. Borlenghi (35), fue nombrado secretario
general de La Confederación General del Trabajo (CGT). ¡Faaah!
Inmediatamente,
el Cro. Borlenghi emitió un comunicado de prensa, en cuya virtud declaró que,
el movimiento obrero organizado de la Argentina, liderada por su presidente masón-conservador,
Tte. Gral. EA ® Dn. Augustín Pedro Justo (a) Justito (61), adoptababa una
posición completamente ajena al conflicto bélico global (sic), bajo el
argumento de que se trataba de una guerra de las altas burguesías nacionales
imperialistas, debiendo ser el movimiento obrero pacifista y anti imperialista
(sic). . ¿Qué? ¿La guerra no existía?
Cuando
en 1942, sobrevino la fractura del movimiento obrero organizado, se
formaron La CGT-1(socialista - Borlenghi) y La CGT-2 (comunista-Pérez Leirós).
Pero en 1943, el gobierno militar declaró la intervención federal de la
CGT-2 (comunista).
Desde
entonces, el secretario general de la CGT-1 (socialista), Cdr. Cro. Angel
Borlenghi (38), entró en negociaciones con el secretario de trabajo y previsión
social de la nación, Agte. FDC C-3 Cnel. EA Dn. Juan Domingo Perón Sosa (a)
Giuseppe Palomari (a) El Pocho (47), para atraer a los trabajadores comunistas
hacia la CGT-1 (socialista), provocando la reunificación de la CGT y dándole
un gran poder político al movimiento obrero organizado, pero a cambio de
que el mismo se reconvirtiera a el socialismo nacional. [4]
En
octubre de 1945, Borlenghi jugó un influyente rol de apoyo a la libertad de
Perón, y luego abandonó el partido socialista argentino, en protesta por su
adhesión a la unión democrática de Braden. Inmediatamente después, fue nombrado
primer subsecretario general del flamante partido nazi democrático argentino
(léase: el laborismo criollo), que impulsó la candidatura presidencial
de Juan Perón, que ganó con el cincuenta y cuatro por ciento de los votos
(54%). Conste.
En
julio de 1946, el presidente Perón nombró como nuevo ministro del interior de
la nación al Cro. Cdor. Angel Borlengui (42). Para ese entonces, ya existían
legisladores socialistas, a nivel municipal, provincial y nacional, como así
también, altos funcionarios públicos nacionales (léase: los ministros
socialistas de los gabinetes de la concordancia), pero Borlenghi fue el
primer ministro del interior nazi democrático de la historia nacional
(léase: laborista). Okey?
Obviamente,
bajo su cartera política, funcionaba La Policía Federal Argentina (PFA). De su
estructura administrativa dependía, pero desde hacía quince años (15), La Sección Especial,
destinada a elaborar inteligencia criminal, y a planificar y ejecutar operaciones
especiales de seguridad pública (léase: la policía política = la gestapo) que,
en sus interrogatorios, empleaba tradicionalmente la picana eléctrica,
para arrancarle información a los investigados (léase: la tortura). [5]
Borlenghi
fue denunciado ante la justicia por El Caso Bravo. Reaccionó negando su desaparición
y sostuvo que todo no era más que una burda maniobra de la oposición, para
subvertir el orden político. Además, orquestó una campaña de desinformación,
y operó para concretar el reemplazo del juez, logrando que el subrrogante
emitiera una sentencia, declarando la inocencia de los agentes de La Sección
Especial acusados, que fueron repuestos en sus funciones y fueron ascendidos al
final de ese año (1951). ¡Ah, bueno! ¡Ahora me quedo más tranquilo!
El
sábado once de junio de 1955, se llevó a cabo La Marcha de Corpus Christi,
dos días después de lo que correspondía, según el calendario eclesiástico.
Borlenghi emitió un comunicado, diciendo que los permisos de reunión se
hallaban caducos. Doscientos mil personas se dieron cita en La Plaza de Mayo,
desafiando abiertamente al gobierno nacional (200.000). ¡Aguante la libertad del medio pelo blanco radical!
Los
manifestantes marcharon a La Plaza de los Dos Congresos, donde arriaron la
bandera de la patria, enarbolando la enseña de El Estado Vaticano, para luego
apedrear el palacio legislativo, y arrancar dos placas de bronce,
conmemorativas de Eva Perón. Varios fueron detenidos y procesados ante el fuero
criminal federal.
El
domingo doce, se suscitaron nuevos disturbios en La Catedral, practicándose
numerosas detenciones. Fue entonces cuando intervino al consejo superior de las
fuerzas armadas, obteniendo el testimonio de agentes de La Federal, imputándole
la responsabilidad a sus propios compañeros (sic).
Los
máximos jefes militares, enviaron a un alto oficial a hablar con Perón, para
pedirle la remoción de Borlenghi y su detención, pero la oficina
de control de estado (léase: La Side), le organizó la salida del país.
Era
más que obvio que Borlenghi le había tomado el gustito a la picana eléctrica, a
la sección especial de la federal, y a sintir fluir en su sangre esa sensación
enfermiza del placer por los tormentos y por la tortura, es decir, por el
sadismo que subyace en todo abuso de poder, siendo él el gran contribuyente
peronista, de algo que ya existía en estas tierras, desde los lejanísimos
tiempos de la colonia española (léase: la inquisición), y que recibe el nombre
de el terrorismo de estado (sic).
Y
ojo que yo, que me apasiono hasta el fanatismo con el estudio la
historia universal, latinoamericana y argentina desde hace cuarenta y cinco años
(45), haciendo balance, digo que soy, y que quiero seguir siendo, hasta
que me muera, partidario de la ideología de el socialismo nacional vernáculo
de izquierda (léase: el laborismo = el peronismo = el justicialismo), pero
no por ello, debo dejar de reconocer lo que no estuvo bien, ni tuvo justificativo válido
alguno, el terrorismo de estado peronista, porque la revolución
peronista será democrática, o no será nada.
Después
de La Caída de Perón, el ex vicepresidente peronista (Alberto Tessaire),
dijo que lo sucedido en La Marcha de Corpus Christi tuvo un instigador (Perón),
un autor intelectual (Borlenghi), y un autor material (La Sección Especial de
La Federal).
Y
yo digo que es cierto, pero le pediría al Alte. Tessaire que
aclare, desde la tumba, que hay instigaciones no dolosas, sino técnicamente preterintensionales,
pues fueron concientemente asumidas por nuestro conductor, en el marco vernáculo
de la tercera guerra civil argentina en ciernes (1955-1983) y en el
contexto de la guerra fría (1946-1991), cuyos agentes operativos de
inteligencia, soviéticos, británicos y americanos, operaban a destajo en
nuestro suelo, para subyugar a nuestra patria y volverla al satelismo
capitalista, o llevarla al imperialismo comunista, por la vía de la cooptación
del cipayaje local y mercenario, de derecha o de izquierda, lo mismo da; operando
esa realidad insoslayable, como un atenuante en el juicio de la historia,
que obsta a la condena eterna, de la memoria de el hombre más
importante del siglo veinte argentino.
Borlenghi
estuvo con Perón, en Asunción, en Panamá, en Caracas y en Santo Domingo, y en
1961, representó al caudillo argentino ante el ministro de agricultura de Cuba
(El Ché Guevara), que le manifestó su intención de establecer una alianza
táctica entre El Peronismo y La Revolución Cubana.
Ya
en Madrid (1958), Perón nombró a Borlenghi como su delegado personal,
pero murió el seis de agosto de 1962, mientras la CIA, vía Fidel Castro, lo
mandaba a Masetti a El Monte Tucumano, para organizar la primera guerrilla
marxista de la historia argentina. [6]
En
síntesis, un sindicalista lúcido, que comprendió que la unidad del movimiento
obrero argentino dependía de su politización y de su adhesión al ideario de el
socialismo nacional (léase: el nazismo democrático = el laborismo de
izquierda = el justicialismo), y no con las doctrinas foráneas,
cipayas o violentas, del anarquismo, del socialismo y del comunismo; pagando
el precio que hubiera que pagar, nada más que para contribuir con La Causa
Peronista, de forjar La Nueva Argentina, y nada más, claro está. [7]
Y
si el radicalismo era la derecha opositora del oficialismo de la izquierda
peronista, entonces hay que decir que, aunque Borlenghi haya sido un
autoritario, debe incluírselo, sin ninguna de duda, en el campo popular de la
izquierda nacional, y nada más, caro está.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3]
En 1927, El Partido Socialista Argentino (PSA), liderado por su secretario
general, Dr. Alfredo Palacios (a) El Payaso (49), organizó El Congreso de
Rosario, en cuyo contexto fue planteada la cuestión del yrigoyenismo (léase:
por qué los votan a ellos y no a nosotros), con la mira puesta en las
elecciones generales de 1928. Bajo esa comprensión, el sector mayoritario,
evidenció su voluntad de mantenerse intransigente frente al yrigoyenismo
(Palacios), mientras la monoría, quería acecarse a la Unión Cívica Radical
Antipersonalista (UCRA) del presidente de la nación, Dr. Marlelo Torcuato de Alvear
(a) El Pelado (59), al Partido Demócrata Progresista (PDP) de Lisandro de la
Torre y al Partido Nacional Demócrata (PND), es decir, a los conservadores,
liderados por el presidente de su directorio, Dr. Ricardo Videla (a) El
Mendocino (47); para conformar una alianza táctica antiyrigoyenista, que
recibiría el nombre La Concordancia (léase: el contubernio), liderados por el
Dr. Julio Gonzalez (45). Contra todo lo esperado, la minoría liderada por
Gonzalez se escindió del socialismo argentino, para conformar El Partido
Socialista Independiente (PSI), liderado por su primer secretario general
(Gonzalez), que por repentino fallecimiento, fue reemplazado por el Dr.
Federico Pinedo (32). Desde entonces, estaba el socialismo argentino de
Palacios y el socialismo independiente de Pinedo. Y Angel Borlenghi
eligió seguir afiliado al partido de Palacios, que no quería saber nada con el personalismo de Yrigoyen. Conste.
[4] De
la confluencia ideológica teóricamente imposible entre el nacionalismo y
el socialismo, surgió el socialismo verdadero (léase: el nacionalismo socialista = el socialismo
nacionalista = el socialismo nacional = el nacional socialismo = el
nazismo decimonónico = el nazismo original = el nazismo democrático
= el laborismo = la social democracia = el social cristianismo = la
doctrina social de la iglesia = el sionismo = el grünismo = el
prohudonismo = el engelismo = el herlzismo). Véase en tal sentido El Cisne
Negro (Editorial 28).
[5] El
primero en emplear la picana eléctrica fue el director general del Federal
Bureau of Investigations (FBI), Dr. Edgard Hoover (1929), para que confiesen
los capos de El Sindicato del Crimen Organizado (SCO) de los EEUU (léase: la
mafia). Durante la tercera década del siglo veinte, se transformó en el
elemento predilecto de casi todas las agencias policiales del mundo entero
(orbis). Recién después de La Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la picana
eléctrica dejó de utilizarse en los EEUU, pero continuó empleándosela como
instrumento de los interrogatorios en los cinco continentes (Oceanía, Asia,
Africa, Europa y América). Conste.
[6]
Véase El Cisne Negro (Editorial 150).
[7] Téngase
presente que los tormentos y la tortura existieron en todos los tiempos
(prehistóricos, antiguos, medievales, modernos, contemporáneos y postcontemporáneos),
en los cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América). Sin
embargo, a nivel internacional, rigen Las Convenciones de Ginebra (1907), la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), La Convención de las
Naciones Unidas Contra el Terrorismo (1963), La Convención de las Naciones
Unidas Contra La Tortura y Otros Tratos Crueles de los Prisioneros (1987) y El
Tratado de Roma, de creación de La Corte Penal Internacional (CPI) (1999). Siendo
así, la conclusión es que, recién en el siglo veinte, la humanidad, comenzó
a tomar conciencia de que la tortura es un crimen de lesa humanidad (digo
comenzó, porque aún no terminó, claro está). Pero debe aclararse que, específicamente,
el terrorismo de estado, aún no ha sido tificado como tal, y consecuentemente, no genera
responsabilidad internacional para los estados miembros de la ONU, aunque sus
legislaciones criminales internas tengan tipificada esa modalidad crimina a
nivel de individuos que cometan crímenes de lesa humanidadl. Por lo tanto, para
el mundo entero (orbis), Perón y Borleghi, no eran instigadores, autores intelectuales, autores
materiales, cómplices o encubridores del terrorismo de estado argentino de la
primea mitad del siglo veinte, y la verdad, ningún tribunal argentino los condenó jamás por crímenes
vinculados con el terrorismo de estado. Conste.
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