domingo, 15 de julio de 2012

311 Geopolítica (Argentina)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000311 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 15 de Julio de 2.012.





Bajá Un Cambio Cris
Por Rubén Vicente 

La doctrina política del peronismo implica que el movimiento obrero organizado es la columna vertebral del pueblo justicialista. Los sindicatos seccionales de cada gran empresa, pública o privada, argentina o extranjera que opere en el país, deben nuclearse en federaciones provinciales, y éstas en confederaciones regionales, y éstas en confederaciones generales nacionales, y éstas en la Confederación General del Trabajo (CGT). 

La misión fundamental de la CGT es representar los intereses vitales de absolutamente todos los trabajadores del país, sin distinciones de ningún tipo ni clase, en la negociación tripartita con la Confederación General Económica (CGE) y con el gobierno nacional, para la determinación anual del salario mínimo, vital y móvil. Y todo lo demás, es total y absolutamente se-cun-da-rio en la concepción peronista de lo que debe ser el movimiento obrero organizado, y su expresión formal, que es la CGT. 

Todos los trabajadores de nuestro país, repito, sin distinciones de ningún tipo ni clase, están llamados por el justicialismo a participar libremente en el proceso electoral destinado a elegir a los representantes sindicales de base, intermedios y de cúpula, incluyendo a los miembros del consejo directivo de la CGT, incluído el propio secretario general; llamándosele a eso con el nombre de la democracia sindical.
Bajo esa comprensión, los trabajadores deben aceptar que se plantéen canditaturas a ocupar los cargos sindicales, formándose listas, que recibirán mayor o menor apoyo de las bases laborales pero, que al final del día, serán consagradas como autoridades legítimas y legales, a través de los comicios desarrollados en forma normal y regular.
Por eso, la idea peronista es que la lista ganadora tiene el derecho de ejercer la conducción gremial, mientas las listas perdedoras, deben comprometerse a acompañar las deciciones que adopte la conducción oficial, hasta la culminación de su mandato temporario, según lo establecen los estatutos.
Esa es la teoría peronista, pero la práctica suscitada a lo largo de toda la historia del movimiento obrero organizado, demuestra que hay trabajadores de nuestro país que no comulgan con el ideario de la doctrina peronista o que, comulgando, no aceptan las reglas de la democracia sindical o que, aceptándolas, entienden que determinada conducción no respeta, justamente, la democracia que debe presidir la organización de los trabajadores en un estado civilizado.
En esos casos, la tradición política peronista bregó en pos de la consagración de una legislación laboral argentina que les reconociera la personería jurídica a todas las organizaciones sindicales que reunieran los requisitos establecidos por la legislación civil vigente, pero a la vez, que le reconociera la personería gremial, es decir, la representación exclusiva y excluyente de los trabajadores, a los sindictos, a las federaciones, a las confederaciones, a las confederaciones generales y a la central obrera, sólo a la que tenga mayor número de afiliados.
Por eso es importante mantener permanentemente depurados y actualizados los padrones de afiliación en todas las organizaciones, de base, intermedias y de cúpula incluyendo, obviamente, a la CGT.
De esa manera, queda configurada una dinámica sindical en cuya virtud el movimiento obrero organizado tiene una expresión política que sigue siendo única, ante los empresarios y ante el gobierno, mientras las organizaciones que no cuenten con la personería gremial que emana de la legislación laboral específica, serán la expresión de la disidencia légitima y legal, que operará políticamente, como un toque de atención para todo el movimiento obrero, para todo el empresariado y para el goberno nacional, obvio.
Por eso, no siempre hubo una sola CGT, y muchas veces se formaron sindicatos, federaciones, confederaciones y confederaciones generales, y hasta centrales obreras nacionales paralelas a la CGT. La más importante de esas divisiones internas del movimiento obrero organizado argentino fue la suscitada como consecuencia de las diferencias de todo orden dadas entre Las Sesenta y Dos Organizaciones Gremiales Peronistas (léase: Las 62 OGP´s = Las 62) y Las Treinta y Dos Organizaciones Gremiales Democráticas (léase: Las 32 OGD´s = Las 32), conformadas por una dirigencia no peronista, o peronista pero no partidaria de la conducción oficial de la CGT.
El individualismo filosófico, el liberalismo político y el capitalismo económico subyacente en toda la acción del gobierno militar de facto conocido con el nombre de La Revolución Libertadora (1955-1958), abrogó la idea peronista de la personería gremial diferenciada de la personería jurídica, igualándolas y atomizando de ese modo el movimiento obrero organizado, haciendo añicos la unidad de los trabajadores de nuestro país, y convirtiendo al movimiento obrero organizado en una masa dirigencial amorfa, personalista y corrupta hasta los huesos, es decir, en una mafia, completamente manipulable y manipulada por los gobiernos de turno, fueran militares o civiles, y peronistas o no peronistas, conociéndose ese fenómeno con el nombre de la burocracia sindical.
Esa corrupción sindical se hizo endémica y sistémica, hasta el punto de que la mafia acumuló mucho dinero y poder, tanto gremial como político, convirtiéndose los dirigentes sindicales mafiosos en empresarios del sindicalismo vernáculo, que entronizaron el fraude electoral en el mundo del trabajo, siempre dispuesto a traicionar los intereses vitales de los trabajadores, a cambio de fondos para sus bolsillos y para las arcas de las organizaciones sindicales y afines (léase: las obras sociales).
La emergencia política de la subversión ideológica, del terrorismo urbano y la guerrilla rural de la primera mitad de la década del setenta del siglo pasado, impidió que el tercer gobierno peronista desarrollara una tarea de reorganización total y completa del movimiento obrero organizado. Fue recién en la década del noventa, durante el cuarto y el quinto gobierno justicialista, liderado por el Dr. Carlos Saúl Menem (a) El Turco, que el movimiento obrero organizado recuperó la unidad, pero al precio de mantener la corrupción interna estructural.
Y durante el sexto, el séptimo y el octavo goberno justicialista (Duhalde, Néstor y Cristina), se volvió a perder la unidad, reinando la mafia sindical en su máxima expresión, absolutamente manipulada y maniatada por un gobierno nacional que se dice peronista, pero que ha hecho tantas pero tantas concesiones de todo orden al no peronismo que, sinceramente, plantea dudas ideológicas, estratégicas e institucionales que obstan a su calificación como netamente peronista, siendo adecuado categorizarlo como supuestamente peronista hasta que demuestre lo contrario, es decir, presuntamente peronista.
En medio de semejante contexto, profuso, difuso y confuso desde los puntos de vista ideológico, estratégico e institucional en lo vinculado al trabajo en general, al movimiento obrero organizado en especial, y a la CGT en particular, el hecho de que, sobre un total mil ochocientos cincuenta y un delegados al congreso general de la central obrera (1851), haya habido un número de mil trece (1.013), que representan casi el cincuenta y cinco por ciento del total (55%), que decidieron por elección libre y legítima, qué individuos ocuparán los cargos corresóndientes al consejo directivo, incluído el secretario general de la CGT  (Hugo Moyano), es algo políticamente valioso, en términos de voluntad de la unión de los trabajadores vernáculos, contra el divisionismo del cegetismo alternativo, del obrerismo no cegetista, del empresariado y del gobierno presuntamente peronista.
Si el gobierno presuntamente peronista fuera auténticamente peronista, debería convalidar administrativamente ese hecho gremialmente real, concreto e insoslayable, pero a la vez, debería maniobrar para que el cegetismo paralelo se una al oficial en el mes de octubre próximo, y luego sumar a las centrales obreras no cegestitas a la CGT en 2013, para finalmente lograr un compromiso serio y firme de todos los mafiosos unidos, para llamar a elecciones libres en todos los niveles en 2015.
De ese modo, en 2015 Cristina no sólo será vista como la artifice de la redemocratización del movimiento obrero organizado, sino también, como la mentora de la unidad sindical pe-ro-nis-ta, haciéndose merecedora del apoyo espontáneo de la mayoría del pueblo argentino, pero también, del apoyo institucional de la CCT única y democrática, para bien de nuestra nación.
La manera de comenzar a transitar ese camino hacia la virtud es, lo repito, convalidar los coyunturales logros moyanistas, pero deberá continuar quitándole sus banderas al moyanismo, merced a la adopción de las medidas reclamadas, relativas al salario mínimo, vital y móvil; a las jubilaciones mínimas; al mínimo no imponible de la cuarta categoría del impuesto a las ganancias; a la repartición de las ganancias de las empresas y a las asignaciones familiares, no sólo porque ello se traducirá en réditos políticos para Cristina, sino también y sobre todo (supre tutto), porque esa es la forma de materializar en la coyuntura el principio estructural peronista de la justicia social.
Estamos ante un momento crítico, porque no se sabe con que se saldrán Cristina, Moyano y Scioli. Debemos implorarle al altísimo, para que los ilumine a los tres, y para que prime la sensatez y no la locura, porque sino, en vez seguir teniendo una mafia sindical atomizada y un goberno presuntamente peronista, lo único que vamos a tener es una nueva guerra civil que, obviamente, podría ser la última, durante o luego de la cual, las grandes potencias mundiales decidan que eso que se llama con el nombre de La Argentina, sencillamente, debe pasar a la historia, por haberse convertido en un estado fallido, y nada más, claro está.
Dicho en cuatro palabras, sería bajá un cambio Cris. ¿Se entiende?
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

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