El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 15 de Julio de 2.012.
Bajá Un
Cambio Cris
Por Rubén Vicente
La
doctrina política del peronismo implica que el movimiento obrero organizado es
la columna vertebral del pueblo justicialista. Los sindicatos seccionales de
cada gran empresa, pública o privada, argentina o extranjera que opere en el
país, deben nuclearse en federaciones provinciales, y éstas en confederaciones regionales,
y éstas en confederaciones generales nacionales, y éstas en la Confederación
General del Trabajo (CGT).
La
misión fundamental de la CGT es representar los intereses vitales de absolutamente
todos los trabajadores del país, sin distinciones de ningún tipo ni clase, en la
negociación tripartita con la Confederación General Económica (CGE) y con
el gobierno nacional, para la determinación anual del salario mínimo,
vital y móvil. Y todo lo demás, es total y absolutamente se-cun-da-rio
en la concepción peronista de lo que debe ser el movimiento obrero organizado,
y su expresión formal, que es la CGT.
Todos los trabajadores
de nuestro país, repito, sin distinciones de ningún tipo ni clase, están
llamados por el justicialismo a participar libremente en el proceso electoral
destinado a elegir a los representantes sindicales de base, intermedios y de
cúpula, incluyendo a los miembros del consejo directivo de la CGT, incluído el
propio secretario general; llamándosele a eso con el nombre de la democracia
sindical.
Bajo esa comprensión,
los trabajadores deben aceptar que se plantéen canditaturas a ocupar los cargos
sindicales, formándose listas, que recibirán mayor o menor apoyo de las bases
laborales pero, que al final del día, serán consagradas como autoridades legítimas
y legales, a través de los comicios desarrollados en forma normal y regular.
Por eso, la idea
peronista es que la lista ganadora tiene el derecho de ejercer la conducción
gremial, mientas las listas perdedoras, deben comprometerse a acompañar las deciciones
que adopte la conducción oficial, hasta la culminación de su mandato
temporario, según lo establecen los estatutos.
Esa es la teoría
peronista, pero la práctica suscitada a lo largo de toda la historia del
movimiento obrero organizado, demuestra que hay trabajadores de nuestro país
que no comulgan con el ideario de la doctrina peronista o que, comulgando, no aceptan
las reglas de la democracia sindical o que, aceptándolas, entienden que
determinada conducción no respeta, justamente, la democracia que debe presidir
la organización de los trabajadores en un estado civilizado.
En esos casos, la
tradición política peronista bregó en pos de la consagración de una legislación
laboral argentina que les reconociera la personería jurídica a todas las
organizaciones sindicales que reunieran los requisitos establecidos por la
legislación civil vigente, pero a la vez, que le reconociera la personería
gremial, es decir, la representación exclusiva y excluyente de los
trabajadores, a los sindictos, a las federaciones, a las confederaciones, a las
confederaciones generales y a la central obrera, sólo a la que tenga mayor
número de afiliados.
Por eso es importante
mantener permanentemente depurados y actualizados los padrones de afiliación en
todas las organizaciones, de base, intermedias y de cúpula incluyendo,
obviamente, a la CGT.
De esa manera, queda
configurada una dinámica sindical en cuya virtud el movimiento obrero
organizado tiene una expresión política que sigue siendo única, ante los
empresarios y ante el gobierno, mientras las organizaciones que no cuenten con
la personería gremial que emana de la legislación laboral específica, serán la
expresión de la disidencia légitima y legal, que operará políticamente,
como un toque de atención para todo el movimiento obrero, para todo el
empresariado y para el goberno nacional, obvio.
Por eso, no siempre
hubo una sola CGT, y muchas veces se formaron sindicatos, federaciones,
confederaciones y confederaciones generales, y hasta centrales obreras
nacionales paralelas a la CGT. La más importante de esas divisiones
internas del movimiento obrero organizado argentino fue la suscitada como
consecuencia de las diferencias de todo orden dadas entre Las Sesenta y Dos
Organizaciones Gremiales Peronistas (léase: Las 62 OGP´s = Las 62) y Las
Treinta y Dos Organizaciones Gremiales Democráticas (léase: Las 32 OGD´s = Las
32), conformadas por una dirigencia no peronista, o peronista pero no
partidaria de la conducción oficial de la CGT.
El individualismo
filosófico, el liberalismo político y el capitalismo económico subyacente en
toda la acción del gobierno militar de facto conocido con el nombre de La
Revolución Libertadora (1955-1958), abrogó la idea peronista de la personería
gremial diferenciada de la personería jurídica, igualándolas y
atomizando de ese modo el movimiento obrero organizado, haciendo añicos la
unidad de los trabajadores de nuestro país, y convirtiendo al movimiento
obrero organizado en una masa dirigencial amorfa, personalista y corrupta
hasta los huesos, es decir, en una mafia, completamente manipulable y
manipulada por los gobiernos de turno, fueran militares o civiles, y peronistas
o no peronistas, conociéndose ese fenómeno con el nombre de la burocracia
sindical.
Esa corrupción sindical
se hizo endémica y sistémica, hasta el punto de que la mafia acumuló mucho
dinero y poder, tanto gremial como político, convirtiéndose los dirigentes
sindicales mafiosos en empresarios del sindicalismo vernáculo, que
entronizaron el fraude electoral en el mundo del trabajo, siempre dispuesto a
traicionar los intereses vitales de los trabajadores, a cambio de fondos para
sus bolsillos y para las arcas de las organizaciones sindicales y afines
(léase: las obras sociales).
La emergencia política
de la subversión ideológica, del terrorismo urbano y la guerrilla rural de la
primera mitad de la década del setenta del siglo pasado, impidió que el tercer
gobierno peronista desarrollara una tarea de reorganización total y completa
del movimiento obrero organizado. Fue recién en la década del noventa, durante
el cuarto y el quinto gobierno justicialista, liderado por el Dr. Carlos Saúl
Menem (a) El Turco, que el movimiento obrero organizado recuperó la unidad,
pero al precio de mantener la corrupción interna estructural.
Y durante el sexto, el
séptimo y el octavo goberno justicialista (Duhalde, Néstor y Cristina), se
volvió a perder la unidad, reinando la mafia sindical en su máxima
expresión, absolutamente manipulada y maniatada por un gobierno nacional que se
dice peronista, pero que ha hecho tantas pero tantas concesiones de todo orden
al no peronismo que, sinceramente, plantea dudas ideológicas, estratégicas e
institucionales que obstan a su calificación como netamente peronista, siendo
adecuado categorizarlo como supuestamente peronista hasta que demuestre lo
contrario, es decir, presuntamente peronista.
En medio de semejante
contexto, profuso, difuso y confuso desde los puntos de vista ideológico,
estratégico e institucional en lo vinculado al trabajo en general, al movimiento
obrero organizado en especial, y a la CGT en particular, el hecho de que, sobre
un total mil ochocientos cincuenta y un delegados al congreso general de la
central obrera (1851), haya habido un número de mil trece (1.013), que
representan casi el cincuenta y cinco por ciento del total (55%), que decidieron por elección libre
y legítima, qué individuos ocuparán los cargos corresóndientes al consejo
directivo, incluído el secretario general de la CGT (Hugo Moyano), es algo políticamente
valioso, en términos de voluntad de la unión de los trabajadores
vernáculos, contra el divisionismo del cegetismo alternativo, del
obrerismo no cegetista, del empresariado y del gobierno presuntamente
peronista.
Si el gobierno
presuntamente peronista fuera auténticamente peronista, debería convalidar
administrativamente ese hecho gremialmente real, concreto e insoslayable, pero
a la vez, debería maniobrar para que el cegetismo paralelo se una al oficial en
el mes de octubre próximo, y luego sumar a las centrales obreras no cegestitas
a la CGT en 2013, para finalmente lograr un compromiso serio y firme de todos
los mafiosos unidos, para llamar a elecciones libres en todos los niveles en
2015.
De ese modo, en 2015
Cristina no sólo será vista como la artifice de la redemocratización del
movimiento obrero organizado, sino también, como la mentora de la unidad
sindical pe-ro-nis-ta, haciéndose merecedora del apoyo espontáneo de la
mayoría del pueblo argentino, pero también, del apoyo institucional de la
CCT única y democrática, para bien de nuestra nación.
La manera de comenzar a
transitar ese camino hacia la virtud es, lo repito, convalidar los coyunturales
logros moyanistas, pero deberá continuar quitándole sus banderas al moyanismo,
merced a la adopción de las medidas reclamadas, relativas al salario mínimo,
vital y móvil; a las jubilaciones mínimas; al mínimo no imponible de la cuarta
categoría del impuesto a las ganancias; a la repartición de las ganancias de
las empresas y a las asignaciones familiares, no sólo porque ello se traducirá
en réditos políticos para Cristina, sino también y sobre todo (supre tutto),
porque esa es la forma de materializar en la coyuntura el principio estructural
peronista de la justicia social.
Estamos ante un momento
crítico, porque no se sabe con que se saldrán Cristina, Moyano y Scioli.
Debemos implorarle al altísimo, para que los ilumine a los tres, y para que
prime la sensatez
y no la
locura, porque sino, en vez seguir teniendo una mafia sindical
atomizada y un goberno presuntamente peronista, lo único que vamos a tener es una
nueva guerra civil que, obviamente, podría ser la última, durante o luego
de la cual, las grandes potencias mundiales decidan que eso que se llama con el
nombre de La Argentina, sencillamente, debe pasar a la historia, por haberse
convertido en un estado fallido, y nada más, claro está.
Dicho en cuatro
palabras, sería bajá un cambio Cris. ¿Se entiende?
Y si me dijeran que
estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de
Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero
que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería
catastrófico.
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