sábado, 21 de julio de 2012

317 Geopolítica (EEUU)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000317 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Sábado 21 de Julio de 2.012.





La Moneda Mundial II
Por Rubén Vicente 

En 1976, con el oro cotizando psicótica e invariablemente a treinta y cinco dólares la onza (35:1), y el precio del crudo a veinticinco dólares el barril de sólo ciento sesenta lítros (25), los presidentes de los directorios de los bancos centrales del Japón, de los paises de Europa Occidental y los EEUU suscribieron los documentos componenetes de El Acuerdo Plaza. 

Básicamente, el mismo consitió en una declaración que comenzaba reconociendo dos perogrulladas. La primera era que el dólar había dejado ser una moneda convertible en oro. Y la segunda era que el mundo está soportando la crisis energética mundial. 

Por ello, El Acuerdo Plaza estableció que, anualmente, los bancos centrales pactarían para el dólar un precio mínimo y un precio máximo, que serían los dos extremos de una franja, dentro de la cual, el precio del billete verde se determinaría libremente, por el juego de la oferta y la demanda. 

Si el precio sobrepasara el tope máximo pactado, los banco centrales se comprometían a salir a vender dólares, para hacer bajar el precio en el mercado (léase: la devaluación), pero si el precio fuera inferior al tope mínimo pactado, ellos saldrían al mercado a comprar dólares, para hacer subir el precio (léase: la revaluación).  

De ese modo, el dólar subiría y bajaría, pero dentro de la franja convenida por los bancos centrales firmantes de El Acuerdo Plaza. Pero además, convinieron que todos venderían su oro y se quedarían con los dólares, independizando completamente al billete verde del metal amarillo. A este nuevo sistema monetario se lo llamó con el nombre de La Flotación Sucia. 

Sin embargo, para los pocos economistas ortodoxos que aún quedaban funcionando en las universidades japonesas, europeas y norteamericanas, fieles a la comprensión de la realidad de la producción, el cambio, el consumo y la conservación de los bienes y de los servicios que tenían Adams Smith y David Ricardo (léase: los clásicos del capitalismo liberal industrialista), el oro y la plata continuarían siendo lo mismo que fueron desde que la humanidad alcanzó el grado evolutivo de la civilización hacía siete mil años atrás, es decir, la referencia del valor de todos los demás bienes y servicios, entre los cuales se contaban el trabajo, que es la base del capital, y el dólar estadounidense, que era la moneda del comercio mundial, obvio.  

Pero la inmensa mayoría de los economistas heretodoxos (léase: los keynesianos), celebraron El Acuerdo Plaza, sosteniendo que el mismo le devolvería la estabilidad monetaria al mundo entero (orbis), y haría bajar el precio del petróleo, reactivando la industria, abriendo ingentes fuentes de trabajo, aumentando la capacidad de consumo y mejorando el nivel de vida de los individuos, de las familias y de las poblaciones de todos los paises del mundo entero (orbis). ¡Está bueno! 

Si, pero la realidad es que sucedieron tres cosas (3). La primera fue que, en forma unilateral e inconsuta, el banco central del Japón (léase: The Bank of Japan), decretó una revaluación del ciento por ciento (100%) del yen, que dejó de cotizar quinientos a uno contra el dólar (500:1), empezando a cotizar a doscientos cincuenta a uno (250:1), estallando la guerra comercial entre la superpotencia capitalista y el gran dragón asiático. [3] 

La segunda fue la invasión de La Unión Soviética a Afganistán, para proteger al gobierno marxista de Kabul. Y la tercera fue el estallido de La Guerra Irán-Irak (1980-1988). 

En semejante contexto, La Organización de los Paises Exportadores de Petróleo (OPEP) decretó una corrección en el precio del crudo, y el barril pasó de costar veinticinco dólares (25) a valer ochenta dólares (80), implicando un aumento, de un día para el otro, del trescientos veinte por ciento (320%), estallando eentonces la segunda crisis energética mundial (1980). 

Pero de una manera tan psicótica como invariable, el oro seguía cotizando a treinta y cinco dólares la onza (35:1), como desde hacía veintinco años (1945-1980). 

El veinte de enero de 1981, su exclencia, el señor gobernador francmasó- republicano del estado de California, Mr. Ronald Reagan (a) Ronnie (69), asumió la presidencia de los EEUU.

En su discurso inaugural, el presidente Reagan dijo que el objetivo estratégico de la primera superpotencia capitalista era vencer a La Unión Soviética en la guerra fría; que el objetivo táctico era fortalecer la alianza con Irak y que el objetivo operativo era lograr la liberación de los rehenes norteamercanos secuestrados en la embajada de Teherán. 

Seis meses más tarde, el presidente Reagan sometió a consideración del congreso norteamericano un proyecto de ley de presupuesto, por un monto de novecientos mil millones de dólares (900 MMD´s), que eran equivalentes al noventa por ciento del producto bruto interno de los EEUU (90%/PBI). ¿Cómo? 

Ello implicaba a su vez emitir, justamente, 900 MMD´s, que serían invertidos en la compra masiva de bonos del tesoro americano a treinta años (30), que serían reinvertidos a través de su inyección en el mercado vía maga créditos blandos, concedidos por los grandes bancos privados a las empresas de producción para la defensa, dejando completamente financiado el avance de La Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), más conocida como La Guerra de las Galaxias. [4] 

El Plan Reagan no era otra cosa que el keinesianismo militar, pero llevado a la enésima potencia, causante de una hiperinflación, de una hiper recesión civil y de un hiperdesempleo que no registraba antecedetes en toda la historia de los EEUU. A la conjunción de los tres fenómenos, los economistas le aplicaron el nombre único de la stagflación. 

Sin embargo, los medios masivos de comunicación internacionales, debidamente untados por el aparato de propaganda del ejército estadounidense (the us army), no paraban de cantar loas a la política económica norteamericana, generando una falsa confianza en los inversores, que no paraban de comprar bonos del tesoro americano, obviamente nominados en dólares, obviamente respaldados en nada, y siga el baile siga el baile, no sé si… 

Pero sólo año más tarde, en sólo cinco semanas (5), la onza de oro que, desde hacía dos décadas y media, cotizaba de manera tan psicótica como invariable a treinta y cinco dólares (35:1), pasó a valer la friolera de ochocientos cincuenta dólares (850:1), implicando un giga aumento de, exactamente, el dos cuatrocientos veintiocho por ciento (2.428%). Yeah¡ 

Esa situación señalo el establecimiento de la auténtica paridad real entre el metal amarillo y el billete verde, pulverizándose la inflación, pero a la vez, generando una exceptativa de giga carestía interna de, justamente, el 2.428%. 

Para conjurar semejante amenaza, el secretario del tesoro de los EEUU, Dr. Paul Volker (a) Drácula (55), emitió una resolución administrativa, en cuya virtud, el gobierno de Washington emitió bonos del tesoro americano a treinta años (30), por un monto de, justamente, 900 MMD´s, prometiendo el pago de una tasa de interés del diez por ciento anual (10%/A); concluyendo de esa forma lo que después se daría en llamar con el nombre de La Crisis del Oro de 1982. 

Bajo esa comprensión, la octava década norteamericana del siglo pasado, se inciaba con el oro cotizando a ochocientos cincuenta dólares (850:1), con el barril de petróleo a ochenta dólares (80:1), con PBI de un billón de dólares (1) y una deuda pública a treinta años del 90% del PBI, con intereses totales de noventa mil millones de dólares por año (90 MMD´s/A). 

Sólo cinco años más tarde (1987), muchos analistas se dieron cuenta que Los Bonos Volcker no eran más que La Pirámide de Ponzi, pero ya era demasiado tarde para lágrimas, porque sobrevino el crack de la bolsa de valores de Nueva York (léase: la deflación), que fue conjurada gracias a la emergencia coetánea de la pata civil de la guerra de las galaxias, es decir, de la red cibernética mundial (Internet), que le generó ingresos al gobierno de los EEUU por un monto total de diez  billones de dólares (10 BD´s). [5] 

Gracias a semejante revolución tecnológica, en cuestión de cinco años (1987-1992), la situación monetaria, financiera y económica de los EEUU se modificó drásticamente, porque al final de ese quinquenio, el oro cotizaba a sólo cuatrocientos cincuenta dólares la onza (450:1), el barril de petróleo a sólo ocho dólares (8:1) y el PBI superaba los quince billones de dólares (15), y la deuda pública (capital más intereses) se había reducido al uno por ciento del producto bruto interno (1%/PBI). 

Geopolíticamente hablando, eso signicaba que los EEUU emergían victoriosos de la guerra fría, siendo las nación más rica y más avanzada, posicionándose en el rango inédito de ser, nada más ni nada menos, que la primera hiperpotencia global de la historia universal. ¡Guau!

Si, mucho guau allá en el primer mundo, pero la realidad extra estadounidense era muy diferente porque, paralelamente, y gracias a la exportación de la deflación estadounidense al mundo entero (orbis), cayeron a pique los precios de los commodities, con la consecuencia de que sobrevinieron las bancarrotas nacionales de México (1983), de Brasil (1987), de Argentina (1989) y de Gran Bretaña (1993).  

En el contexto de esta última, la Comunidad Económica Europea (CEE), liderada por Gran Bretaña, se transformó en la Unión Europea (UE), liderada por Alemania (reunificada); que motorizó el proyecto de creación del Banco Central Europeo (BCE), que comenzó a calcular el valor técnico de la futura moneda continental (el ecus), a razón de dos por cada dólar (2:1). 

Y por su parte, en forma absolutamente unilateral e inconsulta, el banco central del Japón, decretó la segunda revaluación del yen que, otra vez, fue del ciento por ciento (100%), dejando se cotizar la moneda del país del sol naciente a doscientos cincuenta yenes por dólar (250:1), y pasando a registrar una nueva paridad de sólo ciento veinticinco yenes por dólar (125:1). ¡Pedazo de revaluación! [6] 

Desde entonces (1993), por una onza de oro se pagaban 450 dólares, 900 ecus o 56.259 yenes; emergiendo los tres pilares del capitalismo global, a saber, los EEUU, la UE y el Japón, que producían el noventa por ciento del producto bruto interno del mundo entero (90%/PBIM). Conste. 

Fue entonces que el nuevo presidente masón-demócrata de los EEUU, Dr. William Jefferson Clinton (a) Bill, tomó la decisión de autorizar el lanzamiento de El Proyecto Escudo Misilístico (PEM), es decir, La Segunda Guerra de las Galaxias, que requería un financiamiento de exactamente quince billones de dólares (15 BD´s), equivalente al PBI de la hiperpotencia global, a través de la segunda giga emisión de bonos del tesoro a treinta años, con un diez por ciento de interés anual. ¿Otra vez? 

Y si, porque a pesar de que ya no existía La Unión Soviética ni el bloque comunista, en su carácter de hiperpotencia global, los EEUU pretendían erradicar definitivamente las amenazas globales de la post guerra fría (léase: el fudamentalismo, el terrorismo, la proliferación, el crimen organizado y la polución). ¡Ah! 

Eso hizo que al final de la década (1999), la moneda técnica europea (el ecus), se convirtiera en la moneda real de la UE (léase: el euro), cotizando a razón de ochenta y ocho centavos de dólar por euro (0,88:1), implicando una revaluación del euro frente al dólar del cincuenta y seis por ciento en sólo seis años (+56%). Coeatánemente, sobrevino La Crisis Asiática de 1997 (léase: el efecto arroz), que hizo caer el precio del oro a sólo doscientos cincuenta dólares la onza (250:1). [7]  

El año dos mil (léase: el tercer milenio) encontró al mundo entero (orbis) con el oro a doscientos cincuenta dólares (250), con el petróleo cotizando a veinte dólares (20), con el PBI americano estancado en 15 BD´s, con el euro cotizando en paridad con el euro (1:1); con el yen cotizando a casi cien yenes por dólar (100:1), y con una nueva superpotencia misilística y nuclear emergente (China). 

En ese contexo, estalló La Guerra Mundial Contra el Terrorismo (léase: la segunda guerra fría), y las guerras de Afganistán (2001) y de Irak (2003). Pero la verdad, era que la mayor amenaza para la seguridad nacional de la hiperpotencia global era la deuda pública, a la que los economistas occidentales prefieren referenciar como la cuestión de los bonos americanos (léase: the fucking bonds). 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).  
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Al revaluar tanto la moneda, se tornó extremadamente dificil exportar para el Japón. Sin embargo, el gobierno liberal demócrata de Tokio apostó a que, correlativamente, le sería muchísimo más fácil importar hidrocarburos y metales industriales que, combinados con la alta tecnología civil absolutamente propia, darían como resultado una mega superproducción de productos industriales ultra modernos, producidos a muy bajos costos, con amplios márgenes de ganancia y súmamente competitivos ante la producción europea y norteamericana. Conste.

[4] Técnicamente, ello implicaba poner en órbita sesenta y siete satélites (77), que soportarían el peso de más de quinientos misiles intercontinentales con ojivas nucleares (500), apuntando sobre blancos específicos (léase: Tokio, Pekín, Nueva Delhi, Teherán, Riad, El Cairo, Vladivostok, Moscú, Bonn, Roma, París, Madrid, Londres, La Habana, México DF, Panamá City, Caracas, Brasilia y Buenos Aires. Conste.

[5] El Producto Bruto Interno (PBI) de los EEUU en 1981 era de un billón de dólares (1 BD´s). Si en ese entonces, la onza de oro cotizaba a treinta y cinco dólares (1 OT = U$S 35,00), eso signicaba que el PBI de los EEUU de 1981 equivalía a veintiocho mil quinientas setenta y un millones de onzas troy (28.571 MOT´s). En cambio, el Producto Bruto Interno (PBI) de los EEUU en 1987 era de diez billones de dólares (10 BD´s). Si en ese entonces, la onza de oro cotizaba ochocientos cincuenta dólares ( 1 OT = U$S 850,00), eso signica que el PBI de los EEUU de 1987 equivalía a  sólo once mil setecientos sesenta y cuatro millones de onzas troy (11.764 MOT´s). En otras palabras, medido en moneda dura (léase: oro) el PBI de los EEUU de 1987 era inferior al de 1981, en un cincuenta y nueve por ciento (-59%). Conste.

[6] Al voler a revaluar tanto la moneda, se volvió a tornr extremadamente dificil exportar para el Japón. Sin embargo, el gobierno liberal demócrata de Tokio volvió a apostar a que, correlativamente, le sería nuevamente muchísimo más fácil importar hidrocarburos y metales industriales que, combinados con la alta tecnología civil absolutamente propia, que ya igualaba y hasta superaba en muchos renglones a la europea y a la norteamericana, darían como resultado una giga superproducción de productos industriales ultra post modernos, producidos a muy bajos costos, con amplios márgenes de ganancia y súmamente competitivos ante la producción europea y norteamericana. Conste.

[7] En realidad, el efecto arroz no fue otra cosa que la traslación de la deflación estadounidese del quinquenio 1987-1992 al Asia Oriental; provocando la bancarrota nacional de los gallos (Tailandia e Indonesia) y de los dragones (Corea del Sur y Malasia), como así también, la recesión (no deflación = no depresión) del gran dragón asiático (Japón) que, si embargo, ya estaba cómodamente posicionado como la primera potencia económica y diplomática del Asia Central y como la segunda potencia económica y diplomática mundial; traduciéndose esa realidad, en el hecho de que el Japón fue unánimente elegido como el estado lider de La Asociación de las Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), como así también, el segundo estado lider de La Asociación Económica del Asia Pacífico (APEC), y a la vez, junto con los EEUU, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y el Canadá, el segundo estado lider de El Grupo de los Siete (G-7). Conste.  

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