El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 10 de Julio de 2.012.
Un
Impuesto de Cuarta
Por Rubén Vicente
Si
uno se toma el trabajo de leer el texto de La Ley 20.628 sobre el impuesto a
las ganancias, publicada en el Boletín Oficial el último día de 1973, mientras
era presidente el Gral. Perón, y ve el artículo 79 (La Cuarta Categoría), saca
la conclusión de que ganancia es todo ingreso personal, incluyendo en la
nómina de los sujetos obligados a tributar, a los del inciso b (los
trabajadores en relación de dependencia activos) y a los del inciso c
(los trabajadores en relación de dependencia pasivos).
Pregunta:
¿Cómo puede ser que Perón haya establecido un impuesto al trabajo, tomando como
ganancia los salarios y las jubilaciones?
Respuesta.
Su idea era que los trabajadores percibieran una retribución justa, que
satisfaga plenamente sus necesidades básicas y las de su familia. Que las
empresas, nucleadas en la Confederación General Económica (GCE) y los
trabajadores, a través de sus sindicatos, las federaciones, las confederaciones
y las confederaciones nucleadas en la Confederación General del Trabajo (CGT),
negociaran el salario mínimo, vital y móvil; y que las cámaras empresariales y
las federaciones sindicales negociaran las convenciones colectivas de trabajo,
por rama de la actividad productiva o por empresa. Y que los trabajadores
negociaran mano a mano con sus capataces o sus jefes tanto sus salarios como
los beneficios sociales, pero todo en su medida y armoniosamente, es
decir, los acuerdos individuales enmarcados en las paritarias, y éstas en la
política económica y social de la nación.
Él
vio claramente lo que Obama recién visualizó treinta años después, y es que hay
empresas que pagan a sus altos ejecutivos cifras siderales, totalmente desproporcionadas
con las posibilidades reales de la empresa, del mercado y la economía nacional,
mientras despiden obreros y empleados, generando una casta de gente que vive
demasiado bien, por decirlo de un modo simpático.
A
esa gente, Perón les dijo que tenían que contribuir con el país, encuadrándolos
en la cuarta categoría del impuesto a las ganancias, y en esa raza de
ostentosos, englobó a los altos militares retirados, que vivían como si fueran
reyes, o algo por el estilo.
Por
eso, en los tiempos del Perón hervívoro, jamás nadie se quejó por tener que
tributar el impuesto a las ganancias, porque el mínimo no imponible era tan
alto que nadie llegaba a ganar semejante ingreso, y aún en esos pocos casos,
las deducciones eran tantas que, directamente, muy pocos trabajadores activos y
pasivos tributaban ganancias de la cuarta categoría.
Y
lo mismo fue con Isabel, con Videla, con Viola, con Galtieri, con Bignone, con Alfonsín,
con Menem, con De La Rúa, con Rodriguez Saá y con Duhalde. Las primeras quejas
laborales empezaron en los tiempos de Néstor y se agudizan en los de Cristina,
que llama extorsionadores (sic) a los que le piden que se eleve el
mínimo no imponible o, directamente, que elimine la cuarta categoría.
Y
si, porque hoy cualquier chichipío que gane cinco mil setecientos pesos ($ 5.700,00
= U$S 1.260,00) paga como el mejor. Obviamente, deben haber cinco jubilados que
tributan, pero hay encargados de edificios que ganan bastante más, sumando el
sueldo y las changas, así que de ahí para arriba, ni hablemos, porque tributan
todos.
El
reclamo de elevar sustancialmente el mínimo no imponible es absolutamente
justo, y la verdad es que Cristina no quiere saber nada, además de que
tampoco quiere saber nada con la repartición de las ganancias de las empresas,
ni con las asignaciones familiares; mientras ella, y nadie le discute lo que
haga con su plata, vive como una reina que no tributa lo que debiera
tributar, por decirlo de un modo políticamente correcto. ¿Verdad?
Nada
más comparemos el salario mínimo vital y móvil con los índices palpables de
aumento de los precios al consumidor, para darnos cuenta de que la postura
oficial es psicótica, en el sentido psiquiátrico del término, es decir, absolutamente
divorciada de la realidad.
Por
eso, yo digo que, para que un
in-di-vi-duo (no una familia) gane lo suficiente para vivir dignamente,
hoy en día se necesitan no menos de dos mil quinientos dólares por mes
(U$S 2.500,00/M = $ 11.200,00/M) y, para que su nivel de vida luzca
inequívocamente ostentoso para un trabajador, tendría que ganar, por lo menos, diez
veces más (10), y de ahí para
arriba, lógico, que tenga que tributar, porque si no, este impuesto a las
ganancias, tal como está concebido, intepretado y aplicado, no es otra cosa que
un impuesto de cuarta, que le va a jugar en contra a todos, pero sobre
todo a ella, aunque ella no lo quiera creer. No sé si me explico.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La
libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el
presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de
Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero
que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería
catastrófico.
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