El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 2 de Julio de 2.012.
El Pueblo Elegido VII
Por Rubén Vicente
La
primera revolución francesa (1789-1792) fue la autora oficial de La Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en cuya virtud, absolutamente todos
los individuos de la metrópolis europea occidental (varones, mujeres, niños y
ancianos) quedaron garantizados en sus derechos a la vida, a la libertad, al
honor y a la propiedad (los derechos fundamentales = los derechos civiles = the
civil rights = los derechos humanos de primera generación = human rights of
first generation); lo cual supuso la
emancipación de los judíos que, durante el siglo diecinueve (el siglo
de la industria), se extendería gradualmente al mundo entero (orbis).
Paralelamente,
en el interior de La Hermandad de los Sabios de Sión (léase: los javadistas) [3]
, se inició un largo y profundo debate filosófico y político, vinculado con el
futuro de los judíos de todo el planeta, pero especialmente en Rusia. Se
barajaron diversas opciones, pero triunfaron dos (2).
La
primera era que los judíos de todo el mundo (orbis) debían aprovechar la
emancipación para volverse tan ricos, cultos, prestigiosos e influyentes como
les fuera posible, alzandando la eminencia
en sus paises de residencia, pero sin
mezclarse en cuestiones políticas, renunciando consciente y voluntariamente a
su participación en las organizaciones no gubernamentales (las ong´s) o
gubernamentales (los parlamentos, los gabinetes y las cortes de justicia);
conociéndose esa posición conservadora con el nombre de el cosmopolitismo (léase: los ciudadanos del
mundo).
La
segunda era la que creía que los judíos debían aprovechar la ciudadanía
de sus paises de residencia para incursionar en la política, influyendo
en ella hasta convertirse en un factor de poder (léase: el estado dentro
del estado = el gobierno invisible), alcanzando el máximo objetivo de
posicionarse como primeros ministros o incluso como presidentes de las
repúblicas surgidas de las revoluciones contemporáneas (norteamericana,
francesa, hispanoamericana y europeas). A esta postura liberal se la
empezó a conocer con el nombre de el judaismo
(propiamente dicho). [4]
La
tercera ya era liberal extrema, es decir, radical, e implicaba
una definición telúrica, racial, lingüística y religiosa (léase: la identidad
étnica) de los judíos como comunidad política, planteándole el propósito de
instaurar, nada más ni nada menos, que el estado judío (der judden
stadt). Esta corriente radical, que en la primera mitad de la centuria
decimonónica era minoria, recibió el nombre de el
nacionalismo judío.
Ese
nacionalismo judío barajó diversas ubicaciones físicas para el futuro estado
judío, mediante la lisa y llana negociación de los javadistas con los
gobiernos, a efectos de que los mismos aceptaran la venta a los javadistas de
porciones territoriales, en cualquiera de los cinco continentes (Oceanía, Asia,
Africa, Europa o América).
La
cuarta era radical extrema (léase: anarquista), y comenzó a bregar por
la participación activa de los proletarios judíos en la revolución social
que comenzó a tratar de destruir hasta los cimientos el capitalismo en
la segunda parte del siglo diecinueve (el siglo de la industria). A esa
corriente anarquista se la conoció con el nombre de el internacionalismo judío, también
conocido bajo el nombre alternativo de la sinarquía.
La
quinta era anarquista extrema (léase: socialista), y era la propuesta
por el socialismo científico (el socialismo internacionalista = el marxismo =
el comunismo), que planteaba la necesidad de llevar a cabo la revolución social,
provocadora de la destrucción hasta los cimientos del capitalismo y de la
construcción de una única sociedad sin clases, pero además, que esa
clase social única reconociera su vanguardia en el partido comunista, que
detentaría el poder político en el estado comunista. A esa posición socialista
extrema (léase: comunista) se la cononoció con con el nombre de el marxismo.
La
posición marxista comenzó a evidenciar dos vertientes (2), que son la partidaria de la
revolución democrática (léase: la revolución impura) y la partidaria de
la revolución autocrática (léase: la revolución pura).
Y
la sexta era una mixtura imposible, que era como mezclar el agua
y el aceite, es decir, unir el nacionalismo con el socialismo, para forjar una
ideología que fuera nacionalista-socialista o bien, socialista-nacionalista,
que recibiría el nombre de el socialismo nacional (léase: el nacional
socialismo = el nazismo décimonónico = el grünismo = el prohudonismo),
pero en su versión yavista (léase: el nazismo judío = el sionismo).
A
diferencia del nacionalismo judío, el sionismo se planteaba como
objetivo supremo la instauración del estado judío en el emirato de Palestina,
dependiente del sultanato de Siria, integrante de El Imperio Turco (La Gran
Turquía = El Imperio Otomano), en estado de franco declive geopolítico.
Pero
luego de el magnicidio del zar de Rusia (Alejandro II – 1881), los javadistas se
polarizaron en las posiciones nacionalista y marxista. En ese contexto, surgió
la figura de El Barón Hirch, verdadero numen de la que bien podría haber
sido llamada con el nombre de La Tercera Diáspora.
La
misma supuso la migración masiva de los judíos de Rusia hacia el resto
del mundo entero (orbis), con el objetivo primario de forjar nuevas juderías de
origen ruso javadista (léase: las
colectividades = la coletevedá) en los
cinco contientes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América), para luego negociar
concesiones territoriales, destinadas al futuro estado judío del siglo veinte
(el siglo de la alta tecnología).
En
esa obra insigne de El Barón Hirsch se incriben dos proyectos (2); el primero de los cuales se
materializó mediante la primera oleada migratoria judía a La
Palestina Turca, conocida con el nombre de La Aliyá (1889), y la segunda implicaría la
formación de colectivades judías en La Araucanía Chilena y en La Patagonia
Argentina, que sería posteriormente conocida con el nombre de El Plan Andinia. Ups.
En
el período 1881-1913, los marxistas judíos apoyarían la revolución
democrática (la revolución impura = el gramscismo = el eurocomunismo) en la
totalidad de Europa (léase: La Gran Leitania), conociéndose el gramcismo ruso
con el nombre de la social democracia (léase: la mayoría = los
mencheviques); y sólo la minoría (léase: los bolcheviques) apoyarían
la revolución autocrática (léase: la revolución armada = la revolución pura),
posición a la que pronto adherirían los judíos anarquistas.
En
semejante contexto de pluralismo ideológico judío emerge rutilante y enérgica la
personalidad de Teodoro Herlz.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos,veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la
información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3]
La Hermandad de
los Sabios de Sión, es la rama ruso judía de la masonería mundial (la venerable
hermandad azul = la masonería inglesa = la
masonería anticatólica = la masonería antipapista = la masonería diabólica = la
masonería satánica), que brega por el fracaso de El Plan Divino de
Salvación.
[4]
Recuérde que los judíos profesan la religión de Yavé (el yavismo), que poco
tiene que ver con el yavismo militante en la política occidental
decimonónica (léase: el judaismo).
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