miércoles, 17 de octubre de 2012

404 Historia (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000404 [1]

 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 17 de Octubre de 2.012.





La Izquierda Nacional VII.b
Por Rubén Vicente 

En 1916, mientras el planeta se hallaba inmerso en La Gran Guerra Mundial, Juan B. Justo (61) y Alfredo Palacios (38) se reconciliaron, regresando al socialismo, para ser nombrado secretario general adjunto a nivel nacional, mientras era designado profesor titular de historia del derecho en la UBA.

A mediados de ese año, el Dr. Palacios fue nuevamente elegido diputado nacional por el pueblo de la Capital Federal, para un segundo mandato de cuatro años (1916-1920). 

En mayo de 1917, Palacios apoyó públicamente la revolución menchevique en Rusia, pero en diciembre, desaprobó públicamente la revolución bolchevique, como así también, el cambio de nombre de El Partido Socialista (PS), por el nuevo de El Partido Socialista Internacional (PSI), liderado por su primer secretario general, Dr. Orestes Ghioldi (a) El Padre de Américo (59); quedándose Palacios en las filas de Juan B. Justo, cuya agrupación tomó el nombre de El Partido Socialista Argentino (PSA). 

Al año siguiente (1918), Palacios asistió a los funerales de los obreros anarquistas y comunistas, muertos por la policía en el marco de La Semana Trágica, pero renunció a su trabajo de asesor de la Unión General de los Trabajadores (UGT), por no compartir los métodos violentos de su milicia paramilitar. Meses más tarde, adhirió públicamente a La Reforma Universitaria del presidente Yrigoyen (65). 

En 1920, el Dr. Palacios (42) fue nombrado invitado especial de El Primer Congreso de los Estudiantes Universitarios de América Latina (ESAL), que lo distinguió con el título honorífico de El Maestro de América. ¡Faaah! 

Tres años más tarde (1923), Palacios fue nombrado como nuevo secretario general del Partido Socialista Argentino (PSA). En su discurso inaugural, propuso someter a debate partidario la cuestión de las nacionalidades, declarándose partidario de el socialismo verdadero (léase: el nacionalismo socialista = el socialismo nacionalista = el socialismo nacional = el nacional socialismo = el nazismo decimonónico = el nazismo original = el nazismo democrático de izquierda = la social democracia = el laborismo = el grünismo = el prohudonismo = el engelismo = el sionismo = la doctrina social de la iglesia); alentando a la juventud obrera y universitaria a reunir en sus actos públicos las banderas rojas con las azules y blancas. Okey? 

En otras palabras, igual que Leopoldo Lugones, la verdad, era que Alfredo Palacios, siendo socialista, se hizo nazi, pero de izquierda ché. 

En 1926, Alfredo Palacios (48) publicó su segunda obra literaria, titulada con el nombre de Esteban Echeverría o El Albaceas de la Revolución de Mayo, dejando claro que Echeverría fue el primer precursor del socialismo nacional argentino (léase: el nazismo decimonónico vernáculo). [3] 

Un año más tarde (1927), el socialismo argentino sufrió una pequeña escisión, cuando se retiron de esa agrupación, algunos dirigentes, partidarios de un acercamiento con El Partido Nacional Demócrata (PND), es decir, con los conservadores (¿¿¿???), para formar un frente táctico anti radical personalista, con la vista puesta en las elecciones generales de 1928.  

Esos dirigentes, pasaron a conformar El Partido Socialista Independiente (PSI), liderado por su primer secretario general, es decir, por el ex intendente municipal de la capital federal, Dr. Federico Pinedo (72).  

En 1930, Palacios aceptó que el socialismo argentino formara parte de la coalición conservadora, radical antipersonalista, demócrata progresista y socialista, conocida con el nombre de La Concordancia (léase: el contubernio), que apoyó el golpe de estado contra Yrigoyen y la dictadura militar pro fascista del Tte. Gral. Uriburu, desmostrando que Palacios sentía más tírria por la democracia constitucional yrigoyenista que por la autocracia castrense inventora del fraude patriótico de la década infame. ¡Mirá vos el payaso¡  

Tan es así que, no por casualidad, sino más bien, por causalidad, resultó electo senador nacional por la capital federal, en dos oportunidades sucesivas (1932-1943). Total… 

Y en ese contexto, pretendiendo no perder la simpatía de los trabajadores argentinos, en el marco del tercer año de la crisis mundial (léase: la gran depresión), el Dr. Palacios publicó su tercera obra literaria, titulada con el nombre de El Dolor Argentino, pero ya era tarde para lágrimas, porque el proletariado vernáculo dejó de respetarlo, de admirarlo y de venerarlo como el gran intelectual de los humildes. 

Ese desdén popular se tornó definitivo, cuando en 1942 condenó públicamente las doctrinas socialistas totalitarias (léase: el nazismo hitlerista, el fascismo, el franquismo, el regismo y el ustachismo), tomado partido por el capitalismo angloamericano, y por el mismo comunismo soviético que había condenado veinticuatros años antes. ¡Un incoherente total! 

Y en la campaña electoral de 1946, el socialismo de Palacios formó parte de La Unión Democrática (UC) de Spruil Braden (51), calificando a Perón como un nazi-fascista (sic). ¡Que cipayo el payaso! ¿No? 

Cinco años más tarde (1951), la Oficina de Control de Estado (léase: La Side), constató que, junto a otros políticos de la oposición, Alfredo Palacios, a quien el presidente Perón empezó a llamar públicamente con el extraño y aparentemente despectivo apodo de El Payaso que, en realidad, era su nombre esotérico masón, tomó parte activa en la conspiración civil, que apoyó el fallido golpe de estado liderado por el Agte. MI-6 C-3 Gral. Div. Gral. ® Dn. Benjamín Menendez (a) Bernard Marvel (56); motivo por el cual cayó preso, siendo liberado a los tres meses (3), cuando el estado de sitio en vigor hubiera permitido al gobierno nacional deportarlo al extranjero, bajo el cargo criminal de subversión ideológica. Conste. 

El resentimiento personal hacia Perón, haría rechazar a Palacios la oferta de diálogo político de finales de agosto de 1955, declarando ante los periódicos que: “Este payaso no trabajará en el el circo peronista” (sic), aún sabiendo perfectamente que se venía el segundo golpe de estado antiperonista, que inauguró el tercer gobierno de facto de la historia moderna de la Argentina, conocido con el nombre de La Revolución Libertadora. ¡Puajj! 

Y en 1956, Palacios fue nombrado profesor titular de la primera cátedra de grado de la nueva materia jurídica de el derecho del trabajo y de la seguridad social de la UBA; siendo elegido, con el peronismo proscripto, como convencional constituyente, aceptando la derogación de la constitución nacional justicialista de 1949, y figurando como corredactor del artículo catorce bis de la constitución nacional de 1957. 

En junio del año siguiente (1958), en el marco de El Congreso de Rosario, se planteó un debate entre los partidarios de la intransigencia con el peronismo proscripto (Palacios) y los partidarios de un acercamiento con el peronismo (Julio Gonzalez), que terminaron escindiéndose, para conformar El Partido Socialista Popular (PSP), liderado por Gonzalez, mientras el PSA de Palacios cambió su nombre, por el nuevo de El Partido Socialista Auténtico (PSA), liderado por el Dr. Nicolás Repetto (87). 

Y el PSA planteó la fórmula Alfredo Palacios (80) – Carlos Sanchez Viamonte (66), siendo uno de los lemas de su campaña, el de que en Cuba los barbudos y acá los bigotudos (sic), cuando los guerrilleros de Fidel y El Ché faltaba todavía varios meses para que entraran triunfantes en La Habana. Conste. 

Nada. Sacacaron menos del dos por ciento de los votos (1,6%), siendo la consecuencia legal, la pérdida de la personería política, pero el presidente Frondizi, decidió mantener al socialismo auténtico de Palacios dentro de la democracia constitucional tutelada que le tocó conducir. 

Y en 1959, Palacios apoyó abiertamente la revolución cubana, mientras cobraba el retroactivo indexado, por haber sido privado de sus fueros parlamentarios, durante el segundo gobierno peronista, lo cual, sumado a sus ingresos, activos y pasivos, de cinco décadas como catedrático universitario y como legislador nacional, le aseguraron una ancianidad sin problemas materiales de ningún tipo, cuando ya contaba con ochenta y un años de vida en este mundo (81), dejando probado hasta la evidencia, que él es el auténtico arquetipo de lo que a mi me gusta llamar con el nombre de el gorila comunista, porque vive como un gran burgués, pero que tiene un discurso marxista, no sé si me explico. ¡Ré top!   

Siendo así, a nadie debe extrañar que el gorilaje comunista porteño haya apoyado masivamente su candidatura a senador nacional por la Capital Federal, para los siguientes nueve años (1961-1970), pero con tanta mala suerte, que salió sorteado en el primer tercio del recambio, no sin antes oponerse al alineamiento de Cuba con La Unión Soviética, en el marco de La Crisis de los Misiles de 1962. 

Y tanto ojete tuvo este viejo de mierda, que en 1963, otra vez, el gorilaje comunista apoyó su candidatura de diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, porque tenía una charcra en Moreno. 

Pero Dios es justo, y el veinte de abril de 1965, mientras Adolf Hitler, cumplía ese mismo día, los setenta y seis años de edad en su guarida de La Patagonia (76), en su caserón porteño de la calle Charcas 4741, del barrio porteño de Palermo, sobrevino el fallecimiento de El Payaso (86), siendo sus restos falsamente socialistas inhumados en El Cementerio de la Recoleta, como corresponde a un socialista nacido en La Boca, que la iba de abogado de los pobres, pero que los pelos le brotaban de las manos, traidoras al pueblo trabajador. 

En síntesis, Alfredo Palacios fue, sin duda alguna, un hombre de la izquierda nacional, pero también, fue un cipayo golpista imperdonable, pero no para mi, sino para el pueblo argentino en su conjunto, que gracias a Dios, ya ni siquiera recuerda su triste memoria, por la sencilla razón de que no se lo merece, y nada más, claro está. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.

[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] Véase El Cisne Negro (Editorial 392).

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