El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 17 de Octubre de 2.012.
La
Izquierda Nacional VII.b
Por Rubén Vicente
En
1916, mientras el planeta se hallaba inmerso en La Gran Guerra Mundial, Juan B.
Justo (61) y Alfredo Palacios (38) se reconciliaron, regresando al
socialismo, para ser nombrado secretario general adjunto a nivel
nacional, mientras era designado profesor titular de historia del derecho en la
UBA.
A
mediados de ese año, el Dr. Palacios fue nuevamente elegido diputado
nacional por el pueblo de la Capital Federal, para un segundo mandato de
cuatro años (1916-1920).
En
mayo de 1917, Palacios apoyó públicamente la revolución menchevique en
Rusia, pero en diciembre, desaprobó públicamente la revolución
bolchevique, como así también, el cambio de nombre de El Partido Socialista
(PS), por el nuevo de El Partido Socialista Internacional (PSI), liderado
por su primer secretario general, Dr. Orestes Ghioldi (a) El Padre de Américo
(59); quedándose Palacios en las filas de Juan B. Justo, cuya agrupación tomó
el nombre de El Partido Socialista Argentino (PSA).
Al
año siguiente (1918), Palacios asistió a los funerales de los obreros
anarquistas y comunistas, muertos por la policía en el marco de La Semana
Trágica, pero renunció a su trabajo de asesor de la Unión General de los
Trabajadores (UGT), por no compartir los métodos violentos de su milicia
paramilitar. Meses más tarde, adhirió públicamente a La Reforma Universitaria
del presidente Yrigoyen (65).
En
1920, el Dr. Palacios (42) fue nombrado invitado especial de El Primer Congreso
de los Estudiantes Universitarios de América Latina (ESAL), que lo distinguió
con el título honorífico de El Maestro de América. ¡Faaah!
Tres
años más tarde (1923), Palacios fue nombrado como nuevo secretario general del
Partido Socialista Argentino (PSA). En su discurso inaugural, propuso someter a
debate partidario la cuestión de las nacionalidades, declarándose
partidario de el socialismo verdadero (léase: el nacionalismo socialista
= el socialismo nacionalista = el socialismo nacional = el nacional socialismo
= el nazismo decimonónico = el nazismo original = el nazismo democrático
de izquierda = la social democracia = el laborismo = el grünismo = el
prohudonismo = el engelismo = el sionismo = la doctrina social de la iglesia);
alentando a la juventud obrera y universitaria a reunir en sus actos públicos
las banderas rojas con las azules y blancas. Okey?
En
otras palabras, igual que Leopoldo Lugones, la verdad, era que Alfredo
Palacios, siendo socialista, se hizo nazi, pero de izquierda ché.
En
1926, Alfredo Palacios (48) publicó su segunda obra literaria, titulada con el
nombre de Esteban Echeverría o El Albaceas de la Revolución de Mayo, dejando
claro que Echeverría fue el primer precursor del socialismo nacional
argentino (léase: el nazismo decimonónico vernáculo). [3]
Un año más tarde
(1927), el socialismo argentino sufrió una pequeña escisión,
cuando se retiron de esa agrupación, algunos dirigentes, partidarios de un
acercamiento con El Partido Nacional Demócrata (PND), es decir, con los
conservadores (¿¿¿???), para formar un frente táctico anti radical
personalista, con la vista puesta en las elecciones generales de 1928.
Esos
dirigentes, pasaron a conformar El Partido Socialista Independiente
(PSI), liderado por su primer secretario general, es decir, por el ex
intendente municipal de la capital federal, Dr. Federico Pinedo (72).
En
1930, Palacios aceptó que el socialismo argentino formara parte de la coalición
conservadora, radical antipersonalista, demócrata progresista y socialista,
conocida con el nombre de La Concordancia (léase: el contubernio), que
apoyó el golpe de estado contra Yrigoyen y la dictadura militar pro fascista
del Tte. Gral. Uriburu, desmostrando que Palacios sentía más tírria por la
democracia constitucional yrigoyenista que por la autocracia castrense
inventora del fraude patriótico de la década infame. ¡Mirá vos el payaso¡
Tan
es así que, no por casualidad, sino más bien, por causalidad, resultó electo
senador nacional por la capital federal, en dos oportunidades sucesivas
(1932-1943). Total…
Y
en ese contexto, pretendiendo no perder la simpatía de los trabajadores
argentinos, en el marco del tercer año de la crisis mundial (léase: la gran
depresión), el Dr. Palacios publicó su tercera obra literaria, titulada con el
nombre de El Dolor Argentino, pero ya era tarde para lágrimas, porque el
proletariado vernáculo dejó de respetarlo, de admirarlo y de venerarlo como el
gran intelectual de los humildes.
Ese
desdén popular se tornó definitivo, cuando en 1942 condenó públicamente las doctrinas
socialistas totalitarias (léase: el nazismo hitlerista, el fascismo, el
franquismo, el regismo y el ustachismo), tomado partido por el capitalismo
angloamericano, y por el mismo comunismo soviético que había condenado
veinticuatros años antes. ¡Un incoherente total!
Y
en la campaña electoral de 1946, el socialismo de Palacios formó parte de La
Unión Democrática (UC) de Spruil Braden (51), calificando a Perón como un
nazi-fascista (sic). ¡Que cipayo el payaso! ¿No?
Cinco
años más tarde (1951), la Oficina de Control de Estado (léase: La Side),
constató que, junto a otros políticos de la oposición, Alfredo Palacios, a
quien el presidente Perón empezó a llamar públicamente con el extraño y
aparentemente despectivo apodo de El Payaso que, en realidad, era su nombre
esotérico masón, tomó parte activa en la conspiración civil, que apoyó el
fallido golpe de estado liderado por el Agte. MI-6 C-3 Gral. Div. Gral. ® Dn.
Benjamín Menendez (a) Bernard Marvel (56); motivo por el cual cayó preso,
siendo liberado a los tres meses (3),
cuando el estado de sitio en vigor hubiera permitido al gobierno nacional
deportarlo al extranjero, bajo el cargo criminal de subversión ideológica.
Conste.
El
resentimiento personal hacia Perón, haría rechazar a Palacios la oferta de
diálogo político de finales de agosto de 1955, declarando ante los periódicos
que: “Este
payaso no trabajará en el el circo peronista” (sic), aún sabiendo
perfectamente que se venía el segundo golpe de estado antiperonista, que
inauguró el tercer gobierno de facto de la historia moderna de la
Argentina, conocido con el nombre de La Revolución Libertadora. ¡Puajj!
Y
en 1956, Palacios fue nombrado profesor titular de la primera cátedra de grado
de la nueva materia jurídica de el derecho del trabajo y de la seguridad
social de la UBA; siendo elegido, con el peronismo proscripto, como
convencional constituyente, aceptando la derogación de la constitución nacional
justicialista de 1949, y figurando como corredactor del artículo catorce bis de
la constitución nacional de 1957.
En
junio del año siguiente (1958), en el marco de El Congreso de Rosario, se
planteó un debate entre los partidarios de la intransigencia con el peronismo
proscripto (Palacios) y los partidarios de un acercamiento con el peronismo
(Julio Gonzalez), que terminaron escindiéndose, para conformar El Partido
Socialista Popular (PSP), liderado por Gonzalez, mientras el PSA de
Palacios cambió su nombre, por el nuevo de El Partido Socialista Auténtico
(PSA), liderado por el Dr. Nicolás Repetto (87).
Y
el PSA planteó la fórmula Alfredo Palacios (80) – Carlos Sanchez Viamonte (66),
siendo uno de los lemas de su campaña, el de que en Cuba los barbudos y acá
los bigotudos (sic), cuando los guerrilleros de Fidel y El Ché faltaba
todavía varios meses para que entraran triunfantes en La Habana. Conste.
Nada.
Sacacaron menos del dos por ciento de los votos (1,6%), siendo la consecuencia legal, la pérdida de la personería
política, pero el presidente Frondizi, decidió mantener al socialismo auténtico
de Palacios dentro de la democracia constitucional tutelada que le tocó
conducir.
Y
en 1959, Palacios apoyó abiertamente la revolución cubana, mientras
cobraba el retroactivo indexado, por haber sido privado de sus fueros
parlamentarios, durante el segundo gobierno peronista, lo cual, sumado a sus
ingresos, activos y pasivos, de cinco décadas como catedrático universitario y
como legislador nacional, le aseguraron una ancianidad sin problemas
materiales de ningún tipo, cuando ya contaba con ochenta y un años de
vida en este mundo (81), dejando
probado hasta la evidencia, que él es el auténtico arquetipo de lo que a
mi me gusta llamar con el nombre de el gorila comunista,
porque vive como un gran burgués, pero que tiene un discurso marxista,
no sé si me explico. ¡Ré top!
Siendo
así, a nadie debe extrañar que el gorilaje comunista porteño haya apoyado
masivamente su candidatura a senador nacional por la Capital Federal, para los
siguientes nueve años (1961-1970),
pero con tanta mala suerte, que salió sorteado en el primer tercio del
recambio, no sin antes oponerse al alineamiento de Cuba con La Unión Soviética,
en el marco de La Crisis de los Misiles de 1962.
Y
tanto ojete tuvo este viejo de mierda, que en 1963, otra vez, el gorilaje
comunista apoyó su candidatura de diputado nacional por la provincia de Buenos
Aires, porque tenía una charcra en Moreno.
Pero
Dios es justo, y el veinte de abril de 1965, mientras Adolf Hitler, cumplía ese
mismo día, los setenta y seis años de edad en su guarida de La Patagonia
(76), en su caserón porteño de la
calle Charcas 4741, del barrio porteño de Palermo, sobrevino el fallecimiento
de El Payaso (86), siendo sus restos falsamente socialistas inhumados en
El Cementerio de la Recoleta, como corresponde a un socialista nacido en La
Boca, que la iba de abogado de los pobres, pero que los pelos le brotaban de
las manos, traidoras al pueblo trabajador.
En
síntesis, Alfredo Palacios fue, sin duda alguna, un hombre de la izquierda
nacional, pero también, fue un cipayo golpista imperdonable, pero no
para mi, sino para el pueblo argentino en su conjunto, que gracias a Dios, ya ni
siquiera recuerda su triste memoria, por la sencilla razón de que no se lo
merece, y nada más, claro está.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de
Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero
que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería
catastrófico.
[3] Véase El Cisne Negro
(Editorial 392).
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